Por Tcnl. José Javier de la Cuesta Ávila (LMGSM 1 / CMN 73)
“Argentina histórica y geográficamente federal y periférica deformada por las políticas ante el desafío de insertarse económica y culturalmente en el mundo”.
“Serás lo que debes ser o sino no sepas nada”. Cuánta sabiduría contiene el mensaje que el General Don José de San Martín nos legara a los argentinos, desde aquel lejano pasado, cuando se estaba forjando la Patria para ser una Nación. Es posible, que esa idea matriz, no haya sido escuchada a lo largo de los tiempos, y que el mandato sagrado para hacernos de la nada una sociedad plena de encantos, gracias y dones, olvidado. Esta duda cruel, asoma ante la realidad de lo que somos y lo que suponemos podríamos haber sido.. Porque, un país que todo lo tiene, es una nación en decadencia, que alarma al mundo, sorprende a las comunidades, desdice su pasado de éxitos y nos proyecta a un escenario futuro de negación y torpeza. ¿Es verdad que podemos ser o es una mentira que hemos alentado como una ilusión imposible de concretar? -
Es probable que los argentinos, particularmente los dirigentes y en especial los políticos en función de gobierno, con el afán de ser y hacer, hayamos olvidado que existen parámetros que provienen de la Naturaleza y que no se pueden modificar y que, lo inteligente, es encontrar la forma de adaptarlos para que resulten convenientes a los fines que se persiguen. La historia patria, muestra con claridad, que hemos vivido momentos de fulgor y tiempos de depresión, que han sido la resultante, respectivamente, de accionar concordante con las realidades o fuera de estas, originadas por búsqueda de situaciones diferentes a aquellas. Los últimos tiempos, al profundizarse la diferencia entre lo que se debe ser y lo que somos, este tema ha tomado carácter de grave y critico, impone su estudio y análisis, como la forma lógica y racional de encararlo, tras de una solución. Si, en algo tenemos que agradecer esta profunda situación actual de crisis, es que ella, al magnificarse, hace aflorar los problemas con absoluta evidencia, por lo que tenemos la imposibilidad de negarlos y motiva, honestamente, buscar adecuada y oportuna respuesta, ya que, debemos entender que, de no hacerlo, estamos colocando en alto riesgo nuestro futuro como nación.
En nuestros días, la situación crea una pavoroso panorama, en medio de un pantano maloliente, con crisis afiebradas y congojas crecientes, que lleva a una parálisis tenebrosa, que, acalla las voces, por temor o prudencia, mientras el larvado mal, destruye las entrañas y aflora pestilente, ante la mirada azorada y el gesto cómplice de aquellos que solo se sienten habitantes y, por lo tanto, no asumen la responsabilidad del ciudadano. ¿Que hubiera pasado si aquellos de mayo o julio del Siglo XIX, se hubieran desentendido de los cambios y no asumieran el rol que el momento les imponía? Las ventajas y los beneficios que hoy ofrece el país a los habitantes actuales, heredadas de un pasado de esfuerzos y trabajo, les llegan gratuitamente a algunos que nada aportaron para su evolución, ni volcaron sangre en las campañas y, menos aun, participaron en la formación de los cimientos de la Patria, que ladinamente, reniegan de aquel ayer. Ello, sin dudas, indica que se debe actuar, describir con la verdad el pasado y convocar a todos, aun a los temerosos y los ignorantes, para que unidos aportemos la forma de volver a Argentina a su magnifica capacidad y calidad que fuera su distinción en el pasado.
