Por M. Virginia O. de Gristelli
El Santo Padre, muy poco antes de
inaugurar este Año de la Fe, hace cerca de un año, diagnosticaba muy
oportunamente un verdadero analfabetismo religioso, en medio del cual “no puede
crecer la unidad entre los cristianos”.
Y algunos nos preguntamos, bastante perplejos, cómo se puede sanar ese
analfabetismo sirviendo al sincretismo o a la confusión entre fe y
superstición. Como si los disparates del pseudoecumenismo no fueran
suficientes...
Hace tiempo que entre las
“devociones (o desviaciones) populares” de miles de argentinos, ha ido
creciendo el culto de personajes que -sin juzgar sobre el destino final de su
alma-, podemos decir que no han dejado huellas de virtud en sus vidas, como es el caso de
ciertos cantantes populares muertos en accidentes automovilísticos, o un poco
más remotos, el “gauchito Gil”, especie de Robin Hood a la criolla, o adalid popular
del cuatrerismo, en una época en que la injusticia social ofrece más que una
ocasión para “inspirar” a sus devotos, buscando el reino de los Cielos con una
brújula bastante desnortada, por cierto…
No hay duda de que estas
situaciones deben ser atendidas en un plan misionero y pastoral, pero… ¿puede
hablarse de “crecimiento en la fe” cuando en vez de corregir las desviaciones,
se les tira agua bendita para disimularlas? Esto nos parece la reciente edición
de una “Novena a la Cruz”, en memoria de este gaucho, que según el obispo de
Corrientes podría “ayudar a su purificación y mejoramiento con la Palabra de
Dios” (¿?).
El personaje en cuestión era un
ladrón, lisa y llanamente, y modestamente creemos que las tolderías de trapos
rojos que jalonan las rutas de nuestro país tal vez podrían ser mejor “purificadas” con un
fósforo y kerosene, que editando nada menos que una novena en su homenaje,
aprobada por un Obispo, y propagada por la agencia católica oficial del
Episcopado (http://www.aica.org/4735-novena-la-cruz-recordando-antonio-gil-los-difuntos.html#),
vinculando además a la Madre de Dios -Ntra. Señora de Itatí- a su maquiavélica
figura.
La enemistad que existe entre la
Mujer vestida de Sol y la Serpiente antigua, entre ambos linajes (Gen 3, 15),
no puede ser suavizada con intenciones piadosas.
Porque entre todas las sombras
que pueda haber en la vida de Antonio Gil, lo cierto es que su “culto” se
vincula además estrechamente con el de “San la muerte”, y éste nada menos que
con la venganza y los ritos umbanda [1], cuya relación con el satanismo debería
ser bastante relevante para un pastor de almas...
Se nos dirá que Monseñor Faifer
procura orientar las oraciones de los fieles dirigidas al gaucho a rezar por su
alma[2], pero… ¿será prudente “acompañar” estas manifestaciones, pasando por alto,
por ejemplo, que su figura ha sido ya “elevada a los altares por la Iglesia
Católica Nacional”? (
http://www.gauchitogil.galeon.com/productos2020644.html )
En un tiempo en que el mundo nos
pide dar testimonio coherente de la fe que profesamos, este tipo de confusiones
contribuyen tal vez a la idea de algunos observadores que creen que ser
católico es sinónimo de armarse una religión “a la carta” [3], y cuando la
Iglesia enseña con verdadera claridad, patalean como niños… porque se les
alimentó el raquitismo con golosinas-veneno, en vez de darles leche.
M. Virginia O. de Gristelli