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viernes, 9 de julio de 2010

JULIO MEINVIELLE Y LAS ESENCIAS (1)

Carlos Miguel Buela 1

Por Carlos Buela

“Tonto, ¿no sabés que los herejes

también rezan?”

“…está en movimiento y gestación

dentro de la Iglesia Católica Romana

una nueva religión,

sustancialmente diversa de la que dejó Cristo,

y que adquiere los caracteres de una gnosis pagana

y cabalística perfectamente configurada”

“…un sacerdote acompañado por jóvenes de ambos sexos

acampó junto al arroyito del pueblo

-no quiso utilizar la casa parroquial-

e invitaban a la gente lugareña,

a tocar la guitarra, a tocar y a cantar folklore

y a eso le llamaban: Misión.

¿Qué relación tiene un “festival” folklórico

con el fin de las misiones:

“la conversión de los pecadores”?”

“…jovencitos de 13 y 14 años que se reúnen

para hablar sobre lo que les ocurre

y a eso le llaman reunión... ¡de Teología!”

 

Retiro sin silencio

En este confuso y confundido mundo en que nos toca vivir uno de los signos más evidentes de la crisis total que sufre la civilización es la falta de respeto por “lo que es” aquí, ahora y siempre. El hombre llevado por un fatal y egolátrico subjetivismo se cree el creador de todo y así manipula las esencias de las cosas a su gusto y paladar, pero, al no subordinarse a la realidad dada -anterior, superior y trascendente a él- se ha de esclavizar a la tiránica y cambiante subjetividad, horra de toda regla y, por tanto, carente de toda medida y sujeta a todo capricho.

Paradigmático es a este respecto mucho de lo que ha ocurrido en los últimos tiempos en el campo de la pastoral: se habla de retiro espiritual, pero no se hace silencio, se intoxican con cientos de cigarrillos (muchas veces aprenden a fumar los que todavía no lo habían hecho), donde se empachan de golosinas y donde se conversa a porrillo.

En un pueblito de la sierra donde fuimos ha misionar nos encontramos, los primeros días, con la gente reacia a la misión. ¿Qué ocurrió?, años atrás un sacerdote acompañado por jóvenes de ambos sexos acampó junto al arroyito del pueblo -no quiso utilizar la casa parroquial- e invitaban a la gente lugareña, a tocar la guitarra, a tocar y a cantar folklore y a eso le llamaban: Misión. ¿Qué relación tiene un “festival” folklórico con el fin de las misiones: “la conversión de los pecadores”? (2)

Religión o beneficencia

Cuenta el Card. Ratzinger que un grupo de delegados de una aldea indígena fueron a agradecer a un Obispo sudamericano todas las obras sociales realizadas por él y el empeño por mejorarles el nivel de vida, pero además le avisaban que como necesitaban tener una religión se hicieron protestantes, ya que los católicos sólo se ocupaban de lo temporal. (3) Convertir a la Iglesia en mera sociedad de beneficencia, en un sindicato o en un partido político, es no representar su esencia sobrenatural.

Un ex-provincial de una Orden religiosa me contó que un súbdito le pidió permiso para hacer una semana de Ejercicios Espirituales, los que quería hacer en una carpita junto al mar. Ciertamente, que eso nada tiene que ver con el fin propio de los Ejercicios: “vencerse a sí mismo, y ordenar su vida sin determinarse por afección alguna que desordenada sea”. (4)

Unos jóvenes seminaristas me decían muy orondos que habían hecho “campamento”; al preguntarle dónde me respondieron: “en el Hotel de Villa Mascardi”. Por supuesto con cocineros y personal de servicio, camas y colchones, calefacción, cuartos de estar y TV, baños y ducha de agua caliente, etc. Por la misma fecha nosotros levantamos nuestras carpas a la orilla del arroyo Fresco, afluente del Lago Mascardi, y no teníamos ni agua corriente, ni personal de servicio, ni calefacción, el duro suelo era la cama y el colchón, unas zambullidas en el Mascardi era la ducha, teníamos que lavarnos la ropa y hacernos la comida. ¿En qué se parece una y otra cosa? Tan solo en estar en el mismo lugar, porque la diferencia no puede ser más total: es la que existe entre un “turista” y un campamentero.