Seguramente al despertar, el habitante se convertirá en ciudadano, cuando el serlo signifique ser realmente parte y actor, no una mero espectador, aportando su individualidad para que surja como bien común, fruto del esfuerzo conjunto y resultante real del aporte de todos, el mañana que nos esta esperando. Es evidente que ese atractivo, que tiende a la amalgama y resulta lo convocante, no se alcanza hoy en la medida que se requiere y, lamentablemente, se desperdicia, trabando lograr lo que se `puede. Bajo esta tendencia, nuestra Argentina, se presenta como una sociedad desarticulada, hasta diríamos enferma, pues, aun teniendo calidad y capacidad, no activa su potencial y lo deja sumido a los efectos de un virus maligno destructivo. El escenario es de tanta gravedad que, de continuar profundizándose, puede poner en juego el futuro soberano de Argentina. La riqueza del país será nuestra en la medida que la activemos y la ofrezcamos como producción al mundo, sino, en el proceso de globalización en marcha, otros pueden ser los interesados que nos invadirán, dominaran y someterán a sus propios intereses. Este peligro, que puede materializarse por terceros, tiene una cara poco señalada, y es la de aquellos que olvidan su responsabilidad hacia el conjunto y que solo actúan bajo sus intereses o ideologías, socavando lo que significa la unión como comunidad. Es necesario saber y reconocer que hemos perdido el rumbo como nación en el momento en que dejamos de cumplir lo que habíamos acordado para concurrir a su formación y a lo largo de los tiempos deformamos lo que pactamos al inicio y nos dejamos llevar por “iluminados” que con promesas de bienestar han estructurado un poder equivoco que solo los ha beneficiado a ellos.
Ante la evolución, en esencia, los argentinos sentimos que hemos dejado de ser los reales propietarios del país y que su posesión ha sido sustraída por una clase de dirigentes políticos, cuya actuación produce la ruptura entre la sociedad y el estado. El estado, que tiene que tener una misión de servicio, ha convertido a sus instituciones en el voraz ejecutivo que vive a costas del esfuerzo común. En Argentina, como diría Juan Bautista Alberdi Araoz, se ignora que la riqueza económica, cultural, etc. de un país, se origina en su gente y no en los funcionarios. Sin embargo, al profundizar el análisis, se determina que el estado es solo un instrumento de los gobiernos que conforman los políticos que llegan al poder, por lo tanto, el origen de esta desviación debe ser encontrada en ellos, Esta conclusión lleva a recordar, cuando hace algún tiempo atrás, la comunidad reclamaba a los políticos “que se vayan todos” y observar que, después de un tiempo de silencio, han vuelto, directamente u ocultos por terceros con igual formación, concretando un engaño que cubre con sus actos fines de baja claridad. La realidad del “sistema” no concuerda con lo que se presenta del mismo, ya que, en sus actos y actividades, no se encuentran los parámetros concretos, sino los deformados, por resultados diferentes a los históricamente esperados.
“Serás lo que debes ser o sino no serás nada”, tiene hoy la misma vigencia en la que basaron sus acciones los prohombres de la Historia Patria y que se materializaban bajo las formas de los acuerdos y los compromisos. Debemos recordar que, las luchas fraticidas de la organización nacional, terminaron cuando se llego a la aceptación común de la ley expresada en la Constitución Nacional. Un país de rancio origen feudal por su historia y geografía, acepto la unión como nación, sin renunciar a sus soberanías como pueblos, y se asegura el futuro, determinando, claramente, cual seria su forma de gobierno (CNA Art 1). Los convencionales de aquel entonces, cautos y precavidos, imaginaron una forma de gobierno basada en la representación federal, actuando como republica, para que el poder se ejerciera de manera tal que sus efectos representaran a todos tras los objetivas de unidad y los valores de las autonomías. Repasar los pensamientos de Alberdi, que fueran la esencia de la redacción de nuestra Carta Magna, es una acción que permite determinar que, tantas décadas después, ellos tienen plena vigencia y que, su ejecución concreta en el presente, seria la formula deseable para encarar y solucionar nuestros problemas. Los políticos, bajo el argumento de la “unión nacional” y la búsqueda de la “gobernabilidad” avanzaron construyendo un “presidencialismo” abarcativo y centralizador, que asume derechos y se aparta de los deberes, que la historia, como formula de integración, señalo. Al crearse un “sistema de gobierno” que no coincide con la “forma de gobierno” hemos caído en una trampa que nos aprisiona, nos somete y nos impide la aspiración de “ser nación”. La “republica” se convierte en una “dictadura” que con la continuidad hace que los gobernantes resulten una suerte de “monarcas” que basan su poder en la impunidad a sus actos negativos y el temor en aquellos que no concuerdan.
