En la foto: Carlos Mancuso dedica la tarde de los viernes a atender los posibles casos de posesión
"La Stampa"
La preocupación del Papa Francisco por el diablo ha quedado
patente desde el inicio de su Pontificado. Para Bergoglio, no es un mito, no es una metáfora, sino que es una
persona, un protagonista de la Historia. Desde que sucediera a Benedicto XVI la presencia del demonio
en sus discursos ha sido habitual y lo ha mencionado en, al menos 11 ocasiones.
Carlos
Alberto Mancuso, es exorcista, y trabaja en exclusiva para la Iglesia en
Argentina. Según explicó al diario "La Stampa", "No me
sorprendió escuchar al Papa hablar del diablo. Pablo VI ya lo mencionó de forma explícita, Juan Pablo II realizó exorcismos y Benedicto XVI asistió a congresos de especialistas sobre
demonología. Todos ellos reconocieron que el papel del diablo en la historia es
real como el antagonista de Cristo".
A sus 80 años, Mancuso lleva 30 expulsando demonios en nombre de la Iglesia,
muchos de ellos por encargo del Papa Francisco.
"Como no tenía exorcistas en Buenos Aires y recurrió a mí en varias
ocasiones. Otras veces, me llamaron familiares del arzobispo de Buenos Aires
para que viera a su hijo o su hija, porque tenían comportamientos extraños.
Ellos llegaban a mí con un rosario que les había entregado Bergoglio después de orar por ellos. El exorcista Mancuso, recuerda el caso de una
muchacha que le abofeteó. "Era una niña buena, pero estaba muy
desmejorada. Fue a ver al cardenal Bergoglio,
que le dio un rosario con el que vino a verme. Estábamos en la capilla y empecé
a rezar. La chica, que estaba con su madre, dio un paso atrás, se giró y me
abofeteó violentamente. Me rompió las gafas".
Mancuso acude cada viernes de 17 a 20, puntual como un empleado del
banco, a la casa de avenida 60 entre el 27 y 28 de La Plata, a una hora de Buenos
Aires. Allí recibe a todos los que acuden a verle, para escucharlos, para
interrogarlos con astucia para discernir si se trata de un trastorno
psicológico o de algo más que pueda indicar la presencia del diablo. La gran
mayoría llegan desde la consulta de un psiquiatra y se les hace un segundo
análisis.
"Cada semana llegan de 25 a 30
personas, de las que una o dos tiene que volver. En primer lugar rezo una
oración. En este punto pueden suceder dos cosas: la persona se queda sentada,
mirándome y se marcha a casa; o se tiran al suelo y comienzan a gritar".
En este caso, se le realiza un interrogatorio minucioso de "para entender
dónde, cuándo y por quién está contaminado". Mancuso utiliza la palabra
"contaminada" como si se tratara de la gripe. "No hablo de
contaminada en el sentido de contagiosa, pero sí de una personalidad que a
menudo se rompe después participar en un acto de culto maligno que la dejó
vulnerable a la presencia satánica".
Mancuso,
que utiliza un ritual de 1615,
confiesa que ha tratado doscientos casos. Más mujeres que hombres y, sobre
todo, jóvenes adultos. Ninguno de ellos de menores de 8 años ni mayores de
60". Es un fenómeno en auge, asegura. "Nunca
habían entrado tantas personas por la puerta o me topaba con tantos casos de
posesión como este año, en el que ha tratado 60 "infecciones".
Todo está documentado en un cuaderno,
con fechas, nombres, circunstancias y resultado del tratamiento. Los encuentros
cercanos con el diablo no le asustan. "No tengo miedo, creemos que Dios da
a cada uno de las cualidades necesarias para liberar su propia obra".
Su habilidad y experiencia le ha
servido para poder realizar exorcismos de todo tipo, hasta un caso que realizó
por teléfono. "Entendí que la persona que estaba al otro lado de la línea
estaba poseída. Era una médico argentina que había vivido en España. Le dije
que llamara a un sacerdote. Lo hizo y vinieron a verme para repetir la fórmula
del exorcismo. Y tuvo éxito".
NOTA: Las letras en
negrita y cursiva pertenecen a la edición de la nota