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sábado, 16 de enero de 2010

LA SUERTE



Por Silvio H. Coppola

¿Existe o no la suerte? ¿El encadenamiento de los hechos es casual o responde a alguna determinación? ¿Algunos nacen con ella o carecen siempre de su luz? Discusión que existe y seguirá existiendo. Es algo así como el que “no creo en las brujas, pero que las hay, las hay”. Los antiguos sí creían en ella y en su correlato, los augurios. Como también en que el destino estaba marcado por las estrellas, aunque de ser cierto esto, desde luego mitigaría en consecuencia, los alcances de la suerte. Un diccionario común nos hace saber que consiste en un“encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito o casual”. Pero ¿no conocemos a alguien que todo le sale bien y a algunos que son particularmente desgraciados? Sí, indudablemente. Así como hay individuos propensos a los accidentes, cabe reconocer que a otros, la suerte los protege. Es como la bala perdida, que toca a algunos y a otros respeta. ¿Sólo por casualidad? ¿O podemos atraer a la suerte como a la desgracia?

Cuentan que ante los muros de Cartago y ante la inminencia de una batalla a muerte y decisiva, Aníbal –en inferioridad de fuerzas-, se reunió con su rival romano el general Escipión, que comandaba las fuerzas sitiadoras y le pidió la paz: “La suerte me ha abandonado”, afirman que dijo. Ante lo que Escipión rechazó su propuesta y resuelto afirmó que se sometía “a la suerte de las armas”. El mismo Julio César al cruzar el río Rubicón en el norte de Italia con mando de fuerzas y sin la autorización del Senado –con lo que se ponía en rebelión contra la república-, decidido, manifestó: “Alea jacta est” (“la suerte está echada”) y se atuvo a la consecuencias de sus actos. Cuentan asimismo que Napoleón Bonaparte, en trance de elegir entre varios oficiales a un general, preguntaba antes de hacerlo: ¿Tiene suerte? Y en consecuencia resolvía, fiado en la “estrella” del designado.

La suerte también es asimilada con la mujer. La Biblia en su Antiguo Testamento, manifiesta la suerte de tener una mujer adecuada y compañera, recalcando en consonancia “que no hay carga más pesada que la mujer liviana”. Y mucho más acá y salvando las distancias, entre nosotros el mismo Enrique Santos Discépolo, manifestaba en su tango “Yira-Yira”:

Cuando la suerte que es grela (mujer)

fallando y fallando

te largue tirao. . . . . . .

En consecuencia, esta brevísima digresión, nos puede llevar a afirmar: “...en la suerte no creo, pero que hay personas que la tienen, desde luego que es así”.

LA PLATA, enero 14 de 2010.

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