Durante el Siglo XX, la aparición de ideas (ideologías) o intereses (corporaciones) desplazo los objetivos de satisfacer”necesidades o aspiraciones” individuales y de conjunto regionales (federalismo regional), que habían sido la raíz de las acciones, y comenzó un largo proceso que, bajo aparentes argumentos de aquella “unidad nacional”, desdijeron el pasado acordado, creando la falacia de un bienestar regalado. El gobierno se transformo, dejando de ser la guía o andarivel para las acciones, en el camino obligado que forzosamente la sociedad debe recorrer. Bajo el manto de la idea de la “democracia de masa” se desplazo a la “democracia del acuerdo” y se destruyo la nación pactada originalmente. La evidencia de la perdida de la “seguridad jurídica” señala que Argentina ha dejado de ser un “estado de derecho” y se esta destruyendo la democracia.
Cuando asoma el Siglo XXI, la Argentina que podía y debía ser, de acuerdo a sus calidades y capacidades (San Martín), es una organización vacilante, temerosa y en la que florece lo delictivo y la violencia, descripta así reiteradamente por pensadores, economistas, etc., que señalan los males, pero que no explican su origen y, por lo tanto, no ofrecen su salida. Pareciera ser que se ha instalado una cierta anomia en los pensamientos, que obnubila las ideas, y todo lo que se dice se transforma en un repicar de dolores sin solución. En nuestra Argentina del presente aparece un proceso de degradación que, para algunos, considerado irreversible, avanza ante la mudez y el silencio cómplice de los que sienten parálisis por miedo o, quizás, prudencia y, las pocas voces que se alzan quedan acalladas por la ignorancia.
El problema de desvarío interno (deformación del federalismo), a su vez, alcanza proyección en el exterior (situación periférica), lo que hace que Argentina aparezca como marginada del mundo, con conductas y acciones que no se ajustan a las tendencias universales y que, en algunos casos, hasta se contraponen con lo que se realiza en los países señeros exitosos. La realidad nos hace geográficamente un país periférico, en el hemisferio de las “aguas”, fuera de la orbita de concentración humana al Norte del Ecuador, conformando una real “isla” rodeada de océanos que nos separan y, al mismo tiempo, nos conectan internacionalmente. Esta “lejanía” obro en positivo, cuando la guerra asolo a Europa y, dejo saldos negativos, al no tener nuestros dirigentes la habilidad que requiere la “alta política”· en las mentes de los estadistas para adaptarnos a las realidades de la evolución. Este tema físico, en cambio, no se muestra igual en lo cultural, ya que Argentina es un país cuyos antecedentes y capacidades son exactamente iguales a los más avanzados occidentales y cristianos, ya que su población tiene origen en aquellos pueblos que lo conforman. Si en lo material estamos alejados, en lo intelectual y espiritual, integramos la mas importante calidad humana del planeta y esto es lo que nunca debemos olvidar, pues en ello esta la identidad que nos ha hecho sobrevivir ante los desastres y que tiene que alentarnos para salir de los problemas.
Cuando nuestros gobernantes entendieron que éramos “parte del mundo” y supieron “insertarnos” en el mismo, junto a aquellos que crecían con el progreso y el desarrollo, fuimos exitosos. En cambio, cuando se eligió el camino de la individualidad, alejándoos de los avances, creando una aparente forma de bienestar particular, que a los postres era falsa y equivoca, tropezamos en una constante de caídas de las que nos recuperamos por el potencial subyacente, pero que nos hizo perder el envión de la acción y disminuir nuestro valor relativo.
