Por el Dr. Antonio
Caponnetto
“Cuando la naturaleza humana por el Misterio de la
Encarnación se unió a Dios, todos los ríos de los bienes naturales volvieron a
su principio. ‘Los ríos retornan al lugar del que salieron para volver a
fluir’(Ecle.,1,7)”
Santo Tomás,In
Sententiarum III, proemio
Sedientos de sustancia
en la planicie seca,
ajados por el
fuego que no calma los fríos,
marchitos o dolientes de
afogarar memorias,
las cosas y los hombres
se han quedado sin ríos.
Es un crujir de cueros,
un escaldar de pastos
la tierra traicionera,
del alba desertora.
Por atezar los nombres
han pecado los labios,
por renunciar al Agua
han quemado a la aurora.
Tráenos en tu Noche la
torrentera clara
que funde los hogares
sobre el hombro paterno,
sobre el mantel, la
mesa, el trajín de la madre,
las cuentas del rosario
pronunciando lo eterno.
Tráenos los afluentes
que regaron la patria:
la proeza española, los
criollos legendarios,
tu Palabra convoque las
palabras dormidas,
desfile la victoria en
los viejos estuarios.
Tráenos los raudales, el
caudal de la gracia
del pozo de Sicar tras
la sombra de un cedro,
dí a la Barca en el
Tíber que ice al aire sus velas
mar adentro, Dios mío,
como ordenaste a Pedro.
Tráenos la bandera de la
que habla Isaías
porque el monte se
anega, se acallan los redobles,
del Pastor que
sabía proferir tu alabanza:
hay que abrir tenazmente
la puerta de los nobles.
Tráenos los regatos,
arroyos sin mareas,
el manso regajal de las
almas absueltas,
mas si fueran preciso el
escudo y la espada,
haznos donar la sangre,
por tu cruz, en los deltas.
Trae, al fin, la
esperanza de los Ultimos Días,
la desembocadura del
lecho de la historia,
retornen nuevamente los
ríos a sus mares,
se alce un himno de
oleajes proclamando tu gloria.
ANTONIO CAPONNETTO