Por Cosme Beccar Varela
e-mail: correo@labotellaalmar.com
Buenos Aires, 09 de Noviembre del año 2010 – 1008
"¡Esto vir!" ("¡Sé hombre!" o "¡Pórtate como un hombre!") dijo no sé qué autor latino. Es el imperativo básico de cualquier cultura, de cualquier pueblo capaz de sobrevivir y de asegurarse un lugar sobre la tierra.
Ser hombre implica ser todo lo que un hombre es y debe ser, aquello que está en su naturaleza creada por la Sabiduría infinita de Dios. Dejar de ser hombre es la peor deserción, la más grave deshonra, la más rápida manera de convertirse en un esclavo o peor aún, en una bestia. Y eso es precisamente el imperativo que los argentinos estamos desobedeciendo, acallando el clamor de nuestra conciencia y renunciado vilmente a nuestra propia identidad.
Decía Gracián: "Hay a veces entre un hombre y otro casi tanta distancia como entre el hombre y la bestia" ("El Discreto", *genio e ingenio*).
Precisamente esa distancia estamos consiguiendo interponer los argentinos con un éxito bochornoso entre la hombría que deberíamos tener y la bestialidad a la que nos hemos entregado. Sólo nos falta comer pasto de la mano de nuestros amos, los peronistas y los dirigentes del "establishment", racionadamente entregado en los establos en los cuales nos alojamos con placer para gozar del tibio calor del estiércol y despertarnos al día siguiente más bestias que el día anterior.
Lo que digo parece duro pero no lo es. Sólo es una descripción descarnada del estado de vileza en que hemos caído y en el que nos seguimos hundiendo todas las clases sociales, pero en especial las más altas, con una fruición de apóstatas de la raza humana.
Si a eso le agregamos que para colmo, fuimos bautizados en la Santa Fe Católica y que tenemos los Sacramentos y la Sagrada Doctrina para ser santos y sabios, pero que de eso ni nos acordamos o lo descartamos como si fuera cosa despreciable o de poca monta, entonces nuestra decadencia se convierte en una caída libre hacia el abismo, en donde sólo hay obscuridad y rechinar de dientes.
Lo extraño es que la ira de Dios no haya caído ya sobre nosotros con la misma violencia con que cayó sobre la Europa apóstata en el Siglo XX durante el cual el castigo se manifestó en dos guerras horrendas y en el triunfo del comunismo sobre la mitad del Continente. ¿Qué nos falta para llenar la copa de la ira?
Por si creen que exagero, paso a describir el cuadro de nuestra degeneración nacional.
Ser hombre de verdad implica cumplir con varias condiciones naturales de las cuales nosotros no cumplimos ninguna. Ni digamos las que implica ser católico porque eso está tan lejos de nuestra realidad actual que me limitaré a mostrar las fallas humanas que tenemos y que exhibimos sin pudor.
* * *
Empezaré por recordarles a mis pacientes lectores que estamos aceptando todos los días ser dominados por bestias, cuando sabemos que el hombre es el rey de la Creación y que es él quien debe dominar a los animales. Esta es la prueba más irrefutable de nuestra bajeza.
¿Quienes son las bestias? Aplicando la frase de Gracián digo que son aquellos que rechazan constante y descaradamente todas y cada una de las virtudes humanas y practican los vicios opuestos constante y exitosamente, triunfando sobre un rebaño de sub-humanos que por no ser peores que aquellos se resignan a vivir sometidos sin la menor intención de reaccionar.
Para no dar nombres los describiré y para quien quiera ver, la descripción será lo mismo que dar la lista de ellos.
1) No creen en Dios, aunque vayan a Misa y afirmen ser creyentes. Es evidente que no creen porque hacen todo lo contrario de lo que ordenan los 10 Mandamientos de Su Ley con la más completar impavidez y sin temor alguno al castigo eterno que merecen por sus pecados.
2) Son ladrones de todas las especies, desde rateros hasta grandes depredadores del Tesoro público y de los bienes ajenos.
3) Son homicidas por acción y omisión y llegado el caso son crueles asesinos e implacables torturadores.
4) Son mentirosos, embaucadores y estafadores, maestros en el arte de engañar y de hacer trampas.
5) Son resentidos y envidiosos que no toleran ninguna forma de superioridad auténtica aunque sí admiten la primacía de sus "capos de la maffia" a cuyo poder se someten para multiplicar el número y la eficacia de sus delitos.
6) Son pertinaces en la realización de sus nefastos proyectos, pertinacia que los hace peores que los delincuentes ocasionales y desorganizados.
7) Son mezquinos, nunca dan nada de lo que les sobra y son insaciables en la codicia desmesurada que les empuja a robar mucho más de lo que pueden gastar.
8) Son audaces en sus emprendimientos perversos y sólo se contienen por astucia frente a una fuerza superior.
9) Jamás cumplen su palabra ni los pactos que con ellos se hagan tienen valor alguno. Nunca tienen la intención de cumplir lo que prometen y sus promesas no son más que engaños para arrancar concesiones que les abra más ancho el campo de sus nefastas acciones.
10) La lujuria es el chiquero en el que se revuelcan incesantemente, sin respetar a nadie, ni siquiera a sí mismos, ni tampoco el orden natural de la sensualidad porque muchos de ellos son maricones y no me extrañaría que fueran hasta bestiales o sea, que sacien su sensualidad con inocentes animales.
11) Son traidores dispuestos a vender a sus mejores amigos, o mejor dicho, ya que "amigos" no tienen, a los cómplices de ayer a los que les deban los más fructuosos servicios a cambio de una ventaja de poder o de dinero para lo cual se asocian con otros a los que traicionarán mañana con la misma facilidad.
