Por Bernardino Montejano
“Nosotros, cristianos de Irak hemos sido abandonados por el cristianismo mundial. Tantas bellas palabras de solidaridad y ayuda. Pero ningún hecho concreto”.
Reportaje a Ziad Aziz, (hijo de Tareq Aziz, ex vice primer ministro de Irak), Corriere della Sera, Milán, 3/1/2007.
I.-Aristóteles: buen régimen, buen ciudadano.
Ante todo, una idea heredada de Aristóteles; es la correspondencia, la sintonía entre el buen régimen y el buen ciudadano, que no es otra cosa que el hombre bueno, el hombre virtuoso.
En un mal régimen, tiránico, oligárquico, demagógico, el hombre bueno estará molesto, se sentirá acosado, buscará el cambio, perseguirá el paso del mal régimen a un gobierno recto, enfrentará a los detentadores del poder con los recursos que tenga a mano y por lo tanto no será, para ese régimen corrupto concreto, un buen ciudadano.
Es verdad que todo régimen político, al constituir una realidad humana no es absolutamente justo ni absolutamente injusto. En un régimen recto existen injusticias y en un régimen torcido existen dosis variables de justicia. El pensar que en este mundo puede existir un régimen absolutamente justo es una utopía, que aumenta hasta el agobio las dosis de injusticia, de la cual el marxismo y el comunismo fueron y son destacados representantes.
Es por eso, que reviste una singular importancia la prudencia política obediencial, que será la guía para discernir entre las leyes injustas en el contexto del deber genérico de obediencia, de acatamiento a los gobernantes, sin el cual no podría subsistir ningún orden social.
Todo esto en el plano natural. Pero en el orden político, también la Encarnación del Verbo, en la plenitud de los tiempos, ha traído la Buena Nueva del Evangelio. Hubo en la historia naciones que en su vida pública aceptaron ese mensaje y lo incorporaron a sus leyes y a sus costumbres. Ese conjunto de pueblos integró ese fenómeno político llamado la Cristiandad.
Volviendo al tema de la obediencia, como enseña Santo Tomás, las leyes injustas pueden afectar al bien divino y a diversos bienes humanos. En el primer caso, nunca se las debe obedecer, pues como afirman San Pedro y los apóstoles: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos, 5, 29). Pero en el segundo caso, cuando las leyes afectan bienes humanos y no se dirigen al bien común político, sino al provecho del gobernante, cuando las cargas se distribuyen con gran desigualdad o cuando las leyes son dictadas fuera de la competencia del legislador, ellas no obligan en conciencia pero se requiere una evaluación prudente acerca de la conducta a tomar, porque no obedecerlas puede generar desorden, escándalo o mal ejemplo, lo que se debe tratar de evitar [1].
El tema que hoy nos convoca es el de las persecuciones a los cristianos, ayer, hoy y mañana. Un tema inmenso, que abarca gran parte de nuestra era en lo temporal y una muy dilatada geografía, y que es imposible abordar en los límites de esta participación.
Por eso, recorreremos otro camino: señalaremos las causas, los motivos de las persecuciones, sean cruentas o incruentas, salvajes o hipócritas, lo cual no impedirá que a lo largo de la exposición hagamos alusión, como ejemplos, a ciertas persecuciones e incluso a casos individuales.
II.- El Evangelio; el anuncio, las bienaventuranzas.
En el Evangelio, Cristo anuncia para los cristianos que sean fieles a su misión apostólica un camino difícil: “Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos… Guardaos de los hombres porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles… Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará” (Mateo, 10, 16/8; 10/22).
“Por todo aquél que se declare por mí ante los hombres, yo también me declaré por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mateo, 10, 32/3).
Dos de las bienaventuranzas se refieren en forma explícita a las tribulaciones que esperan muchas veces a los cristianos a lo largo de su existencia temporal:
“Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos”
“Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros” (Mateo, 5, 10/2).
El mensaje evangélico es confortador, nos llena de esperanza. Sin embargo contiene una clara advertencia respecto a los enemigos del alma que pueden arrojar al infierno a todo el hombre: “No temáis a los que matan el cuerpo, pero que no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna” (Mateo, 10, 28).
Porque Cristo es señal de contradicción: “El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo desparrama” (Mateo, 12, 30).
III.- Las persecuciones en la antigüedad. Un ejemplo: los romanos.
El término “persecución” fue acuñado por Eusebio de Cesarea y empleado sobre todo para las persecuciones sufridas por los cristianos en tiempos del imperio romano, lo cual no significa que otras religiones no hayan sido o sean perseguidas, e incluso que existieran o existan personas perseguidas por motivos no religiosos.
El imperio romano era tolerante en materia religiosa y constituía un ámbito propicio para el desarrollo de la justicia y del derecho.
Lo que sucede es que en la antigüedad clásica, en Grecia y en Roma, la religión era un elemento fundamental de la ciudad. Quien nacía en ellas se encontraba adscripto a sus dioses. “Renegar de ellos no era sólo una apostasía, sino una traición a la patria”. No existía la distinción, tan necesaria, entre Dios y la patria, ni entre Dios y la ciudad o el imperio.
Roma se mostró generosa en la acogida de dioses extranjeros que llegaban con motivo de las conquistas de las tropas imperiales, tanto que en palabras de Ovidio, “Roma es lugar digno de que a ella vayan todos los dioses”. O sea, era una feria de dioses dialogantes, sin que ninguno tuviera la pretensión que aparece en las Sagradas Escrituras: “No habrá para ti otros dioses[2]… porque yo Yahve… soy un Dios celoso” (Éxodo, 20, 3 y 5).
Y sin embargo, hubo una excepción: el cristianismo, pues como relata Tertuliano existió una ley de Nerón, breve, clara y terrible: “No es lícito ser cristiano” [3]. Ante lo inicuo de las persecuciones de inocentes que no habían cometido delito alguno, la respuesta de los romanos era la de los leguleyos de todos los tiempos: “La ley es la ley y la necesidad de obedecerla está por encima de toda verdad”.
Hasta el año 64 el cristianismo gozó de cierta paz y seguridad, pues fue considerado una secta surgida del judaísmo, que era considerado una “superstición lícita”. Pero entonces esta situación cambió y el cristianismo, separado de la Sinagoga, fue declarado una “superstición ilícita”. A los cristianos se adjudicaron toda suerte de maldades, fueron denunciados como “enemigos del género humano”, y “pasaron a ser el chivo expiatorio al que se atribuían todos los males del Imperio” [4].
Se castigaba a los cristianos por su nombre sin considerar sus obras. Tertuliano exige para ellos un trato igual que el dispensado a los criminales, ya que “no es lícito condenar a nadie sin darle lugar de defenderse y ser oído”, sin examinar el crimen.
Durante los dos primeros siglos un ambiente de calumnia envolvió la vida de los cristianos y generó el odio del pueblo que en los juegos del circo y de la arena reclamaba su suplicio. Ante cualquier calamidad, un grito resuena: “¡Los cristianos a las fieras!”
Escribe Daniel Ruiz Bueno “que los odios eran tal vez atizados por el clero inferior de las religiones dominantes, por aquellos adivinos y arúspices, por aquéllos isíacos y sacerdotes mendigantes de Cibeles… que vivían de la devoción pública y a quienes el éxito de la devoción nueva reducía a la miseria” [5].
Con espacios y tiempos de tolerancia, con persecuciones a veces locales, que afectaban a una ciudad, a una provincia o a una región, el cristianismo fue un crimen legal durante los primeros tres siglos de su historia. Como el cristiano, por el solo hecho de serlo viola la ley, si es acusado y reconoce su fe es castigado. Si reniega de ella, es absuelto.
El problema era el culto al emperador. Como escribe José Orlandis, “el culto comenzó por la divinización -la ‘apoteosis’- del emperador difunto, para ampliarse luego a los emperadores vivos… El culto al emperador se emparejó con el culto a Roma, hasta llegar a convertirse en elemento primordial de la religión pagana oficial” [6].
Señala Ruiz Bueno que “entre el juez y el reo se entabla una especie de duelo, empeñado uno en quebrantar la fe del mártir y decidido éste a mantenerla a todo trance. El juicio y, sobre todo, la tortura de un reo era un público espectáculo, grato a aquellas gentes embrutecidas, incapaces de sufrir con el que sufre, incapaces de compasión” [7].
En los juicios los acusados utilizan el argumento de doble jerarquía que encontramos en Aristóteles: “Lo que pertenece a lo más honroso y mejor es preferible; por ejemplo, debe preferirse lo que es de Dios a lo que es del hombre. Lo que es propio de lo mejor es preferible a lo que es propio de lo inferior; por ejemplo, lo que es propio de Dios es preferible a lo que es propio del hombre” [8].
Así, durante la persecución ordenada por el emperador Cómodo, el procónsul Perenne juzga al futuro mártir, el cristiano Apolonio, y lo insta a ofrecer un sacrificio: rendir culto de adoración al César, renegando de su fe.
La requisitoria es simple: “Apolonio, el senatus consultus dice explícitamente que no haya cristianos”. Y contundente la respuesta que utiliza el argumento citado: “El decreto de Dios no puede ser invalidado por un decreto humano” [9].
Nos detendremos un poco más en las Actas de San Acacio, en las cuales aparece una viva disputa entre el juez Marciano y el acusado.
El tema es el mismo, la confusión de los cultos. Al emperador se le deben obligaciones de justicia legal y si gobierna bien, el culto de dulía, de respeto, regido por la virtud de la observancia; pero el culto de latría, de adoración, es sólo debido a Dios.
