Por Cosme Beccar Varela
Buenos Aires, 13 de Abril del año 2011 – 1038
El título es una traducción en lenguaje llano del artículo 16 de la Constitución Nacional, ese que no ha sido nunca reglamentado por los políticos profesionales porque saben que si lo hicieran honestamente (si por absurdo eso les fuera posible) ninguno de ellos podría ocupar un cargo público, ni siquiera como ayudante de ordenanza de portero de un Ministerio. Y a causa de eso, cualquier atorrante o atorranta ha podido ocupar la Presidencia, un Ministerio. una banca de Senador o de Diputado o un despacho judicial. Y así nos va...
El artículo 16 de la Constitución dice así: "La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales, ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base de los impuestos y de las cargas públicas".
Los atorrantes no sólo han convertido este artículo en letra muerta sino que han inventado otro que dice exactamente lo contrario. El nuevo artículo 16, inventado y aplicado rigurosamente por ellos, ha creado una casta de políticos profesionales que monopoliza todos los cargos públicos. Esa casta es innoble, hereditaria, goza del fuero de la impunidad mediante una justicia descaradamente parcial y da origen a la desigualdad más irritante por la cual sólo pueden aspirar a ocupar algún cargo público los deshonestos carentes de toda idoneidad. Los argentinos de bien capaces, justos, honrados y laboriosos son considerados ilotas de segunda clase que nunca jamás podrán gobernar (ver mi ensayo "Constitución sincera de la Nación Argentina" en la sección "Documentos" de este periódico).
Los atorrantes han formado varias asociaciones ilícitas con fines de lucro, llamadas "partidos políticos", entre los cuales se destaca el peronista. Y se destaca no por sus méritos sino por su capacidad de abarcar todas las ramas del delito y de la mentira.
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Junto con él compite en malevolencia la izquierda, que es como una hidra de siete cabezas una de las cuales ha conseguido convertir al peronismo en instrumento suyo. Porque por más que ciertos ilusos digan lo contrario, el peronismo es de izquierda, sólo que tan desintelectualizado y codicioso que, por sí mismo, es inclasificable en cualquier sistema de pensamiento.
Sin embargo, la esencia de la izquierda es el resentimiento social y el peronismo es resentido por naturaleza. Si el resentimiento fuera tinta, el peronismo podría teñir un océano con el que le roe las entrañas.
No se crea, sin embargo, que es sólo el resentimiento lo que anima a los peronistas. Este puede darse en distintos grados de intensidad, pero el denominador común de todos ellos es el afán de lucro por medio del enriquecimiento ilícito y veloz abusando de la función pública.
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El peronismo es como una peste contagiosa que ataca no sólo a los deshonestos sino también a los tontos, con la particularidad de que estos últimos no se hacen peronistas para robar sino simplemente por que creen hacer un acto de "realismo político", ajeno a toda forma de idealismo utópico como el que padecemos los empecinados argentinos que seguimos creyendo posible la restauración de la Argentina tradicional. Esos tontos dirán que no son peronistas, pero lo son, porque votan a alguno de sus innumerables candidatos y, por lo tanto, son parte de la tropa.
Las noticias políticas de estos últimos días lo está probando categóricamente.
Como todos saben, el kirchnerismo es la peor forma del peronismo porque es la que está más imbuida de marxismo y más claramente sometida a una secta de esa ideología que elabora todas sus maldades. Ahora bien, el kirchnerismo, al que muchos daban por muerto junto con el paso de Kirchner a peor vida, resulta que está cada vez con más vitalidad, impulsado por el “viento de cola” de los millones del presupuesto nacional que usa para sobornos y otras cosas y por la aplastante mediocridad de la falsa “oposición”.
La mujer que usurpa la presidencia, con su nuevo "look" de bonachona y dicharachera de gansadas (ver nro. 1030, del 3/3/2011 de este periódico) está más cerca de conseguir una nueva usurpación en Octubre del 2011. Las elecciones de Catamarca, Río Negro y Salta le han dado una aureola victoriosa, iluminada por el periodismo (aún por el supuestamente contrario), que ella ostenta con aire de naturalidad, incentivando la dedicación de los vivillos que la sirven y la fascinación de los tontos que la ven con buenos ojos.