Sé de jovencitos de 13 y 14 años que se reúnen para hablar sobre lo que les ocurre y a eso le llaman reunión... ¡de Teología! En fin, en este mundo en el cual las mujeres quieren ser como los hombres y algunos hombres como las mujeres, en que los laicos quieren ocupar el lugar de los sacerdotes y los sacerdotes el de los laicos, en que los jóvenes toman costumbres de los viejos y los viejos quieren hacerse los jóvenes, en este mundo tan confuso e incoherente el Padre Julio Meinvielle dio ejemplo de respeto por las esencias.

De él escuchamos esa expresión y referida a un caso de pastoral. Sabido es que el P. Julio fue uno de los primeros en realizar Campamentos juveniles como parte importante de la pastoral parroquial, como a tal, le consulté sobre una última teoría por la que se daban largas pláticas varias veces al día a los chicos en campamento para mentalizarlos, fue allí cuando con una sonrisa característica me dijo: “Hay que respetar las esencias”. El campamento es para que el joven se ponga en contacto con Dios a través de la naturaleza, del Sacrificio y Sacramento diariamente realizado en la Santa Misa, de la oración en el Santo Rosario y de alguna corta explicación de la Palabra de Dios pero no para atiborrar las cabezas de los jóvenes con teorías acerca del cristianismo, más teniendo en cuenta que esos tales no les celebraban diariamente la Santa Misa y estaban contra el rezo del Santo Rosario diario.

p-julio-meinvielle

Respeto a las esencias

Para ordenar, de alguna manera, mis recuerdos sobre la manera como el P. Julio respetaba las esencias dividiremos estas líneas en tres partes: Temporal, pastoral y doctrinal, ejemplificando en cada uno de esos campos.

1) En lo temporal

Creo que es ejemplar el respeto manifestado por el P. Julio en el terreno temporal. Durante toda su vida llamó “al pan, pan y al vino, vino”. Nada de medias tintas, ni anfibologías, ni palabras bonitas. Su primer apostolado fue el apostolado de la verdad. Nunca creyó que la realidad se cambiaba, con sólo imaginar uno su cambio. Nunca creyó en los “flatus vocis”, por eso no fue uno de los tantos falsos profetas que pululan hoy día, de los cuales dijo Jeremías: “Son puro flato” (5, 13).

En una oportunidad, cuando el auge del tema del desarrollo, le pregunté por qué no escribía sobre el tema del cual tanto se hablaba. Me contestó que el principal obstáculo para el desarrollo de los pueblos estaba en el judaísmo internacional, o “capitalismo internacional del dinero” como lo llamó Pío XI en Quadragesimo Anno, y que él la había denunciado con claridad, mientras que los que tanto hablaban de desarrollo ni siquiera lo mencionaban. En nuestra Patria basta nombrar a los Todres, Cabuli, Madanes, Bodrosnick, Misraji, Mazar, Barnett, Broner, Natim, Bleger, Timmerman, Gelbard, Graiver, etc. para certificar, lo justo y práctico de tal aserto. Mal que le pese a Mejías, el de la guía.

Tampoco se crea que el Padre Julio era “conservador” en lo temporal. Su sentido de la realidad no se lo permitía. Así denuncia la injusticia social. “Nuestra masa asalariada se encuentra en una situación de flagrante injusticia que clama el cielo”, y lo demuestra señalando que (en marzo de 1961) de la renta nacional sólo un 40 por ciento correspondía a sueldos y salarios, mientras que en EE.UU. correspondía el 66 por ciento y en Europa Continental el 60 por ciento. (5)

También es de notar el gran sentido de la realidad y, por tanto, su respeto de las esencias de las cosas, en el campo de la política donde se destaca no sólo en el orden doctrinal, (6) sino en el orden práctico (7) donde no se maneja por tabúes, ni por afectos o rencores, sino que cabalgando sobre la misma realidad, habida cuenta que muchas veces otros manejos no eran posibles y que otras había que contentarse con el mal menor. No cayó en el mal de tantos eclesiásticos que piensan la realidad política con categorías dogmáticas lo que les lleva a desconocer las circunstancias tan cambiantes, las opciones tan contingentes, y a perder la oportunidad de cambiar de rubro en el momento preciso. Qara algunos la política era inmutable como el Denzinger, y eso no es respetar la esencia de las cosas.

