Por José Antonio Gradín.
Es esta una ocasión propicia para meditar sobre lo que está pasando en nuestra nación y en el mundo, y lo que se avecina sino hacemos lo que Dios manda.
Cuando hace unos veinticinco años el régimen partidocrático comenzó a romper el tejido social de nuestra Nación con las leyes del divorcio y la Patria Potestad compartida, muchos compatriotas se sintieron parte de la cuestión, y por lo tanto, la discusión se circunscribió solamente a algunos sectores sociales, políticos y religiosos, llegando a lo sumo la reacción a movilizaciones populares para tratar de impedir tan aberrantes leyes.
Con la legalización en la Ciudad de Santa María de los Buenos Aires del casamiento entre putos, creo que llegó la hora en que todos los argentinos bien nacidos debemos hacer un alto para poder ver, juzgar y actuar en consecuencia y poder decir las cosas sin tapujos, ni con espíritu de partido o banderías facciosas.
1.- Para los cristianos no es novedad estas asquerosidades y aberraciones; lo que sí es criminal y una afrenta hacia nuestro pueblo y hacia Dios, es esta legalización en nuestra bendita Nación Argentina, que nació cristiana y fue bautizada hace casi cuatrocientos años por la Madre de Dios a orillas del Río Luján.
Tales inmundicias las definió claramente san Pablo: “Por eso los entregó Dios a pasiones vergonzosas, pues hasta sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza. E igualmente los varones, dejando el uso natural de la mujer, se abrazaron en mutua concupiscencia, cometiendo cosas ignominiosas varones con varones.” Rom. I, 26-27.
2.- Son claras y definitorias las palabras del Jefe de Gobierno porteño aprobando tales aberraciones contranatura. A él también le cabe -y por extensión a toda la runfla partidocrática-, la sentencia del Apóstol en la misma carta a los Romanos: “Y si bien conocen que según lo establecido por Dios los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo lo hacen, sino que también se complacen en los que lo practican.” Rom. I, 32.
3.- ¿Es esto un hecho aislado? O como bien afirma alegremente el jefe de Gobierno porteño: “es un paso adelante”, “el mundo va en esa dirección.”
En la respuesta está lo que decía el venerado y magno Juan Pablo II sobre esta verdadera «Cultura de la Muerte», que no solo afecta a personas concretas en sus relaciones individuales, familiares o de grupo, sino que van más allá, llegando a perjudicar y alterar, a nivel mundial, las relaciones entre los pueblos y los Estados.
Esta «conjura contra la vida» en nombre de los «derechos humanos» y la «calidad de vida» no disminuyen con el tiempo, sino por el contrario, adquieren dimensiones enormes y son programadas de manera científica y sistemática por los poderosos de la tierra, la Plutocracia Planetaria para decirlo sin eufemismo, por el Gobierno Mundial llámese ONU, FAO, Banco Mundial, y ejecutado por los propios gobiernos democráticos de turno, sean éstos oficialistas o de la graciosa oposición.
4.- Esta guerra de los poderosos contra los débiles es total, no deja arma por utilizar ni medios para propagarla: la criminal difusión y comercialización de la droga, el fomento de modelos inaceptables de sexualidad en las escuelas, abortos, anticoncepción, eutanasia, en fin, son innumerables la vasta gama de políticas genocidas que utilizan contra la vida de millones de seres humanos forzados a la miseria, enfermedades, desnutrición y muerte.
5.- Ahora bien. ¿De que naturaleza es esta guerra? ¿En qué planos se da? ¿Quiénes son los contendientes?
S.S. Benedicto XVI nos da pautas muy claras en su Encíclica Spe Salvi, sobre el origen y maduración de esta Revolución Mundial desde sus orígenes hasta nuestros días. En principio, la transformación de la esperanza cristiana de salvación de cada uno unido existencialmente a su pueblo, a un mensaje estrictamente individualista y dirigido solo al individuo que se dio en la Revolución Protestante y que el Papa analiza con particular claridad en el filósofo inglés Francis Bacon. Esta adulteración de la esperanza cristiana en una fe en el progreso dio origen a lo que pomposamente los historiadores llamaron Modernidad, cuna de esta contracultura materialista, atea y esclavizante.
Esta fe en el Progreso traía un potencial revolucionario de enorme poder explosivo y que se desarrolló en dos etapas: con la Revolución Francesa en la consolidación política del dominio de la razón y la libertad, y luego con el gran salto revolucionario de Karl Marx, para encauzar científica y revolucionariamente el cambio de todas las cosas hacia un mundo definitivamente bueno, pero sin Dios. Y al final EXPLOTÓ.
6.- ¿Quién pone en duda hoy, que esta es una guerra contra Dios, contra el Hijo de Dios y contra los que dan testimonio del Amor Encarnado?
Esta es la naturaleza de esta guerra planetaria, es una contienda que se da en el plano de la fe, pero que se traslada a los ámbitos sociales y políticos de todos los pueblos y naciones.
7.- ¿Y quiénes son los contendientes? Los describe el mismo Creador en el Génesis dirigiéndose al demonio: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje; éste te aplastará la cabeza, y tú le aplastarás el calcañar.” O sea dos y solamente dos, a los demás, los vomitaré de mi boca, dice el Señor de la Historia.
8.- Y entonces, y para terminar, porqué se insiste desde nuestra misma Iglesia Católica, tanto de la Jerarquía como de muchos dirigentes laicos, en persuadir y obligar a que nuestro pueblo fiel participe una y otra vez en las contiendas electorales que organiza el Régimen partidocrático, para seguir destruyendo nuestro Pueblo y nuestra Nación, haciéndose así cómplices de ésta tiranía democrática mundial.
¿Porqué no se habla con claridad, desde la fe y en cambio se insiste con argumentos desde lo jurídico y del derecho, como si los bautizados fuéramos minoría de una nación pagana?
Que la Virgen de Luján proteja al pueblo argentino, que es un pueblo de varones.
18 de noviembre de 2009.
(1) Puto: Sujeto de quién abusan los libertinos