RECORDANDO LOS EMPRÉSTITOS CONSTITUTIVOS DE LA DEUDA PÚBLICA
ARGENTINA. LOS PRIMEROS QUE ORIGINAN EL AMOR A LA MISMA. RIVADAVIA,
URQUIZA Y MITRE. LO EXTEMPORÁNEO SE CONVIERTE EN HABITUAL.
Por Silvio H. Coppola
La deuda pública y más en particular la DEUDA EXTERNA,
es parte de un programa que en su momento trataran los teóricos del
liberalismo económico y de la libre empresa, dentro del marco de la
división internacional del trabajo. Situación que se ha mantenido hasta
nuestro días, enmarcada ahora en el ámbito del “globalismo”,
donde como siempre, los países pobres del mundo, coadyuvan de una u
otra manera a sostener el nivel de vida de los más ricos. Por eso las
crisis económicas de estos, invariablemente se reflejan, atenuando sus
efectos, en los países periféricos, que sufren las peores consecuencias.
A
fines de 1821 ya comenzaron por parte de la banca inglesa, los primeros
“préstamos” a los nuevos
países de América. Así, son contraídos por Perú, Colombia, Chile,
Brasil, los que dan todas clases de garantías para obtener los mismos. Y
que caen rápidamente en mora, lo que los hace quedar atados a las
prestaciones marcadamente usurarias de los acreedores, respaldados en
última instancia por la flota inglesa. Por eso es lícito afirmar que “La historia de la dependencia argentina está
jalonada por empréstitos contraídos en el extranjero, con la consecuente
enajenación, dadas sus características, de nuestros recursos” (Damianovich
Alejandro “El monopolio del Banco Inglés”, A.Peña
Lillo Edit., Buenos Aires, 1ª.ed.,1979, pág.59).
Así
es como el gobierno de la Provincia de Buenos Aires, encabezado por
Martín Rodríguez y teniendo como factótum a
su ministro de gobierno Bernardino Rivadavia, fue facultado por su
Legislatura en 1822, para contraer un “empréstito
en el extranjero”. No en otro lado, en
el extranjero tenía que ser y sólo faltaba que dijera en la banca de
Londres. Los motivos del mismo, señalados en la ley eran para disponer
del metálico necesario para construir un puerto, dotar a la ciudad de
aguas corrientes y además fundar tres pueblos en el interior de la
provincia, para detener el avance de los indios. La cantidad a contratar
era un millón de libras esterlinas (cinco millones de pesos de plata de
la época) al tipo de 70. Demás está decir que ni se construyó un puerto, ni se dotó de aguas corrientes a la ciudad, ni
se fundó ningún pueblo. Por eso Damianovich afirma en su libro que todo fue “. . .un acto de
auténtica piratería” (pág.61). Situación que fuera
explícitamente señalada por ese ilustre patriota que fue Raúl Scalabrini
Ortiz, que ya para la década de 1930 afirmara (Ver “Política británica en el Río de la Plata”,
Edit.Fernández Blanco, Buenos Aires, 1957, pág.71 y stes.): “. . . .ese primer empréstito
representa una riqueza que se llevó de Argentina a Inglaterra” ,
pero también se podría afirmar que el hecho “. .
.colinda con la brutal denominación de coacción y aún de estafa
internacional”. Para esta operación es de hacer notar que el
ministro de Hacienda, Manuel José García (el mismo de la paz con el
Brasil de 1828, a cualquier precio) justificaba la misma, con la falsa
afirmación de que con el superávit fiscal semestral, se podía hacer
frente a los pagos subsiguientes. Así fue como se facultó a un “consorcio” para negociarlo. Los ingleses Juan y Guillermo Parish Robertson (que contaron sus
viajes por estas tierras en su muy interesante libro “Cartas del Paraguay”),
Braulio Costa, Miguel Riglos y Félix Castro., integraron el mismo.