Pero sin duda, donde sobresale la obra del Padre Meinvielle es en lo que dice en orden a la civilización cristiana, a la ciudad Católica, a la Cristiandad, y al respecto cabe recordar el juicio del Dr. Carlos Alberto Sacheri, su discípulo mártir: “Julio Meinvielle es el máximo teólogo de la Cristiandad en la que va del siglo XX.” (8) Por eso su lucha contra la nueva y utópica cristiandad maritainiana que no respeta la esencia única de la Cristiandad. Y, ¿no es acaso la “civilización del amor” de que tanto habla S.S. Pablo VI, la “civilización cristiana” de que tanto hablaron los Pontífices anteriores y por la que tanto batalló el P. Meinvielle? ¿Qué diferencia hay entre una y otra civilización? Además, del cambio nominal, hasta el presente, la diferencia más grande es la cantidad de textos pontificios referidos a la “civilización cristiana” y, por tanto, más abundante y precisa doctrina sobre la misma (9), que sobre la “civilización del amor” (10). Es decir, que son sustancialmente idénticas, como no puede ser de otra manera, ya que una es la naturaleza del hombre y de la civilización y de la Iglesia de Cristo.

2) En lo pastoral

El gran sentido de lo práctico que tenía el Padre Meinvielle es una de las consecuencias de su respeto por la naturaleza de las cosas.

Estando en la Parroquia de Ntra. Sra. de la Salud, en Versailles (Cap. Fed.) necesitaba crédito del Banco para poder comprar la primera máquina de cine. Fue a ver al gerente del Banco, quien comenzó a darle varios consejos sobre lo inoportuno de la inversión, razones de conveniencias, etc., tajante intervino el P. Julio: “Ud. déme el crédito, los consejos los doy yo”, y le otorgaron el crédito.

Parecido ocurrió en otra oportunidad. Eran los tiempos en que se veía la necesidad de realizar en forma urgente una gran Revolución Nacional. Un señor Coronel, gran católico, patriota y amigo, le decía al P. Julio que rezaba todos los días, que iba a Luján en peregrinación, etc. Pero, el Padre quería noticias sobre la marcha de la Revolución Nacional y viendo que su interlocutor no salía del campo religioso privado, le espetó un: “¡Ud. haga la revolución, y yo rezo!”.

Un ex scout de la Parroquia le informó que un personaje eclesiástico de mucho peso andaba en confusos pasos con cierta dama. Allá fue con otras personas en una “estanciera” llevando un televisor para tener la certeza que el domicilio de la persona en cuestión era el real. Y así haciéndose pasar los laicos por técnicos de TV averiguaron la verdad. ¡Digno del chestertoriano Padre Brown! Y no fue un pequeño servicio el que prestó a la Iglesia en esta ocasión.

En otra oportunidad un joven aventajado, actualmente profesor, le preguntó la razón por la que gastaba tanto dinero y tiempo enviándole material sobre Karl Rahner a un famoso filósofo italiano, amigo personal del P. Julio. La respuesta no se hizo esperar -aproximadamente dijo-: “Cuando Fabro refute a Rahner en Europa, se acabó Rahner”. Cosa que hemos visto concretada nosotros.

Su sentido del respeto de las esencias le hacía temible en la lucha. Sabía dar en el blanco y no se entretenía en cosas intrascendentes o pueriles, ponía en práctica el consejo del gran Cardenal Pie: “Dejad pasar lo muy fino, dejad pasar lo fino, dejad pasar lo grueso, quedaos con lo muy, muy grueso”. No hay tiempo para más; no se da abasto. En nuestros tiempos, hay tantos errores en el orden espiritual y doctrinal que sucede análogamente a lo que le pasó al P. Ganchegui -que fue varios años teniente del P. Julio- en una oportunidad en defensa de la fe: “¡Qué noche! ¡Dónde tiraba una trompada, había una cara!”. “Hoy casi no hay libro que no tenga alguna herejía”. Esa es la razón del carácter eminentemente polémico y apologista de la obra intelectual del P. Meinvielle. Bien sabía que la vida del hombre sobre la tierra “es milicia” (Job 7, 1) y que “el reino de los cielos está en tensión y los esforzados lo arrebatan” (Mt. 11, 12). Luchaba sin “sacar los pies del plato”, es decir, sin extralimitarse de su condición de católico y de sacerdote, por eso aunque muchos lucharon contra él no pudieron vencerlo “porque Yo estoy contigo, para salvarte y librarte, dice el Señor” (Jer 15, 20).