No obstante, el juez confunde las cosas y exige al acusado: “Ofrécele un sacrificio a fin de que el emperador conozca tu obediencia”; a lo cual Acacio responde: “Yo ruego a Dios por la salud del emperador, pero ofrecerle un sacrificio, ni él nos lo debe exigir, ni nosotros lo debemos cumplir”.
Entonces el juez le presenta un dilema: “O sacrificas o mueres”. La respuesta es contundente: tu intimación se parece a la que dirigen los bandidos de Dalmacia. Cerrando el paso de los caminos amenazan a los transeúntes diciendo: “O la bolsa o la vida”. La única razón es la fuerza.
Semejante es tu sentencia por medio de la cual me mandas cumplir con una acción injusta o me amenazas con mi perdición. “Personalmente, nada temo, nada me espanta. El derecho público castiga al fornicador, al adúltero, al ladrón, al corruptor del sexo viril, al maléfico y al homicida. Si de alguno de estos crímenes fuera reo, antes de que pronunciases la sentencia, me condenaría yo a mí mismo; mas si por dar culto al Dios verdadero se me conduce al suplicio, no es ya la ley, sino el arbitrio del juez el que me condena… De ahí que no tienes excusa, pues está escrito: Del modo que uno juzgue será juzgado (Mateo, 7, 2).
La respuesta de Marciano acredita su falta de argumentos: “A mí no se me ha enviado aquí a juzgar, sino a forzar”.
Continúa el debate y Acacio concluye desafiante, con un alegato contra la idolatría: “Nosotros despreciamos estos dioses que vosotros fabricáis y luego teméis; puesto que os faltarían dioses, si al artífice le faltara la piedra o la piedra no hallara artífice. Nosotros tenemos a Aquel, no a quien fabricamos, sino por quien nosotros hemos sido creados. Él nos creó como señor, nos amó como padre y nos libró de la muerte como buen defensor… Ahora, haz ya lo que te plazca” [10].
La gran mayoría de los cristianos siguieron el camino de los santos Apolonio y Acacio; pero otros apostataron. En la persecución de Decio los cristianos tenían que obtener un certificado de haber sacrificado a los dioses: el libellus. Y como la corrupción también existía en esos tiempos aparecen los libellatici, quienes adquirían fraudulentamente el libelo.
La última gran persecución fue la de Diocleciano. En los edictos de los años 303 y 304 se buscaba el metódico, implacable y generalizado exterminio de la Iglesia.
Como conclusión: el Estado antiguo estaba clausurado y no admitía ninguna realidad superior; no existía distinción entre lo político y lo religioso. El Evangelio como mensaje de salvación dirigido a todos los hombres desafía la clausura de la Ciudad antigua. Ella tiene cierto parecido al gran entuerto de los tiempos modernos que es el Estado totalitario. De allí la tensión que existe para el cristiano en esa época y en la nuestra, en la cual, como señala Emil Brunner “todos los Estados se han contaminado en cierta medida con esa enfermedad” [11]. Sin embargo las tiranías de esa época tenían ciertos límites, debían detenerse ante la libertad a la cual alude Epicteto al transcribir las respuestas de Laterano al enviado de Nerón: -¡Que lo encadenen! -¿Qué dices? ¿Es a mí a quien amenazas con las cadenas? Encadenarás mis piernas… pero mi voluntad será libre. -Te cortaré ahora mismo la cabeza. -¿Cuándo te he dicho yo que tenía el privilegio único de no ser cortada?
IV.- Las persecuciones en la modernidad. Un ejemplo: la Revolución Francesa.
La razón por la cual la Revolución Francesa persiguió al cristianismo es muy sencilla: pretendió imponer una nueva religión, con sus dogmas, sus templos, su culto y su nuevo calendario.
El prusiano Anacharsis Clootz, llamado “el orador del género humano”, exclamaba en la tribuna de la Asamblea: “Ha llegado la crisis del universo. La suerte del género humano está en manos de Francia… La religión de los Derechos del Hombre, ¿inspirará menos virtud, celo y entusiasmo que la religión de los falsos profetas?”
El mismo Robespierre describe en síntesis el contenido de la nueva religión secular: “El verdadero templo del Ser supremo, es el universo; su culto, la virtud; sus fiestas, la alegría de un pueblo reunido bajo sus ojos para estrechar los vínculos de la fraternidad universal”.
Los templos en realidad son los clubes revolucionarios; su culto se expresa a través de los “altares de la patria” y de los árboles de la libertad, de los bautismos, matrimonios y entierros cívicos. Como proclama el difundido juramento del Club de Moulins: “Juro que nunca tendré otro templo fuera del de la Razón, otros altares que los de la Patria, otros sacerdotes que nuestros legisladores, otro culto que el de la libertad, la igualdad y la fraternidad”.
Afirma Crane Brinton que “los jacobinos sostuvieron incuestionablemente su filosofía como un asunto religioso. Mediante las constancias de los clubes es posible esbozar los trazos de una política sustentada en conceptos primariamente teológicos: gracia, pecado, herejía, arrepentimiento, regeneración” [12].
Las fiestas comienzan por el cambio del calendario; pretendían derogar nuestra era, la era cristiana y dar comienzo a una nueva; para ellos la “plenitud de los tiempos” había llegado recién el 22 de septiembre de 1792, fecha de proclamación de la República. Los meses cambian de nombre y tienen tres décadas de diez días; el último, festivo; con lo cual se suprimen la semana y el domingo, uno de los últimos bastiones de la Cristiandad. Las fiestas más importantes son al Ser supremo, al género humano, al pueblo francés, a la República, a los mártires de la libertad, al odio a los tiranos y traidores, etcétera.
Estas fiestas son artificiales y obligatorias; no son convocadas mediante una amable invitación. Como escribe Joseph Pieper, “quien no participa se hace sospechoso. Ya algunos días antes de la fiesta el ciudadano puede leer en el periódico lo que de él se espera: ‘Al sonar las campanas se abandonan inmediatamente todas las casas, que quedan bajo la protección de las leyes y virtudes republicanas; el pueblo llena las calles y las plazas públicas, se inflama de alegría y fraternidad’. Se trata de una orden administrativa. Este elemento de la coacción política y de la intimidación propagandística no desaparecerá de la imagen de la fiesta artificial” [13].
Pero no basta la fe en la nueva religión: son necesarias también las obras, pues también para ellos la fe sin obras está muerta. Como surge de las actas del Club de Limoges: “no basta para pertenecer a una verdadera sociedad republicana, llamarse a sí mismo republicano, haber cumplido con los deberes militares o pagar los impuestos; se debe dar pruebas concretas de odiar a los reyes y nobles, así como al fanatismo; se debe haber pasado por el crisol de circunstancias peligrosas”.
La Revolución intentó erradicar de la sociedad toda huella del cristianismo y se ordenó “la destrucción de todas las enseñas religiosas que se hallen en las carreteras, plazas y lugares públicos”. Se inventó el culto a la diosa Razón, entronizada en Notre-Dame de París en la persona de una prostituta.
Se instauró el terrorismo de Estado, la mayoría de la gente se tornó sospechosa y se suprimieron “las más elementales garantías jurídicas para los encausados en los tribunales revolucionarios, al eliminar de la vista de las causas el defensor y los testigos y limitar el veredicto del tribunal a la absolución o a la condena: a muerte por descontado” [14].
Miles y miles de cabezas rodaron con la guillotina y el país se dividió en víctimas y verdugos. Fueron asesinados el arzobispo de París y los obispos de Saintes y de Beauvais, quienes, como se expresa en su causa de beatificación “prefirieron la muerte antes de quebrar su comunión con el Papa o ser infieles al sacerdocio conferido por la Iglesia”.
Como la guillotina no daba abasto Juan Bautista Carrier inventó “las deportaciones verticales”. Estas consistían en cargar un barco con prisioneros y hundirlo en la mitad del río para que se ahogaran. Por otra parte, barcos de negreros se constituyeron en una “guillotina seca”, donde morían los sacerdotes prisioneros por las condiciones infrahumanas a las que eran sometidos por sus guardianes.
El Papa San Pío X en 1906 beatificó a las carmelitas de Compiégne. En 1984 fueron beatificados 99 cristianos de los dos mil fusilados en Angers. Durante la misma el Papa Juan Pablo II afirmó que los mártires son quienes “en la diócesis de Angers, en los tiempos de la Revolución Francesa aceptaron la muerte, porque, como dijo Guillermo Repin quisieron ‘conservar su fe y su religión’… En un contexto de fuertes tensiones ideológicas, políticas y militares, se pudo hacer pesar sobre ellos sospechas de infidelidad a la patria; se les acusó, en las actas de las sentencias, de compromiso con las ‘fuerzas anti-revolucionarias’. Así sucede en casi todas las persecuciones de ayer y de hoy”. Pero… lo que… no deja la menor duda es su determinación de permanecer fieles a las exigencias de su fe… ni el motivo profundo de su condena: el odio a esta fe que sus jueces despreciaban [15].
Respecto a las víctimas, según estadísticas resultantes de los estudios del norteamericano Donald Greer, el 8,5% pertenecía a la nobleza y a la alta burguesía; el 6,5% al clero y el resto fueron campesinos, artesanos, pequeños comerciantes y soldados [16].
La conclusión es análoga a la de las persecuciones romanas. El cristiano es en sí un enemigo porque se niega a rendir culto a la nueva religión impuesta por un Estado totalitario, pues como también señala Emil Brunner: ese Estado tiene “su raíz histórica en la República de la Revolución Francesa, en el Contrato Social de Rousseau, en su principio de alienación total” [17].