Tomar
el empréstito a 70, significaba que el tomador recibía 700.000 libras
esterlinas y se obligaba por 1.000.000. Para
junio de 1824, cuando llega Castro, ya estaba
“colocado” en la plaza de Londres por la Casa Baring Brothers, al tipo
de 85 o sea a favor de la misma se anotó la diferencia de 150.000
libras. Se emitieron dos mil bonos de 500 libras
cada uno, lo que totaliza la suma por la que se obligaba la Provincia de
Buenos Aires, nada menos que con todos “sus
bienes, rentas, tierras y territorios”. Baring además agregó a
su “cuenta” 10.000 libras por “comisiones” y un descuento de 130.000 por
retención de cuatro servicios del empréstito, ya que se habían
convenido pagos semestrales con el 6% de interés anual (alto para la
época) y ½ % anual por amortización.
Total
a recibir por el millón de libras esterlinas: ¡¡560.000!!! Cabe acotar
que sin embargo vino poco metálico del préstamo a Buenos Aires y según
estudios hechos en su libro por Scalabrini Ortiz, la mayoría de las
sumas fueron enviadas en letras de cambio para los comerciantes ingleses
en el país. Los que de paso de esa manera, tomaban préstamos del Banco
de Descuentos (transformado en Banco Nacional en 1826 para salvarlo de
la quiebra), pagaban las letras, si lo hacían, pues no hay constancias
de ello ni de la cantidad siquiera parcial de los mismos con el
suficiente detalle. Ya para 1828 no se podían abonar las amortizaciones y
Manuel Dorrego, entonces gobernador de Buenos Aires, tuvo que vender
dos barcos de guerra que se construían en Londres, para
efectuar pagos parciales, no obstante la necesidad de los mismos por el
conflicto con el Brasil. La cotización de los bonos para agosto de 1829
ya estaba en un 20% de su valor nominal. Los que subieron
ostensiblemente después de Caseros (1852) y en 1857 se reconoció una
deuda por 1.641.000 libras esterlinas. Finalmente fue abonado en su
totalidad –cuenta presentada por los acreedores y teniéndose en vista
además que era también reemplazada esta obligación por otras- en 1904.
Estímase que catorce veces su valor original.
Dado
lo escandaloso de las características de este empréstito con la Casa
Baring Brothers, Raúl Scalabrini Ortiz supuso al escribir su libro, que
pudo haber sido el pago secreto que se hizo a Inglaterra, por el apoyo a
nuestra independencia y que se pudo haber firmado al respecto un
tratado no dado a conocer. No habla para nada de que todo pudo haber
sido un negociado, aunque teniendo en cuenta la época –hacia 1935- era
casi impensable tocar la figura de ningún “prócer” sin pruebas en la
mano, especialmente la de Rivadavia, que era
verdaderamente un “intocable” y según la miopía intencionada de Mitre,
“el más grande hombre civil en la tierra de los argentinos”. Hoy no se
lo puede valorizar más que, en el mejor de los casos, que como
intendente de la ciudad de Buenos Aires. Pero hay mucho más y es que de
acuerdo a la nueva documentación conocida, la correspondencia de
Rivadavia y los antecedentes de la Casa Baring de Londres, surge la
figura del peculado, que ya fuera denunciado en su momento por Manuel
Dorrego e inclusive por el miembro de la Legislatura Sáenz Valiente,
propuesto originariamente como integrante del “consorcio” que negoció el
empréstito y que renunciara al mismo, por la falta de claridad en toda
la tramitación. Al respecto es interesante mencionar la opinión de
Atilio García Mellid (“Proceso al liberalismo
argentino”, Edit.Theoría, Buenos Aires, 1957, pág.110): “. . .el gobierno de Buenos Aires, apremiado por
presiones secretas de las logias, había tomado de la Casa Baring de
Londres, un empréstito de un millón de libras esterlinas, del que se
alcanzó a percibir un equivalente papel de sólo tres millones quinientos
mil pesos. Como este fueron todos los planes del señor Rivadavia, pero
él era un ideólogo y un civilizador”.
En
su libro “Baring Brothers y la historia
política argentina” (Edit.Peña Lillo, Buenos Aires, 3ra.edición,
1974, pág.65 y stes.), Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, se
preguntan: “¿Existía un pensamiento real de
Rosas con respecto a la deuda Baring?”. . . . .La respuesta la
encuentran en la carta de Rosas a Francisco
Casiano Belaústegui del año 1849: . . . “Sabe
Ud.cual es el origen del empréstito de Inglaterra, sus condiciones, su
objeto, su aplicación, sus funestísimos efectos. Contraído del modo más
perjudicial en todos sus aspectos, por una administración de salvajes
unitarios, sin plenitud ni legitimidad de mandato público a ese fin, fue
legado con el penoso recuerdo de la malversación inmoral en que fue
envuelto y dilapidado sin cuenta ni razón alguna” afirmando los
autores a continuación, lo que puede ser un ejemplo para nuestros días “Rosas prefirió pagar el trabajo de su pueblo, en
lugar de saldar los créditos de la banca estafadora”.