Como Párroco a sus feligreses no les hablaba ni de Ciencia Política ni de política práctica y a los innumerables jóvenes que tenían vocación política no les hablaba de la problemática parroquial. El Ateneo Popular Versailles lo dirigía como tal, y no como asociación parroquial. No univocaba las esencias que de suyo eran equívocas, ni equivocaba las unívocas.

Por respetar la naturaleza de las cosas de su ministerio pastoral fue tan fecundo y tan intenso. Practicaba el diálogo verdadero como una amplitud increíble con gente de toda extracción: ocultistas, bolches, nazis, curas tercermundistas... (una vez pregunté por qué invitaba a almorzar a unos de estos tristemente célebres, riéndose me dijo: “Porque le saco toda la información que quiero”). No por nada muchos años antes de que se pusiera de moda el “diálogo” -tantas veces mal interpretado- él había fundado una importante revista teológica llamada justamente “Diálogo” como decía el Nº 1: “quiere ser una revista...abierta a las más diversas corrientes de pensamiento... sin otra limitación que la impuesta por la exigencias de un saber auténtico y responsable... aunque... no ha de renunciar... a sostener su propia convicción y a expresarla con claridad y firmeza”. (Primavera 1954).

Su respeto por las esencias de las cosas iba a llevarle al máximo respeto por la esencia jerárquica de la Iglesia, aunque, como es lógico, unida al máximo respeto por la verdad. Por ello, mientras por un lado se mantiene férreamente unido a la jerarquía de la Iglesia, por otro denuncia el “Aparato publicitario de la Iglesia” formado por “los judíos, junto con los masones y los comunistas (que han) logrado encaramarse en posiciones claves de la Iglesia” (11). Durante su funeral, en medio de toda la tristeza del momento, no pude dejar de sonreírme al mirar a los concelebrantes y recordar el juicio certero y, a veces cáustico, con que designaba, sin eufemismo, a algunos: “es una monja”, “es un pastelero”, “es una señora gorda”, “es el hombre más... que he conocido...” No era un mojigato, ni un “oficialista” que sólo quiere estar bien con el que está arriba sin preocuparse por estar bien primero y siempre con Cristo.

Un ex scout, ya padre de varios hijos, lo llevaba en su camioneta junto a un Sr. Obispo del interior y me contaba Renzo -así se llamaba el ex scout- que no sabía él dónde meterse porque desde Versailles, donde el Obispo había ordenado sacerdote a un ex dirigente parroquial del P. Julio hasta el Centro donde lo dejaron al Sr. Obispo, el P. Meinvielle lo puso de vuelta y media al Obispo que defendía a uno de los sacerdotes de su Diócesis, que fue uno de los que más daño causó a la Iglesia y a la Patria, que llegó posteriormente, incluso, a escribir libros heréticos. Buscando excusarle argumentó que el sacerdote en cuestión rezaba, a lo que pronto cayó la respuesta: “Tonto, ¿no sabés que los herejes también rezan?”.

 

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3) En lo doctrinal

Su profundo sentido de la realidad de las cosas y respeto por lo esencias hace que distinga, denuncie y refute los principales errores progresistas. Estos errores lo llevan a decir: “que está en movimiento y gestación dentro de la Iglesia Católica Romana una nueva religión, sustancialmente diversa de la que dejó Cristo, y que adquiere los caracteres de una gnosis pagana y cabalística perfectamente configurada” (12).

