Por Patricio Lons
Y llegó el 6 de enero, tan ansiado por pequeños y añorado por los más grandes que disfrutamos la alegría de los más chicos de la familia.
“Llegaron ya, los reyes y eran tres…” así nos deleita la letra de la misa criolla. Tres caballeros que tras largo transhumar guiados por una estrella que Dios les puso en medio de los astros, arribaron al más modesto lugar que un rey podía merecer para su nacimiento. Esa actitud de tres monarcas de llegar a un pesebre para adorar a otro rey, ennoblece a los cuatro porque fue un acto de mutua humildad, uno, el más grande entre todos, elige para nacer un establo, que es como si hoy eligiese un taller mecánico y playa de estacionamiento, los otros tres, dejan sus palacios y se avienen a adorarlo en ese lugar.
Este acto de humildad incondicional de tres hombres poderosos, nos enseña lo que en una palabra resume el buen corazón, el amor y la entrega a un noble destino, a un propósito generoso, de entrega personal y sin esconder nada, sin cálculos que empequeñezcan el alma, a lo que nos llama el sentido del deber, esa palabra que encierra estos valores se llama caballerosidad.
¿De que forma podemos encarnarla en nuestra vida cotidiana? Con amor a la patria, a nuestra familia, a nuestro estudio y trabajo, con entrega de espíritu y aceptando los riesgos que esta elección de vida conlleva. Teniendo plena conciencia del estado de nuestra querida Argentina. Pensando y actuando para no robársela a nuestros hijos, sino saber que la recibimos de nuestros padres, se la tomamos prestada a nuestros descendientes y debemos dejársela en mejores condiciones.
Se sabe fehacientemente que eran tres soberanos llegados de oriente. Sus restos pueden ser venerados en la catedral de Colonia, Alemania. Mi madre me recordaba haberla visitado en el año 1929, pleno período de entreguerra, en una Alemania republicana caída en absoluta miseria. Es su iglesia más famosa, sobrevivió a las dos guerras y a los devastadores bombardeos aliados sobre blancos civiles. Hoy su belleza resplandece restaurada y sus peregrinos pueden rezar ante los tres reyes santos que hace dos mil años se arrodillaron ante un bebé, porque tenían plena conciencia que lo hacían ante el Rey de reyes.
Como hace dos milenios, lo esencial sigue siendo el misterio, ese acto maravillosamente sagrado en el cual Dios mismo se encarna en su Hijo unigénito, quien tendrá como misión entregar toda su sangre y todas sus lágrimas por nuestra salvación.
Partimos de Dios para entender al mundo, para formar valores éticos, muy importantes, es cierto, pero subordinados a quién los origina, a nuestro Creador.
Redemptor mundi, es Dios mismo quien nos debe interesar. El ejemplo a seguir. El mensaje a recibir y las virtudes a imitar, la fe, la esperanza y la caridad que nos dejan plena el alma y el corazón. Como hace dos mil años lo esperaba el pueblo hebreo, como lo esperamos nosotros cada Nochebuena y como hoy esperamos recibir en este amanecer del 6 de enero, el piadoso mensaje de valor y entrega de tres monarcas cruzando naciones solo guiados por una estrella de la Providencia, que se postraron con amor y devoción ante nuestro Redentor.