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miércoles, 19 de enero de 2011

LETARGO DE LA CONCIENCIA DE LOS ARGENTINOS ANTE UN PAIS FEDERAL QUE FUNCIONA COMO NACION UNITARIA

policia-federal-argentina

Por Tcnl. José Javier de la Cuesta Ávila (LMGSM 1 y CMN 73).

La Argentina esta en una crisis de la que no saldrá. El retroceso argentino se debe a la manipulación de los políticos (Vargas Llosa – 4 de noviembre 2010). Estamos en un tiempo de contradicciones en el cual se entrecruzan las ideologías y las corporaciones, creando una asimetría entre lo que podemos y lo que somos (Juan Carlos Portantiero).

Repensar la política conforme lo acordado, restituyendo la genuina representación e implementando capacidades, conforme las realidades del país ante el mundo, será la formula para que nuestra Patria sea la Nación que nos merecemos. (JCA).

Despierten tu conciencia compatriotas           Revive aquellos días ejemplares

Tu Patria por la que morir juraste                    Cuando tu tierra nos llamaba

Está en un largo letargo sumida                    Llena de promesas aceradas

Peligrando con su sueño nuestra vida.          Que a la acción siempre alentaba.

Despierta Madre de mil legiones                    No te dejes por los bandidos burlar

Tu eres la razón de nuestra lucha                  No abandones lo que te diera calma

No podemos olvidar tus lecciones                  Repite mil veces que no te dominaran

Grabadas en sondas que se escucha.          Para hacerlo destruirán tu alma.

Despierta Argentina de mis padres                Nosotros tus hijos no te negaremos

Sale del letargo que tanto nos agobia            El equivoco maldito ya no canta

El sol resplandece en tus dameros               Despierta Patria tu eres solo mía

Su luz es esperanza y es confianza              No te entregues Argentina santa.

Sacúdete el yugo que te adormece               Tu pasado glorioso ha sido violado

Rompe las cadenas que están atando          los acuerdos primeros olvidados

Repite la grita que un día dijiste                     pero tu sigues tan refulgente

Libertad clama te estoy amando.                  Solo esperamos volver a creerte

                                   Despierta tu conciencia sagrada

                                   Tu bandera santa estamos mirando

                                   Manchada, sucia hasta desagarrada

                                   Pero el sol inmaculado aun brillando..

El pasado de nuestra Argentina se muestra con más calidez y dulzura en los cantos y los versos con los que alguien inspirado trato de recordar un momento en el que sintió que lo que pasaba debía quedar estampado en palabras. Los historiadores, que buscan entre los largos pliegos los mensajes oficiales que relatan, comunican o informan, saben que en las letras de las cartas personales esta la sustancia, permiten saber los orígenes y encontrar las consecuencias.

Durante décadas, la “versión oficial” de nuestra historia, primo sobre la realidad y construyo un pasado deformado sobre la que se baso las acciones y justifico las actividades. Sin embargo, el proceso verdadero, desprovisto de los oropeles y sin los egoísmos incidentales, al llegar, es como acceder a una fuente de sabiduría y frescura que renueva las almas, avivada el intelecto y hacer sentir el orgullo de aun ser. Pese a que duela y lleve a estremecer, motivando dudas, parece sano e inteligente, para poder reencausar el derrotero, intentar renovar las realidades, tal como la vida las mostró, para que sobre ellas, volver a la marcha hacia el destino de los éxitos primeros que hoy sabemos estamos perdiendo..

Ello lleva a la necesidad de recuperar conceptos que mantienen una vigencia plena y que algunos con intereses ajenos han deformado para, sobre sus frutos, cosechar ventajas que solo son para ellos y están hurtadas a la sociedad.

“La gravedad de nuestra situación actual impone actuar a tiempo, para preservar los restos de democracia degradada, antes que, su progresivo deterioro, haga irreversible su situación y se consolide una forma política en la que la ley se deforme, deje de ser reguladora de acciones y se convierta en vara de ajuste que imponga realizaciones. Una democracia es falsa cuando no se ajusta en criterios éticos nacidos en la moral y que materialicen el nexo de pasados y futuros y eviten la imposición de la tiranías y el despotismo de los matones”. (Antonio Margarito).

