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jueves, 15 de enero de 2009

El mito de los judíos dueños del dinero, por Eulogio de Letos

El mito de los judíos dueños del dinero

Por Eulogio de Letos*

El pensamiento griego auténtico, aquel que constituye el meollo del pensar occidental, termina con Aristóteles, lo que viene después, como dijo el buen filósofo inglés Alfred Whiteheard (1861-1947), son notas al pie de página de sus libros.
Werner Jaeger (1888-1961) quizá el más profundo filólogo y helenista del siglo XX en un trabajo titulado Griegos y Judíos (1) probó de manera indubitable que el pensamiento griego hasta Aristóteles ignoró a los judíos, no tuvo ningún contacto con ellos, ni con sus costumbres ni con su forma de pensar y actuar. Ni siquiera supo de su existencia en el mundo.
Eudemo de Rodas quien fuera discípulo de Aristóteles y que escribió una Historia de la teología se ocupó de los fenicios, asirios, babilónicos y egipcios pero no de los judíos. De estos se habla por primera vez en Teofrasto, el sucesor de Aristóteles en el Peripatos, en una obra que se le atribuye Sobre la Piedad.
Pero Teofrasto no tuvo conocimiento directo de los judíos y su mundo, sino que se enteró sobre ellos a través de La Aegyptica una obra de Hecateo de Abdera que fue dada a conocer por el año 300 a.C.
Pero Hecateo tampoco conoció a los judíos directamente en su tierra ni siquiera conoció la ciudad de Jerusalén sino que todo su conocimiento lo tomó de los judíos que vivían en la corte del primer Ptolomeo en Alejandría.
De modo tal que sabemos a ciencia cierta que al menos hasta el tercer siglo a.C. no se tuvo en Occidente ningún conocimiento o versión de quienes podrían ser los judíos.
Lo interesante de destacar, es que toda la literatura posterior, salvo las excepciones siempre judías, es crítica y negativa respecto de este pueblo oriental. Esta literatura que recorre dos mil trescientos años de historia de la humanidad no deja títere con cabeza. Y así desde el período posterior a Aristóteles conocido como el helenismo, pasando por el imperio romano, la alta y la baja edad media, y la modernidad hasta llegar a poco después de la segunda guerra mundial, toda esa bibliografía sobre los judíos, sus hábitos y maneras de conducirse en sociedad, es en un 100% crítica y negativa respecto de ellos. (2)
El hecho cierto es que este tema fue conocido desde la antigüedad como la quaestio iudaeorum, la cuestión de los judíos, tema que se desarrolló hasta mediados del siglo XX. Autores contemporáneos tan disímiles entre sí como Marx, Sartre, Papini, Belloc, Guardini y tantos otros tienen libros incluso con ese título: la cuestión judía.
A partir de los años sesenta la cuestión es demonizada, no se puede tratar sin correr el riesgo de se catalogado y condenado como nazi, fascista o antisemita, y si algo caracteriza a los puros intelectuales es que son cobardes. Nadie quiere cargar gratuitamente con ese sayo.
El hecho bruto que determinó esta demonización de la temática fueron los crímenes contra los judíos cometidos durante la segunda guerra mundial. Como respuesta, ellos se apoderaron del monopolio del sufrimiento (los gitanos proporcionalmente padecieron a los nazis más que ellos), lanzaron el gran mito de los seis millones de víctimas (desmentido luego por cientos de trabajos científicos y neutrales que lo reducen en un 80%) y terminaron inventando la industria del holocausto como tan acertadamente la denomina Norman G. Finkelstein en su libro homónimo (3).
De modo tal que hace aproximadamente medio siglo que se dejó de lado el mito de que los judíos son los dueños reales y efectivos del dinero en Occidente.
Y esta afirmación categórica venía viento en popa, pero la realidad, que es la última verdad, se sublevó, no se pudo tapar el sol con el pie como enseñaba Heráclito. Y así la gran estafa financiera mundial del siglo XX se destapó a comienzos del siglo XXI, en este final del 2008, con la quiebra del banco de los hermanitos Lehmann que le costó al tesoro norteamericano 700.000 millones de dólares y otro tanto a los gobiernos europeos en el auxilio de sus bancos también afectados con la explosión de la burbuja financiera, de la que nos habló el economista Miguel Angel Gago allá por 1994 en la revista Disenso.