V.-Las persecuciones contemporáneas. Un ejemplo: la Unión Soviética.
En su dimensión más profunda, el comunismo es un asunto religioso; por tal razón el Papa Pío XI, en su encíclica Divini Redemptoris, afirma que “encierra en sí mismo una idea de aparente redención”.
Esa idea de falsa redención es el motor del comunismo, de su praxis, de su acción. Por eso escribe Luis Salleron que “su doctrina no es sólo social. El ateísmo que lleva en su corazón la afecta de un coeficiente religioso… La doctrina comunista es una especie de Evangelio infernal, la falsificación del Evangelio. Por eso se esfuerza en crear la confusión entre los católicos mediante su falsificación de la redención de los humildes… pretende hacer del ‘hombre nuevo’ de San Pablo el ‘hombre nuevo’ del marxismo” [18].
Dos testimonios calificados y no católicos coinciden en considerar al comunismo como un fenómeno religioso.
El primero, es el de Kafka, quien con lucidez afirma: “los hombres intentan edificar en Rusia un mundo totalmente justo. Este es un asunto religioso. El bolchevismo se alza contra la religión porque también él es una religión”.
El segundo, es el del escritor soviético Miguel Sholojov: ¡“Qué mezquina y qué vil parece ahora toda preocupación de dicha personal e individual! ¿Qué vale esa dicha comparada con la dicha que la humanidad, cansada de sufrir se esfuerza en conquistar mediante la revolución? ¿No es cierto? Es preciso fundirse en este impulso hacia la liberación… Hay que disolverse en la colectividad y olvidarse de sí mismo como individuo… La vida futura me parece una música lejana, infinitamente bella… No es una melodía particular, sino un himno potente y majestuoso. ¿Quién no ama la belleza?... ¿Y acaso bajo el régimen socialista no será bella la vida? Ni guerras, ni miseria, ni opresión, ni discordias internacionales, ¡Nada! ¡Cómo han ensuciado la tierra los hombres! ¿Cuánto mal han hecho! ¿No es dulce morir por todo esto? ¿En qué se puede creer si no se puede creer en esto?”
La edificación de un paraíso terrestre, el intento de construir una nueva Torre de Babel, es una cuestión religiosa. El comunismo, último desarrollo las tesis antropocéntricas, promete en la sociedad sin clases, sin derecho y sin Estado, en la cual cada uno tendrá todo lo que necesite. Promete la plena felicidad, la auto-creación del hombre, del hombre impío que a través de la colectividad concluye por adorarse a sí mismo. La Unión Soviética, paraíso de los trabajadores, reemplazó a la “Santa Rusia”. Y ambas tienen una incompatibilidad religiosa. No somos profetas, pero a comienzos de 1979 escribimos que “el retorno de la ‘Santa Rusia’ significará el colapso de la Unión Soviética” [19]. Han pasado tres décadas y entendemos que los hechos nos dan la razón.
Pero, ¿cómo era ese paraíso? Está bien descripto por Thierry Maulnier, con una magnífica comparación: “Los reyes constructores de Asiria empotraban a sus prisioneros vivos en las murallas de sus fortalezas. También vosotros, a vuestro modo, emparedáis a vuestras víctimas en el hormigón de vuestros diques, vuestras fábricas, vuestras nuevas ciudades… Me causan horror vuestros diques, vuestras fábricas, vuestras ciudades, con esos millones de ojos abiertos por toda la eternidad, que miran a los vivos a través del espesor de los muros”.
Ese paraíso se transformó en un mundo odioso, en una inmensa jaula humana, en un gigantesco Leviathan, al cual se refiere el mismo escritor francés: “De eso es de lo que he querido arrancarme, de ese mundo en que la mujer debe desconfiar de su marido, y el hermano, de su hermano. De ese mundo en el cual el hijo escribe al tribunal que juzga a su padre por traición: ‘pido que mi padre sea condenado a muerte, y pido que le sea leída mi carta’. De un mundo en que hay que comprar la vida al precio del asco de sí mismo”.
Finalmente, un testimonio oriental que muestra la universalidad perversa del comunismo y su capacidad de matar hasta el alma; el relato es de Monseñor Seitz, obispo de Kontun, luego expulsado de Vietnam del Sur. Un viejo montañés, Moi, le decía: “Nosotros vivimos ahí, al pie de esa gran montaña. Mire que pocos hombres viven todavía. Estamos acostumbrados a la muerte: la que mata los cuerpos no nos da miedo. Pero la que mata el recuerdo, la que rompe los lazos que nos hacen vivir, que borra todas las cosas que son prolongación de nuestros cuerpos y nuestras almas…Todo es silencio, todo está vacío, todo está muerto. Esa muerte nos da miedo. Ha matado nuestra alma”.
Para concluir, el comunismo es heredero de la democracia religiosa, de la religión de la libertad, de la libertad transformada por sus cultores de medio en fin en sustitución del bien. En este sentido afirma Tomás Casares que “la revolución comunista de 1917 saca implacablemente las últimas consecuencias dialécticas de las premisas puestas por el humanismo antropocéntrico de la libertad suscitando una mística en la que se conjuga el más intrínseco y riguroso ateísmo con un ordenamiento de la vida individual, de la sociedad y del Estado que es la réplica invertida -pervertida- de la Iglesia y de la Cristiandad, donde la soberanía de la verdad es sustituida por la soberanía de la libertad que hace de su régimen jurídico un absoluto en que se da al Estado la justificación en sí mismo de todos los actos de poder” [20].
“La soberanía de la verdad sustituida por la soberanía de la libertad”. Lo que hoy se llama “libertad negativa”, ya denunciada hace mucho por nuestro maestro y amigo.
Millones y millones de víctimas, muchísimos mártires, en la Unión Soviética, en Ucrania, en Polonia, en Hungría, en Yugoeslavia, en otros países satélites de Europa Oriental, en España, en México, en Cuba, en China, en Vietnam, en Corea… fueron ayer y en algunos lugares son hoy, la consecuencia de esta réplica invertida y pervertida de la Iglesia y de la Cristiandad.
Hace menos de un año el Papa beatificó al obispo húngaro Zoltan Meszlenyi, muerto mientras lo torturaban en 1951, por haber osado asumir la guía de la Iglesia después de la encarcelación de su predecesor el cardenal Joseph Mindszenty.
Es interesante destacar que hoy, mientras aquí en la Argentina una despistada diputada llamada Diana Conti se declara “stalinista” [21], el presidente ruso Dmitrij Medvedev reconoce que Stalin “ha cometido una multitud de crímenes… por estos crímenes no puede haber ninguna justificación… el régimen no puede ser definido sino como totalitario” [22].
El mismo Medvedev rindió homenaje a las víctimas de la masacre de Katyn, a los 22.000 polacos integrantes de su clase dirigente, oficiales, funcionarios, policías, gendarmes, campesinos polacos ajusticiados en 1940 por orden de Stalin [23].
“Perdonadnos, si podéis”. Fue con estas palabras que el presidente Boris Yeltsin consignó a Polonia los documentos que atestiguaban la plena responsabilidad de la Unión Soviética en la masacre de Katyn; a todo esto, para el inglés Churchill la cuestión de quienes eran los responsables, los alemanes o los soviéticos, no tenía ninguna importancia práctica [24].
Todos conocen el llamado Holocausto de los judíos e incluso existen países europeos en los cuales cuestionar el número de víctimas es un delito… Pero cuántos conocen el “Holodomor” la muerte por hambre y sed de seis millones de personas, de ucranianos, por voluntad de Stalin [25].
Y también aquí Brunner nos sirve para la conclusión: “No se olvide nunca lo siguiente: el principio totalitario ha hallado su desarrollo más completo y más consecuente en el comunismo bolchevista” [26].
VI.- Las persecuciones en la actualidad.
Hoy los cristianos sufren distintas persecuciones. En primer lugar, en lo que resta del mundo comunista; en segundo lugar, en los países musulmanes; en tercer lugar, en la India; en cuarto lugar, en Israel; en quinto lugar, en los países que fueron cristianos.
En nuestro país esto no interesa a casi nadie. Y no interesa la tragedia porque no se la conoce. No interesa a los medios de comunicación, a la televisión, a la radio, a los diarios. No interesa a los obispos, a los sacerdotes ni a los fieles. No interesa a los comisionistas de los derechos humanos. No interesa a los políticos. No interesa a los empresarios ni a los trabajadores. No interesa a nuestra Universidad Pontificia, quien en particular sintonía, participa con dolor la muerte de un ex presidente en la misma página que los masones. Por todo esto, las fuentes son extranjeras.
El 11 de enero de este año, apareció en el Corrierre della Sera una carta de dos importantes políticos italianos Mauricio Lupi y Mario Mauro titulada: “Difendere i cristiani perseguitati”. En ella, se quejan de los continuos ataques contra la comunidad copta en Egipto y de la violencia que días atrás había aterrorizado a los cristianos en Malasia, “últimos episodios de una onda de terror que está invadiendo el mundo. Son los enésimos signos del largo calvario en el cual se encuentran las comunidades cristianas… que hace años que no pueden libremente profesar su propio credo en China, en Vietnam, en Sudán, en Pakistán, en Irán, en Irak o en la India. Son decenas de miles las personas deportadas; miles los muertos, miles los sacerdotes y las monjas asesinados bárbaramente mientras trabajaban para ayudar a las poblaciones locales; millares las iglesias y los lugares de culto dañados o destruidos”.
