¿Dios discriminará? ¿Puede un Dios que es Bueno discriminar, o mandar al infierno a las almas? La respuesta es sí, porque no solamente es Bueno y es Caridad al infinito, sino también es infinita Justicia. Porque además todo lo bueno que exista en otras religiones e incluso entre los cismáticos es sólo una sombra de la plenitud de la Iglesia Católica. Dios, que te ha creado sin tí, no te salvará sin tí. No existe salvación que no se deba a Jesucristo y a la Iglesia Católica.
CONOCER SIN ERROR
La necesidad de pertenecer a la Iglesia para salvarse es una verdad de fe: "Fuera de la Iglesia Católica, Apostólica, Romana, nadie puede salvarse, como nadie pudo salvarse del diluvio fuera del Arca de Noé, que era figura de esta Iglesia" (Catecismo de San Pío X, n. 170).
La afirmación de que fuera de la Iglesia Católica no hay salvación, dice el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, “formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia que es su Cuerpo”. (N° 846)
La Fe no se compra en la góndola de un supermercado, sino que es un Don, una Gracia de Dios que debe ser aceptada por cada persona para elevar su alma hacia El. Es una opción vital que Dios ofrece a cada persona, quien tiene la posibilidad de aceptarla y también de rechazarla, con las consecuencias que tal decisión implica.
ERROR DEL SINCRETISMO
Hoy predomina una mentalidad modernista sincrética, en que muchos piensan que la Iglesia Católica es un camino de los tantos posibles para la salvación del alma, y se equivocan en tal apreciación. La Iglesia Católica es la única vía de salvación del alma, como uno es Dios, como una es la Verdad, como uno es Jesucristo.
¿Y los demás no se salvan? Claro que existe una salvación para quienes jamás han podido ver la Verdad de Jesucristo en el Evangelio y la Iglesia Católica, pero indudablemente no ha de ser la misma que en el caso de los bautizados. Lo mismo que la responsabilidad de los bautizados de perseverar en la Fe, porque a quien más se le ha dado más se le exigirá, y por tanto los pecados mortales, incluyendo las herejías y cismas son actos de tal relevancia que condenan al alma. Efectivamente, para los no creyentes hay una salvación, que proviene de Jesucristo, de la Iglesia Católica y en su caso de la Revelación Natural, pero la salvación es del mismo tenor que la vida de quien es ajeno al Evangelio o de quien vive en unión al Cuerpo Místico de Jesucristo.
¿Por qué hay que bautizarse y vivir como católico si a Dios se lo puede alabar en cualquier religión y si todos nos salvamos? Esta es una pregunta que muchos se hacen falsamente, porque el infierno existe, y porque solamente la Verdad está en la Iglesia Católica de forma completa. Es cierto que algunas herejías son más graves que otras, algunas deforman la Fe más que otras, pero aun la herejía menos mala que ha recibido condena desde que Jesucristo fundó la Iglesia no abandona su esencia herética, y por tanto condena el alma de quien la sustenta. Aquel “pequeño detalle” de la Fe que Jesucristo y los Papas han condenado se convierte en un pecado mortal que condena el alma de quien lo sostiene a sabiendas de que deforma la Revelación enseñada por Jesucristo.
EL INFIERNO EXISTE
El mismo Jesucristo en la Última Cena expresó que son muchos los que se salvarán (por lo tanto, no son “todos”). Tal afirmación implica la condena de quienes no lo siguen, de quienes no lo aceptan. “Quien no está conmigo está contra Mí, y quien no siembra, desparrama”, expresó Jesús en una clara alusión a la existencia de “Dos Banderas”, al decir de San Ignacio de Loyola.
¿Y el que está en la Iglesia Católica se salva? Quien vive en pecado mortal después de haberse bautizado, se encuentra fuera de la Iglesia. Por tanto, en la Iglesia solamente puede haber personas que creen y viven según el Evangelio, y de allí que la Iglesia es Santa (excluyendo la posibilidad de que sea pecadora). Efectivamente, hay personas pecadoras que forman parte de la Iglesia Católica, pero ésta no está compuesta de los pecados de las personas, sino de obras de santidad, siendo su Cabeza Jesucristo mismo.
Por lo tanto, hay que vivir y morir por Cristo, con El y en El, como miembro de la Iglesia Católica, en lo cual se halla la santidad que abre las puertas a la Gloria de Dios. Por tanto, la santidad para el católico no es una opción, sino un deber.
CONVERSIÓN
Tal enseñanza de que fuera de la Iglesia Católica no hay salvación, es sostenida hasta el presente en una continuidad ininterrumpida.
Quien no es católico debe convertirse para salvar su alma, ingresando a la vida de la Iglesia mediante el Bautismo y aprendiendo cómo debe ser la vida de un católico para seguirla con coherencia. Y quien vive en pecado mortal debe abandonar el pecado, pues se encuentra en grave peligro de que en algún momento llegue la muerte sin avisar y no tenga la oportunidad de acceder a los Sacramentos como la Confesión, la Comunión o la Extrema Unción.
