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miércoles, 3 de diciembre de 2008

Colaboración: No habrán muerto en vano

NO HABRÁN MUERTO EN VANO

Sin mostrar ni vergüenza  ni arrepentimiento ni una sola contracción, el presidente de Estados Unidos George Bush, vuelve a manifestar impávidamente que se equivocó al creer que en Irak había “armas de destrucción masiva”, al ordenar la invasión a ese país. 

Aunque agrega a sus dichos la equivocación similar de los otros países de la Coalición, que colaboraron en la misma. Lo que no dice es que estos otros países, simplemente sin analizar ni la verdad ni la razonabilidad de tal medida, simplemente por cuestiones de conveniencia, siguieron al imperio. 

Aclarando enseguida que no han sido retiradas las tropas del desdichado país, pues no va a permitir que los norteamericanos piensen “que sus hijos hayan muerto en vano”. Y uno se pregunta ¿en vano? ...si es que no había “armas de destrucción masiva”, ¿qué otro motivo se puede alegar para justificar la invasión y la permanencia de la Coalición en Irak? ¿O la permanencia en sólo cuestión de prestigio? 

Claro, uno sabe que el tema remanido de la destrucción de la tiranía no puede ahora ni siquiera mencionarse, pero sabe uno también que hay otros motivos muy claros como el tema del petróleo y el interés geopolítico de Israel. Aunque estos mejor ni mencionarlos y entonces con cara de burro inteligente, el presidente puede decir que los agresores no habrán muerto en vano.

A este nivel de poder mundial y de la discrecionalidad y cinismo con que se usa, habría que interrogar al manifestante sobre si murieron y siguen muriendo en vano los iraquíes. Claro que un millón más o menos de personas no importan mucho y menos si son negritos. Y la destrucción del país menos aún y sobre todo considerando que la ocupación se resarce adecuadamente, explotando a su conveniencia el petróleo. 

La moraleja asusta y en pleno siglo XXI, podemos ver todavía que el derecho internacional sigue construyéndose solamente con el uso de la fuerza. Pero el tiempo deberá poner las cosas en su lugar.

 

LA PLATA, diciembre 3 de 2008.

Por SILVIO H. COPPOLA 

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