El escrito concluye afirmando que “la comunidad internacional no puede permanecer indiferente, la defensa de los cristianos coincide con la razón misma de la existencia de las instituciones internacionales”. En la carta faltan países como Argelia, Corea del Norte, Indonesia, Arabia Saudita, Kosovo, Nigeria, Birmania, Malasia…
No podemos ocuparnos de todo esto, no podemos hacer una especie de enciclopedia de las persecuciones en países mahometanos, pero sí detenernos en casos puntuales, que muestran la irresponsabilidad y la desidia de los países más importantes de Occidente.
VII.- La tragedia de Irak.
Antes de que comenzara la guerra de Irak la revista 30 DIAS En la Iglesia y en el Mundo, realizó un reportaje al rector de la Facultad Teológica de Bagdad, el arzobispo Jascques Ishaq, en el cual éste, en forma profética, denunciaba: “por primera vez después de 2000 años, la Iglesia Católica de Irak corre el peligro de desaparecer definitivamente. Los católicos del mundo no pueden permanecer indiferentes: esta tragedia atañe a cada uno de ellos”.
Después recuerda que los cristianos son ciudadanos originarios de Irak, que han dado forma a la Nación; vivían allí antes que llegara el Islam.
Después de la guerra de 1991 hubo una hemorragia increíble: miles y miles de cristianos abandonaron el país. Los americanos ni los occidentales toman en consideración que esta guerra -la que se preparaba- hará mucho daño a la Iglesia de Irak. Porque los musulmanes son muchos: si un millón de ellos deja el país, habrá siempre otros veinte millones; pero si un millón de cristianos se va, la Iglesia en Irak desaparece.
“El problema de Irak no es Saddam Husein. El verdadero problema es que tenemos petróleo. Los problemas empezaron en 1972 cuando Irak nacionalizó su petróleo” [27]. Y agrega: “Nuestra desgracia es que somos un país rico en todo. Y muchos apetecen nuestras riquezas. Somos el primer pueblo que descubrió la escritura, y también la Biblia habla de nosotros: de Nínive, de Babilonia, aquí está la tumba del profeta Ezequiel”.
De nada bastaron estos y otros argumentos. El 20 de marzo de 2003 George Bush anuncia por TV el comienzo de las hostilidades, “para desarmar a Irak, liberar a su pueblo y defender al mundo de un grave peligro” [28].
Sin embargo, estas son tres mentiras, pues como denuncia un soldado norteamericano en su proceso: “He creído en la guerra en Irak, pero el presidente nos ha mentido sobre las causas de la intervención. Si partiese me volvería cómplice de los crímenes de guerra”. “Creía en el presidente, creía que Saddam tenía armas de exterminio…He comprendido que aquello que hacemos es ilegal e inmoral. Me siento traicionado”. Pidió ir a combatir en Afganistán: pero le fue negado. “Los soldados no eligen la guerra en la cual deben combatir”, explicó el portavoz del Pentágono [29].
Cuando estalla la inicua guerra de Irak era profesor de la Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires; todavía no estábamos marginados por viejos y caducos. Sin embargo, nuestros cursos molestaban bastante a autoridades de gordo pensar y a la nueva tiranía clerical. Las autoridades preferían a profesores incluso próximos en el pensamiento teórico, que se dedicaban a onanismos intelectuales sin aterrizar nunca en la realidad que siempre compromete.
Con nuestro querido adjunto, modelo de lealtad y de fidelidad, José Luis Rinaldi y con los alumnos nos pusimos a pensar la guerra. Era lo único que podíamos hacer en solidaridad con el país agredido y con la antigua cristiandad de Irak.
Tomamos como punto de partida un artículo de Jimmy Carter: “Esta no es una causa justa” [30], en lo cual tenía razón, pero a la vez comprobamos su indignidad moral por ser un copista de los clásicos, en especial de Francisco de Vitoria.
Después vino el encuadre jurídico de la guerra: San Agustín, Santo Tomás, Vitoria, fueron los guías. No faltó allí la Convención de Ginebra y otros documentos internacionales. Según un alumno, aprendió más Derecho internacional público que cuando cursó esa materia.
El tema concluyó con una evaluación a alrededor de 70 alumnos, 68 de los cuales manifestaron que no había causa justa.
El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica establece criterios morales en su n° 2309: la guerra justa requiere: “justa causa, legítima autoridad, probabilidad de éxito, proporcionalidad y respeto a los no combatientes”.
Y en un artículo aparecido entonces, se hicieron comentarios: acerca de la legítima autoridad, ¿se puede resolver en forma unilateral sin la aprobación del Congreso y de la ONU? Además, debe tener serias esperanzas de éxito y no debe entrañar males ni desórdenes más graves que el mal que pretende eliminar. La guerra contra Irak podría tener consecuencias imprevisibles…
Y también se preguntaba: “¿Qué impacto tendría sobre la población civil a corto y largo plazo? ¿Cuánta gente inocente debería sufrir y morir, o quedar sin su casa, sin bienes físicos, sin trabajo? ¿Hay justa causa?” [31].
La evaluación constaba de 10 preguntas y fue realizada el 10 de abril de 2003.
Las preguntas eran: 1) ¿Tiene la guerra una dimensión jurídica? Sí o no, y ¿por qué? 2) ¿Cuál es el argumento basado en el Evangelio que invoca San Agustín para justificar algunas guerras? 3) ¿En qué Tratado de la Suma Teológica se ocupa Santo Tomás del tema de la guerra y cuáles son los requisitos que señala para la guerra justa? 4) ¿El terrorismo siempre es injusto? Si lo es o no ¿por qué? ¿Se puede hacer legítimamente la apología de los llamados “mártires suicidas? Sí o no, y ¿por qué? 5) ¿En qué obras se ocupa del tema Francisco de Vitoria, cuáles son las causas injustas de guerra para él y cuál es la actualidad del planteo con relación a la guerra de Irak? 6) ¿Cuáles son las “reglas de oro” propuestas por Vitoria y en qué momentos se las debe observar? 7) ¿Cómo evoluciona el concepto de derecho de gentes desde los romanos hasta Vitoria? 8) ¿Cómo se concretiza el derecho de gentes en el derecho positivo de la ONU y de la Convención de Ginebra? 9) ¿Según ese derecho positivo la intervención de la coalición en Irak fue o no legal? 10) La doctrina expuesta por Jimmy Carter en su artículo “Esta no es una causa justa”, ¿es o no es original? Responder con pruebas. Si no lo es, ¿qué es Carter? ¿Por qué?
Hoy es muy fácil, y lo hace cualquiera, hablar del fracaso de la guerra de Irak. El asunto era hacerlo en el año 2003; era usar el argumento pragmático y prever entonces las consecuencias de la barbarie de la coalición encabezada por los Estados Unidos.
Así, aparece en un matutino un artículo de Malou Innocent titulado “El colosal error de la guerra de Irak” [32], que resume en cuatro capítulos:
Primero, los sacrificios en sangre y dinero: 4400 soldados norteamericanos muertos; 31.000 discapacitados físicos y muchos más traumatizados psicológicos, más de 100.000 iraquíes asesinados y más de dos millones exiliados a Jordania y Siria. La articulista habla de un costo de 700 millones de dólares, pero entendemos que lo recuperará con creces con el petróleo irakí.
Segundo: el fortalecimiento de la influencia de Irán en Irak y en la región.
Tercero: el desprestigio de los Estados Unidos que “lejos de ser visto como un liberador benévolo, fue percibido como un gigante torpe, además de abusivo e hipócrita”.
Cuarto: “las oportunidades que los Estados Unidos perdió. El desastre de Irak desplazó unos muy necesitados servicios de inteligencia, atención pública y supervisión del Congreso de la guerra olvidada en Afganistán”.
La conclusión del artículo es “que las guerras tienen el potencial de exponer los límites del poder militar y que las intervenciones armadas deberían llevarse a cabo solamente cuando fueran absolutamente vitales para la seguridad de una nación”.
Hace poco, mientras espera la horca, en un reportaje quien fuera vicepresidente y canciller, Tareq Aziz, afirma: “El retiro de las tropas de Estados Unidos dejará Irak en poder de los lobos. América y Gran Bretaña han matado a Irak. Somos sus víctimas. Pero cuando se cometen errores es necesario corregirlos. Pensaba que Obama querría corregir algunos errores de Bush. Pero es un hipócrita. No se pueden abandonar las cosas así” [33].
Según informa “La Nación”, el 4 de noviembre, la célula de Al-Qaeda en Irak advirtió que “los cristianos son ‘blancos legítimos’ que deben ser atacados en cualquier lugar en que se encuentren”.
Considero que es una vuelta a las peores persecuciones de los romanos. Sobre la base de la Sharia, la ley coránica en la cual se inspira la Constitución de Afganistán, quien abandona el Islam y reniega de Mahoma, es pasible de la pena capital.
En ese pobre país, el juez Abdul Wasi interroga al acusado, Abdul Rahman, denunciado por su suegro por haberles dado una Biblia a sus hijas: ¿Es verdad que has renegado del Profeta? Sí, ha sucedido hace 16 años. ¿Estáis dispuesto a corregir tu error? No [34]. Como vemos, en la boca de estos cristianos del siglo XXI, se encuentra también la respuesta de los mártires de todos los tiempos.
