En su reflexión
semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor” (América TV), Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata y Presidente
de la
Comisión Episcopal de Educación
Católica, se refirió a la “brecha generacional que se ha abierto entre nosotros y los jóvenes,
los chicos diría yo, respecto del uso de los medios electrónicos. A
nosotros nos cuesta un buen trabajo comunicarnos con soltura por medio de todos
estos inventos contemporáneos que son tan eficaces, ellos, en cambio, parece
que nacen con la habilidad incorporada”.
Comentó que “especialmente los adolescentes, quedan
absorbidos en exceso en esa comunicación y se me ha ocurrido varias veces preguntarles si se encuentran en una
vinculación real con aquellos con los cuales están comunicados. Quedan
absorbidos, además, por las redes sociales o por Internet y parecen ausentes
del sitio en el cual se encuentran”.
El prelado compartió luego un
estudio reciente de profesionales donde “a propósito de esta especie de
absorción se habla de “egolandia”
que sería el mundo de los que viven
encerrados en su propio yo. Sí están conectados con el mundo entero, pero
están encerrados en su propio yo. Se
habla de hiperindividualismo, de un
egosistema que crea la dependencia de preguntarse una y otra vez cómo se siente
uno. Se habla de una atmosfera que estimula la hipertrofia del yo hasta el
paroxismo y cuyo costo es un enorme sentimiento de vacío y la ilusión de
estar hiperconectado como si este encuentro virtual significara una conexión
real”.
Tras otras consideraciones
sobre el estudio puso como ejemplo el relató
de una actriz californiana que confesó al “New York Times”” que “ya no atiende el celular porque está
acostumbrada a conversar por facebook, por wathsapp, por SMS pero el sonido del
celular ya le molesta”. Dijo que el hecho le parece “patético” pues la
actriz también contó que “una prima la
había llamado por una necesidad gravísima que había ocurrido en la familia” porque tenía necesidad “de
comunicarse con ella y ser escuchada; ella se vio atacada por esa especie de
egoísmo, sin saber lo que estaba ocurriendo, y desatendió una obligación elemental de asistencia familiar y afectiva”.
Como conclusión afirmó: “bienvenidos todos esos medios que nos
facilitan la comunicación, pero cuidemos también esta otra posibilidad: que en
el fondo no se presten a las argucias de nuestro egoísmo, que no nos encierren
en nosotros mismos”
Por ello, Mons. Héctor Aguer pidió “ayudar
a los jóvenes, a los que vemos todo el tiempo conectados. No hace falta que sea
el teclado de la computadora, ahora es un telefonito pequeñito o una tablet que
los tiene apartados de la realidad”.
Y culminó proponiendo que nos
preguntemos si “¿estamos comunicados
realmente con los demás? Aquí se juega un valor fundamental, que es también un
valor principal del cristianismo, sino en qué queda la amistad social, en qué
queda la caridad, el amor a los demás, si no en esos contactos concretos,
cotidianos, en los cuales podemos expresar cuánto valoramos a los otros”.
Adjuntamos el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor
Aguer:
“Mis
amigos para mí es un gusto poder estar todas las semanas con ustedes en este programa.
Hoy quiero comentarles algo que me impresiona particularmente”.
“Los
que peinamos canas, y ustedes ven que yo ya peino unas cuantas, podemos
advertir la brecha generacional que se ha abierto entre nosotros y los jóvenes,
los chicos diría yo, respecto del uso de los medios electrónicos. A nosotros
nos cuesta un buen trabajo comunicarnos con soltura por medio de todos estos
inventos contemporáneos que son tan eficaces, ellos, en cambio, parece que
nacen con la habilidad incorporada. Pasan horas y horas conectados, enganchados
en sus jueguitos o en sus comunicaciones”.
“También
notamos que, especialmente los adolescentes, quedan absorbidos en exceso en esa
comunicación y se me ha ocurrido varias veces preguntarles si se encuentran en
una vinculación real con aquellos con los cuales están comunicados. Quedan
absorbidos, además, por las redes sociales o por Internet y parecen ausentes
del sitio en el cual se encuentran”.
“Este
es un fenómeno que ha sido estudiado recientemente por psicólogos, por sociólogos,
etc., pero para no divagar demasiado he querido leerles a ustedes directamente
algunas opiniones que he subrayado”.
“Por
ejemplo, a propósito de esta especie de absorción se habla de “egolandia”
que sería el mundo de los que viven encerrados en su propio yo. Sí están
conectados con el mundo entero, pero están encerrados en su propio yo. Se habla
de hiperindividualismo, de un
egosistema que crea la dependencia de preguntarse una y otra vez cómo se siente
uno. Se habla de una atmosfera que estimula la hipertrofia del yo hasta el
paroxismo y cuyo costo es un enorme sentimiento de vacío y la ilusión de estar
hiperconectado como si este encuentro virtual significara una conexión real”.
“Por
supuesto que estas impresiones no hay que generalizarlas, pues hay chicos que
utilizan con normalidad los medios que tienen a su alcance pero si son
estudiosos serios los que están hablando de estas cosas me parece que habría
que tenerlo en cuenta. Muchos lo vinculan también con la epidemia del
narcisismo, que quiere decir estar pensando en uno mismo, y con el consumismo
que también hace estragos entre los jóvenes”.
“Pero
no es un problema exclusivo de los jóvenes. No digo nosotros, a los cuales ya
nos ha costado mucho meternos en ese mundo y que nos movemos en él
laboriosamente, pero en el “New York Times” ha aparecido recientemente
un caso que me ha parecido patético. Se trata de una actriz californiana, no me
resulta conocida, que confiesa al periódico que ya no atiende el celular porque
está acostumbrada a conversar por facebook, por wathsapp, por SMS pero el
sonido del celular ya le molesta. A propósito relata que una prima suya la
había llamado por una necesidad gravísima que había ocurrido en la familia y porque
en consecuencia tenía necesidad de descargarse, de comunicarse con ella y ser
escuchada; ella se vio atacada por esa especie de egoísmo, sin saber lo que
estaba ocurriendo, y desatendió una obligación elemental de asistencia familiar
y afectiva”.
“O
sea que estas cosas le pueden pasar también a las personas mayores, nos pueden
pasar a cualquiera de nosotros”.
“Conclusión:
aquí se juega una dimensión fundamental de la condición humana. Bienvenidos
todos esos medios que nos facilitan la comunicación, pero cuidemos también esta
otra posibilidad: que en el fondo no se presten a las argucias de nuestro
egoísmo, que no nos encierren en nosotros mismos. Y tratemos de ayudar a los
jóvenes, a los que vemos todo el tiempo conectados. No hace falta que sea el
teclado de la computadora, ahora es un telefonito pequeñito o una tablet que
los tiene apartados de la realidad”.
“Preguntémonos:
¿estamos comunicados realmente con los demás? Aquí se juega un valor
fundamental, que es también un valor principal del cristianismo, sino en qué
queda la amistad social, en qué queda la caridad, el amor a los demás, si no en
esos contactos concretos, cotidianos, en los cuales podemos expresar cuánto
valoramos a los otros”.