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lunes, 14 de junio de 2010

TRISTEZA

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Por Ricardo Díaz

Cuando uno observa el panorama que ofrece hoy la República Argentina, no puede menos que, en un primer momento, sentir pena y tristeza.

La cuestión está en no tomar las noticias una por una, en forma aislada, sino que, creo yo, hay que reunirlas, juntarlas, acumularlas, para poder, de esa manera, tener una vista general, un panorama total de la situación en que se encuentra hoy nuestra patria.

Y, en esa “contabilidad”, en ese “inventario” de noticias, vemos que el panorama es tristísimo. A mi me da pena, mucha pena. No se puede creer que estemos viviendo semejantes barbaridades.

Por lo tanto, no quiero hablar de cada una de esa atrocidades que nos abruman por separado, quiero juntarlas, como vengo diciendo desde el principio de esta nota –disculpen mi insistencia– para que veamos claramente la totalidad de la situación actual: delincuencia juvenil, y, a veces, no tan juvenil, con robos; violaciones y muertes –bien completo el asunto-; violencia escolar, entre alumnos; entre alumnos y docentes; entre padres y docentes –incluidos los directivos- , entre alumnos y algún hombre mayor que quiere pasar los piquetes escolares –piquetes, por otra parte, bastantes difundidos ya, como consecuencia del mal ejemplo de los mayores. Violencia en el mundo del deporte –otro mal ejemplo para los escolares– con barras bravas respaldadas por dirigentes de clubes y de funcionarios políticos; droga, de todo tipo color y forma, también respaldadas por funcionarios políticos; homosexualismo a cielo abierto, al aire libre – en la década del 60 fue el amor libre (hipismo), ahora es el homosexualismo libre (putismo); tratamiento de leyes anticonstitucionales en el Congreso de la Nación sobre el “matrimonio” entre personas del mismo género (putimonio) y la adopción de hijos (manicomio, ya que provocaría en el chico un desorden psíquico impresionante: un niño de estos, en el colegio o entre sus amigos tendrá que decir “ mi mamá se llama Ramón”.

Impresionante, de terror, y todo sucediendo en una nación de raíz y esencia Católica.

Tristísimo, realmente me da pena, y eso que no hablé de la humillación que en estos momentos estamos sufriendo por parte de los piratas ingleses con su robo de NUESTRO petróleo en NUESTRO mar del sur.

En conclusión, si en estos momentos alguien dijera, a la manera del Cardenal Samoré, “veo un lucecita en el final del túnel”, a mi me costaría mucho verla. No quiero ser pesimista, entonces, justamente, porque no lo quiero ser, digo que, a pesar de un panorama tan oscuro, tengo Fe, y creo que un día las cosas cambiarán, aunque yo no lo vea, tal vez lo vean mis hijos o quizás mis nietos. Dios se apiade de nosotros.

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