La sombra de la sharia también se extiende sobre Malasia. El drama de Lina Joy, pasada del Islam al cristianismo. “es una tradición del Islam: va a ser ejecutada. Como su abogado: si lo ven morir, no lo ayuden”. La Corte Islámica de Malasia puede condenar a los musulmanes que quieren dejar el Islam a pasar años en los campos de reeducación religiosa. Uno de ellos se llama “Casa de la Fe”. Comenta Michele Farina: hasta para los orangutanes, en la animalista Malasia, existen centros de rehabilitación, donde vienen reeducados a vivir en libertad. En ‘los campos de la fe’ ocurre lo opuesto [35].
Volvamos a Irak. Antes de la guerra los cristianos eran una floreciente comunidad de alrededor de 1.300.000 miembros. Hoy son alrededor de 550.000. Y cuando preparábamos este trabajo nos enteramos de la masacre de cristianos en el ataque a la catedral sirio-católica de Bagdad: 58 muertos 80 heridos; uno de los primeros asesinados fue el sacerdote que celebraba la Misa Taher Abdel Nasih, de 35 años, “uno de los padres más jóvenes, el futuro de la Iglesia de Irak”. El ataque fue firmado por “El Estado Islámico de Irak”.
Al día siguiente, el 2 de noviembre, en el Corriere della Sera, habla una familia iraquí, uno de cuyos miembros fue herido en el atentado: “Somos extranjeros en nuestra patria. ¿Cómo se hace para vivir así? Estamos cercados, perseguidos, siempre más aislados. Los extremistas islámicos nos quieren matar. El gobierno nos ignora. El mundo piensa en otra cosa. No nos queda más que partir, huir, emigrar lo más lejano posible de Irak”.
“La Iglesia irakí, la más antigua de Medio Oriente, se está derritiendo como nieve al sol. Dentro de poco de los cristianos irakíes quedará sólo un vago recuerdo aquí”.
Y concluye con una comparación casi obligada: “Saddam. Era la dictadura, es verdad. Pero al menos, ninguno podía retorcernos un pelo” [36].
Sin embargo, hay otros que a pesar de todo eligen quedarse. Es la respuesta que escuchó Mario Mauro: “Somos cristianos, lo que nos define no es la situación, sino la experiencia de la fe. Aun en la dificultad tenemos razones para continuar viviendo en nuestro país” [37].
Es la opción del Padre Mazen Makota, de 36 años, el día en el cual tres sicarios, con la certeza de la impunidad, mataron a su padre y a sus dos hermanos, quedarse. Su biografía parece un espejo de la persecución colectiva. Ordenado sacerdote en el 2007, ayuda a los deficientes en la organización del arzobispo caldeo Faraj Racho, martirizado en el 2008. A los 43 días de ordenado es víctima de un secuestro con otro sacerdote, mientras se preparaban para celebrar un funeral. Su liberación costó 200.000 dólares. Como explica: “terroristas y bandidos piensan que la Iglesia es rica y secuestran a otros sacerdotes” [38].
Hace tres días, más cristianos son asesinados. Ahora se los ataca en sus casas, en los barrios donde son más numerosos, en sus lugares de trabajo, en sus automóviles, con bombas o con morteros [39]. Quieren infundir miedo, terror e inducir a los cristianos al exilio.
Entendemos que como relato es suficiente; sólo cabe agregar algunas palabras del Patriarca Sirio Católico de Antioquía Ignace Youssef III, al primer ministro de Irak donde le dice que las excusas del gobierno no son más que complicidad para lograr el objetivo de vaciar a Mosul de cristianos y del arzobispo de Mosul, Georges Casmoussa, quien aclara que “los cristianos son asesinados por el hecho de ser cristianos”.
El Papa Benedicto XVI ha reclamado en más de una ocasión requiriendo el fin de las persecuciones, ha rezado por las víctimas, ha exhortado al gobierno de Irak a “brindar seguridad a la población y, en particular, a las minorías religiosas más vulnerables” y finalmente “ha exhortado a la comunidad internacional a prodigarse para dar a los irakíes un futuro de reconciliación y de justicia” [40].
Ayer, apareció en la tapa del Corriere della Sera, un excelente artículo de Angelo Panebianco, “Cristiani invisibili”, el silencio sobre las persecuciones, en el cual denuncia que los cristianos inermes, son víctimas de las luchas de poder entre grupos islámicos. “Los cristianos son asociados con los enemigos, con el mundo occidental. Matarlos tiene un gran valor simbólico: se elimina una presencia impura”.
VIII.- Dos palabras acerca de Pakistán y de la India.
En Pakistán los cristianos son unos tres millones, discriminados injustamente a nivel económico, político y social. Desde que en el 2001 comenzó la guerra con Afghanistán, la radicalización del Islam pakistaní ha multiplicado los ataques contra los cristianos. Iglesias destruidas, casas incendiadas, asaltos. Hasta el pogrom en Gojra en agosto de 2009.
Este año, un conductor de auto, quien trabajaba para un hombre rico que le insistía que se convirtiera, Ashed Massih, de 38 años, fue quemado vivo por no querer convertirse al Islam y murió después de tres días de atroz agonía. Mientras tanto su mujer era violada por la policía bajo la mirada aterrorizada de sus tres hijos.
Otro caso. La ley acerca de la blasfemia, en vigor desde 1985, castiga a “cualquiera que profane el Corán o insulte al Profeta”. El sacerdote Morris Jalal señala que al menos en el 99% de los casos se invoca para justificar revanchas o venganzas y pone el ejemplo reciente de un matrimonio condenado a 25 años de cárcel por la denuncia de un vecino que los había visto “tocar el Corán sin haberse lavado las manos” [41].
Un último caso de hace dos días. Una campesina cristiana Asia Bibi, madre de cinco hijos, fue condenada a muerte por haber sostenido en una discusión qué podría haber hecho Mahoma por el bien del mundo, después que Cristo acabó sobre la cruz para rescatar a la humanidad de sus pecados [42].
Y por fin, sólo comentar que el odio contra los cristianos aumenta, como los estupros, violaciones y asesinatos de cristianas menores [43].
Nos queda la India, un país que deviene casi admirable por su crecimiento demográfico: dos tercios de sus habitantes tiene menos de 35 años [44] y constituye lo opuesto a la envejecida China con su absurda política del hijo único que lleva consigo la eliminación de millones de mujeres, con lo cual hoy sobran 25 millones de varones.
Sin embargo, en la India, el 2,3% de la población que es cristiana, hace rato que sufre persecuciones. Solamente en poco más de un mes, a fines del 2008, 50.000 cristianos fueron expulsados de sus viviendas, 315 poblaciones fueron atacadas con daños graves, 150 iglesias e instituciones cristianas fueron incendiados, 60 fueron los muertos y 15.000 los heridos. Los campos de refugiados se han convertido en estructuras casi permanentes [45].
Este año aparecieron viñetas blasfemas del Sagrado Corazón de Jesús, en las cuales aparece con un cigarrillo. La imagen se encuentra en un abedecedario como “Idol”, junto a “Jeep” y a “Jeans”. La paciencia de los cristianos se acabó. Cerraron sus negocios e hicieron manifestaciones, mientras los hinduistas aprovechaban para asaltar las iglesias y atacar sus casas [46].
IX.- Una palabra acerca de Israel.
Los cristianos están desapareciendo de Tierra Santa [47]. En Medio Oriente la población cristiana es en Egipto el 10%, en Siria el 8%, en Arabia Saudita en 3,5% [48], en Jordania el 2,7%, en Israel el 2,1%, en Irak el 1,5%, en Palestina el 1% y no llega a ese porcentaje en Libia, Túnez, Turquía e Irán. En total unos 17 millones de personas.
El año pasado, hoteles y restaurantes del Oeste de Jerusalén, sobre todo aquellos en los que desembarcan ómnibus de peregrinos, han recibido una gentil invitación a no exponer símbolos de la Navidad cristiana [49].
En Israel los cristianos son tratados con desprecio. Un caso paradigmático fue el del sacerdote Samuel Rufeisen, converso al catolicismo, quien murió a los 76 años, llevándose a la tumba su deseo por el que luchó durante casi cuarenta años: tener su documento de identidad como católico judío; católico de religión, judío de raza. Según el rabino Tzvi Grunblatt, “nacido de vientre judío, ha sido un judío renegado”. La Corte Suprema de Israel le concedió la ciudadanía pero en el rubro nacionalidad se consignó la frase “poco clara”. El mismo Estado que no lo reconoció como judío, tampoco le otorgó la distinción que concede a los no judíos que ayudaron a salvar a judíos durante el holocausto [50].
O sea no era judío pero tampoco no judío. ¿En qué quedamos? Que en su maltrato con los cristianos los gobiernos de Israel desconocen hasta el principio de no contradicción.
Hace poco Benedicto XVI convocó a un Sínodo de los Obispos de Medio Oriente. Al día siguiente de su terminación, el gobierno de Israel denuncia que “el Sínodo ha sido tomado como rehén por una mayoría anti-israelita… y se ha transformado en un foro para ataques políticos contra Israel en el signo de la mejor tradición de la propaganda árabe”.
¿Cuál es la causa de semejante reacción? El mensaje conclusivo de los 185 padres sinodales que dice: “No es posible recurrir a posiciones teológicas y bíblicas para hacer un instrumento justificativo de la injusticia”.