Por ello, haremos una breve reseña de declaraciones ex cathedra de los Papas, en que hacen alusión a este principio. Los decretos del Papa formulados ex cathedra son la enseñanza de la Iglesia Católica de Jesucristo y los Apóstoles, con enseñanzas que son inalterables, como parte del Magisterio Solemne. A continuación haremos referencia a las enseñanzas de los Papas, comprobando así la continuidad del Magisterio.
El Papa Juan Pablo II, durante la Audiencia General del miércoles 31 de mayo de 1995, dijo lo siguiente: “El axioma extra Ecclesiam nulla salus ("fuera de la Iglesia no hay salvación"), que enunció san Cipriano (Epist. 73, 21: PL 1.123 AB), pertenece a la tradición cristiana y fue introducido en el IV concilio de Letrán (DS 802), en la bula Unam sanctam, de Bonifacio VIII (DS 870) y en el concilio de Florencia (Decretum pro jacobitis, DS 1.351). Este axioma significa que quienes saben que la Iglesia fue fundada por Dios a través de Jesucristo como necesaria tienen la obligación de entrar y perseverar en ella para obtener la salvación (cf. Lumen Gentium)”
EL MAGISTERIO
El Papa Inocencio III, en el Cuarto Concilio de Letrán (Constitución 1, 1215), ex cathedra afirmó que: “Hay de verdad una Iglesia universal de los fieles, fuera de que absolutamente nadie es salvo, en que Jesucristo es ambos sacerdote y sacrificio.”
También el Papa Bonifacio VIII, en Unam Sanctam, el 18 de Noviembre de 1302, expresó ex cathedra: “Por apremio de la fe, estamos obligados a creer y mantener que hay una sola y Santa Iglesia Católica y la misma Apostólica,y nosotros firmemente lo creemos y simplemente lo confesamos, y fuera de ella no hay salvación ni perdón de los pecados… declaramos, decimos, definimos y pronunciamos que someterse al Romano Pontífice es de toda necesidad para la salvación de toda humana criatura.”
Papa Clemente V, en el Concilio de Vienne, (Decreto N° 30, 1311-1312), declaró ex cathedra que: “Puesto que hay …una Iglesia universal, fuera de que no hay ninguna salvación, por todos quienes hay un Señor, una fe, y un bautismo...”
Además, el Papa Eugenio IV, en el Concilio de Florencia, (Ses. 8, 22 Nov. 1439), pronunció ex cathedra que: “Todo aquél que desee salvarse debe, ante todo, guardar la Fe Católica; pues, a menos que una persona guarde esta Fe entera e inviolada, sin duda alguna se perderá para siempre.”
El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, “Cantate Domino” (que es la bula contra los Jacobitas, del 4 de febrero de 1441, (fecha florentina) ó 1442 actual), también habló ex cathedra diciendo que “La Santa Iglesia Romana …firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia Católica, no sólo paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse participe de la vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está aparejado para el diablo y sus ángeles [Mt. 25, 41], a no ser que antes de su muerte se uniere con ella; y que es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia, que sólo a quienes en él permanecen les aprovechan para su salvación los sacramentos y producen premios eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana. Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia Católica.”
Papa León X, Quinto Concilio de Letrán, Sesión 11, 19 Dec. 1516, ex cathedra: “Así que regulares y seglares, prelados y súbditos, exentos y no exentos, pertenecen a la una Iglesia universal, fuera de que absolutamente nadie es salvo, y todos ellos tienen un Señor y una Fe”
En el mismo sentido, el Papa Pío IV, en el Concilio de Trento (Iniunctum nobis, del 13 de Noviembre de 1565), ex cathedra manifestó que “Esta verdadera fe Católica, fuera de que nadie puede ser salvo... Ahora profeso y verdaderamente mantengo...” (Denzinger, 1000)
A su vez, el Papa Benedicto XIV, en Nuper ad nos (16 Marzo 1743, Profesión de Fe): “Esta Fe de la Iglesia Católica, sin la cual nadie puede ser salvo, y que de motu propio ahora profeso y sinceramente mantengo...” (Denzinger, 1473)
El Papa Pío IX, en la Sesión 2 del Concilio Vaticano I, formuló la Profesión de Fe (1870), donde ex cathedra proclama que “Esta verdadera fe Católica, fuera de que nadie puede ser salvo, que ahora voluntariamente profeso y verdaderamente mantengo...”
A su vez el Papa San Pío X (1903-1914) en la Encíclica Jucunda Sane expresó que "Es nuestro deber el recordar a los grandes y pequeños, tal como el Santo Pontífice Gregorio hizo hace años atrás, la absoluta necesidad nuestra de recurrir a la Iglesia para efectuar nuestra salvación eterna."
En el mismo sentido, el Papa Benedicto XV (1914-1922), en la Encíclica Ad Beatissimi Apostolorum declaró que "Tal es la naturaleza de la fe Católica que no admite más o menos, si no que debe ser sostenida como un todo, o rechazarse como un todo: Esta es la fe Católica, que a menos que un hombre crea con fe y firmemente, él no podrá ser salvado."