En todo era claro, decidido y definido. Nada de posturas ambiguas. Era enemigo acérrimo de lo que él llamaba “pasteleadas”, producidas por los “pasteleros”, cuyo lema es “virtus in medio”, pero que mal entienden y peor aplican. Los “pasteleros”, también llamados “yenques” en España, nombre que viene de un baile que se realiza primero sobre el pie izquierdo, luego sobre el derecho y así alternativamente, tiene antecesores muy remotos, por ejemplo los judíos del tiempo de Elías (alrededor del año 850 antes de Cristo) a quienes apostrofa este gran profeta: “¿Hasta cuándo vais a estar cojeando con los dos pies?”, es decir bailando para Dios y para el Diablo, “Si Yavhé es Dios, seguidle; si Baal, seguid a éste” (1 Reyes 18,21), con lo que vemos que Dios por boca de los profetas verdaderos -que nunca son pasteleros- obligan a los hombres a que se definan, a que dejen de pastelear.

Además, la voz “pasteleros” es una palabra muy castiza, aprobada por la Real Academia Española: “3 fig. y fam. Persona acomodadiza en demasía, que elude las decisiones vigorosas”, lo mismo que el verbo “pastelear”: “Contemporizar con miras interesadas”, es un calificativo ya usado en el siglo pasado aplicado a los católicos liberales, así, por ej., Gabino Tejado ya en 1862 hablaba de los agentes de la Revolución que llamaba: “equilibristas, prudentes, vacilantes, y con frase más vulgar... el pueblo español llama pasteleros... son los progenitores del Catolicismo liberal...(que) no es más ni menos que el pastelerismo, como el pastelerismo en especie respecto del género máximo Revolución” (13).

¿Por qué mal entienden los pasteleros aquello de “la virtud está en el medio”? Por varias razones:

1°) Porque consideran que las virtudes están en el medio entre el bien y el mal, como si el medio fuese entre ser honrado y ser ladrón y eso n es virtuoso, sino ser mediocre. ¡Qué distinto el P. Julio! El enseña: “Virtud viene de vir y de vis. Vir significa varón. Vis significa fuerza. Virtuoso es el que tiene la fuerza del varón” (14). Las virtudes morales están “en el medio” (15) de dos vicios contrario un por defecto y otro por exceso, allí la virtud de la valentía se alza como un monte entre dos valles viciosos de la cobardía y de la temeridad.

2°) Mucho más mal entienden los pasteleros “la virtud está en el medio” cuando lo aplican a la virtudes teologales de fe, esperanza y caridad. En estas la virtud no está propiamente en el medio, porque nunca se puede amar exageradamente a Dios, ni esperar demasiado en Dios, ni creer con exceso en Dios. Las virtudes deben tender a los extremos de la perfección, nada del eclecticismo, ni de centrismo ni de equilibrismo mediocre, ni oportunismo. Por a eso a tantos el P. Julio producía escozor.

3°) Simplemente desastrosa es la aplicación del “medio de la virtud” al orden intelectual donde el objeto es la verdad y donde lo que la define es el extremo de la exactitud: aquí no cabe ningún medio, propiamente hablando. La verdad es objetiva y está en un extremo: la perfecta adecuación del entendimiento a la cosa. Si una persona sostiene que el triángulo tiene tres lados y otra que tiene cinco, vendrá el pastelero y sostendrá que el triángulo tiene cuatro lados (16).

El pastelero es el extremista del centro. Si uno le preguntara ¿qué es la verdad? “es la mitad”, respondería si fuera sincero.

Si Pilato le preguntara -¿A quién queréis que os suelte, a Cristo o a Barrabás?, ellos dirían: “A los dos”; si son presionados: “A ninguno”; y si la presión es más grande: “A Barrabás”. Aunque a decir verdad, Pilato es el santo patrono de los pasteleros, sabe que Cristo es Justo pero lo manda a Herodes con quien termina siendo amigo a costa de la Verdad, luego lo pone en disyuntiva con Barrabás, más tarde lo hace azotar para mover a compasión, después lo presenta públicamente, a renglón seguido lo interroga una vez más, finalmente se lava las manos (el logotipo de los pasteleros). En fin el pastelero puede decir como Unamuno: “No estoy con unos ni con otros, aunque estoy más con unos que con los otros”. El pastelero nunca morirá mártir.