La usurpadora hasta se da el lujo de tener varios tipos de candidatos que se sienten honrados de besarle los pies. Unos se anotan en "listas colectoras" que la llevan al frente como una banderola de victoria; otros compiten por el mismo cargo sin dejar las filas exitosas de la mujer-símbolo (por ejemplo, en Buenos Aires, hay tres candidatos oficialistas al cargo de Intendente); otros han dejado su carrera para abrirle paso, como el gobernador Das Neves y hasta hay quienes, como el recientemente reelecto Urtubey, de Salta, que pretende ser un "kirchnerista independiente" y un “peronista filosófico” cuando dice que ha sido elegido como "gobernador y no como delegado del gobierno nacional" y que "el peronismo es algo mucho más grande que las expresiones estrictamente temporales" (como si Perón hubiera sido un ser etéreo y eterno y los peronistas una especie de dioses del Olimpo o pensadores de un ideal sin tiempo).
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Todo este cambalache se completa con el otro peronismo, el supuestamente "disidente" encabezado por el más cabezón de los encabezadores que es también el más caradura de los políticos, incapaz de decir una sola palabra que sea verdad y co-autor de cuanto desaguisado público ha sufrido la república en los últimos veintidós años.
En efecto, Duhalde -puesto que de él se trata- fue el que creó la presidencia de Menem, quien no era nada más que el gobernador de una minúscula provincia de 150.000 habitantes dándole el apoyo de su aparato político del Gran Buenos Aires con millones de votantes.
Desde el sillón de Rivadavia, que arrebató de extraña manera, lo hizo Presidente a Kirchner, un individuo impresentable que venía de saquear a otra provincia aún más pequeña del lejano Sur.
Lo volteó a De la Rua sumiendo al país en el caos, asumió la presidencia por arte de birlibirloque, robó los depósitos de los ahorristas, huyó ante las teatrales protestas de la izquierda por la muerte de dos agitadores en el puente de Avellaneda y además de gozar de una inexplicable fortuna personal miente a diestra y siniestra para seducir a todos sin tener la más mínima intención de cumplir ni una sola de sus promesas.
Por ejemplo, se ha ganado a los militares retirados con la promesa de liberar a los secuestrados políticos y es tal el desamparo de esos desventurados y de sus familiares que se proponen votarlo con una ingenuidad sólo perdonable por la angustia que padecen. ¡Por lo menos, si van a cometer ese desaguisado, pídanle a ese truhán que firme un papel y lo publique comprometiéndose a hacerlo! Y aún así es posible que si fuera electo les hará a todos un gran "pito catalán"…
La lista de los peronistas "disidentes" es interminable. Los hay de todo pelaje y origen, hasta un millonario que compró su carnet de afiliado, como Narváez.; otro que se hizo rico sin trabajar y se jactó de ello, como Barrionuevo; otro que festejó la vergüenza de deshonrar a la Argentina repudiando la deuda pública, como Rodriguez Saa o su hermano, que es lo mismo; otro que fue de todo menos honesto, como Solá, etc. etc. etc.
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A esto ha quedado reducido un país que a principios del siglo XX era mucho más que el Canadá, Australia y que varios países de Europa y prometía ser la gran potencia del Sur…
Tengo la esperanza de que si muchos argentinos de bien pensaran seriamente lo que esto significa sufrirían un sobresalto y dejarían de seguir sirviendo a alguno de estos atorrantes con el argumento del "mal menor" y el "voto útil". Y si junto con el sobresalto resolvieran virilmente luchar por la recuperación de la Argentina tradicional, tal vez se decidieran a reunirse y organizarse para acabar con este tinglado indecente y reemplazarlo constitucionalmente por una verdadera Autoridad nacional que sirva al bien común.
Cosme Beccar Varela
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