Argentina, un gran país, debido a la errada conducción de sus gobiernos, se ha convertido en una pésima nación, que hace que su sociedad viva una ficción, que el mundo observa alarmado por sus equivocas acciones, con el temor que sus desbordes afecten internacionalmente. Esla situación, es tan evidente, que se concreta en las diferencias abismales entre las realizaciones, aun en los países vecinos, que, con mayores problemas y menores calidades, logran resultados excelentes que, al ser comparados con lo nuestro, son la vara que determina cuan equivocados estamos. Es así que Brasil con sus extensiones marginales, Uruguay con su pequeño tamaño o Chile con sus tierras rocosas, avanzan progresando. Que decir de Australia o Canadá, que sus condiciones pueden ser comparadas con las de Argentina, que son reales oferta de desarrollo y evolución. Los políticos argentinos, en el rol de gobernantes, parecen estar ajenos a las tendencias y desarrollos exitosos de otras naciones, implementando formulas que ya se han mostrado como negativas o queriendo imponer algunas que no tienen consistencia aplicativa o son meras experimentaciones de dudosa efectividad. Este proceso, al que se a sumado una concentración centralizada del poder, desvirtúa todas las acciones y resta validez a los compromisos, lo que lleva a una constante de desdecir lo actuado y, consecuentemente, nuevos proyectos que anulan lo existente y, finalmente, hacen que se viva una negativa incertidumbre que traba, desgasta e impide lograr satisfacción por el esfuerzo realizado.
Para salir de este atolladero es necesario actuar con inteligencia y, al mismo tiempo, con calidad en las acciones, que permitan a la sociedad reconocer que con determinados actos se volverá a los éxitos que se alcanzaban en el ayer. El gran proceso, lógicamente, es político, pero su manifestación tiene necesariamente que mostrarse al mismo tiempo en lo económico, ya que no se puede avanzar con la ley si no existen las condiciones sociales que aseguren la paz y la convivencia.
Es evidente que, el paso para alcanzar políticamente el poder de gobernar, tiene que estar amalgamado con los desarrollos en la economía que permitan trasladarla desde su actual situación de dependencia a una adecuada libertad operativa. El país tiene aun reservas económicas que no han sido activadas y que surgen de algunos aspectos que jamás se imaginaron. El “cambio climático” como fenómeno natural, esta motivando el avance de las lluvias hacia el oeste, con lo que regiones desérticas adquieren la humedad, que las convierte en tierras de aptitud para su explotación, lo que amplia la “frontera agropecuaria” e incrementa los territorio con aptitud para su explotación. Además, de esta creciente posibilidad, los avances en las tecnologías permiten que la inexplotada “pampa de las aguas” (plataforma submarina) pueda ser aprovechada. Es decir, que nuestro país tiene y aumentara sus capacidades agropecuarias, por la incorporación de nuevas zonas y regiones que, si a su vez, se le agrega los potenciales que contienen los desarrollos tecnológicos, se puede razonablemente considerar que se volverá a ser el “granero del mundo” como lo fuera a principios del Siglo XX. En un mundo que cada vez necesita más alimentos, esta posibilidad es un desafío que no puede ser eludido y una ventaja que no debe ser olvidada...