Este
empréstito, fue la piedra basal de muchos otros que le siguieron. Su
historia es triste, porque triste es la suerte de los argentinos,
sometidos por un dogal que les oprime el cuello y que hoy en día,
aprieta como siempre apretaron los anteriores. Conocer
a fondo el problema, es el primer paso para tratar de resolverlo.
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Antes
aún del derrocamiento del gobierno de Rosas, se volvió a la política de
empréstitos y “préstamos financieros”,
que hicieron falta precisamente, para lograr la caída de aquél, como
Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y Encargado de las Relaciones
Exteriores de la Confederación Argentina. Así García Mellid dice en la
obra citada (pág.281 y stes.), refiriéndose al “Pronunciamiento”
de Urquiza, siendo este gobernador de Entre Ríos, contra el gobierno de
la Confederación: “. . . .el 29 de mayo de
1851, firmó un tratado de alianza con el Brasil y con la Banda Oriental,
para proceder en común al derrocamiento de un gobierno argentino.
Posteriormente el 21 de noviembre suscribió una convención con el
Imperio del Brasil, por la cual se le prestó ayuda financiera, se
preveía que, si la empresa militar proyectada fracasara, las provincias
de Entre Ríos y Corrientes “hipotecan desde ya las rentas y los terrenos
de propiedad pública de los referidos Estados”. Al
escribir hacia la década de 1880 Adolfo Saldías su magnífica obra “Historia de la Confederación Argentina” (llamada
primeramente “Rozas y su época”, nombre
que tuvo que ser cambiado por las presiones “libertarias” de su
tiempo), no había tenido acceso a una serie de archivos brasileros, que
pormenorizaban los alcances de la “Alianza”,
pero sí los tuvo José María Rosa, que refiriéndose al aspecto
pecuniario de la misma, sí lo manifiesta en “La
caída de Rosas” (Edit.de Estudios Políticos, Madrid, 1958,
pág.508 y stes.): “Se darían 100.000 patacones
mensuales a Diógenes (Urquiza) para hacerlos llegar a su padre a fin de
pagar los gastos de la campaña, no debiéndose rendir cuentas. Ese dinero
sería en calidad de adelantos, el tesoro argentino lo devolvería a
Brasil, con sus intereses, una vez concluida la guerra y adueñado
Urquiza del poder. . . .” y (pág.567 y stes.) “Honorio (agente brasilero en Buenos Aires, el 24 de
febrero de 1852) dio un giro por 100.000
patacones, pero nada prometió para adelante. Dio el giro porque, estando
por medio la influencia de Urquiza en la solución del problema
oriental, creyó que no debía negarle el favor. Informa a su gobierno:
“Atendendo. . . . a conveniencia de darlhe nas circunstancias actuales
una prova de generosidade e de desejo de cultivar a alianza con elle
celebrada, entendí que nao devía recusar-lho a
favor pedido, e annui”. Y aclara el autor (pág.509 y stes.): “Esos 100.000 patacones sin rendir cuentas eran un beneficio
exclusivo para Urquiza, pues dada la manera de hacer la guerra en
América, los gastos se pagaban con las expropiaciones y confiscaciones
que todo ejército invasor hacía en el territorio invadido. . . . . . A
fines de febrero se exigen todavía a los brasileros los 100.000
patacones mensuales, a lo que acceden a desgano los pagadores y que
llevan a Sarmiento a manifestar en su Carta de Yungay a Urquiza: “Se
me cae la cara de vergüenza al oírle decir a aquél Enviado la irritante
escena y los comentarios: ¡Sí, los millones que hemos tenido que
comprarlo para derrocar a Rosas! Todavía después de entrar a Buenos
Aires quería que le diese los cien mil duros mensuales, mientras
oscurecía el brillo de nuestras armas en Monte Caseros para atribuirse
él solo los honores de la victoria”. Es
indudable, pese a todo lo que nos enseñaron en contrario, que lo que
afirma García Mellid (ob.cit.pág.280) es lamentablemente cierto: “El Imperio del Brasil fue el artífice principal de
la liquidación del poder del general Rosas, en Caseros. . .” y
citando al mexicano Carlos Pereyra, hace suya la opinión de este
respecto al Restaurador: “. . . .su caída fue,
precisamente, un fracaso histórico para la República Argentina”.
