Por Eduardo Jorge Rodrigo
"Dichoso aquél que muere por su casa y su tierra,
pero sin haber hecho dolo ni fuerza inmjusta.
Dichoso aquél que compra su tálamo de tierra,
dichoso aquel que muere por la cosa solemne,
aunque sea más chica que un granito de anís.
Dichoso aquel que muere para que siga indemne
la vida de un niñito, la grloria de un país.
Dichoso aquel que muere por la Cosa perenne,
por un Santo Sepulcro, Dulcinea, Beatriz,
o por un sol en campo de color cielo y Lis."
P. Leonardo Castellani
Y vemos pasar los días
como quien sentado a la orilla
de un arroyo ve correr
el agua sin oirla al pasar,
sin saber adonde es que va.
Como caudal que se tiene interminable
parece el hombre ignorar adonde va;
sin escuchar que la realidad
presenta la alternativa
de dos caminos que, inexorables,
tienen destino de eternidad
y, en esto será o el Cielo o el averno.
Por eso aquel contenido en versos del p. Castellani, un llamado a obstinarse siempre, a sobre ponerse por la audacia y la fuerza de la virtud y por ellas asumir que, -tal lo expresara el patriota Saavedra-, "la verdad política a más de ser una ciencia que tiene sus principios fijos e inamovibles, fundada en el derecho natural, es una virtud que por lo mismo, jamás aconseja hacer algo contra la justicia porque ésta es su mejor fundamento"
Santo Tomás enseña: "Cada persona individual, es a la comunidad como la parte del todo". Y añade: "...el individuo solo es soberano en la Patria soberana. El Bien Común es la Soberanía, la Patria que se manda a sí misma y que vela por la identidad de su alma a través del tiempo mudable, a través de las generaciones innumerables, solidarias y fieles en el cumplimiento de la misma responsabilidad".
Pues entonces, si cada individuo es una parte del todo, solo en el Todo de Verdad habremos de reencontrar esa comunidad capaz de enfrentar esta desintegración que, estáticos, a la orilla de la vida, presenciamos corre.
El canto del agua dice: ¡Ay de aquellos que sabiendo cuál destino espera!, aún esperan y olvidan la sentencia Divina que dice: "Quien quiera salvar su vida la perderá. ¿De qué le vale al hombre ganar el mundo si pierde su alma?". Ganar o ser ganado por el mundo, es lo mismo.
¡Ay de aquellos que digan esperar el momento oportuno, sabiendo que el solo esperar no es esperanza! La espera vulgar, la que no espera nada, se parece al oro que recibiera Pirro de los romanos. Oro vano. La vida en Cristo no es una alianza con el mundo sino con Él, que no trafica banalidades. "Que el valor decida y muestre al universo a quién quiere el Destino hacer su dueño, si al pueblo romano o a mí. Escuchad a Pirro, su corazón es demasiado grande para no respetar la libertad de aquellos cuyo valor respetó la suerte. Yo lo devuelvo (el oro); yo os lo doy, lleváoslo; que Pirro, al devolveroslo, obedece a los dioses". Grandeza en Pirro, pero también, grandeza en el Romano Apio al saber de la respuesta de Pirro cuando advierte la cobardía del senado romano. Dijo Apio: "Romanos, he deplorado ser ciego, pero siento no ser al mismo tiempo sordo para no oir las resoluciones que anuncian y que mancillarán la gloria de Roma". Este discurso unió a los senadores. Hay discursos que hacen recobrar la "memoria completa". Y no es esta frase entrecomillada un llamado a la CONCORDIA, por el contrario. Una memoria completa necesariamente discrimina, y no honra en la Patria a los apátriadas.
Amigos, no hay milicia sin poeta,
y aquél que tenido de tal no se comprometa,
no milita. ¿Qué sería del Patriota
si la razón de su lucha no fuera la Belleza
de un Santo Sepulcro, de Dulcinea, Beatriz,
de un sol en campo de color Cielo y Lis?