12) Son soberbios y jactanciosos, desprecian a los demás a los que son incapaces de reconocer valor alguno.
13) Son cobardes aunque algunos, movidos por un odio más fuerte que la muerte, arrostren peligros para satisfacerlo.
14) Desprecian las nociones de bien y de mal, se permiten a sí mismos cualquier cosa siempre que les sea útil.
15) Son vulgares y ordinarios, intolerablemente desagradables.
Cualquier semejanza con los hombres que constituyen la “dirigencia” corrupta e inepta no es fruto de la casualidad sino de la más dolorida y constante observación
* * *
¿Cómo deberíamos ser nosotros para ser hombres y con sólo serlo, en un número suficiente, acabaríamos con la tiranía de las bestias ya que el hombre ha sido creado rey de la Creación?
1) Deberíamos rendir culto a Dios y saber que habremos de rendirle cuentas de nuestras acciones en esta vida y en la otra. Felices si somos católicos, pero también mucho peores si siéndolo ni siquiera somos hombres, porque nuestra culpa será mucho mayor.
2) Ser inteligentes, buscar la Verdad en todas las cosas, no dejarnos engañar por mentiras, por poderosos que sean quienes las difundan; usar la razón con buena lógica, sin aceptar sofismas ni eludir las conclusiones de lo que sabemos y de lo que vemos; aceptar consejo de los que más saben; proponernos objetivos superiores aunque sean peligrosos o trabajosos; aprender y sostener principios verdaderos a los cuales debemos ser fieles toda la vida.
3) Combatir el error y el mal no transando con ellos jamás. A lo sumo podrán reducirnos a la impotencia de vencerlos pero nunca deberemos aceptarlos a cambio de una falsa concordia que, si fuéramos inteligentes, deberíamos saber que es precaria ya que los mentirosos y los malos nunca cumplen su palabra.
4) Ser magnánimos, o sea, de ánimo grande, nunca conformes con pequeñeces indignas de la medida del hombre y menos aún del católico. Para eso no hay que dejarse vencer por el miedo sino que debemos dominarlo para hacer lo que debamos hacer en todo momento.
5) Ser hombres de honor, es decir, que cumplen su palabra tanto en las cosas grandes como en las pequeñas, que no engañan a nadie, que no buscan su conveniencia a costa de otros, más bien generosos de lo propio en beneficio sobre todo de los débiles; tener vergüenza de las faltas cometidas y proponerse seriamente repararlas y pedir perdón por ellas. Actuar siempre recordando nuestros deberes religiosos, de patriotas, de familia, de amistad, de asociación, de combate. Nunca dejar de luchar por el Bien y la Verdad, aunque no tengamos éxito. No declararse "neutral" entre el Bien y el mal ni "desmovilizarse" unilateralmente, ni dedicarse a tareas paralelas huyendo del centro del combate.
6) Usar la imaginación para buscar lo mejor, para evitar los lazos de los malos, para expresar con mayor claridad las verdades conocidas, para planear las acciones que puedan ser victoriosas para el Bien y ruinosas para el mal, para recordar y venerar las tradiciones y anticiparse al futuro venturoso que puede resultar del triunfo del Bien, pero rechazar las imágenes derrotistas, indignas y desalentadoras.
7) Amar la justicia y odiar la iniquidad, con un amor y un odio efectivos y militantes, es decir, enfrentándolo todo, intentándolo todo en toda la medida de nuestras fuerzas, uniéndonos con otros con generosidad para multiplicar nuestras fuerzas y conseguir una victoria que dé gloria a Dios y tanta felicidad cuanta sea posible en este mundo para todos mediante el triunfo de la Justicia sin la cual no hay convivencia civilizada posible.
8) Sentir una sana ufanía de las glorias de nuestros antepasados y de nuestra civilización, sin despreciar las de otros. Sentirse obligado a mantenerlas y aumentarlas con nuestro esfuerzo.
9) Ser fuerte, es decir, usar toda la fuerza de alma y de cuerpo que tengamos para luchar por la Verdad y el Bien. Dominar el dolor y la debilidad con la ayuda de Dios. Dar la cara a la acción y no retacear el esfuerzo. No abandonar jamás al compañero de lucha ni dar un paso atrás si no es arrastrado por el empuje de una fuerza superior si es que la situación no nos obliga a no retroceder ni aún en ese caso, sino más bien a caer en el puesto pidiendo a Dios que nos haga ver con claridad qué es lo que en cada caso debemos hacer.
10) Sentirnos responsables de reparar todo mal, aunque parezca invencible. Buscar afanosamente las formas de vencerlo y de restaurar la Justicia.
11) Perdonar con facilidad a quien esté sinceramente arrepentido, pero no ser zonzo, es decir, no creerle a cualquier hipócrita que finge contrición. No guardar rencores ni deseos de venganzas personales. Si nos enojamos, que el sol no se ponga sobre nuestra ira como enseña San Pablo.
12) Decir la verdad con franqueza, pero sin indiscreción. Nunca ocultar a otro lo que sabemos y el otro tiene derecho a saber.
13) No andar nunca en malas compañías. Asociarse con los buenos y seguir a los mejores de todo corazón, porque un buen Dirigente es un tesoro que debemos apreciar enormemente como una analogía del Buen Pastor.
14) Ser fiel y confiable siempre de tal manera que los demás puedan descansar en nuestra palabra como si fuera el más riguroso de los contratos.
15) Tener vergüenza de no ser así como debemos ser según esta guía mínima de caballerosidad y no descansar hasta no llegar a serlo.
Si fuéramos así, seriamos hombres y derrotaríamos a las bestias.