En la foto: Eduardo Anguita, actual Director de Canal 7, quien participó del asalto al Comando de Sanidad del Ejército en 1973 durante el gobierno democrático de Héctor Cámpora, y que fuera amnistiado durante el gobierno de Raúl Alfonsín.
Por Emilio Nazar Kasbo
La década de 1970 en Argentina debe enmarcarse no solamente en el plano nacional, sino también en el internacional.
La Revolución
El intento de establecer regímenes comunistas implantados del mismo modo que el de Cuba, produjo en Latinoamérica movimientos revolucionarios subversivos. Este movimiento llegó a nuestro país.
En la Argentina, muchos esperaban el regreso del General Juan Domingo Perón, y pretendieron su defensa desde el uso de la violencia, en la cual se mezcló la ideología izquierdista con sus propios fines. Pero finalmente se vio que el regreso de Perón era solamente una excusa, y que aun bajo regímenes democráticos la subversión se potenció. Negar su existencia carece no solamente de sustento histórico, sino también de racionalidad.
Tal acción subversiva armada, estuvo conformada por ejércitos organizados en forma celular que actuaron buscando la independencia del Noroeste argentino mediante el combate armado, y también en medio de la población civil con la organización de actos terroristas de toda clase (robos, secuestros, hurtos, extorsiones, asesinatos, atentados, bombas, creación de catástrofes, etc.). Con esa metodología fue violada la Dignidad de cada Persona Humana que fue víctima de su acción, a la vez que la sociedad toda caía en pánico, lo cual era lograr el efecto buscado.
Un ejemplo
Por ejemplo, el actual Gerente de Canal 7 es Eduardo Anguita. Fue integrante del ERP, y en 1973 asaltó el Comando de Sanidad del Ejército, durante el gobierno peronista de Héctor Cámpora, a los 100 días de que éste asumiera la Presidencia. En el operativo fue asesinado el Teniente Coronel Juan Duarte Ardoy, y fueron heridos soldados conscriptos con ánimo de matarlos, por el solo hecho de vestir el uniforme del Ejército, hecho que los convertía en enemigos de sus ideales.
El asalto llevaba la consigna de “derrotar a la Burguesía y al Ejército opresor” (bajo un régimen tan democrático como el actual). Anguita fue detenido y procesado, cumpliendo con la pena de prisión durante 11 años, hasta que el presidente Raúl Alfonsín dictó una Ley de Amnistía que le concedió la libertad.
Según se afirma en numerosas páginas de Internet, habría percibido en el año 2006 una indemnización de U$S 252.000.-
Acción y reacción
Ahora bien, las acciones emprendidas por la subversión fueron combatidas. La subversión tenía definidos a sus enemigos, a quienes atacó (en gobiernos democráticos o no), y resulta obvio que iban a provocar una reacción lógica por su accionar.
Los subversivos ingresaban a la clandestinidad, desapareciendo de los lugares habituales que frecuentaban para sus actividades terroristas. Allí surge la primera figura de los desaparecidos.
Con posterioridad, los diversos Gobiernos de turno aprovecharon tal condición y “desaparecieron” a subversivos o a personas vinculadas a ellos. La misma metodología utilizada por la subversión fue utilizada para enfrentarla. Fue terror contra terror. La metodología del terror subversiva era ilegítima; también lo fue la metodología utilizada para combatirla.
Hubo personas inocentes que desaparecieron, y hubo desaparecidos que fueron ejecutados. Esto violaba también la Dignidad de la Persona Humana.
No es cuestión de “un demonio”, de “dos demonios” o de “muchos demonios”. Es cuestión histórica. El pensamiento marxista consigna la existencia de una confrontación entre dos fuerzas (ricos-pobres, hombres-mujeres; heterosexuales-invertidos; cultos-ignorantes, etc). Ahora bien, ¿por qué no aceptan entonces la existencia de que fue constituido un movimiento revolucionario que buscaba el poder mediante la violencia terrorista, y que fue combatido?
Sociedad aterrorizada
Hubo excesos. Los subversivos en muchos casos no tuvieron piedad ni consideración de niños, enfermos o de personas mayores, ya que en sus atentados cualquiera podía ser víctima de ellos. Los militares también cometieron excesos. Ambos produjeron víctimas, lo cual es lógico durante una confrontación.
Sólo es lícito quitar la vida a una persona cuando está en peligro la propia, aunque sea en una guerra. Es decir, solamente la defensa propia convierte en legítimo el hecho de quitar la vida a alguien. Esto no fue respetado ni por la subversión ni por los militares, en tanto que el Código Penal durante el Gobierno de Facto tenía prevista la pena de muerte, pero ningún Juez se animó a aplicarla porque su misma vida correría peligro.
Sin embargo, el país en lugar de dirigirse hacia una política de pacificación se está conduciendo hacia una vía de venganza que no es buena.
¿Derechos y Humanos?
“Para ellos, ni justicia”, parece ser el lema contra quienes actuaron contra la subversión. Pero este postulado convierte a un régimen en aquello mismo que dice combatir.
Llevar y mantener presos a ciudadanos con una orden judicial que no reúne los requisitos legales de la Constitución, en plena democracia, es equivalente a un secuestro; y no prestar la debida atención a los presos, a quienes no se les concede ningún beneficio ni siquiera por edad, y a quienes se brinda tratos inhumanos y degradantes, es no reconocerles la dignidad como persona humana, y hace incurrir en los responsables en autores de crímenes de Lesa Humanidad, violando el Pacto de San José de Costa Rica, la Carta y la Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, y el Tratado de Roma.
Los legisladores nacionales de la Comisión encargada de estos temas, debería revisar lo que sucede en la Cárcel de Marcos Paz y en la Cárcel de Bower en Córdoba, a fin de tomar contacto con la cruda realidad que se describe. Los presos “de lesa humanidad”, acaban convirtiéndose en “presos políticos”, en una situación que compromete y convierte en cómplice a quien no lo denuncia.
Quien enceguecido por ánimos de venganza, y por considerar que hoy es el Gobierno de turno, piensa que los actos de injusticia quedarán impunes, se engaña. Está comprometiendo su propio futuro.
Defender la Vida
No es cuestión de ideologías, porque se puede estar a favor o en contra. Se trata de respetar la Dignidad de la Persona Humana. Como dice León Gieco: “queremos ya un Presidente joven, que ame la vida, que enfrente la muerte, la tuya, la mía, de un perro, de un gato, de un árbol, de toda la gente”.
Repudiamos todo tipo de violencia, sin adoptar una postura pacifista. Reivindicamos a su vez, la Guerra Justa y la Defensa Propia, pero repudiamos todo exceso, toda acción injusta, todo trato inhumano o degradante.
Defendemos la Dignidad de la Persona Humana en su integridad, la cual abarca respetar la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural, y reconociendo la Justicia Social, la justa distribución de la riqueza, con acceso a una Justicia imparcial, a una Educación integral con sentido trascendente y reafirmando la identidad católica de nuestro país, que nos lleva a amar a Dios y al prójimo, como nos enseñó Nuestro Señor Jesucristo. Porque la Vida es Cristo.