Además, con toda razón, el obispo grego-melkita Cyrille Salim Bustros durante la conferencia de prensa de presentación del mensaje aclaró: “No se puede basar sobre el tema de la Tierra prometida para justificar el retorno de los hebreos a Israel y el exilio de los palestinos porque la promesa de Dios en el Antiguo Testamento sobre la Tierra prometida, para nosotros cristianos ha sido abolida por la presencia de Cristo: la tierra prometida es el Reino de Dios, toda la tierra y no hay más pueblo elegido”.
Es interesante el comentario de Amos Luzzatto, presidente de la Unión de la Comunidad Hebraica en Italia: “Estamos cancelando el Concilio Vaticano II. Se vuelve a Jesús que anula el Antiguo Testamento” [51]. ¡Qué bueno volver a Jesús!, quien confirma y ahonda los preceptos morales del Antiguo Testamento, deroga los ceremoniales y delega al poder político el uso de los judiciales o políticos.
X.- El tema en países de mayoría cristiana.
Este año, el Papa visitó Malta y debe haberse sentido muy a gusto, pues les dijo a sus anfitriones: “Debéis estar orgullosos que vuestro país defienda al niño no nacido y promueva la estabilidad de la familia diciendo no al aborto y al divorcio. Otras naciones deberían aprender de vuestro ejemplo cristiano. En el contexto de la sociedad europea, los valores evangélicos, todavía otra vez, están volviéndose una contracultura como al tiempo de San Pablo [52].
Ejemplo cristiano, aceptación de los valores evangélicos, estabilidad de la familia, ambiente de Cristiandad. Todo lo contrario de lo que sucede en los grandes países de Europa occidental, en los cuales el catolicismo tiene cada vez más dificultades.
En el Corriere della Sera, aparecieron dos artículos, uno de Ernesto Galli della Loggia, “Una Italia anticristiana”; otro de Claudio Magris: “El furor injusto contra la Iglesia” [53].
En el primero se denuncia la agresividad creciente contra el catolicismo y se señalan los temas para la crítica: “el celibato, el machismo, el autoritarismo jerárquico, la manipulación de la verdadera figura de Jesús, la adulteración de textos fundacionales, la complicidad en la persecución de los judíos, la especulación financiera, el desprecio hacia la mujer y la consiguiente negación de sus derechos, el sexismo antihomosexual, el desconocimiento del deseo de paternidad y maternidad, el sostenimiento del fascismo, la hostilidad al uso de los preservativos, y por consiguiente, el apoyo de hecho a la difusión del SIDA, la desconfianza hacia la ciencia, el dogmatismo y la intolerancia congénita”. ¡Magnífica enumeración!
Todo esto ha conducido en un país católico a modificar el mismo sentido común de las mayorías ¡Ah Gramsci! enemigo lúcido, cuánta razón tenía, había que cambiar el sentido común que “se está volviendo de hecho anticristiano”.
El artículo acaba con una crítica al cinismo que tiene el placer de la inmundicia, de proclamar la ubicuidad y la fuerza; que no puede creer en ninguna cosa que busque la luz y tenga la mirada vuelta hacia lo alto, porque siempre tiene necesidad de rebajar todo a su bajeza”.
En el segundo artículo se habla de “tiro al blanco contra la Iglesia”, que hoy hace de platillo o de pichón en un club de tiradores. Se habla de la pérdida del respeto, del estilo, de la falta de medida y hace una buena comparación: “quien silba a Benedicto XVI por su oposición al enlace homosexual, extrañamente no va al menos a tirar tomates a las embajadas de aquellos países en los cuales los homosexuales son decapitados”.
Un cliente de la escribanía en la cual trabajamos, que vivió años en Europa, un día nos dijo que los argentinos éramos italianos que hablamos castellano. O sea que creemos que todo esto nos sirve a nosotros.
Ahora bien, mientras los cristianos sufren desprecio, humillaciones y persecución en los países mahometanos y en Israel, esas minorías en los países de mayoría católica, como Italia, se destacan por su soberbia y desmesura. Así, hace unos años, el jefe de los musulmanes de Italia se dirigió en forma insolente a Juan Pablo II requiriéndole su conversión al Islam: “¡Obispo de Roma! En nombre de todos los musulmanes lo invito a abandonar la religión idolátrico-politeísta que profesa y pronunciar la Shahada, testimonio de fe del musulmán” [54].
A todo esto los mahometanos constituyen el 1,7% de la población en Italia [55]. Y un tema clave hoy es la protección de los conversos, pues los cristianos convertidos de la fe musulmana viven en la actualidad en nuevas catacumbas con permanentes amenazas de muerte de sus ex correligionarios, sin que nadie asuma su defensa [56]. Además este es un punto en el cual las escuelas jurídicas islámicas tradicionales están de acuerdo: la sharia decreta la muerte del “apóstata”, y matarlo en una obligación de cualquier ciudadano [57].
En Francia, Brigitte Bardot fue condenada al pago de 5000 euros por incitar al odio racial por el contenido de su libro “Un grido nel silenzio”, mayo del 2003.
Ante la condena la actriz declara: “Estoy en contra de la islamización de Francia. Tenemos el derecho de estar escandalizados cuando clandestinos o mendicantes toman por asalto nuestras iglesias para transformarlas en pocilgas humanas, defecando detrás del altar, meando contra las columnas, difundiendo sus olores nauseabundos” [58]. Aquí lo hacen en la Catedral las Madres de Plaza de Mayo.
Como escribía Oriana Fallacci: Europa no es más Europa es Eurabia, que con su debilidad, su inercia, su ceguera, su servilismo al enemigo se está cavando su propia tumba [59].
Una prueba de este servilismo lo tenemos en un fallo judicial: es la sentencia del tribunal de Bolonia del 13/3/2003 ha reconocido indirectamente la poligamia en Italia sosteniendo que “el delito de bigamia puede ser cometido solo por el ciudadano italiano en el territorio nacional siendo irrelevante el comportamiento tenido en el exterior por el extranjero cuya ley nacional reconoce la posibilidad de contraer más matrimonios”. Hay unos 15000 casos en Italia [60].
Incluso para no molestarlos se denuncia a dos profesoras por violar los derechos de la minoridad al desear a sus alumnos ¡Feliz Navidad! Fue una gaffe. Deberían haberles deseado “felices fiestas” o “buenos augurios” o “buenas vacaciones”. O hacerles un regalo “que gustan a todos y tienen la ventaja de ser agnósticos (y de sostener la economía). Así la Navidad se ha transformado en ocasión de consumo superfluo: del Dios encarnado al dios-mercado”.
Además no tienen en cuenta las incoherencias del mundo islámico: Según Mahoma en el mundo hay sólo tres delicias: las hermosas mujeres, los buenos olores y la plegaria santa” [61].
Evidentemente entre lo deleitable de este mundo no figura el buen vino. Por eso con razón le contesta en su poema “El vino místico” el sufí Ibn Al-Farid, S. XII: “Dicen: has bebido el pecado. Nada he hecho, ¡he bebido aquello que sería pecado abandonar!”
Y queda el tema de la delicia las mujeres, cuya hermosura ¿las salvará de la paliza? pues como adoctrina a sus seguidores en la mezquita de Verona el imán Wagdy Ghoneim: “Es justo golpear a las mujeres, no tienen alma” [62]. ¿Será a las mujeres feas? No lo aclara.
Con todos estos antecedentes, la Pontificia Universidad Católica invitaba a los alumnos por iniciativa de un sacerdote llamado Jorge Murias a visitar la Mezquita y el Centro Cultural Islámico [63], edificados en terrenos regalados durante el gobierno de Menem a Arabia Saudita, país en el cual no se puede llevar una cruz. Además se pide contribuir para sostener los lugares de culto. Ese Murias ¿es idiota o traidor?
Por otro lado los judíos, que en Italia no son más que unos 30.000, no dejan pasar ocasión sin hostigar a la Iglesia, atacar a la tradición y difamar a Pío XII.
En los últimos días, el rabino de Roma, que no es Eugenio Zolli, sino Ricardo Di Segni, protesta incluso contra una película “Bajo el cielo de Roma”, acerca de la actuación de Pío XII desde el verano de 1943 hasta el 4 de junio de 1944, y critica su larguísimo elenco de omisiones y falsificaciones. Sostiene que el film tiene como objetivo “mostrar la absoluta bondad de aquél Pontífice y justificar política y moralmente todo lo que ha hecho” [64]. Este desagradecido olvida que el propio Israel a través de su canciller Golda Meir reconoció que más de 400.000 judíos salvaron su vida gracias a Pío XII.
XI.- Las persecuciones del futuro.
No somos adivinos, pero entendemos de acuerdo a la palabra evangélica, que las dificultades y persecuciones continuarán hasta el fin de los tiempos, pero también esperamos un fin de los tiempos no pluralista sino unitario, cuando se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.
En un mañana próximo pensamos que el futuro del catolicismo se encuentra en África y en Asia. Que Europa occidental, sino cambia pronto su “opción fundamental” posiblemente se transformará en Eurabia. Todo esto dará lugar a nuevos conflictos, luchas y persecuciones.
Europa oriental es una esperanza. El comunismo hizo mucho mal, pero no pudo desarraigar el alma cristiana de tantos pueblos. Leningrado vuelve a ser San Petersburgo y el terrorífico Gulag vuelve a ser un monasterio. Vuelve a ser obligatoria en Rusia la enseñanza religiosa como signo de identidad nacional.
Respecto a nuestra sufriente Argentina, que al fin y al cabo se encuentra muy lejos de todo, a pesar de la globalización y a su futuro próximo, aludiremos al texto de un prelado que me parece útil para encarar el tema, que por ahora es de problemas y dificultades, pero que si existe una mínima reacción católica, puede transformarse en persecución.