Claro que hay grado entre los pasteleros: alguno lo son más y otros lo son menos. Y no sólo hay variación en la intensidad, sino también, en la mayor o menor cantidad de aspectos que abarque sus pasteleadas. Unos son solamente pasteleros en el ejercicio del poder; otro, además, lo son en el terreno ético o moral, personal y social; y algunos; también lo son en el orden de la inteligencia.

El que es pastelero en lo intelectual, necesariamente lo será en otros campos, pero viceversa no; aunque no es tan fácil quedarse en uno solo de los campos, por ejemplo, el que es pastelero en la ejecución de gobierno, de alguna manera, no intelige con claridad “que es preciso que Cristo reine” (cfr. 1 Cor.15, 25). Esta interrelación entre la práctica y la teoría se evidencia en el conocido apotegma: “quien no vive como piensa ha de terminar pensando como vive”. El que en la práctica vive haciendo componendas, terminará con una cabeza en la que sólo cabe componendas.

El pastelero hace estragos en el campo de la ejecución del poder. Son pendularistas que un día están con unos y otro están con los diametralmente opuesto, que en un momento señalan un objetivo a alcanzar y en otro el contrario. No tienen unidad de objetivo, tampoco lo tendrán en el mando y menos aún en la acción, de la multiplicidad de grupos y de la pulverización de la unidad. La indecisión es reflejo de la perplejidad de la voluntad y de confusión de la inteligencia. Como los perritos de plástico que adornan algunos automóviles por el lado de la luneta y mueven la cabeza al moverse el coche, éstos se pasan diciendo “sí” a todos (los únicos “no” son para nosotros). Se olvidan que “jugador de dos cartas no es acertador de ninguna”. Con su pendularismo impiden, al no atacar el mal, que la realidad sea enseñoreada por Cristo y contribuyen a que el mal se extienda, como dice Solzhenitzin: “La bondad con el mal sólo aumenta el mal en el mundo” (17). Pero no vaya a creerse que los tales están como un peso en el medio, aunque mucho cacareen de ello, porque siempre se inclinan para un lado, el lado que más les conviene -aquél en el cual los hombres están más inficionados del espíritu del mundo-, o sea, hacia aquellos que más los dejarán sobrevivir debido a que, como no son trigo limpio y, por tanto, tienen cola de paja, no les causan problemas. El pastelero gobernando siempre se inclinará hacia la demagogia.

El pastelero en el campo moral es un flojo en quien sólo reina la mediocridad (que no es la “áurea”, por cierto), debido a su fluctuante voluntad, no es más que un acomodaticio que en cada circunstancia cambia los principios, no hay en él ningún señorío, ninguna verdadera excelencia. Es el eterno candidato a la claudicación y al entreguismo. El pastelero en lo moral personal se inclinará por el situalismo, por la moral de situación y en lo social por el liberalismo si es burgués, por el marxismo si quiere ser más “avanzado”.

El pastelero será, en el terreno intelectual, un ecléctico en Filosofía, buscador de la “síntesis” entre Santo Tomás y Kant, o Hegel, o Marx, o...; un sincretista en Teología, que mezclará el maniqueísmo social de Maritain, con el evolucionismo convergente de Teilhard, con el giro antropológico de Rahner, con el...; será un irenista en el diálogo con las demás creencias y no-creencias, propiciando el “tutti fruti” de la masónica religión igualitaria universal. Para el pastelero todo está bien, no hay religiones falsas ni una única verdadera, nada es verdad ni mentira, “todo es igual” (como “Cambalache” de Discépolo”). El pastelero en lo intelectual, tratará de borrar toda frontera, nivelando la verdad con el error, encaminándose por un ecumenismo masónico, no el católico. Y podrá hacer todo esto o parte solamente, pero nunca del todo, jamás claramente, siempre tirando la piedra y escondiendo la mano, ninguna vez definidamente, sin llegar hasta las últimas consecuencias en nada, cambiando como el camaleón, usando la táctica del avestruz, de modo que siempre pueda afirmar la contraria o negar la que ha afirmado. ¡Qué distante estuvo de todo esto el Padre Meinvielle, que brilla con el fulgor de un gran señor en el intelecto, en la conducta y en la acción!

