Por Carlos Manuel Acuña
Muchos analistas se preguntan que
hará Cristina Fernández a raíz de la
exitosa jornada de ayer que permitió a una oposición variopinta expresar su
repudio a la política que desarrolla el kirchnerismo.
A pesar que la inteligencia
oficial apreció de antemano que sería exitosa, los asesores presidenciales y la
misma Cristina quedaron sorprendidos
por la importancia de las concentraciones en todas las plazas del país. Desde
Bariloche hasta las ciudades del Norte y en los pueblos menores como sucedió en
la provincia de Buenos Aires, las expresiones de repudio al Kirchnerismo
reflotaron las dudas sobre el 54 por ciento de los votos -un tema siempre
esgrimido por Cristina al recordar
los resultados de las elecciones del año pasado- y abrió el interrogante acerca
de si el oficialismo persistiría en mantener los puntos más neurálgicos de su
política.
Los más ingenuos mantienen una
expectativa esperanzada que de movida no más la resolvió la propia Cristina al reiterar que nada la haría
cambiar y que por consiguiente se entienden los motivos por los cuales acelera
la marcha hacia una un socialismo singular que mantiene el llamado
"capitalismo de amigos". La "misión" de jóvenes Camporistas
seleccionados para aprender de las próximas elecciones venezolanas y de paso
gozar de vacaciones caribeñas, es nada más que una expresión menor de todo un
sistema de control estatal apurado desde la Casa Rosada.
También es una expresión menor
pero de mayor contenido ideológico, el inicio de una minuciosa exploración
sobre la forma de vida de los residentes o propietarios de casas en los
llamados barrios cerrados. Los interrogatorios de la AFIP van desde la
superficie de los predios y construcciones hasta los establecimientos
educativos a los que concurren los hijos, las diversiones cotidianas y otros
aspectos que hacen a la intimidad de los ciudadanos.
Contra todo esto salió ayer la
gente a la calle y contribuyó al éxito de múltiples concentraciones que
reunieron a sectores de diversos sectores sociales que sintetizaron sus ideas y
sentimientos en pocos reclamos: libertad, anticorrupción, seguridad y una
temática que giró alrededor del respeto individual agredido por los planes
gubernamentales.
Lo más interesante, es que esos
temas formaron parte de los alertas que desde tiempo atrás surgieron cada vez
con mayor insistencia para no ser atendidos, como realmente sucedió ayer. En
síntesis, lo ocurrido marca con total precisión que desde el punto de vista
institucional la sociedad argentina llegó a un punto en la bifurcación entre la
realidad y lo que la gente quiere y necesita.
Podemos vaticinar entonces -siempre
con relación al interrogante con que titulamos este artículo- que el
cristinismo no abandonará su ideologismo aunque disminuirá el ritmo con que lo
aplica, al mismo tiempo que utilizará artilugios para disimularlo. Así, lo más
probable es que suspenda transitoriamente su proyecto de reforma constitucional
para darle más adelante un nuevo impulso.
Obviamente para ello necesitará un vigor
político del que carece y nada permite apreciar que lo obtendrá para pensar en
la reelección de Cristina. Ayer,
toda la gama de los integrantes de la Clase Media rompió definitivamente con el
gobierno e incluso niveles más populares como el sindicalismo opositor, se hizo
presente con sus estribillos que en alguna oportunidad -como se registró cerca
de la Catedral- se convirtieron en la letra de marchas militares. San Lorenzo
hizo vibrar muchos corazones y el tono de algunas expresiones opositoras se
hizo más contundente y de drástico contenido.
Otro aspecto digno de ser tomado
en cuenta, fue la anuencia de exteriorizaciones partidarias y la ausencia de
dirigentes o simpatizantes reconocidos de los partidos políticos.
¿Que sucede en la Argentina? ¿Llegó
el momento de las respuestas a tantos interrogantes lanzados al ruedo de la
decadencia sin suerte ni reconocimiento alguno...?
Podría ser, pero como en la cima
del poder político se anticipó que nada cambiará y que únicamente regirá un
breve espacio táctico, todo indica que la próxima concentración prevista para
el cercano 1° de octubre, reiterará una respuesta popular que tendrá como
sustento temas específicos e igualmente convocantes.
De allí que el proceso abierto en
el día de ayer será bien importante con miras al futuro aunque no sólo por el
contenido que aportará la marcha popular que comentamos, sino también porque
para entonces el deterioro económico e institucional tenderá a agravarse y a
exigir definiciones que jamás llegarán.
Podemos decir, en consecuencia,
que para la gestión de Cristina Fernández de Kirchner, ya es tarde para
cambiar.
En realidad, sus adláteres no la
dejarán hacerlo, y ella misma tiene como única voluntad insistir por el camino
elegido.
Por lo tanto y por decirlo de alguna manera,
el futuro que se aproxima más rápido de lo que parece, se muestra incierto y
peligroso, aunque estimulado por la presencia popular que volverá a reclamar la
libertad como un desafío superior.