También el Papa Pío XI (1922-1939), en la Encíclica Mortalium Animos estableció que "Por sí sola la Iglesia Católica mantiene la adoración verdadera. Esta es la fuente de Verdad, esta es la casa de la Fe, ésta es el Templo de Dios; Si cualquier hombre entra no aquí, o si cualquier hombre se aleja de ella, el será un extraño a la vida de Fe y salvación. ...Es más, en esta única Iglesia de Cristo, no puede haber o permanecer un hombre que no acepta, reconozca y obedezca la autoridad y la supremacía de Pedro y la de sus sucesores legítimos."
El Papa Pío XII (1939-1958), en su Discurso a la Universidad Gregoriana del 17 de octubre de 1953, manifestó que "Por mandato divino la intérprete y la guardiana de las Escrituras, y la depositaria de la Sagrada Tradición que vive en ella, la Iglesia por sí sola es la entrada a la salvación: Ella sola, por sí misma, y bajo la protección y la guía del Espíritu Santo, es la fuente de la verdad."
EL CONCILIO VATICANO II
Finalmente, el Concilio Vaticano II en la Constitución Dogmática Lumen Gentium: expresa en el N° 14 que “El sagrado Concilio pone ante todo su atención en los fieles católicos y enseña, fundado en la Escritura y en la Tradición, que esta Iglesia peregrina es necesaria para la Salvación. Pues solamente Cristo es el Mediador y el camino de la salvación, presente a nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia, y El, inculcando con palabras concretas la necesidad de la fe y del bautismo (cf. Mc., 16,16; Jn., 3,5), confirmó a un tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que los hombres entran por el bautismo como puerta obligada. Por lo cual no podrían salvarse quienes, sabiendo que la Iglesia católica fue instituida por Jesucristo como necesaria, rehusaran entrar o no quisieran permanecer en ella”. Cabe destacar que estas palabras del Concilio Vaticano II deben ser entendidas e interpretadas según todos los textos previos anteriores, ya que este Concilio (que fue pastoral y no dogmático) no puede alterar dogmas ni la Tradición.
Por su parte, muchos que interpretaron erróneamente el Concilio Vaticano II, pretendiendo hallar un sentido sincretista de la Fe Católica, se vieron desilusionados con la Declaración Dominus Iesus de Juan Pablo II, en tanto que otros dieron por terminado el Diálogo Ecuménico e Inter-religioso: “Este patrimonio de la fe ha sido propuesto una vez más por el Magisterio de la Iglesia: «Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos (cf. 2 Co 5,15), da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo a fin de que pueda responder a su máxima vocación y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el que sea posible salvarse (cf. Hch 4,12)».” (N° 13 in fine).
También en la misma Declaración afirmaba Juan Pablo II: “Ante todo, debe ser firmemente creído que la « Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación, pues Cristo es el único Mediador y el camino de salvación, presente a nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia, y Él, inculcando con palabras concretas la necesidad del bautismo (cf. Mt 16,16; Jn3,5), confirmó a un tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que los hombres entran por el bautismo como por una puerta »… La Iglesia es « sacramento universal de salvación »79 porque, siempre unida de modo misterioso y subordinada a Jesucristo el Salvador, su Cabeza, en el diseño de Dios, tiene una relación indispensable con la salvación de cada hombre” (N° 20). Y en el N° 22 de Dominus Iesus expresa que “queda claro que sería contrario a la fe católica considerar la Iglesia como un camino de salvación al lado de aquellos constituidos por las otras religiones” (puesto que se trata de “el Camino”, que es Jesucristo mismo).
Juan Pablo II aclaró que las diferentes tradiciones religiosas fuera de la Iglesia Católica son más bien “un obstáculo para la salvación”, al afirmar que a “las diferentes tradiciones religiosas …no se les puede atribuir un origen divino ni una eficacia salvífica ex opere operato, que es propia de los sacramentos cristianos. Por otro lado, no se puede ignorar que otros ritos no cristianos, en cuanto dependen de supersticiones o de otros errores (cf. 1 Co 10,20-21), constituyen más bien un obstáculo para la salvación” (Dominus Iesus, N° 22).
Coincidentemente, el Papa Benedicto XVI expresó que “Cristo ha constituido en la tierra una sola Iglesia. Ella continuará existiendo en el curso de la historia y solamente en ella han permanecido y permanecerán todos los elementos instituidos por Cristo mismo. Esta es la única Iglesia de Cristo”.
Toda persona tiene derecho a escuchar, conocer y vivir con coherencia el Evangelio, derecho que tiene la faceta de que también es un deber el anunciarlo. Los católicos no tenemos dudas, ni “inseguridad” en la Fe: estamos seguros de que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida, y que la Iglesia Católica es el único medio para conocer y vivir la Fe, para alcanzar la santidad y salvar el alma. Así es el testimonio de los mártires.