Toda
la “negociación” del Pronunciamiento se
hizo en lo posible, ocultando la intervención financiera del Brasil, ya
que no pudo ocultarse la intervención de sus fuerzas militares. En el
Salón principal de la Casa de Gobierno de Paraná, hay una pintura, que
muestra a las fuerzas de Urquiza cruzando el río Paraná, transportada
por barcos que llevan la bandera de Brasil. Según Ortega
Peña y Duhalde en su libro (ob.cit.pág.78 y stes) “Para algunos investigadores, la intervención del Barón de Mauá (Irineo Evangelista de Sousa, quien trató directamente
el “negocio”) es una manera de encubrir la
financiación que efectuó realmente el Imperio del Brasil, pero lo
importante es sin embargo determinar de dónde surgieron la plata y el
oro que permitieron vender a Rosas. . .El Barón de Mauá surge
financieramente cuando es promovido al rango de socio menor y testaferro
de los Rothschild en Brasil”. Aquí cabe señalar que esta banca
tenía “a su cargo” los préstamos a Brasil, mientras que Baring se los
reservaba para el Río de la Plata. Y claro, siempre atrás de todo estaba
Inglaterra.
Cuando el empréstito de la Baring, quedó hipotecada en
garantía, nada menos que toda la tierra pública de la Provincia de
Buenos Aires. Ahora las de Entre Ríos y Corrientes. Pero no era cuestión
de que la “Cruzada” la pagaran ellas. Por los gastos tendría que
responder todo el país. Así es que a la Constitución de 1853, se le
agregó eufemísticamente, el inciso 7 del art.75. Ese “arreglar” la
deuda, era para cargar la financiación de la misma a todo el país, pero
en absoluto se refería a la deuda de la Provincia de Buenos Aires, en
ese entonces secesionada de la Confederación. Y así se hizo y el Brasil
fue pago por el mayor triunfo geopolítico de su historia. No obstante
todo esto, estando el “Congreso” reunido en Santa Fe, bajo la férula de
Urquiza como Director Supremo y a raíz de la guerra civil reanudada en
Buenos Aires y antes de estudiarse cualquier proyecto de constitución,
se sanciona la “Ley del 26 de febrero de 1853”
que dispone de hecho, volver al antiguo sistema de tomar préstamos a
cualquier precio, obligándose de cualquier manera y para peor, de manera
discrecional (ver ADLA, Rep.1852-1880, pág.83): “Art.1°: Se abre un crédito a S.E el Director Provisorio de la
Confederación Argentina de medio millón de pesos fuertes, bajo la
garantía de la Nación. . . .Para negociar este crédito, queda autorizado
el Director Provisorio para gravar las rentas actuales del Estado, y
las que en adelante se crearen, así como para hipotecar las tierras y
propiedades de la Nación en toda la extensión de su territorio”. Verdaderamente
huelga cualquier comentario. Ellos y los liberales de Buenos Aires,
iban a salvar a la patria. Pero, continúa el “Art.3°:
Si atendida la necesidad de los recursos que se trata de obtener por la
presente ley, fuere posible dar conocimiento previo al Congreso de las
bases y condiciones de este empréstito, el Director Provisorio lo hará;
pero si a su juicio no lo fuere, le dará sólo cuenta en tiempo oportuno
de las obligaciones contraídas por esta autorización y de la inversión
de los fondos producidos”. No vaya a ser cosa de que se enojase
Urquiza. En este modesto estudio, no puedo precisar qué pasó con todo
esto, aunque no creo que haya más señales en ningún lado. Total Dios era
argentino y el país no desapareció.