Esta idea nos debe llevar a evaluar en nuestra conciencia, si lo que se nos presenta es una democracia, a la que tenemos que adherir, o mostrar sus equívocos para que sobre sus cimientos para que se construya la que en realidad esperamos. Esta conciencia, si bien en su concepción es individual, su efecto puede alcanzar a la comunidad, cuando se torna como una sensación que se generaliza. Recordemos que la conciencia es saber de uno mismo. Es una noción que adquiere la forma de las sensaciones, pensamientos o sentimientos, en una manera de juzgar y juzgarnos, para evaluar lo que esta bien o lo que esta mal o lo que es beneficioso o perjudicial, lo que será santo o maldito. La conciencia es un juicio de la razón que reconoce íntimamente la calidad de los actos y acciones, valorándolos si ellos son justos y rectos, sin olvidar que, a la larga, aquello que se mide como presente tendrá consecuencias en el futuro.

Cuando la conciencia se aletarga, o sea deja de sentirse a si misma, no mantiene alerta sus indicadores o entra en un ensueño que le quita voluntad, el ser comienza a padecer una anomia sin reflejos, acepta lo inaceptable, se doblega por acción u omisión, trabando los ámbitos de la libertad por esclavitud y sometimiento. La historia de nuestra civilización señala a pueblos cultos, sanos, educados y valientes, que se han dejado envolver por los artilugios de pesares, obligaciones, posibilidades o beneficios, contenidos en el mensaje de algún ideólogo disfrazado de redentor patriota que, al final, fueron muestra de crueldad casi inhumana y locuras depravadas, Recordemos a la Alemania nazi y a la Rusia comunista, dos extremos del arco de ideologías, con un misma final de muerte.

Una sentencia sabia dice que los pueblos que olvidan su pasado ponen en riesgo su futuro, pero no nos señala cuando mas peligroso es el caso de aquellos que “deforman” o “inventan” sus orígenes, para sobre estas falacias, construir lo que desean mostrar mas adelante, conforme sus propios intereses o deseos. Es comprensible que una sociedad nueva, que requiere tener identidad que la personifique ante los demás y, aun, ante si misma, construya su pasado tomando los hechos liminares que le da prestigio, la muestran como poderosa y la llevan a un escenario de ponderación. Es grave cuando, en el correr de los tiempos, se evalúan los hechos y los personajes de esa misma historia, con la vara de la situación del momento y se los considera bajo parámetros diferentes, a los que ellos tuvieran en su accionar. Ambos desvíos, se han producido en nuestra historia y ellos tienen consecuencia negativas en el desarrollo progresivo, ya que, al ofrecer bases endebles, no aseguran los cimientos de la estructura que se aparenta querer construir. Cuando la falsedad es delictiva, se esta ante un crimen imperdonable.

La “Historia Argentina”, tal como se la presenta en su versión oficial, es una clara deformación de la realidad, que se justifica plenamente en el Siglo XIX, cuando de algo no claramente determinado se aspiraba tener concretamente una nación. El libro de José Carlos Chiaramonte titulado “Ciudades, provincias, estados: Orígenes de la Nación Argentina – 1800-1840” (Editorial Planeta- año 2007) es un valioso aporte, que penetrando en la documentación existente, ofrece un panorama del proceso de formación de nuestro país que resulta novedoso e interesante. En la “advertencia” inicial, el autor sintetiza el espíritu de su entrega con el párrafo siguiente: “El lector no encontrara en lo que sigue la historia de la formación de la Nación Argentina, propósito que hubiera sido demasiado amplio para cumplir en las dimensiones de este volumen, que tienes además tope los años de actuación de la Generación del 37. El objetivo ha sido otro, restringido a una parte, aunque sustancial, de esta historia: la relativa a la naturaleza de las primeras entidades soberanas surgidas desde el comienzo del proceso independentista y las correspondientes concepciones políticas implicadas en este. Es decir, la emergencia, en primer lugar, de la ciudad soberana, sucedida luego por el Estado provincial como inéditos protagonistas en la escena política del periodo, paralelamente a las fracasadas tentativas de organización de un estado nacional rioplatense”. Es de destacar y señalar, en la ultima oración que antecede, la sucesión que señala el autor en la evolución de “la ciudad soberana”, sucedida por el “Estado provincial” y en paralelismo” las fracasadas tentativas de organización de un estado nacional rioplatense”. Entiendo que, en este periodo de “formación”, fue donde se gesto, construyó y depuró la voluntad asociativa de los “pueblos” que encontrarían su respuesta fecunda en el acuerdo logrado por la Constitución del año 1853 y que, durante el Siglo XX, ella se deformo, para lo que se “construyo” un relato histórico que se avino a lo que se estaba haciendo y no a las bases que se necesitaban para tener una adecuada proyección en el futuro.

