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lunes, 17 de mayo de 2010

ACTUALIDAD ECONÓMICA: EL AJUSTE INEVITABLE

Inflacion-cartel-sube-np

Por Héctor Blas Trillo

 
“En un mundo muy conflictivo en el que se han derrumbado paradigmas, donde vemos un mundo que está muy desarrollado pero que imagina las mismas soluciones que dieron los mismos resultados, creo que se requiere mucha inteligencia y no poner palos en la rueda” Cristina F. de Kirchner
      Asistimos en estas horas a una realidad que parece que ningún político quisiera reconocer: la necesidad de ajustar las economías de varios países integrantes de la Unión Europea, cuyos gastos han crecido a lo largo de varios años, al socaire de una situación general que así lo permitió.
      En sí misma la UE es una asociación  que establece pautas de ayuda mutua y complementariedad, lo cual permite que muchos desequilibrios provocados o naturales de la economía de sus integrantes,  se diluyan entre todos y por lo tanto no se noten demasiado.
     Durante unos cuantos años la fórmula funcionó, a nuestro criterio con enormes deficiencias, pero funcionó. Los Estados europeos vieron que su moneda se revalorizaba frente a otras, sus economías parecían sostenerse pese a la gastomanía reinante y la falta de competitividad se subsanaba cerrando fronteras, impidiendo que se muden industrias, poniendo cupos a las importaciones agropecuarias y limitando tanto como sea posible el ingreso de inmigrantes. Entre otras cosas, digamos.
     Hubo varias alertas en estos años. Desde la enfermedad popularmente llamada de la vaca loca (provocada por la alimentación de animales basada en harinas de origen óseo) hasta el llamado de atención en las votaciones por la Constitución Europea. Nada impidió que se siguiera adelante.
     Sin embargo, es bastante obvio suponer un final nada agradable. Cuando el gasto crece de manera sostenida y aumentan los déficit estruendosamente, cuando las exportaciones se resienten por el alto valor del euro, cuando las importaciones deben limitarse mediante artilugios que no hacen sino demostrar la falta de competitividad, y cuando en definitiva los números no cierran porque no hay a quien vender lo que intenta producirse en esas condiciones, el final es cantado.
      La UE está integrada por 27 países, de los cuales 17 (con la llegada de Estonia en estos días) corresponden a la llamada eurozona.  Se trata de naciones con distintos niveles de productividad y con composiciones diferentes de gasto público (en cuanto porcentaje del P.B.I.). La deuda de cada uno de esos países también es muy distinta con relación al P.B.I. Y además, el origen de tal deuda difiere sustancialmente de un país a otro.
     Históricamente la política ha recurrido a las devaluaciones como manera de ajustar ingresos y gastos. Ha sido la generosa válvula de escape  para corregir el dispendio.  La modalidad no es para nada nueva. Deviene del uso de moneda de curso forzoso sin garantía real. Los Estados modernos usan genuinos pagarés, pues eso y no otra cosa son sus monedas. Cuando la cosa se complica, recurren a la emisión y al consecuente deterioro del tipo de cambio.
      Es lo que ha ocurrido en la Argentina a comienzos de 2002. La devaluación y la salida de la convertibilidad hizo caer a la cuarta parte el valor de la moneda en poder de la gente. Ha hecho caer también a una cuarta parte el valor del patrimonio en bienes. También hizo caer a la cuarta parte el valor de las acreencias  pesificadas, las jubilaciones, los salarios, los depósitos en pesos, etc.
      Por eso, cuando ciertos políticos recurren a la conocida consigna de que ellos no habrán de ajustar, lo que cabe suponer es que, o bien están mintiendo descaradamente o pretenden que la estafa devaluatoria no es en realidad un ajuste.
     Como en estos días la situación europea ha puesto nuevamente en boca de esos políticos la malhadada consigna, reseñaremos brevemente lo ocurrido en la Argentina de estos años.
Luego del congelamiento del tipo de cambio durante 9 años, la imposibilidad legar de emitir billetes dio lugar a mayor endeudamiento y finalmente a la creación de las llamadas cuasimonedas.
La crisis de fines de 2001 fue una consecuencia directa de la situación señalada, pero a su vez fue empujada por la salida forzada del presidente del Banco Central, Dr. Pedro Pou, en abril de 2001, que provocó una progresiva corrida hacia el dólar y una salida de capitales de gran envergadura.
La cesación de pagos anunciada por el presidente interino Adolfo  Rodríguez Saa, señaló la bancarrota, la imposibilidad de cumplir con los compromisos adquiridos en moneda extranjera.
La devaluación, que el Dr. Remes Lenicov anunció en medio de un discurso en el que recurrió a sus antecedentes como economista como para garantizar que un tipo de cambio a $ 1,40 era suficiente, fue la forma de licuar activos y pasivos.
En poco más de dos meses tal devaluación llevó el dólar a $ 4.- demostrando que no sólo se equivocaron quienes pronosticaban un dólar de $ 10.- a fines de 2002, sino el susodicho Remes Lenicov, cuyo dólar a $ 1,40 duró menos que un soplo.
La deuda del Estado en pesos convertibles quedó reducida a la cuarta parte, y por supuesto lo mismo ocurrió con los ingresos del Estado.
Tales ingresos fueron rápidamente corregidos y mejorados mediante la instauración de las llamadas retenciones a las exportaciones.
En el año 2005 el gobierno anunció un canje de títulos nominados en moneda extranjera y consiguió quitas cercanas al 70% en la deuda, con una aceptación del 76% de parte de los acreedores.
El restante 24% fue declarado prescripto mediante la llamada “ley tapón”, que dispuso borrar de la deuda externa un monto cercano a los 24.000 millones de dólares.
