Por Alexander Solyenitzin
(12 de febrero de 1974 - Llamamiento a sus compatriotas)
…Ahora cuando todas las hachas han asestado su postrer golpe, cuando ha germinado todo lo que fue sembrado, se nos revela con claridad meridiana el modo en que esos presuntuosos han descarriado y corrompido a la juventud , la forma en que se ha pretendido, por medio del terror, de una sublevación cruenta y una guerra civil, forjar la justicia y la felicidad del país. ¡No, gracias, padres de la cultura ! Al fin nos percatamos de que la ignominia de los métodos engendra la ignominia de los resultados. ¡No nos mezclaremos en sucios manejos! ¿De modo que se ha cerrado el círculo? ¿Es qué, realmente, no hay salida posible? ¿No nos queda más solución sino esperar, cruzados de brazos, a que de la noche a la mañana se arregle el conflicto, por sí solo?
Pero jamás nos libraremos de este caos si al unísono hemos de reconocerlo, ensalzarlo y reafirmarlo a diario , si no rechazamos siquiera su lacra más evidente: la mentira.
Cuando la violencia se clava en la pacífica vida de un pueblo, el semblante de la misma se inflama de vanidad, y en su estandarte luce la misma expresión por ella pregonada: "!Soy la Violencia ! ¡Aléjate, apártate, o te aplastaré!" Mas la violencia envejece muy pronto, y pocos años después, cuando ha perdido la confianza en si misma, a fin de mantenerse firme y conservar un aspecto aceptable, busca irremediablemente el apoyo de la mentira. Pues a la violencia sólo se la puede encubrir con la mentira, en tanto que ésta solo puede perdurar a costa de la violencia. Y no todos los días, ni en cualquier hombro apoya la violencia su pesada zarpa. Solamente nos exige sumisión a la mentira, participación cotidiana en la mentira, máxima fidelidad a sus designios.
Y aquí es justamente dónde radica la clave de nuestra liberación , desdeñada por nosotros, pero más sencilla y asequible: ¡No debemos estar dispuestos a dispensar nuestra colaboración personal con la mentira! Aunque la mentira lo cubra todo con su ponzoña, aunque la mentira reine por doquier, nosotros no debemos claudicar. Afirmemos, en cualquier situación: “¡No dominará con mi ayuda !”
¡Y esto constituye una brecha en el cerco imaginario de nuestra desidia! Para nosotros es lo más fácil; para la mentira, lo más demoledor. Porque basta que la gente se aparte de la mentira para que ésta deje de existir. Al igual que una epidemia, solo puede persistir sobre la base de un contingente humano.
No nos movilizamos, pues la formación que hemos recibido no nos inclina a salir a la plaza y proclamar allí la verdad, a manifestar con voz estentórea nuestro pensamiento: es una costumbre poco recomendable y, además, inútil. ¡Pero ello no obsta para que nos neguemos a decir aquello que no pensamos!
Nuestra consigna es: “no patrocinemos la mentira a sabiendas, bajo ningún pretexto”. Y una vez adquirida plena conciencia de los límites de la mentira (para que resulte a todos claramente discernible) abjuremos de ella, alejándonos de su perniciosa influencia. No recompongamos los fragmentos dispersos de esta ideología caduca, no reparemos ni un desgarrón producido por las polillas. Y nos producirá estupefacción comprobar cuan presto la mentira queda destruida y reducida a la impotencia. No obstante, para ello, es preciso estar limpio, es decir, mostrarse limpio ante el mundo.
De manera que, por encima de nuestra indecisión, cada uno de nosotros tendrá que elegir entre permanecer conscientemente al servicio de la mentira (¡cuidado: se sobrentiende que tal error no se comete por una propensión al mismo, sino para procurar el sustento de la familia y la educación de los hijos en el espíritu de la mentira!), o admitir que ya es hora de reaccionar como una persona honrada, para granjearse la justa consideración de hijos y contemporáneos. …
Durante cierto tiempo, algunos perderán su empleo. La vida de aquellos jóvenes que deseen practicar la verdad se complicará mucho al principio, por la razón siguiente: que también es preciso desechar de las lecciones explicadas aquellas que estén plagadas de mentiras. Pero ni al que decide ser honesto le queda escapatoria: ni un solo día dejará ninguno de nosotros, aún tratándose de las más inocentes disciplinas técnicas, de aplicar uno solo de los puntos mencionados, tanto si se halla en la zona de la verdad como en la de la mentira, tanto en los dominios de la independencia intelectual como en los del servilismo ideológico. Y quien no tenga el suficiente valor para defender su propia alma, que no alardee de opiniones vanguardistas, que no se jacte de ser académico o artista popular, político honorable o general. Que reconozca, en cambio: "Soy un zopenco y un cobarde; con hartarme de comer y andar bien calentito, me conformo." …
¿Será éste un camino difícil? Tal vez sí; pero también es el más sencillo posible. Es opción ardua para el cuerpo, pero la única admisible para el alma. Sí, realmente es difícil este camino. Sin embargo, se cuentan entre nosotros decenas y decenas de personas que observan fielmente durante años todos estos puntos, viviendo con ello de cara a la verdad.
Así, pues, aunque no seamos los primeros en emprender este camino, ¡seámoslo en prestarle nuestra adhesión! ¡Tanto más fácil y corto nos parecerá el camino, cuanto más unánime y compacta sea nuestro tránsito por el mismo! Si se nos unen sólo mil personas, probablemente nadie cumpliría el plan trazado ni se podría contar con nadie. ¡Pero, si se pusieran de nuestra parte varias decenas de millares de personas, pronto nuestro país resultaría irreconocible hasta para nosotros mismos!
¡Si no nos atrevemos a protestar airadamente porque nos impiden respirar, somos nosotros mismos los que nos estamos ahogando! Y así nos iremos encorvando, y nos mantendremos a la expectativa. Y nuestros hermanos los biólogos acudirán en nuestra ayuda para pronunciar una conferencia acerca de nuestro pensamiento y la mutación de nuestros genes.