Si recorremos los textos de historia que se utilizan para la educación en nuestro país, es de observar, con facilidad, que ellos son un proceso en el cual se centraliza todo el accionar en la ciudad de Buenos Aires, detallando lo que pasa en las provincias interiores, solo en el caso que sus efectos se apliquen a aquella. Es decir, la historia Argentina actual es, esencialmente, la historia de los “porteños”, que conducen los procesos en el “interior”, para que sus efectos confluyan en esta ciudad. El tema adquiere ribetes especiales cuando, por ejemplo, en nuestros días, estamos recordando el “Bicentenario” del 25 de Mayo de 1810, sin vincular este hecho trascendente, con sus antecedentes que comienzan en el Siglo XVI. Decir que la “Patria nació” aquel glorioso día es olvidar siglos de formación del “americano” arraigado en nuestras tierras y claro antecesor.

Cuando queremos rememorar realmente el origen de nuestra Argentina, debemos ir al momento en que se funda la primer ciudad en lo que luego seria nuestro territorio. Allí, es donde aparece Juan Díaz de Solís en el año 1516, que remonta el Río de la Plata y el Paraná y funda la ciudad que luego seria destruida a orillas del primero. De ese episodio, pocos recuerdan a la figura del grumete Francisco del Puerto, un tripulante de Solís que escapa de la matanza, convive con los aborígenes y se presenta en 1527 a Sebastián Gaboto, cuando este llega buscando un paso hacia el Pacifico. Seguramente, en este hombre, que tiene que haber sentido el “desarraigo” y encontró “refugio” en los aborígenes, se inicia concretamente la célula original que nos llevara, en acumulación sucesiva, a lo que sentiremos mas adelante como Patria. Allí, entonces, esta el germen ibérico, esa mezcla hispana, que confluye con lo moro, es cristiana y noble, plena de amores, basada en la permanente reivindicación de lo espiritual.

Esta sensación de “arraigo”, esta claramente demostrada en forma legal, con la capacidad de la posesión, por las Leyes de Indias, en la ceremonia de fundación de las ciudades. La fundación de las ciudades seguía una ceremonia codificada desde el tiempo de Colon. La ceremonia se iniciaba con la toma de posesión del terreno. A continuación se procedía a erigir en el centro de la plaza, la picota que era el símbolo de la jurisdicción y la justicia. Tras la ceremonia, se repartían los solares desde un plano previamente trazado. Los solares eran entregados por orden jerárquico desde la plaza principal. Luego, para gobernarse, se designaban las autoridades y se promovían los cabildos. Los cabildos fueron corporaciones municipales organizadas en la misma medida española instalada en América, El mismo era los representantes legales para la adopción de medidas administrativa, de defensa, políticos y económicos. El proceso fundacional, contenía el concepto de la propiedad, que era alcanzada conforme a la ley, derivándose de las atribuciones de posesión originadas en el Rey. Es importante tener en cuenta esta situación, ya que, de ella, se originan los conceptos que darán materialización a cada uno de los pasos o momentos que contienen el andamiaje de formación de Argentina.

Como se ve, el protocolo de las fundaciones de ciudades, significaba dos cosas importantes, por un lado la “posición total y la propiedad individual” y por el otro el “gobierno en comunidad” para sus acciones. Estos dos elementos son los que han de caracterizar a lo largo de los tiempos a la sociedad colonial y que serán la base de su organización en los sucesivos periodos siguientes. Esta situación es la que da a cada ciudad su individualidad legal, otorgada por el acto fundacional por la voluntad soberana expresada en las Leyes de Indias, y la que justifica, en plenitud, la actitud de los “pueblos”, ante el proceso de modificación de la forma de gobierno, que pasa de la soberanía del Rey a la voluntad soberana de las gentes.