Luego de calmada la situación inicial se dispuso el sostenimiento de un tipo de cambio  elevado artificialmente mediante la emisión de moneda para adquirir los dólares provenientes de las exportaciones.  De tal forma, las llamadas retenciones a las exportaciones provinieron en la práctica del valor artificialmente elevado al que el Estado adquiría las divisas.
Esas retenciones implicaron, casi al centavo, el superávit fiscal primario del que el gobierno se vanaglorió en todos estos años.
La utilización de ese dinero en gasto corriente, subsidios, promociones, obras y ayudas diversas, resultó por lo tanto inflacionaria.
La inflación es, como se sabe, el impuesto más injusto porque afecta primero a las personas con sueldos o jubilaciones fijos. Pero constituye un ingreso adicional para el Estado, dado que le permite licuar parte de sus gastos mediante el simple recurso de emitir billetes.
La situación planteada significó la falta de financiamiento externo, dando lugar a operaciones financieras verdaderamente insólitas, tales como la colocación de títulos públicos en Venezuela a una tasa del 15% en dólares en momentos en que el mundo tal tasa está cercana a cero.
También dio lugar a la toma de recursos de las AFJP y también de las reservas del Banco Central.
Dado que el Estado se endeudó mediante la colocación de Lebacs y Nobacs a tasas también cercanas al 15% en dólares, la conclusión es que la emisión de moneda para comprar dólares caros por parte del Banco Central dio lugar a una deuda que hoy supera los 15.000 millones de dólares. Tal deuda es la consecuencia directa de la política elegida, consistente en quitar de circulación los pesos emitidos adicionales para que no presionen sobre los precios.
Esos dólares fueron utilizados para, por ejemplo, pagar casi 10.000 millones al F.M.I. con lo cual se dejó de contar con créditos a tasas muy bajas por parte de ese organismo internacional del cual seguimos formando parte, para pagar tasas del 15% , siempre en dólares.
La presión inflacionaria dio lugar a que el gobierno intentara el clásico remedio de controlar los precios, a lo que se sumó la prohibición de importaciones, la aplicación de retenciones diferenciales para obligar a vender productos en el mercado local a bajos precios, etc.
Mientras tanto, se mantuvieron congeladas tarifas de servicios públicos y precios de combustibles como el gas, la nafta y el gasoil, desincentivando la inversión en exploración , e incentivando su consumo, llegándose así a importar gas y fueloil en algunos casos a valores insólitamente caros, como el caso del gas licuado importado a Trinidad y Tobago en barcos en los que llegan a la zona de Bahía Blanca en donde se reconvierte el producto como gas natural y se inyecta en los gasoductos a un costo de 17 dólares el millón de B.T.U. mientras se pagan 7 dólares a Bolivia por el gas que llega del país vecino y sólo 2 dólares por el producido localmente.
Finalmente el Estado ha reabierto el canje de la deuda, suspendiendo la ley tapón para intentar de ese modo hacerse cargo de la deuda borrada de las cuentas públicas en 2005 e intentar reinsertarse en el mercado financiero mundial a fin de obtener créditos adicionales dado que una devaluación en estos momentos produciría casi con seguridad un desbarranco inflacionario de proporciones.
Al mismo tiempo, a comienzos de 2007 el Estado resolvió intervenir el I.N.D.E.C. con el objeto de falsear los datos de inflación y asegurarse de pagar menos por las Nobacs indexadas por C.E.R..a cargo del Banco Central.  A su vez, el falseamiento de datos le permite ocultar la verdadera dimensión de la pauperización de los sectores más postergados.
También decidió en estos últimos tiempos negar la existencia de un proceso inflacionario.
La aplicación de planes de ayuda de diverso calibre, lo mismo que los subsidios, sirvieron y sirven para tapar la justa dimensión del proceso inflacionario y crear la sensación en  la población de que el Estado se ocupa de todo.
El incremento que se ha venido produciendo en los últimos dos años en la cantidad de beneficiarios de planes, a los que se le suma la llamada asignación universal por hijo, muestra a las claras el deterioro de la situación, producto de la falta de inversión ante la arbitrariedad de los funcionarios a cargo de secretarías como la de Comercio Interior.
Ahora bien, cabe entonces definir si los puntos enumerados no constituyen lo que se llama un ajuste, y en caso de una opinión negativa fundamentarla. Si se coincide con la idea básica, producto de la más pura lógica, que indica que si alguien gasta más de lo que tiene de manera reiterada termina en bancarrota, entonces el punto está en cómo salir de esa bancarrota.
Pues bien, la Argentina ha venido saliendo de ella a lo largo de 9 años, y todavía no ha concluido el proceso. Ni siquiera concluirá con el arreglo con los llamados holdouts, porque todavía falta acordar con el Club de París. En  el camino ha quedado el tendal de acorralados, defaulteados, expropiados, desocupados, infartados y mil etcéteras.  Particulares y empresas perdieron fortunas en la Argentina como consecuencia directa de la política devaluatoria para licuar las obligaciones contraídas. ¿Es esto lo que se propone desde la presidencia de la Nación  cuando se afirma que acá no hay ajuste una y otra vez? ¿Este es el consejo que se da a los países del llamado Primer Mundo? ¿Esto es lo que hay que hacer?
Simplemente si es así, nosotros disentimos seriamente. Más bien consideramos el ajuste como algo inevitable. Y nos remitimos a las pruebas vertidas en este comentario. Y a la experiencia histórica en todo el mundo.
Ahora, si lo que pretende afirmarse es que hay ajustes políticamente correctos y otros que no lo son, entonces debería reconocerse que es así. Y no pretender que acá no hay ajuste. Simplemente porque eso no es cierto.    

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