Para completar el cuadro, es
digno de mencionarse lo que disponía el Estatuto
de Hacienda y Crédito, que fuera sancionado por Ley del 9 de diciembre de 1853, estando todavía el
Congreso reunido en Santa Fe (ADLA, Rep.1852-1880, pág.96 y stes.)en su
Título XIII (De la deuda interior),
art.1°: “El Gobierno Federal formará un estado
de la deuda atrasada, exigible, procedente de préstamos hechos a la
Confederación y contraídos por el Director o por el actual Gobierno
Delegado Nacional, desde el 1° de mayo de 1851”. O sea desde la fecha del “Pronunciamiento”.
El principal acreedor, desde luego, era el Brasil a través de
la Banca Mauá. Se va completando todo este asunto financiero, con la Ley 58 del 26 de septiembre de 1854 (ADLA,
ob.cit.pág.134), que dispuso: “La Confederación
Argentina reconoce como deuda nacional a favor del Imperio del Brasil,
la cantidad de cuatrocientos mil pesos fuertes, prestados a las
provincias de Entre Ríos y Corrientes, en virtud del Tratado concluido
en 21 de noviembre de 1851 con el expresado Imperio”. En
realidad serían los “prestados” a
Urquiza. La historia no va a terminar todavía ahí. Durante
la presidencia de Mitre, la deuda se “consolida”
(leyes 30 y 66). Y por Ley 83 de junio
de 1864 (ADLA ob.cit. pág.426) se reconoce por parte del
gobierno nacional una “. . . deuda con el
Imperio del Brasil ”(¿la de Urquiza?) de 714.000 pesos fuertes y
sus intereses “que la Nación reconoce deber a
dicho Imperio. . .”, según el “protocolo”
del 4 de diciembre de 1863 (?). Las cantidades son correspondientes,
pero lamentablemente en la síntesis de este trabajo, no se pudo
encontrar aclaraciones. No obstante el tema parece terminar, por lo
menos administrativamente, con la Ley 332 de
septiembre de 1869 (ADLA, ob.cit. pág.495), dictada durante la
presidencia de Mitre y en plena guerra con el Paraguay, que establecía: “Art.1°: Autorízase al Poder Ejecutivo para
reconocer como deuda pública de la Nación a favor de la provincia de
Entre Ríos, la cantidad de doscientos sesenta y ocho mil tres pesos
cuarenta y siete centavos plata, importe de suministros hechos por el
Tesoro de la Provincia a los Ejércitos que derrocaron a la tiranía de
Rosas”.
¿Todavía
quedaba deuda por el “Pronunciamiento” en
1869? ¿O todo era para seguir “subvencionando”
a Urquiza a efectos de tenerlo tranquilo? ¿Y cuánto y cómo se pago la
deuda con el Imperio brasilero? Indudablemente toda esta DEUDA EXTERNA,
en una comparación con la de Baring, está en una paridad notable, con el
agravante de que esta nueva tuvo consecuencias mucho más importantes en
lo político y en los sucesos que pronto se iban a producir.
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Vayamos
ahora a la presidencia de Bartolomé Mitre, a la deuda externa de
entonces y a la Guerra del Paraguay.
Pero
durante el breve interregno de Santiago Derqui, el tema de los
préstamos extranjeros no cedió. Como tampoco las garantías que cubrían a
los mismos. Así por Ley 291 del 29 de
septiembre de 1861 (ADLA, ob.cit.pág. 213), con los poderes
nacionales en la ciudad de Paraná, se sanciona la autorización al Poder
Ejecutivo para contraer un “empréstito
extranjero de ocho millones de pesos” y para afectar al mismo “todas las rentas de la Nación y con especialidad
las de aduana” (RN 1857/62, p.414). Es muy difícil investigar
cada uno de estos préstamos y en consecuencia las cantidades recibidas y
los pagos efectuados. Lo que es evidente, es que no se confiaba ni se
buscaba el ahorro nacional , como tampoco se estudiaban las
posibilidades de pago de cada una de las obligaciones. Sería interesante
también estudiar el tema de las “comisiones” pagadas por los mismos,
hechos habituales en nuestro país, desde el empréstito Baring. Quizás
ahí pueda estar la punta del ovillo de tantas
cosas inexplicables.
