A pesar de la recuperación internacional de los precios de los commodities en los últimos diez años, que llevó a las cotizaciones de la leche en polvo de menos de US$ 900 la tonelada en 2001 a más de US$ 4.000 ahora, pasando por un pico de US$ 5.600 en 2008, la lechería argentina sigue estancada en alrededor de 10.000 millones de litros, sin alcanzar siquiera el récord de 10.600 millones de 1997/8.
La productividad en los tambos se incrementa, pero se debe a un crecimiento en la escala, a megatambos, y a pesar de ello no se logra un genuino crecimiento del sector productivo lechero. La caída de los tambos se ve compensada en la producción por esos megatambos, mientras muchos prefieren la producción soja a la leche.
De los 45.000 tambos que se existían en la década de 1980 se cayó a unos 16.000 establecimientos según el censo de 2002. Tales tambos debieron soportar diversos colapsos, entre los que deben contarse la hiperinflación de Raúl Alfonsín y la recesión de Carlos Menem, recordando que en las proximidades del cambio del Siglo XX al XXI la rentabilidad tambera era negativa. Finalmente, tras el colapso del 2001 y el actual esquema económico, los tambos aun en funcionamiento rondan los 11.000. Se trata de una caída superior al 30% en los últimos 8 años.
Desde el sector lechero, empresarios y productores alertan sobre los riesgos para este invierno, en que hay una merma natural de producción, en que los tambos perciben un promedio de $ 1,56 por litro, en tanto las usinas podrían abonar hasta $ 1,65 para aliviar los costos del sector productivo. Cabe destacar que en Argentina se ha dolarizado en muchas actividades, y mientras los productores reciben el pago en Pesos argentinos, sus insumos y costos (excepto la mano de obra y la energía) son en dólares estadounidenses.
Según los economistas, para fin de año el mercado internacional abonaría alrededor de US$ 3.700 para fin de año, lo que daría una paridad de pago a los tambos de $ 1,50 por litro, mientras los costos siguen su imparable escalada alcista. Sucede que mientras los precios internacionales casi duplican el promedio histórico, el increíble aumento de los costos argentinos, de 119% por hectárea y de 187% por litro, sumado a la erosión que conlleva la inflación, no deja el más mínimo margen.
Mientras tanto, el Gobierno realiza una intervención oficial en el mercado, dificultando (o negando) permisos de exportación –Roel-, alterando la relación comercial entre mayoristas y minoristas.
Más de una docena de entidades representativas del sector productivo lácteo solicitaron “Mayores reintegros, subsidio directo a la demanda interna vulnerable y la disminución de los extraordinarios márgenes actuales de comercialización”, junto con la devolución del IVA en tiempo y forma y la desaparición de los Roel.
Llevamos casi 30 años de democracia. De continuar el actual esquema económico, los tambos continuarán su extinción, seguiremos perdiendo los mercados internacionales y sin poder satisfacer siquiera el mercado interno, provocando el mayor colapso del sector lechero del que tenga memoria la Historia de la Lechería de Argentina, conduciéndola a su desaparición y a la consecuencia de tener que importar leche para satisfacer las necesidades nacionales ante una nula producción propia. Algo que hasta hace sólo unos pocos años atrás sólo podría afirmarse en una novela de ciencia ficción sobre nuestro país, pero que hoy es completamente posible gracias a la gestión de todos y cada uno de los gobiernos que nos rigen desde 1983.
Y así empezaría el cuentito al que permitimos que Usted con su imaginación lo siga para contarlo a sus hijos, sobrinos, nietos o a todo niño que haya en el país: Había una vez en nuestro planeta, un lugar al que muchos consideraban “el granero del mundo”, y que era el primer exportador agropecuario de gran variedad de rubros. Ese lugar era un país que también tenía una incipiente lechería cuya producción logró ganar importantes mercados en el mundo…”