Como los gobernantes de fines del Siglo XIX valoraron el Mundo para encontrar el lugar en el que se debía y podía insertar al país económicamente, para que la demanda externa sea el impulso para su progreso, es posible hacerlo en nuestros días, con la ventaja que existe mucha y mayor información global y particular para su valorización. Por una parte, esta el fenómeno del crecimiento poblacional y el de la urbanización, que significa un aumento de “meganopolis”, o sea traslado de habitantes hacia las ciudades y, consecuentemente, migración hacia ellas. Por otra, debe considerarse, el aumento de la demanda, que surge de la incorporación a mejor nivel de vida de sectores de la población marginados o postergados, que también constituyen incremento de la demanda,. Todo este proceso, bajo los efectos del “cambio climático”, que dará mejores condiciones a nuestro territorio por humedad y temperaturas que convertirán en aptas inmensas zonas y mejorara los rendimientos de las explotaciones. La realidad del mundo es un atractivo que tiene tal grado de fuerza que impone un camino a nuestro país que debe ser asumido por los gobernantes ya que, de no hacerlo, despertaran a terceros ante la necesidad y corremos el riesgo de ser por ellos sometidos..
Argentina, por su nivel socioeconómico, casi un símil trasplantado de Europa occidental, no vivirá el proceso que caracteriza en el presente al BRIC (Brasil, Rusia, India y China) en el cual el mayor porcentaje de su población padece de pobreza y que su aumento económico incrementa la brecha social, lo que le facilitara una evolución mas equilibrada de ajuste positivo. Nuestro país, pese a sus desventuras, es una amplia comunidad de “clase media”, en la que se puede avanzar por las oportunidades que la sociedad ofrece y la no existencia de marginalidades de ningún tipo por lo que el futuro de cada uno depende de la voluntad. Sorprende cuando los políticos predican o incitan a un enfrentamiento de clases, particularmente cuando ellos mismos son fruto de la amplitud de oportunidades que brinda nuestra sociedad, no llegando a entenderse cuales son esos objetivos disociadores o que grado de resentimiento tienen que los muestra tan fuera de la verdad solidaria que es característica de Argentina.
Un racional y lógico programa de acción exterior puede hacer que la oferta del potencial alimentario de Argentina, como lo fuera antes, sea el trampolín para el avance y el medio para negociar un efectivo intercambio de productos con alto valor tecnológico que, a su vez, impulsen las acciones propias atendiendo las necesidades y aspiraciones de la sociedad.. Argentina esta dotada de “ventajas relativas” (como es su capacidad feraz) que deben ser aprovechadas y su producción tiene que ser el medio del intercambio que le permita acceder a los mas altos beneficios de un mundo en permanente desarrollo evolutivo.
Sorprende la simplicidad de las acciones que requiere el país para volver a ser la nación destacada y convocante que teníamos hace una centuria atrás, y, consecuentemente, llama la atención que los dirigentes no lo conozcan o, quizás, lo ocultan para evitar que su materialización corrija las tendencias que les son a ellos favorables. Pero, con honestidad, la culpa no es exclusivamente de ellos, sino de los argentinos que son “habitantes del país” y dejan de ser “ciudadanos de la nación”, es decir, el pueblo tiene que hacer oír su voz e imponer sus condiciones, no para chocar con la tendencia, sino para que se despierte la voluntad de los que mandan para el bien y salud de la nación..
Sintetizando, Argentina tiene que lograr que el poder vuelva a la sociedad, como base de su sistema democrático, para que los gobernantes satisfagan las “necesidades y aspiraciones” de las comunidades y renegar de los dirigentes que la conducen con fines “ideológicos o intereses corporativos”, para ello se debe aplicar en plenitud la Constitución Nacional, en su versión original, cumpliendo el claro mandato referido a la “forma de gobierno” (CNA Art 1) que ella fija. El gobierno, real debe ser el representante federal de los territorios, operando como una republica equilibrada, que deberá apoyar las acciones de la sociedad para que se logre exportar el resultado de su esfuerzo y trabajo, particularmente de origen agropecuario, para posesionar al país en el consorcio de las naciones ofreciendo la producción en la que se tiene ventajas naturales especificas. De esta manera, Argentina ocupara nuevamente en el mundo el lugar y posición que su geografía, historia y poténciales le tiene particularmente asignada y se cumplirá el mensaje sabio de San Martín cuando nos dijo:
“Serás lo que debes ser o sino no serás nada”