Por Cosme Beccar Varela
"Política es actuar en la vida pública con prudencia al servicio de la Justicia y el arte de hacer posible lo que debe ser hecho para el servicio del bien común".
No es, como dice el viejo refrán de los cínicos; "el arte de lo posible". En realidad este aforismo es una perfecta estupidez porque para hacer que lo posible ocurra basta con hacer lo que cada uno juzgue que le es posible -que es muy fácil-, y lo demás debería resultar por añadidura.
El ladrón no considera que sea posible hacer política sin robar y para robar con mayor eficacia se asocia con otros ladrones.
El perezoso considera que no le es posible hacer nada que le cueste trabajo y por eso se limita a seguir como una mojarrita del cardumen a los grandes tiburones del latrocinio, apoyándolos a cambio de que lo dejen tranquilo.
El cobarde considera imposible enfrentar a los poderosos y se queda en su casa sin arriesgar ni una uña en el servicio de la Patria.
El ignorante juzga que eso de pensar, estudiar, analizar, juzgar, es una tarea insalubre que absorbe demasiado tiempo y que es mejor seguir las opiniones prefabricadas cosa que no exige ningún esfuerzo y tranquiliza la conciencia.
Pero quiero creer que hay muchos argentinos que no se inscriben en ninguna de estas sub-categorías y que quieren poner algo de su parte para cumplir con sus deberes patrióticos. Es por eso que estamos en vísperas de constituir la Asociación Patriótica que será una organización dedicada a la Política de ideales, esa que definí en la primera frase de este artículo.
¿Es posible una política de ideales? Sí, es posible. Pero lo primero que tenemos que decir es que una política de ideales no es una política que habita en el mundo de las abstracciones, sin ninguna relación con el poder y sin aspiración alguna de llegar al gobierno nacional. Nada de eso. La política de ideales aspira a gobernar como el águila a volar. Puede ser que tarde un tiempo en lograrlo pero nunca renunciará a ese objetivo.
La otra cara de esa moneda es el deseo ardiente de acabar con la tiranía de la "dirigencia" corrupta e inepta. Las dos intenciones se complementan y se exigen la una a la otra.
Ahora bien, para conseguir todo eso es necesario tener fuerza, una fuerza capaz de imponerse a los tiranos y de instaurar un gobierno justo que se haga obedecer por justos y pecadores. Pero, ¿qué fuerza tenemos los destituidos de la Patria, los que vivimos en el anonimato de una existencia sin brillo, los desarmados, los pobres o los de mediocres haberes?
Antes de responder a este pregunta, permítame, estimado lector, que analice el concepto de "fuerza" en política.
En política hay cinco fuerzas que cuentan:
1) La de las armas-
2) La del alto clero
3) La de los partidos políticos con votos (auténticos, comprados o falsificados por el fraude).
4) La de los archimillonarios.
5) La de los grandes medios de comunicación social que fabrican opinión pública.
La más importante es la primera. Toda la Historia nos enseña que los militares, guerrilleros, asaltantes o quienesquiera que tuvieran las armas, gobernaron cuando quisieron imponerse a la masa desarmada de los pueblos, siempre y cuando hubieran conseguido derrotar a otros militares, guerrilleros, asaltantes, etc. que se les opusieron.
Inclusive me atrevo a decir que las otras cuatro fuerzas sólo pueden prevalecer en la medida en que la primera esté en manos de jefes incompetentes o cuando sus segundos dejen de servirlos.. Nuestra historia está llena de casos que nos demuestran la triste veracidad de este apotegma.
Los buenos patriotas no tiene ninguna de esas cinco fuerzas pero pueden hacer mella en el poder que ejercen los medios de comunicación masiva en su tarea de fabricar opinión. Es muy difícil porque uno de los efectos de ese dominio de la prensa es una notable disminución de la capacidad intelectual de la gente, lo cual conspira frontalmente contra la necesidad de lucidez, juicio y raciocinio que se exige para independizarse. Pero no es imposible. Si lo fuera estaría todo perdido y no creo que lo esté. Todavía se puede dar batalla a la tiranía y preparar un futuro mejor a condición de que se haga algo así como lo que propuse en el nro. 904 de este periódico, o sea, que un número ponderable de argentinos válidos se reúna para fundar una Asociación Patriótica con los objetivos allí indicados.
¿Qué puede hacer esa Asociación contra la masa imponente de poder que sostiene la tiranía? Intentaré describir cómo debería ser la Asociación para empezar a recorrer el camino de la recuperación nacional. Podría decir, parafraseando a San Martín, que si no es algo así no será nada.
Sus integrantes deben tener una voluntad firme de pensar con independencia del "establishment" en el que se apoya el poder de la "dirigencia" corrupta e inepta. Deben tener principios claros y el primero ha de ser el de que la Justicia debe reinar en todo y para todos. Debe desterrarse toda forma de maquiavelismo para el cual el fin justifica los medios. Y en cuanto a los principios políticos serán los que surgen de la Constitución de 1853, no como ideología liberal, sino como sistema de gobierno, o sea, exigencia de idoneidad moral e intelectual para ocupar cualquier cargo en cualquiera de los tres poderes y respeto inquebrantable de las garantías individuales dentro de la moralidad pública cristiana que es común al pueblo argentino.
