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martes, 8 de junio de 2010

EL PROBLEMA DE LA ESCASEZ DEL CLERO EN SUDAMERICA Y DE LA FALTA DE VOCACION

 

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Fecundidad vocacional, instituciones caducas y re-fundación del ethos católico

Por el Padre Leonardo Castellani

Un argentino muy sensato me decía poco ha que debe ser un castigo de Dios esta situación actual argentina caracterizada por la confusión y la impotencia. Que es un castigo, ni que hablar: un castigo de todos los demonches de los crímenes colectivos –de los cuales el peor es la acción deseducadora del Estado sobre los niños- y del gran “pecado cósmico”, que dice Disandro.
Basta para mientes en este hecho: durante más de un siglo el clero argentino ha “compuesto” con el liberalismo; no ha luchado contra él. Luchar contra las herejías es la parte negativa pero muy importante de la misión “Id y enseñad a todas las gentes”; y no ha habido aquí mucha conciencia de esa misión evangélica, sino muy fugazmente en hombres raros como Castañeda o poco perspicaces como Esquiú. Parecería hay un pacto tácito entre el liberalismo y el clero, que puesto brutalmente, sería: “Nosotros apoyamos a todo gobierno que sea, y ustedes nos dejan hacer, ayudándonos con algunos dinerillos que les sobren”. Pero ¿qué entienden por apostolado? No me meto a decirlo, porque yo también estoy en el baile; pero se me hace que no es el mismo apostolado de San Pedro y San Pablo.
Ayer no más el Papa estuvo confiriendo con obispos hispánicos acerca de la “escasez del clero” y “falta de vocaciones” en Sudamérica, queja continuamente repetida en vano. ¿Qué quieren? ¿Quién no ve que no puede haber fertilidad vocacional en el actual ambiente religioso en sequía; modorro, machorro e incluso farisaico; donde se le fabrica fama de santo a un hombre tan sospechoso como el abate Pierre, simplemente porque sirve para la propaganda? Un sacerdote anciano me decía poco ha –y por cierto sacerdote trabajador, correcto y honesto- que había hecho un mal negocio haciéndose sacerdote, “he perdido mi vida” fueron sus palabras: amarga confesión o tentación, pero que señala la causa de las “desvocaciones”: una sociedad religiosa donde no resplandece la caridad ni siquiera la justicia. ¿Qué digo? A veces, ni siquiera la decencia. “Deus, qui dixisti: jugum meum suave est et onus meun leve: fac ut istud portare sic valeam, ut merear tuam gratiam…”.
Buscar las raíces mismas deste estado de catolicismo en quiebra ha sido el intento audaz de Disandro. Se ha acabado la Contrareforma, las órdenes religiosas excelsas que ella suscitó parecen no tener ya razón especial de ser, la modalidad barroca del cristianismo del seiscientos conserva sólo sus partes caducas, que no son sino estorbos, habiéndose desgastado su contenido positivo; que por cierto llevaba consigo muchos bienes “cuando Dios quería”. No se trata de renegar de la herencia española; al contrario, se trata de salvar o reencontrar lo que ella tenía de positivo, expeliéndola parte muerta que ahora la abruma. Y para salvarla, no se trata de saltar para adelante, como ese actual progresismo o liberalismo clerical –al cual intentan adscribir incluso al actual Pontífice- sino más bien retroceder a las fuentes sin abandonar los elementos temporales de la realidad histórica moderna –no modernista- que es lo que parece estar propugnando el anciano cardenal Octtaviani.
En suma, hay que crear o por lo menos fundar, como insistentemente proclama Disandro. No hay que obstinarse en guardar, conservar o defender “la sacralidad de nuestras gloriosas instituciones triunfantes en la última prodigiosa jornada cívica”, como me dice ahora por Radio un sargento primero con entorchados y sueldo de general sin batallas. Eso son montones de ripios, montañas de escombros y bandadas de fantasmas verbales. Que los muertos entierren a sus muertos.

* Dinámica SOCIAL, N° 144, Buenos Aires, agosto-septiembre de 1963

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