Hacia
1864, con Mitre en la presidencia y en la ciudad de Buenos Aires, se va
configurando una “entente” con el Imperio del Brasil, la que es
denunciada públicamente por José Mármol y negada por el gobierno. Pero
la situación se hace evidente, cuando la intromisión de los brasileros
en la Banda Oriental, que cuenta con el apoyo ya no tan callado de
Buenos Aires. Es que el “Imperio”, aún con
esclavos, era “democrático”, mientras nosotros, con las masas del
interior en pleno levantamiento, estábamos recién luchando contra la
“barbarie”, como deseaba Sarmiento y ejecutaba Mitre. Cuando interviene
el Paraguay para buscar restablecer el equilibrio en el Río de la Plata,
evitando la ingerencia brasileña, en 1865 estalla la guerra. Se forma
la Triple Alianza de Argentina, Brasil y el Uruguay, llevada contra el “Atila de América” el presidente del
Paraguay, Francisco Solano López. Como todas estas “cruzadas”, no era
contra el “pueblo paraguayo”, sino
altruísticamente, contra aquél que lo oprimía.
Pero
para hacer una guerra, como ya afirmara Napoleón, se necesitaba dinero,
mucho dinero, más que cualquier otra cosa. Por eso, por Ley 128 del mes de mayo de 1865 (ADLA, ob.cit.
pág.441), el Poder Ejecutivo es autorizado a tomar un empréstito exterior (claro,
siempre exterior, en donde también siempre estaba Inglaterra) de doce millones de pesos fuertes (recordemos
aquí que entonces, 17 pesos fuertes equivalían a una onza de oro de 27,6
gr.). RN 1863/69 p.217. Parte enseguida Norberto de la Riestra a
Londres y consigue 200.000 libras esterlinas de la Casa Baring, las que
sirvieron principalmente para pagar el adelanto que prestara el Brasil,
los préstamos del Banco Provincia y a los proveedores del ejército. A
este se refiere Alejandro Damianovich (ob.cit.pág.64)
afirmando: “El empréstito de Bonos Diferidos
sólo sirvió para cancelar el de Rivadavia y al igual que el de la
Riestra de 1868 (12 millones) y el de Obras Públicas con la Casa
Murrieta de 1870 (30 millones) nada produjo para el país ni siquiera
para amortizar las obligaciones. El de la Riestra de 1868 fue para
afrontar las grandísimas erogaciones de la guerra contra Paraguay; el de
Obras Públicas debió haberse llamado Contra López Jordán, porque fue
aprovechado por Sarmiento con este objeto. Este último se había reducido
de 30 a 26 millones y a excepción de 7 que se invirtieron en cuestiones
burocráticas, el resto se lo llevó la guerra jordanista que costó más
que la de la Triple Alianza. Nuestros enormes empréstitos –divagaba
Sarmiento- llaman la atención y el mundo empieza a fijarse en nosotros”.
Lo que tiene relación se puede agregar, con lo que manifestaba
en el Capítulo “Los capitales son la
civilización argentina” de su libro “Sistema
económico y rentístico de la Confederación Argentina” Juan
Bautista Alberdi. Pero claro, los capitales buscan ganancias y una
manera óptima de usarlos, era con los empréstitos.
La
guerra costó mucho dinero. Pero mucho más costó en vidas humanas. No
sólo de paraguayos, sino de los soldados de la Alianza, muchos de los
cuales, la mayoría, no comprendían el porqué luchaban. Y mucho menos los
nuestros y los uruguayos, que solamente veían un enemigo en el Brasil.
De ahí la dificultad para reunir combatientes y las deserciones que
continuamente se producían. En su libro “Actores y testigos de la Triple Alianza” (A.Peña
Lillo Edit., Buenos Aires, 1961, pág.78), Elías Giménez Vega cita
correspondencia de Urquiza a Mitre, del 8 de febrero de 1865, existente
en el Archivo Mitre, donde aquél asegura a este: “He
calificado la alianza con el Brasil de odiosa, porque así lo es para el
país, porque tal es el sentimiento general, que V.E. tiene ocasión de
apreciar también”. Urquiza dice la verdad, pero tiene mala
memoria. Ya parece haberse olvidado de su alianza con el Imperio para
derrocar a Rosas.
