Por Emilio Nazar Kasbo
Trataremos de expresar un principio filosófico que se aparta de todo lo que hasta hoy se ha calificado como Filosofía, pero que a su vez lo resume.
Existen dos grandes corrientes filosóficas generales: el realismo aristotélico-tomista, y el idealismo platónico-agustiniano. Ambos, respectivamente, han sido deformados en diverso grado, derivando en el materialismo y en el existencialismo.
La Filosofía, de este modo, parte de la objetividad material o de la subjetividad personal.
Lo que se plantea en esta reflexión filosófica, es objetivar ambos principios reflexivos, posicionándonos de frente a ambos como un tercero que contempla el mundo y la subjetividad personal. De este modo, hablaremos del Tercero Objetivo, que se presenta independientemente de ambos para su estudio y análisis. Así como existe la materialidad de un paciente y la subjetividad del mismo, ante quien se presenta el médico para atender holísticamente la compleja realidad para diagnosticarla y ofrecer una terapia, el Tercero Objetivo se sitúa ante la realidad material y subjetiva como tal médico.
Así, el mundo ofrece un aspecto material sobre el cual el hombre habita, una realidad cambiante en el marco de una verdad objetiva. También la subjetividad de la persona es un mundo en que el alma gobierna el cuerpo en la unión sustancial de cuerpo y alma. El Tercero Objetivo se enfrenta a ambos para su descripción y análisis.
No podemos ignorar que el mundo como materialidad carece de subjetividad, a no ser que sea considerado antropomórficamente con sentido animista y religioso, confundiendo al Primer Motor Inmóvil con el mundo en movimiento. Y cuando se habla del mundo se excluye a la persona humana, quien también es parte de ese mundo pero con características especiales que lo elevan por sobre él.
Por otra parte, la subjetividad es personal con una experiencia intransferible. Pero esto no significa que no existan principios generales, que no se pueda estudiar, describir o analizar. Por el contrario, existen elementos psicológicos que permiten mover el entendimiento para alcanzar o comprender su realidad.
Existe a partir de ambos principios una cosmovisión común, cuando se enmarcan en el ámbito de la racionalidad y del sentido común, que se da en su Causa Eficiente y en su Causa Final. Y es allí donde se presenta la Metafísica y la Ontología para ofrecer su explicación. Y es allí donde se da el vínculo de lo racional con lo supra-racional, con la Teología que todo lo abarca desde un punto de vista superior, desde una Ciencia superior.
Efectivamente, Dios crea el Universo, y Dios es quien imprime el sello personal en el alma humana en un acto de creación particular cada vez que una persona es concebida. Y es Dios el sentido tanto del mundo como de la persona, en Quien el mundo tiene su Gobierno y Providencia, y en quien la persona humana alcanza la Felicidad.
¿Quién ha descripto este punto de vista? Salvador Dalí al retratar su “Cristo de San Juan de la Cruz” (1951). En ese cuadro, se ve a la persona de Jesucristo clavado en la Cruz, con su subjetividad en el marco de la materialidad: lo Espiritual encarnado que habita en el mundo, porque Dios hecho hombre está en agonía para el cumplimiento de la Redención que se da en Su Resurrección. El cuadro refleja desde el ángulo de la visión, a Dios contemplando ambas realidades: la objetiva del mundo y la subjetiva de Jesucristo. Pero esto, se dirá, es Teología, no es Filosofía. Y diremos: no, es el análisis de una obra de arte de un pintor español. Simplemente estamos buscando una comparación en el mundo del arte para la expresión del punto de vista del Tercero Objetivo.
Al posicionarse el filósofo y analizar la realidad como Tercero Objetivo, analizará estas realidades diversas desde el punto de vista de la Causa Primera, del Primer Motor, y de la Causa Final. Y allí se hallará el principio de la Sabiduría, no su culminación, porque sólo queda el paso de reconocer a la Teología como ciencia superior.