Dante describe así a los pasteleros: “Esta mísera suerte -me contestó-sufren las almas tristes de aquellos que torpemente vivieron sin vituperio y alabanza. Están mezclados con aquel odioso coro de los ángeles que ni se rebelaron contra Dios ni le fueron leales, sino que permanecieron apartados. Los cielos los rechazan por no ser bastante buenos, y el profundo infierno no los admite, ya que alguna gloria recibirían de ellos los condenados... En seguida comprendí, y estuve seguro de que aquella era la secta de los viles, ni agradables a Dios ni a sus enemigos” (18).

Esa fidelidad a la esencia de la verdad se manifiesta, en el Padre Julio, entre otras, por dos características notables. La primera era la decidida y tajante exclusión del error, fruto de poseer “los hábitos de los primeros principios... en grado eminente”19 y entre ellos el primero del ser y del pensar: “Imposible es que el ser y el no-ser sean lo mismo”20. No se puede apreciar en toda la obra y la vida del Padre Julio nada que huela a componenda, a transacción con el error, a silencio cómplice, a contentarse con exponer la doctrina “en positivo”, como mal dicen algunos al creer que es negativo refutar el error, nada de eso, excluye con fuerza los errores contrarios que es una de las condiciones que les señala San Pablo a los Obispos: “argüir a los que contradicen” (Tit. 1, 9) y que es una de las cosas para la que es útil la misma Sagrada Escritura: “para argüir” (2 Tim. 3, 16).

Propio del pastelero es no refutar el error, sino además, contentarse con exponer la doctrina pero sin argüir a los que contradicen la doctrina; con eso creen que quedan bien con más gente, lo que podría ser, pero con seguridad quedan mal con Dios porque no aborrecen el mal: “Temer a Dios es aborrecer el mal” (Prov. 8, 13), porque: “el Señor ama al que aborrece el mal” (Ps. 97, 10). El Señor no ama a los pasteleros.

Incluso, la refutación del error hace brillar como por contraste, más la luz de la verdad, como dice Santo Tomás de Aquino: “todo ser se conoce mejor con su contrario, porque puestos juntos se destacan mejor” (21). La lucha contra el error da más relieve a la verdad. El pastelero, al no luchar contra el error quita brillo a la verdad. Pretende exponer “en positivo” y dice “vaya lo uno por lo otro”, como el cirujano que amputó la pierna sana. Esto no podrán entenderlo nunca quienes no tienen claro el principio de no contradicción y están intelectualmente castrados.

Intrepidez en la Verdad

La segunda característica, es la intrepidez en predicar la verdad. No fue el Padre Meinvielle uno de los tantos “perros mudos” de los que habla el profeta Isaías.

Habló, predicó y escribió sin retacearse tiempo, quitando horas al descanso y al entretenimiento. ¡Cuánto debe agradecer la Patria y la Iglesia a quien siempre predicó la verdad del Evangelio! Porque como dice mi amigo, el Padre Carlos Lojoya: “Cuando callan los profetas verdaderos, los burros hablan”, como en el caso de la burra de Balaam. Y con su predicación incansable el Padre Julio tapó la boca a más de un “burro”. Ciertamente que a esa oración letánica: “Callar en el dolor es heroísmo” el Padre Julio le agregaría una última: “Callar cuando hay que hablar es cobardía” (22).

Confiamos que muchos imiten el respeto por la naturaleza de las cosas, de que hizo gala ese hombre excepcional que fue el Padre Julio Meinvielle, a quien llamara el Padre Leonardo Castellani: “No el Obispo, sino el Párroco del País... que edifica con su alegría”, como le escuchamos decir en una conferencia (23).

De manera particular, esperamos que las jóvenes generaciones de estudiosos buceen en ese venero de doctrina que son todos los libros del Padre Meinvielle, que profundicen y amplíen los grandes problemas tratados por él: la Teología de la Historia, la Cristiandad y sus enemigos, los innumerables problemas surgidos por la última herejía, los grandes temas de la Patria.

El manto de silencio tejido sobre la obra intelectual y apostólica del Padre Julio, por parte de progresistas y pasteleros, de católicos liberales y sus cómplices, no hace otra cosa que aureolar con más brillo su, para estos tiempos, titánica empresa.