El
corolario de esa guerra increíble fue la destrucción del Paraguay y el
endeudamiento sin tasa de nuestro país y del Uruguay. Ya para el final
de la misma, hacia 1870, la deuda con la banca inglesa de la Argentina
ascendía a 12.720.000 libras esterlinas. Lo necesario en dinero para
aniquilar a un país hermano y beneficiar al imperio esclavista del
Brasil y a los banqueros de allende el mar, lo proporcionó en gran
medida la banca de Londres, porque “Inglaterra
era la cabeza y la cola de esta gigantesca serpiente que envolvió a los
pueblos americanos del Atlántico” (Giménez Vega, ob.cit., pág.35
y stes.).
Es
que se había acabado lo que denominó Alberdi como “. . . americanismo del tiempo de Rosas”. Lo que da
lugar a la afirmación de Juan José Hernández Arregui, en su libro “Nacionalismo y liberación” (Edit.Contrapunto
SRL, Buenos Aires, 1989, 1ª.edic., pág.130: “Los
vencedores le dictaron al Paraguay una constitución formal, suprimieron
su proteccionismo económico, desmantelaron sus industrias, modelos de
América, en tanto un empréstito británico endeudaba al país desfallecido
en la gloria y que así, entraba en el lapso más retrasado de su
historia que aún perdura”. Lo que ya había corroborado
Scalabrini Ortiz cuando afirmara que el ejemplo de países deudores “. . . .lo sufrió el Paraguay derrotado (que había
hecho con los López grandes adelantos –altos hornos, metalurgia,
astilleros, ferrocarriles- sin apoyo exterior) por sus progresos, al
tomar en Londres en 1870 un empréstito por un millón de libras después
de su destrucción por la intriga de la diplomacia inglesa. . . . . . . .
en Londres, de los que tampoco llegó ni un centavo a esa república”
(ob.cit.pág. 98 y stes.).
Por
eso, nuestra DEUDA EXTERNA continuaba sin cesar en su aumento y así se
sanciona La ley 387 del mes de agosto de 1870 (ADLA,
ob.cit. pág.912), por la que se autoriza al Poder Ejecutivo para
contratar “. . . un empréstito interior o
exterior, hasta la suma de treinta millones de pesos fuertes. . . .
.garantido con las rentas generales de la Nación”. Fue hecho
principalmente para la amortización de otros empréstitos. Y cabe
preguntar ¿cuántos había ya? Por eso puede
afirmarse que una vez que el país o mejor dicho sus gobernantes de
turno, buscaron la solución fácil para las dificultades económicas y
financieras en la colocación de empréstitos, con el máximo de garantías
que se pudieran dar, la República dejaba de ser independiente
e iba así a caer de crisis en crisis. Como la de 1890, durante la
presidencia de Miguel Juárez Celman, donde la
deuda pública alcanzaba a 666 millones de pesos oro, habiendo subido
cuatro veces en menos de diez años.
Por
eso la trilogía Rivadavia, Urquiza y Mitre, son se pude decir,
cofundadores de los orígenes de nuestra DEUDA EXTERNA y del amor que se
le ha dado a la misma por sus sucesores, con pocas, muy pocas
excepciones. Y como corolario del uso arbitrario y antinacional de los
fondos públicos, quiero citar la Ley 203 de
septiembre de 1866 (ADLA, ob.cit.pág.463;
presidencia de Mitre), que disponía: “Declárase
que los pagarés procedentes del empréstito al Ejército Libertador a las
órdenes del general Lavalle, que tengan interés estipulado, deben
abonarse conforme a la ley de 13 de noviembre de 1863, con el interés
mensual de medio por ciento sobre su valor escrito, desde el 3 de
febrero de 1852”. No se aclara más a continuación, pero es
evidente que el “empréstito” al Ejército
de Lavalle, aliado a los franceses que a la sazón bloqueaban el Río de
la Plata en 1838/1840, sólo puede tener origen en
fondos que proporcionaban a sus “aliados”, los mismos bloqueadores.
Hechos que ya habían sido denunciados en el parlamento francés como de
intromisión en los negocios de una nación amiga. A estos “libertadores”
los financiaban los enemigos de nuestro país y no obstante ello, había
que pagarles el dinero que invirtieron en ese ataque. Y la fecha desde
la que se contarán los intereses, es sintomática: el 3 de febrero de
1852, aniversario de Caseros.
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LA PLATA, diciembre 16 de 2011..