Estos principios deben ser sostenidos y defendidos como programa de salvación nacional. Ellos serán el lazo de unión de los integrantes de la Asociación y la base de su argumentación política en sus deliberaciones y en sus comunicaciones al público.
Esos principios serán irrenunciables y mantenidos con una intransigencia inteligente que no es rigidez, ni testarudez, ni negación del diálogo. Pero sí excluye absolutamente toda clase de transacciones con los personeros de la "dirigencia" corrupta e inepta. Esa gente debe ser inhabilitada permanentemente para ocupar cargos públicos, y eso como una obligación de Justicia. No hay derecho a permitir que continúen haciendo daño al país y a sus habitantes como lo vienen haciendo hasta ahora. Cualquier concesión que se les haga a cualquiera de ellos, inclusive a los que pertenecen al elenco estable de la "oposición" admitida, será una traición a los ideales que dan origen a la Asociación Patriótica y hará innecesaria su existencia.
El principio de idoneidad moral e intelectual de los gobernantes exigido en el art. 16 de la Constitución es la salvaguardia de la Justicia. No debe olvidarse que un deshonesto o un burro con poder de tomar decisiones es una fuente incesante de injusticias que no podrán repararse tal vez nunca y ciertamente tarde, en caso de que eso pudiera hacerse. Al contrario, una persona justa y capaz en el gobierno es una garantía de que las muchas decisiones que debe tomar diariamente serán buenas y que si por error alguna fuera dañosa, el mismo gobernante justo la corregirá inmediatamente.
Habrá que poner en tela de juicio todas las opiniones prefabricadas por la prensa y analizar, estudiar, pensar y dialogar con total honestidad intelectual, aunque eso implique discutir, aún acaloradamente, con tal de que no haya chicanas ni sofismas sostenidos de mala fe. La diversidad de opiniones de personas movidas por el amor a la Justicia y con suficiente inteligencia, hará posible un intercambio de ideas que ampliará los horizontes.
En los juicios prácticos habrá distintas opiniones y es lógico que así sea porque el hacer esto o lo otro depende de circunstancias que pueden variar y pueden ser percibidas de manera diferente por unos y otros.
Sin embargo, esta diversidad no puede ser interminable porque si no nunca será posible hacer algo. Es por eso que la Asociación tendrá una Junta Directiva elegida por todos que decidirá finalmente lo que se hará.
Habrá dos tipos de acción: ad intra y ad extra, ambas fundamentales. La acción ad intra es esencial para pensar en común, desarrollar los principios, analizar la situación política, elegir los medios disponibles y maneras de mejorar las cosas, crear un estilo y una verdadera amistad patriótica entre los integrantes de la Asociación.
La acción ad extra es esencial para comunicarse con el público, convocar a nuevos miembros de la Asociación, combatir a la "dirigencia" corrupta e inepta, proponer buenas ideas, criticar las falsas, en una palabra, funcionar como un faro que señale los peligros que corre la Patria y muestre el camino de su recuperación.
Nada de esto sería posible si los integrantes de la Asociación no se sintieran realmente comprometidos con la tarea común, si no ponen su talento y sus medios de acción al servicio de los objetivos sociales.
Los políticos y los revolucionarios profesionales están unidos por el fuerte vínculo de la codicia, del odio a todo lo que se les oponga y del miedo que se tienen entre sí.
Nada de esto existirá en la Asociación Patriótica. Sólo los unirá el servicio de un ideal común sin esperar nada a cambio, a no ser un puesto de lucha de acuerdo con la capacidad de cada uno. No habrá desocupados ni ausentistas. En mi ya larga vida de pertenecer a grupos de bien común he visto cómo se disuelven por falta de generosidad, por pereza o directamente por miedo. Las excusas para no cumplir con el propio deber son inagotables y despreciables. Un escritor francés decía: "La bouche du lache regorge d'excuses" ("la boca del cobarde rebosa de excusas"). Espero que esto no ocurra con la Asociación Patriótica.
¿Qué esperanza de éxito puede tener una Asociación que desafía a todo el mundo del poder y que aspira a reemplazar a los bandidos que lo dominan por personas de bien? De inmediato
ninguna que esté a la vista, pero tampoco el éxito inmediato es la razón de ser de la Asociación. Sin embargo su constitución y su funcionamiento son un primer paso esencial para agrupar a los buenos patriotas sin lo cual, aunque pasen cien años, nada se conseguirá y todo estará peor.
En las cosas humanas la libertad es la regla. Si no se decide libremente hacer lo que es debido se abusa de la propia libertad para no hacerlo. Y esto es traición a la Patría que no tiene otro auxilio que el que le puedan prestar sus buenos hijos y es una traición a nuestros descendientes que recibirán un país arruinado moral y materialmente.
Para concluir: es verdad que no tenemos ninguna de las cinco fuerzas decisivas, pero sí tenemos una fuerza que ellos no tienen: fuerza moral. Y a la larga, la fuerza moral se impone. Hay una estrategia para lograrlo que consiste en despertar los viejos ideales en el alma del pueblo y sus aspiraciones de una felicidad que es posible aún en este valle de lágrimas.