Nunca le dejaremos de agradecer al Padre Julio el haber renunciado a la fácil tarea de ser redactor de plomizos tratados, para confutar el error, para develar aún más la verdad, para enardecer la caridad, para concitar la acción, para realizar en esta época gnóstica -peor que la de los primeros siglos del cristianismo- una tarea semejante a la de los Padres Apologistas, a quienes la premura del tiempo y la variedad de hierofantes con múltiples teorías heréticas, apenas si les permitían tan sólo refutar brevemente para confirmar a los hermanos en la fe.

Que interceda siempre por nosotros este campeón de la fe, que luchó sin descanso para que Cristo reine sobre los individuos y los pueblos y a quien siguió confiadamente porque es el único que “tiene palabras de vida eterna” (Jn. 6, 64).

NOTAS:

1 Carlos Buela, en Verbo, nº 185, Agosto, 1978.

2 San Alfonso María de Ligorio, Sermones abreviados, Garnier Hons., París, 1887, tomo II, p. 203.

3 Der Fels, Mayo 1978, pp. 156.

4 San Ignacio de Loyola, Exercicios Spirituales, Ap. de la Prensa, 1956, 9° ed., (21), PP. 24 .

5 Meinvielle, Julio, El Comunismo en la Revolución Anticristiana, Cruz y Fierro ed.,Bs. As., 3° ed.,

1974, pp. 113.

6 Meinvielle, Julio, Concepción católica de la Política, Ed. Dictio, Bs. As., pp. 197.

7 Ver la Colección de “Presencia” y el libro “Politica Argentina”, Ed. Traful.

8 Prólogo a El Comunismo, op. cit.

9 Ver Enc. y Discursos Pontificios.

10 Madueño, Manuel, La “Civilización del Amor” en el pensamiento de Paulo VI, Sedoi 25, Bs. As., 1977.

11 Prólogo al libro de Pierre Virion, La Masonería dentro de la Iglesia, Ed. Cruz y Fierro.

12 Meinvielle, Julio, De la Cábala al Progresismo, Ed. Calchaquí, Salta, 1970, pp. 325, subrayado por el Autor.

13 Gabino Tejado, El Catolicismo Liberal, Madrid, Lib. Cat. Intern., 1875, pp. 21-22.

14 El Comunismo en..., op. cit., p. 106.

15 Aristóteles, Ética, L. 12, cap. VI.

16 Ver Victorino Rodríguez, op. ¿Justo Medio? ¿Nada demasiado?, en Ig. Mundo N° 37, pp. 16-17; R. GarrigoU-Lagrange, La Unión del Sacerdote con Cristo, Sacerdote y Víctima, RIALP, 1962, p. 280; Rafael Gambra, La obsesión del “punto Medio”.

17 Memorias, Ed. Argos, Barcelona, 1977, p. 77.

18 Ed elli a me: “Questo misero modo

tegnon l'anime triste di coloro

che visser sanza infamia e sanza lodo.

Mischiate sono a quel cattivo coro

de li angeli che non furon ribelli

nè fur fedeli a Dio, ma per sè fuoro.

Caccianli i ciei per non esser men belli,

nè lo profondo inferno li riceve,

ch'alcuna glria i rei avrebber d'elli...

Incontanente intesi e certo fui

che questa era la setta de'cattivi,

a Dio spiacenti ed a'nemici sui.

La Divina Comedia, Infierno, canto 3, nº 34- 42. 61- 63.

19 Cfr. Artículo sobre el P. Meinvielle en Yikael N° 9, pp. 85.

20 Santo Tomás, In XI Met., lect. 5.

21 Supp. 94, a 1.

22 Véase el libro en prensa “El progresismo Cristiano”, Ed. Cruz y Fierro, Bs. As., que recopila sus análisis sobre progresistas argentinos y extranjeros.

23 Pablo José Hernández. Conversaciones con Leonardo Castellani, Ed. EMECE, Bs. As., 1977, p. 132, dice que el P. Julio fraguó un telegrama contra el P. Castellani. Ese escrito es de alrededor de 1951, posteriormente el P. Castellani reconoció haber sido mal informado sobre el presunto autor de dicho telegrama.

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