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martes, 17 de noviembre de 2009

PRESIDENTE SE BUSCA




Por Julián Martín Obiglio
Diputado Nacional


Estamos viviendo una Argentina de muy baja calidad, dirigida por políticos que no conocen ni respetan las instituciones. Por un matrimonio al que únicamente le interesa el dominio de la arena política y no la conducción del país hacia un futuro mejor. Basta mirar a nuestro alrededor para descubrir la ausencia de gestión y el abandono absoluto al que se ha sometido a nuestro pueblo.

Estamos viviendo en un país carente de una estructura adecuada para la atracción de inversiones, tanto nacionales como extranjeras: carreteras en pésimo estado y sin control vehicular alguno, autopistas y puertos heredados de los años 90´ en franco deterioro, hidrovías sin el calado suficiente y sub-explotadas, cielos regulados con poca oferta aerocomercial, trenes olvidados con servicios actuales que denigran al usuario.

Al mismo tiempo sufrimos una falta de seguridad escandalosa, con la calle tomada por la droga y las fronteras nacionales abiertas al libre ingreso del narcotráfico. A ello se suma la falta de un programa adecuado para la atención de la indigencia y la ausencia de contención familiar. Cada día vemos más niños que al no ser alimentados correctamente se convierten en desnutridos, sin posibilidades de desarrollo de sus capacidades mentales. Son los mismos niños que no tienen contención familiar ni asisten a la escuela, que luego caen en la droga, y terminan a los 15 años muertos de una sobredosis, o peor aún, asesinando a inocentes para robarles el dinero que precisan para saciar su dependencia de la droga. Generaciones de argentinos perdidas y una deuda social cada día mayor.

La inoperancia de nuestros actuales gobernantes es tal que, en este proceso de empobrecimiento masivo, han dejado de fumigar la frontera norte del país, permitiendo la invasión del mosquito transmisor del Dengue, que ahora se ha instalado en la Argentina sometiendo a nuestra población a las mismas calamidades que hasta hace poco eran patrimonio del castigado pueblo paraguayo.

O el caso de la famosa Gripe A, que este año tuvo su pico de infectados y muertos a la semana siguiente de las elecciones, debido a los contagios que se produjeron en esa movilización de masas, y que el Gobierno - contra todas las advertencias médicas - ni siquiera analizó posponer. Otro ejemplo más de las consecuencias visibles y palpables causadas por la aplicación de políticas públicas erradas.

A esa falta de conexión de los gobernantes con la realidad se debe sumar el secuestro del espacio público que se viene perpetrando hace varios meses por grupos de manifestantes que cortan calles y rutas, toman plazas, destrozan los bienes públicos e invaden barrios completos, sin reacción alguna de las fuerzas de seguridad. La crispación social se encuentra en niveles de riesgo y pese a ello, el matrimonio gobernante continua reforzando su estrategia de enfrentamiento permanente.

Por otro lado el Gobierno y sus aliados se han convertido en una maquinaria perfecta para la expulsión de capitales y el empobrecimiento acelerado de los argentinos. Han violado permanentemente las instituciones democráticas, convirtiendo al matrimonio gobernante en un monstruo de dos cabezas que acumula facultades ejecutivas, legislativas y judiciales. Controlan los precios internos y establecen trabas al comercio internacional que alejan al país del mundo civilizado. La inflación galopante golpea directamente los bolsillos de los más necesitados, convirtiéndolos en rehenes de las dádivas subsidiadoras de los Kirchner.

Al mismo tiempo se establecen impuestos a los bienes tecnológicos, considerando que los celulares o las computadoras son bienes de lujo, que deben ser castigados por el Estado. O en este rally de medidas establecidas por los iluminados gobernantes, se fijan trabas burocráticas para el ingreso de capitales extranjeros o directamente se permite el cierre de puentes internacionales para declarar la guerra a las iniciativas productivas de un vecino país. Los sueños de autarquía kirchneristas son palpables en sus discursos, pero se hacen evidentes en estas medidas disparatadas.

A todo ello se agregan los altos niveles de corrupción permitidos para enriquecer a la tropa propia y para conquistar a la ajena. Situaciones escandalosas como la expropiación de Aerolíneas Argentinas, en la cual ahora los directores reciben salarios de diez mil dólares, mientras la empresa pierde dos millones de dólares por mes. O los fondos de jubilaciones y pensiones, también expropiados, que ahora son prestados a los amigos del Gobierno, sin criterios de rentabilidad ni eficiencia alguna, demostrando así el matrimonio que es capaz de usar todas las herramientas que tenga a su alcance para mantener su poder.

Entendiendo que los desastres cometidos no son tan graves y que todavía pueden seguir avanzando en la destrucción de todo lo que encuentren a su paso, los Kirchner decidieron quedarse con los medios de comunicación. Como no pueden cerrarlos, han decidido enviarlos a la bancarrota para que sus amigos los compren. El objetivo de ello es muy simple: acabar con la libre información y únicamente transmitir aquello que sea agradable a los fines presidenciales del matrimonio.

A todas estas calamidades se agregan muchas otras más, que hacen de la Argentina un país sumergido en el caos y la pobreza. Todas ellas son pensadas, decididas y aplicadas por políticos que no se encuentran capacitados para cumplir sus funciones ni están a la altura de las responsabilidades propias de los cargos que ocupan.

El matrimonio presidencial no está dirigiendo el país, ya que no tiene un plan para ello. El desastre en materia de infraestructura, de seguridad, de ambiente de negocios, de salud, de acción social, de educación, de libertades básicas, de respeto de las leyes y las instituciones, etc, demuestran que el único plan de los Kirchner está focalizado en la batalla política. Su único objetivo es la perpetuación en el poder y la conducción de la política que les permita acceder a ello.

Pese a esta falta de conducción, el país y su gente tienen una vocación de desarrollo y crecimiento que avanza por sobre las trabas que estos políticos fracasados generan día tras día. La inercia de nuestro país es mucho más potente que la voluntad de aquellos que trabajan focalizados en el interés personal y no en el interés nacional. La Argentina precisa y merece un presidente que la conduzca, que genere las condiciones necesarias para el desarrollo humano, económico y cultural. Un presidente que trabaje pensando en el futuro de la Nación y no en el futuro de su cuenta bancaria. Un presidente que supere los enfrentamientos políticos y busque la unidad de la Argentina en las cuestiones esenciales necesarias para un desarrollo sostenido en el tiempo. La Argentina precisa un presidente y un equipo de políticos que amen a su país y estén preparados para conducirlo por el camino del éxito y del crecimiento. Nada más que ello. El resto está en manos de sus ciudadanos.

Noviembre 2009

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