Algunas sotovoces se dejaron oír en el sentido de averiguar hacia qué país fueron derivados parte de semejantes fondos financieros computados como pérdidas, pero nadie lo firmaba. El hecho que llamaba la atención es que de los Estados-nación modernos organizados al estilo occidental y con peso relativo en el orden internacional, el único que no tomó ninguna medida oficial de auxilio a sus bancos fue el Estado de Israel.
El tema siguió en el más absoluto silencio, pero una vez más la fuerza de la realidad se impuso sobre el simulacro o el disimulo. Explotó el lunes 15 de diciembre, primero en los diarios de España (había perdido el Banco Santander 2500 millones de dólares), el fraude por 50.000 mil millones de dólares realizado por Bernard L. Madoff, un judío norteamericano a quien le confiaron sus ahorros organizaciones judías y judíos enriquecidos como Stiven Spielberg, Elie Wiesel, Robert Lappin, Julian Levitt, Fred Wilpon, Norman Braman, Erza Merkin, Carl Shapiro, Frank Lautenberg, Benbassat y &, y Reichmuth y &, entre tantos otros.
Hoy se sabe, en Argentina lo denunció antes que nadie Eduardo Linares en un estupendo artículo titulado Steven Spielberg y “The Madoff’s list” by Tim Roth, que “Tan sólo Lehman Brothers y Berni Madoff, expatriaron, nunca mejor usado el término, 400 mil y 100 mil millones de dólares a bancos del Estado de Israel antes de declararse en bancarrota los primeros y ser apresado por fraude el segundo”, esta es la razón profunda de por qué el Estado de Israel fue el único estado de forma occidental que no se conmovió para nada por la gran crisis financiera newyorkina.
Que los judíos son los dueños del dinero del mundo, no es un mito sino más bien una triste y dura realidad para los pueblos que tenemos que padecer su tiranía, entre los cuales el más jodido es el pueblo palestino (los antiguos filisteos) que además los tiene de vecinos.
¿Tiene arreglo esta situación? ¿Puede revertirse? A los ojos y los planes de los hombres no. No existen dirigentes de nivel internacional que de alguna manera no se encuentren judaizados. ¿Dónde un Adenauer, un de Gaulle, un Sukarno, un Nerú, un Perón, un Arévalo, un Ovando, un Vargas? La explotación y las injusticias sobre los pueblos, disfrazadas con bellos discursos, serán cada vez más y más crueles, pues no existen dirigentes políticos con peso internacional que sostengan proyectos de liberación y realización nacional. Israel es el último y único Estado de forma occidental que sostiene como objetivo “la prioridad nacional y su desarrollo”, por lo tanto no existe poder en el mundo que pueda torcer la voluntad de dominio de los dirigentes hebreos apoyados en la masa infinita de dinero a su disposición y el aval de 220 bombas atómicas. Para ellos la voz de mando es hoy: delenda est Philistaea.
Claro está, estos son los planes de los hombres, y otra cosa son los planes de Dios. Solo esperemos que Tata Dios se ponga pronto de nuestro lado.
Notas:
(1) Werner Jaeger, 'Greeks and Jews', Journal of Religion, April 1938
(2) La vida política también les ha sido hostil a los judíos en todo el mundo pues ya los expulsó de Roma el emperador Tibero en el año 19 d.C. , luego lo hizo Claudio en el 49. Durante toda la Edad Media viven en ghettos o barrios cerrados para “evitar que hagan el mal”, y a partir del 1092 con la expulsión de Hungría comienza la expulsión desde toda Europa: Inglaterra, 1290 por Eduardo I; Francia, 1306 y 1394 por Felipe el hermoso; Francia, Bordeaux, Avignon, Marasella en 1682; Alemania-Sajonia en 1349, en Bavaria 1551, en Prusia en 1510; Hungría nuevamente en 1362 y1582; Bélgica 1370; Eslovaquia en 1380 y por María Teresa en 1744; Austria en 1420 por Alberto V; España y Portugal en 1492; Italia de Nápoles y Sardinia en 1540. Mientras que en Dinamarca no se les dejó entrar hasta mediados del siglo XVII, en Suecia en 1782 y en Noruega recién en 1814.
(3) Finkelstein, Norman G.: La industria del holocausto, Madrid, Siglo XXI, 2002.
* Las colaboraciones
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