En un artículo publicado este año [65], el arzobispo de La Plata, Monseñor Héctor Aguer, señala que se presentan tres cuestiones desde que se pretendió cambiar la esencia del matrimonio:
En primer lugar, la libertad de la Iglesia: “¿Podremos predicar libremente lo que la Biblia, la tradición y el magisterio enseñan acerca de la sexualidad humana y el matrimonio? ¿Se nos obligará a formar a los alumnos de nuestros colegios según la nueva valoración establecida por el Congreso, en contra de la doctrina católica y el sentido común?”
Luego alude ante una posible antinomia entre la libertad de la Iglesia protegida por la Constitución y el Plan Nacional contra la Discriminación, promovido por el decreto 1086/2005, firmado por Kirchner, cuya muerte ha provocado “la pena y la sensación de desamparo… a todos los argentinos” [66], según expresó el cardenal Leonardo Sandri, quien se nota hace tiempo que no frecuenta estos lares. Y concluye Aguer, quien parece no concordar con Sandri: “Todo puede temerse en un país en el cual no son raras las anomalías jurídicas y judiciales”.
La segunda cuestión es “la libertad de los padres para educar a sus hijos según sus convicciones morales y religiosas. Pienso especialmente en los alumnos que concurren a escuelas de gestión estatal. Los contenidos curriculares, en los temas referidos a la concepción del hombre, la función sexual y la estructura de la familia, van quedando plasmados en textos oficiales en los que campea el constructivismo gnoseológico y ético y la ideología de género. Es evidente que se procura inducir un cambio cultural modelando la conciencia de las futuras generaciones argentinas. ¿Se requerirá el consentimiento de los padres y se respetará su decisión respecto de la intervención del Estado en un aspecto tan íntimo de la formación de los hijos.
La tercera cuestión, “es la objeción de conciencia que con toda razón podrían oponer funcionarios del Registro Civil, jueces y educadores obligados a aplicar la ley en sus respectivos ámbitos”.
El arzobispo habla de “objeción de conciencia”; nosotros, siguiendo a Danilo Castellano, preferimos hablar de “objeción de la conciencia” que entendemos que es algo distinto en sus fundamentos.
Hemos visto la argumentación de los primeros cristianos para no adorar al César. Como escribe el profesor italiano, la de ellos era “objeción de la conciencia, no objeción de conciencia. Ellos resistían no en nombre de la autonomía moral subjetiva, sino en nombre de la ley escrita en la propia conciencia” [67].
La distinción señalada ha sido ilustrada con claridad por Sergio Cotta, quien escribe: “Antígona, Sócrates y los mártires cristianos desobedecen por decisión propia… pero en nombre de la ley no escrita, de Dios, pero no en nombre propio. En vez quien hoy desobedece, fuera del cuadro tradicional, lo hace no sólo por decisión propia, sino además en nombre propio, apelando a la soberanía de la propia conciencia individual” [68].
El tema no es irrelevante, no se trata de una cuestión de palabras, sino que “la distinta naturaleza del fundamento torna radicalmente diverso este acto humano y comporta un distinta concepción no sólo del orden moral, sino también del ordenamiento jurídico”.
El tema es el de la autonomía y de la heteronomía. Si el hombre constituye o discierne el orden moral. Si el hombre autónomo lo constituye estamos ante un “subjetivismo incontrolado”. Si por el contrario el hombre discierne el orden, su conciencia será un juicio práctico que presupone la ley moral objetiva.
Por eso, en nuestro Curso de derecho Natural, definimos a la conciencia como “un acto que permite al hombre apreciar su conducta juzgándola según las normas que son los principios y preceptos de la ley natural, conocidos por medio de la sindéresis” [69]
La objeción de conciencia moderna no es continuidad sino ruptura con la objeción de la conciencia tradicional. Con ella, el subjetivismo se vuelve legal y en consecuencia, como señala el Cardenal Ermenegildo Florit, “las leyes emanadas del Estado quedan dependientes de la opinión subjetiva del individuo, lo cual, en esto, como en todos los otros campos del derecho, equivale a quitar el fundamento del orden social, esto es, a la anarquía” [70].
Para no caer en la anarquía, en nuestro Curso ya citado, señalábamos que “todo verdadero derecho subjetivo debe fundarse en lo justo objetivo, ser regulado por alguna norma natural o positiva y estar ajustado al bien común” [71].
Para acabar, entendemos que debemos luchar contra varios enemigos. El primero se encuentra en nuestro interior; es lo que se llama la carne como contraria al espíritu. Si el espíritu no domina a la carne, si no hay orden en nuestra mente y en nuestro corazón, no haremos nada eficaz en el exterior.
El segundo, es lo que se llama el mundo. Entendemos que grandes sectores del cristianismo de hoy, sobre todo entre nosotros, se han mundanizado. Ese cristianismo ha dejado de ser “sal de la tierra” y “luz del mundo”. No sirve para nada.
El tercero es otro ámbito del mundo cuya finalidad es acabar con lo que resta de cristiandad en la Argentina. En las casas de gobierno y en los congresos, en los tribunales y en las oficinas, en las escuelas y universidades, en las estaciones y en los caminos, en las plazas y en las rutas, en los cuarteles y en las cárceles, en los hospicios y en los hospitales, en la ciudad y en el campo, existe un enemigo: la cruz. Ellos quieren reemplazarla por alguno de sus muchos ídolos: desde la Pachamama hasta la Democracia, desde el sexo hasta algún deportista profesional…
Quieren arrancar la cruz. Sin embargo es imposible borrarla de nuestro cielo donde está clavada con cuatro estrellas. Que les sea también tarea imposible borrarla de nuestra mente y de nuestro corazón, que su presencia permanezca a lo largo y a lo ancho de nuestra patria.
La cruz es nuestro signo victorioso, como canta nuestro poeta y amigo, Miguel Angel Etcheverrigaray:
“Aunque te creas derrotado,
con este signo vencerás;
politeísmo fracasado,
sólo con Uno triunfarás
los dioses son camino andado,
polvo de tierra y nada más.
Con este signo, muerte y vida,
toda la tierra ganarás;
este es la tierra envilecida,
la tierra verde del agraz;
pero es la tierra prometida
y con mi signo vencerás.
Yo soy aquel que bien te ama
y con mi signo vencerás [72].
Bernardino Montejano, Bella Vista, 15/11/2010.
NOTAS
[1] El caso de Sócrates es paradigmático. Acepta la sentencia injusta para no perjudicar a la polis.
[2] Un día domingo, en Nuestra Señora de Luján Castrense, en las intenciones de la Misa se rezó por “todas las religiones que adoran al único Dios verdadero”. Al reclamar al sacerdote y señalarle que los únicos que adoran al Dios verdadero son los cristianos, contestó: “Vos hilas muy fino”. ¡No! Soy un primitivo, pero creo que los mandamientos comienzan por el primero y que la primera tabla de la ley precede a la segunda.
[3] Aunque hoy se dude de su existencia explícita, existió en forma implícita y eficaz.
[4] Orlandis José, Cristianismo e imperio romano pagano, en Verbo, Speiro, Madrid, n°387/8, año 2000, p.541.
[5] Actas de los mártires, B.A.C., Madrid, 1956, p. 92. Los arúspices eran sacerdotes romanos que examinaban las entrañas de las víctimas para formular presagios, en tanto los isíacos le rendían culto a Isis.
[6] Artículo citado, p. 543.
[7] Ob. cit., p. 119.
[8] Tópicos, L. III, C. I, 11 y 12 en Tratados de Lógica, Porrúa, 1975, p. 252.
[9] Ruiz Bueno, ob. cit., p. 368.
[10] Ruiz Bueno, ob. cit., ps. 642, 644 , 645 y 648.
[11] La justicia, Universidad Nacional Autónoma de México, 1961, p. 175.
[12] Los jacobinos, Huemul, Buenos Aires, 1962, ps. 240/1.
[13] Una teoría de la fiesta, Rialp, Madrid, 1974, ps. 82/3.
[14] Lavaur, Luis, Persecución religiosa de la Revolución Francesa, Verbo, Madrid, 1990, n°283-284, p. 381.
[15] Homilía de Juan Pablo II durante la beatificación del sacerdote Guillermo Repin con 98 compañeros mártires. “L’Ossservatore Romano” 28-2-84 pág.2. Un día asistimos a una magnífica presentación del Diálogo de Carmelitas de Georges Bernanos. Estaba el nuncio apostólico Monseñor Ubaldo Calabresi, quien al concluir la obra y en forma espontánea, habló unos tres minutos para recordar el carácter visceralmente anticristiano de la Revolución Francesa. Las monjas habían sido asesinadas por odio a la fe. Pocos días después, nuestra sorpresa fue mayúscula, porque en el diario La Nación aparecía Monseñor Calabresi en el C.A.R.I., en un homenaje a la Revolución Francesa. Acerca del tema y de otros desvaríos de dicho Nuncio, remitimos a la “Carta abierta de S.S. Pío IX a Monseñor Ubaldo Calabresi”, aparecida en “Cabildo”, 3ª. Época, año I, n° 8, Buenos Aires, junio-julio de 2000.
[16] Lavaur, artículo citado, p. 387.
[17] Ob. cit., p. 175.
[18] “30e. aniversaire de Divini Redemptoris”, Monde et vie, París, 1967, n°168, p. 44.
[19] Proyección histórica de la Divini Redemptoris, Mikael, Paraná, 1979, p. 82.
