Por Alejandro Pérez Unzner
La escena, el miércoles al anochecer, en uno de los kioscos de diarios y revistas próximo a la estación Plaza Constitución.
El nene, de unos 10 años y lector cuasi nato y recontra netoo, mientras su mamá forma fila esperando ansiosa un colectivo en la parada cercana, curiosea entre las revistas de comics (mayormente infantiles) que tanto le atraen. Porque se devora Tintín, le agrada Lucky Lucke, no le escapa al Hombre Araña, y así... Y ve un ejemplar de uno de sus favoritos, Astérix. Pregunta precio, y la respuesta del que atiende le parece razonable. Habla con su madre: la compra es factible.
El apuro por llegar a casa crece. El colectivo se aproxima. La mamá se dispone a abonar, pero... Resulta que el precio de Astérix es sensiblemente mayor al indicado anteriormente. Y no: así no va. El que atiende dice: "Tengo esta, que es parecida y vale menos, ...". Y la operación, urgencia por abordar mediante, se concreta. La revista, tipo libro, viene envuelta en una bolsa casi transparente. Vale.
Madre e hijo suben rápidamente al "bondi". Tarjeta SUBE-Monedero en mano, el breve viaje de ambos pasajeros queda abonado. El nene, sentado, abre expectante la bolsa y ataca su trofeo. La madre, atenta, observa algo "raro" en los personajes de la saga. Toma la revista y certifica que ha ocurrido una equivocación. El "parecido" que el despachante mencionó los ha introducido en una parodia de la creación de Goscinny y Uderzo. Una cruel y sumamente moderna, actual y argentina parodia.
En la primera parada, ambos casi que se arrojan, bajan raudamente del colectivo. Y, recupertados de la ingrata sorpresa, vuelven a toda marcha al kiosco. Una situación subsanable, gracias a Dios. La madre encara al tipo, revista en mano con brazo estirado en gesto de ofrecimiento de la publicación, y le ordena: "¡Déme el dinero!". El hombre saca los billetes correspondientes y apenas insinúa una alternativa de venta: nada. Se acabó. Fue.
Mientras mamá y vástago esperan, de nuevo, que llegue el popular medio de transporte porteño, la mujer -también del kiosco- parece reprocharle algo al tipo. Ya no importa. El engaño ha quedado
descubierto. Lamentablemente, otro incauto tal vez caiga en la trampa.Y "Marihuanix, el holandés", irá así a parar a manos de quién sabe qué alma. El engendro, editado por la revista "Nah!", sigue la estética narrativa de Astérix, mas orientada al público adulto. Como
se cita en cierto sitio del ciberespacio, "el guión está a cargo de Sebastián Rodas y Matías Pan y el dibujo es de Nahuel Sagárnaga (que resultó ganador de un concurso propuesto por la revista). Cuenta Sebastián Rodas: "Marihuanix es una especie de Asterix, pero holandés y fumón". Además de Marihuanix, el "héroe" de las aventuras, se puede encontrar a Cervecix (inseparable amigo de Marihuanix), Dealerix (el "venerable" dealer que consigue todas las hierbas del bosque), Bajonix (el jefe de la aldea) y Freddymércurix (el bardo)."
Mi versión finaliza aquí. Claro que los protagonistas de la historia me son demasiado cercanos como para ser objetivo o imparcial, como nos quieren hacer creer que debe ser todo, en este océano de relativismo moral en el que nos han sumergido demoníacamente.
Mi versión finaliza aquí. Claro que los protagonistas de la historia me son demasiado cercanos como para ser objetivo o imparcial, como nos quieren hacer creer que debe ser todo, en este océano de relativismo moral en el que nos han sumergido demoníacamente.