En la foto: Mons Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, junto al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli
Hoy, en su reflexión televisiva, en el programa “Claves para un Mundo Mejor” (AMÉRICA TV), Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata, pidió “que la Pascua no sea un recuerdo folklórico o una oportunidad turística” y consideró que “tendría que ser un compromiso, por lo menos para los cristianos y de algún modo para todo el cuerpo social argentino, un compromiso de renovación seria y profunda, en el orden de aquellas grandes tradiciones que nos han llegado desde las raíces de nuestra nacionalidad”.
Destacó que para que “ese saludo de Felices Pascuas que nos deseamos habitualmente sea un auspicio verdadero, tiene que ir acompañado de un compromiso, de un intento de hacer algo cada uno en la medida de sus posibilidades, para que las cosas mejoren”.
“Uno puede ser mejor y tratar de obrar mejor en aquello que es de nuestra responsabilidad. La liberación del pecado personal contribuye ciertamente a la superación de los pecados sociales”, dijo. “Siempre que el resultado de la vida comunitaria tiene que ver con la calidad espiritual de las personas que componen esa comunidad y nosotros, los cristianos que celebramos la Pascua de resurrección de Jesucristo, estamos llamados y estamos comprometidos a ser agentes de esa renovación de nuestra vida social”.
Recordó que la reciente declaración de la Comisión Permanente del Episcopado comienza afirmando que “La celebración del Bicentenario merece un clima social y espiritual distinto al que estamos viviendo” y explicó que “esta frase supone un juicio de preocupación, un juicio severo en cierto modo, acerca del modo como estamos acercándonos a esta conmemoración del comienzo del proceso que culminó en 1816 con la declaración de nuestra independencia”.
“Esto tiene que ver con el estado de la sociedad argentina, de las instituciones de la República, con el camino que está tomando la legislación en cuestiones fundamentales para la vida social”, manifestó.
Mons. Héctor Aguer indicó que “el pronunciamiento de los obispos se refiere a los fundamentos éticos de la sociedad” y por eso le “llamó mucho la atención que un Ministro de la Nación dijera que los obispos tendríamos que ocuparnos de las cosas espirituales y no de las temporales, estableciendo así una escisión entre lo temporal y lo espiritual como si lo temporal no dependiera de lo espiritual, como si la vida de la sociedad no tuviera que ver con la calidad espiritual de su gente, como si la política y la economía no tuvieran que subordinarse a la ética”.
Se preguntó “¿Cómo es posible que una sociedad cumpla con los fines que corresponden a una comunidad humana si su gente, si sus componentes, no viven las virtudes sociales? ¿Y cómo se pueden vivir las virtudes sociales si uno no es una persona de bien?”.
Aclaró que “vale la pena recordar estas cosas ahora que nos encontramos en la proximidad de la Pascua, porque la Pascua es siempre una ocasión de renovarse espiritualmente y de experimentar que las energías de la resurrección de Cristo” que “pueden hacernos cambiar en muchos aspectos en nuestras actitudes respecto de la vida social”.
Consideró que “a la luz de la renovación pascual debemos aspirar a una profunda modificación de estas condiciones negativas señaladas en el documento episcopal al que aludíamos al principio. También los males sociales tienen su causa profunda en el pecado. Sobre todo porque estas cuestiones tan ventiladas acerca de la calidad de nuestra vida institucional tienen que ver luego concretamente con la suerte de la población argentina y sobre todo de nuestros pobres”.
Adjuntamos el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:
“Queridos amigos, posiblemente, ustedes han leído o han visto en algún flash de televisión frases de la reciente declaración de la Comisión Permanente del Episcopado Argentino”.
“Fíjense como comienza este breve documento, de sólo una página: “La celebración del Bicentenario merece un clima social y espiritual distinto al que estamos viviendo”. Esta frase supone un juicio de preocupación, un juicio severo en cierto modo, acerca del modo como estamos acercándonos a esta conmemoración del comienzo del proceso que culminó en 1816 con la declaración de nuestra independencia”.
“Esto tiene que ver con el estado de la sociedad argentina, de las instituciones de la República, con el camino que está tomando la legislación en cuestiones fundamentales para la vida social”.
“El pronunciamiento de los obispos se refiere a los fundamentos éticos de la sociedad. Por eso me llamó mucho la atención que un Ministro de la Nación dijera que los obispos tendríamos que ocuparnos de las cosas espirituales y no de las temporales, estableciendo así una escisión entre lo temporal y lo espiritual como si lo temporal no dependiera de lo espiritual, como si la vida de la sociedad no tuviera que ver con la calidad espiritual de su gente, como si la política y la economía no tuvieran que subordinarse a la ética”.
“¿Cómo es posible que una sociedad cumpla con los fines que corresponden a una comunidad humana si su gente, si sus componentes, no viven las virtudes sociales? ¿Y cómo se pueden vivir las virtudes sociales si uno no es una persona de bien?”.
“Entonces hay un nexo muy profundo entre lo temporal y lo espiritual. Nosotros, los obispos, no nos ocupamos de las cuestiones temporales del mismo modo como lo hacen los políticos profesionales, los miembros de distintas reparticiones del gobierno, sino que lo hacemos como pastores de la Iglesia; en cuanto tales tomamos en cuenta que la política, la economía y el dinamismo social tienen que ver con ciertos principios morales. Y esto se fundamenta en una visión trascendente, en una consideración del hombre como criatura espiritual”.
“Vale la pena recordar estas cosas ahora que nos encontramos en la proximidad de la Pascua, porque la Pascua es siempre una ocasión de renovarse espiritualmente y de experimentar que las energías de la resurrección de Cristo, que nos llegan a través de la gracia, pueden hacernos cambiar en muchos aspectos en nuestras actitudes respecto de la vida social. A la luz de la renovación pascual debemos aspirar a una profunda modificación de estas condiciones negativas señaladas en el documento episcopal al que aludíamos al principio. También los males sociales tienen su causa profunda en el pecado”.
“Sobre todo porque estas cuestiones tan ventiladas acerca de la calidad de nuestra vida institucional tienen que ver luego concretamente con la suerte de la población argentina y sobre todo de nuestros pobres”.
“Entonces que la Pascua no sea un recuerdo folclórico o una oportunidad turística; tendría que ser un compromiso, por lo menos para los cristianos y de algún modo para todo el cuerpo social argentino, un compromiso de renovación seria y profunda, en el orden de aquellas grandes tradiciones que nos han llegado desde las raíces de nuestra nacionalidad”.
“Para que ese saludo de Felices Pascuas que nos deseamos habitualmente sea un auspicio verdadero, tiene que ir acompañado de un compromiso, de un intento de hacer algo cada uno en la medida de sus posibilidades, para que las cosas mejoren”.
“¿Y qué es lo que uno puede hacer? Uno puede ser mejor y tratar de obrar mejor en aquello que es de nuestra responsabilidad. La liberación del pecado personal contribuye ciertamente a la superación de los pecados sociales”.
“Aquí hay que recordar siempre que el resultado de la vida comunitaria tiene que ver con la calidad espiritual de las personas que componen esa comunidad y nosotros, los cristianos que celebramos la Pascua de resurrección de Jesucristo, estamos llamados y estamos comprometidos a ser agentes de esa renovación de nuestra vida social”.