[20] Deberes de caridad y de estricta justicia, en El comunismo ateo, Acción Católica, Buenos Aires, 1938, ps. 314/5.
[21] Ver carta de Diego de Elizalde en “La Nación”, Buenos Aires, 19/2/2010.
[22] Corriere della Sera, Milán, 8/5/2010.
[23] Corriere dela Sera, Milán, 29/4/2010.
[24] Según el artículo de Giovanni Belardelli, titulado “Katyn, strage sovietica e ipocresia occidentali”, publicado en el Corriere della Sera, Milán, el 22/3/2006.
[25] Strada Vittorio, Ucrania, voci dal silenzio di uno sterminio, Corriere della Sera, Milán, 14/2/2004.
[26] Ob. cit., p.175.
[27] Es interesante lo que señala Noam Chomsky: “Saddam Hussein ha sido ajusticiado por crímenes cometidos en 1982, cuando era uno de los aliados más estrechos y fieles de USA… La prisa con la cual América ha querido desembarazarse del raìs no es casual, después de años y años de cómplice silencio, los medios occidentales habrían podido relatar aquello que hasta ahora han callado sobre Saddan criatura americana. La foto del 1983 de Donald Rumsfeld que estrecha la mano a Saddan debería haber acabado en primera página durante el proceso. Pero el hombre de la calle en América continúa ignorando la verdad. ¿Cuál? Saddan era sin duda uno de los peores criminales de la era moderna y sin embargo, soy contrario al patíbulo… El problema es que no debería haber acabado solo frente a la justicia, porque gracias al apoyo de Washington ha podido hacer lo que ha hecho”. En 1982 Reagan remueve a Irak de los Estados sponsor del terrorismo para poderle dar ayuda sustancial. Entre ellos los instrumentos para desarrollar armas de destrucción masiva… la colaboración prosiguió durante las peores atrocidades. En 1989 Busch padre invitó a ingenieros nucleares a USA para un entrenamiento sobre métodos más avanzados para desarrollar armas nucleares. Y esto ha ido adelante prácticamente hasta la invasión de Kuwait. ¿Culpa sólo de América? Saddam también era el pupilo de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Rusia e Italia. Londres le ha dado ayudar militar hasta el día de la invasión a Kuwait. Busch padre ha teorizado con claridad: “Nuestra responsabilidad de dar asistencia… a Sadam es una fuerza de estabilidad en la región”. Si no fuese por el petróleo, Washington se hubiese preocupado de Irak cuanto de África central. L’accusa de Noam Chomsky: era il pupillo degli USA, Corriere della Sera, Milán, 21/12/2006.
[28] En una carta del presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, Monseñor Wilton Gregory, obispo de Belleville, dirigida a Bush, le escribe: “Consideramos difícil justificar la extensión de la guerra al terrorismo a Irak, en ausencia de evidencias claras de la implicación irakí en los ataques del 11 de septiembre o de un inminente ataque de una naturaleza grave”.
[29] Ehren Watada, 28 años, alistado como voluntario después del 11 de septiembre, ver en “Guerra inmorale”: il tenente Watada davanti alla Corte marziale, Corriere della Sera, Milán, 4/2/2007.
[30] La Nación, Buenos Aires, 10/3/2003.
[31] Cristo hoy, 2/1/2003.
[32] La Nación, Buenos Aires, 19/6/2010. La autora es analista de política exterior en el Cato Institute de Washington.
[33] Corriere della Sera, Milán, 7/8/2010.
[34] “È diventato cristiano, debe morire” de Andrea Nicastro, Corriere della Sera, 21/3/2006.
[35] “No al matrimonio della convertita” de Michele Farina, Corriere della Sera, 25/8/2006.
[36] Lorenzo Cremonesi, “E’arrivato il momento di fuggire”, Corriere della Sera, Milán, 2/11/2010.
[37] Paolo Salom, “L’Europa alzi la voce per fermare il masssacro”, Corriere della Sera, Milán, 2/11/2010.
[38] Lorenzo Cremonesi, Cristiani in Irak, il grido di Padre Mazen: “Così hanno distrutto la mia famiglia”, Corriere della Sera, Milán, 3/3/2010.
[39] “Nuovo attacco ai cristiani iracheni”, Corriere della Sera, Milán, 11/11/2010.
[40] Gian Guido Vecchi, “Persecuzione religiosa. L’appello del Papa per i cristiani in Irak” Corriera della Sera, Milán, 1/3/2010.
[41] Cecilia Zecchinelli: “Pakistan, cristiano arso vivo: no voleva convertirsi all’Islam, Corriere della Sera, Milán, 24/3/20010.
[42] Maurizio Caprara, “Morte a la blasfema”, Corriere della Sera, Milán 12/11/2010.
[43] Cecilia Zecchinelli, “Pakistan: Stuprata è uccisa una bambina cristiana, Violentata anche una dodicenne e incinta, Corriere della Sera, Milán, 14/10/2010.
[44] Danilo Taino, “La giovane India da lezioni di speranza all’Occidente, Corriere della Sera, Milán, 30/11/2007.
[45] Corriere della Sera, Milán, 9/2/2009.
[46] Cecilia Zecchinelli, “Vignetta blasfema di Gesù accende la rabbia in India”, Corriere della Sera, Milán, 23/2/2010.
[47] Es mentira lo que afirma el rabino jefe de Roma Ricardo Di Segni: “el único país en el cual la presencia cristiana crece es Israel” en Gian Guido Vecchi, “Israel non usi la Bibbia per continuare l’ocupazione”, Corriere della Sera, Milán, 24/10/2010. Ver Kenizé Mourad, El perfume de nuestra tierra, Océano, Madrid, 2003, p. 72 y ss.
[48] Se calcula que en la Península Arábiga hay 2.500.000 de católicos, pero en Arabia Saudita está prohibido el culto cristiano. (Andrea Ricardi, Cattolici “schiaciati” in Medio Oriente, Corriere della Sera, Milán 16/10/2010). Allí existe la Comisión para la promoción de la virtud y prevención del vicio. A ella llega una denuncia contra una norteamericana que en la sección para familias de un bar toma un café con un compañero de trabajo, pese a que usaba el hijab (velo en la cabeza) y el abaiya (una especie de sobretodo negro). Es conducida a la cárcel donde es maltratada y liberada por su marido, quien expresa que volverán a América: tememos por nuestra vida y ulteriores persecuciones (Cecilia Zecchinelli La manager USA che rischia la vita per un caffe in Arabia (Corriere della Sera, Milán, 21/2/2008).
[49] Francesco Battistini, I rabbini d’Israel: via il simboli natalizi dagli alberghi, Corriere della Sera, Milán, 14/12/2009. Allí el articulista también señala que no es un gran momento para las relaciones entre judíos y católicos. Con relación a las negociaciones en torno a la propiedad del Cenáculo, después de un encuentro en Roma, las delegaciones han vuelto con una sola certeza: “Estamos de acuerdo sobre del hecho de no estar de acuerdo”.
[50] Ricardo López Dusil, Judaísmo, ¿religión o civilización?, La Nación, 27/9/1998.
[51] “Ma così si complica il proceso di pace”, Corriere della Sera, Milán, 24/10/2010.
[52] Corriere della Sera, Milán, 19/4/2010.
[53] “Un Italia anticristiana” y “El furore ingiusto contro la Chiesa”, 6/5/2010.
[54] Corriere della Sera, Milán, 12/11/2001.
[55] Y el 9% en Francia, el 5,2% en Holanda, el 5% en Alemania y Suecia, el 4,8% en Austria, el 3,7% en Bélgica y Dinamarca; el 3% en Gran Bretaña y el 1,8% en España (Gabriela Jacomella, Quando l’Europa si scoprirà musulmana, Corriere della Sera, 13/8/2009).
[56] Le nuove catacombe degli islamici convertite, Corriere della Sera, Milán, 3/9/2003.
[57] Sciiti y sunniti concordi: qui tradisce la fede va ammazzato, Corriere della Sera, Milán, 4/9/2003.
[58] Alessandro Grandesso ,“Incitò all’odio razziale”, Corriere della Sera, Milán, 11/6/2004.
[59] Oriana Fallaci, “Il nemico que trattiamo da amico”, Oriana Fallaci, Corriere della Sera, Milán, 16/7/2005.
[60] Magdi Allam, La poligamia in Italia, Corriere della Sera, Milán, 25/9/2004.
[61] Indro Montanelli, Piccola Stanza, Corriere della Sera, 24/5/2002 ).
[62] Magdi Allam “E l’imam disse in moschea: potete picchiare le moglie”, Corriere della Sera, 27/1/2007.
[63] UCA Actualidad, Buenos Aires, junio de 2002.
[64] Gian Guido Vecchi, Il rabbino contro lo fiction “Propaganda su Pio XII”, Corriere della Sera, Milán, 2/11/2010.
[65] El Día, La Plata, 6/8/2010.
[66] La Nación, Buenos Aires, 30/10/2010.
[67] La razionalità della política, Edizioni Scientifiche Italiane, Nápoles, 1993, p. 25.
[68] Resistenza, in nome di che cosa? En AA.VV., Autonomia e diritto di resistenza, Milán, Giuffrè, 1973, p. 284.
[69] Octava Edición, Lexis Nexis, Buenos Aires, 2005, p. 176.
[70] Lettera al Clero, abril de 1965, citada por Castellano, ob. cit., p. 33.
[71] Edición citada, p. 202.
[72] El Canto, Molina del Río, Buenos Aires, 1970, p. 70.