La historia de comienzos del Siglo XIX, muestra la puja que existe en esta acción, que comienza por el intento de “primacía” de los españoles peninsulares sobre los españoles americanos y encuentra eco en la posición de Buenos Aires que, como lugar de residencia del Virrey, inatenta abrogarse su continuidad como gobernante, sobre las restantes ciudades del territorio virreinal. En realidad, había un elemento nuevo que privaba en esos habitantes del Nuevo Mundo, y eran las corrientes de pensamiento que en Europa hacia que se escape del Medievo con ideas que, si bien estaban en los ámbitos de los intelectuales, mostraban repercusión en las comunidades. Una nueva dimensión de la libertad, destruía los usos y costumbres, y la gente se asomaba al intento de las realizaciones plenas como seres humanos. Este nuevo escenario, a su vez, motivaba el nacimiento de un nuevo “poder” que originado en el pasado en el Rey se trasladaría a la gente para justificarse y apoyar la vida como comunidad.

Carlos Alberto Macangno, en su libro “Autoconciencia y poder” (Año 1996) nos proporciona una interesante guía para tratar este tema. En principio, desde su Introducción, nos señala un itinerario de evolución cuando dice: “Un principio metodológico nos aconseja establecer cierto grado de sistematización; varia el mundo y necesariamente modifica al hombre y su pensamiento, influyendo finalmente, mas que en el comportamiento del miso, en la sociedad, en el propio Ser o en su espíritu.” “Durante la modernidad se fue conformando el vigente pensamiento sobre el hombre y el poder y progresivamente fue poniéndose en practica; primero en sus lugares de origen luego en el resto del mundo”.”En la modernidad se observo al hombre y al poder, de manera nueva con relación a las épocas que la precedieron; ella ordeno las cuestiones del mundo secularmente, en base al principio de soberanía. Radico finalmente esa soberanía en el conjunto de los pueblos. Lo expreso mediante la elección de gobernantes que podían ser sustituidos sin variar el principio antes mencionado. Limito el poder de los mandatarios y estableció derechos individuales de opinión, de propiedad, reconocidos por primera vez para todas las personas”. “El gobierno se proyectara en función de la forma política según la cual cada Estado se rige y pauta su soberanía y a la política se la entenderá como el arte y la ciencia de los gobernantes, dar leyes para la consecución de la seguridad publica y el progreso social”.” Cualquier Estado sin fundamento ético culminara en modelos excesivos de poder”.”Es algo clásico que, cuando el poder político ya no sirve para el momento histórico en que actúa, ese poder queda solo, privado de fundamento ético”

Los “americanos” de principios del Siglo XIX, tienen que haberse sentido confrontados con una realidad político-cultural que modificaba conductas e imponía posibilidades que se proyectaban mas allá de los gestos. No se trataba de cambios de gobiernos, sino que se imponía modificaciones en el poder para gobernar, ya que, si bien la voluntad de futuro estaba presente, se conocían los riesgos de caer en formulas, métodos o medidas que, luego, serian una endeble base de relación de la sociedad. Ello lleva a rescatar otros párrafos del libro antes mencionado, como son: “Se justifico correctamente el poder remetiéndolo a la voluntad soberana del pueblo y al establecer que este gobernara por medio de sus representantes”. “ Si ahora, la voluntad general, la calidad de los representantes del pueblo o del contrato social resultan insuficientes y sospechosas para muchos, habrá que proponer otro contrato social, cambiar las reglas de juego ,modificar los mecanismos que ponen en movimiento esas reglas, pero jamás predicar una anarquía espiritualista y mucho menos sacralizar un quietismo conformista, posición genitiva ya comentada”.”Un poder político apto es el único dato que puede evitar repeticiones de experiencias fracasadas” “.El desprestigio de lo político va acompañado por la actitud desdeñosa hacia el Estado y sus funciones. El Estado y los gobiernos producen la impresión de inmensos mecanismos cuyos engranajes se rompieron. Existe una base objetiva que obliga a los p0liticos, al ser candidatos, a realizar promesas que no se podrán cumplir cuando acceden al gobierno, ocupando su lugar dentro de la maquinaria que no funciona”. Ello lleva al autor a decirnos que: “Tenemos la impresión paralizante de que el movimiento que nos impulsa no pasa por nosotros, por nuestro ser. Para comprender realmente lo que sucede, para encontrar una disposición, una razón independiente de nuestra conciencia y de nuestros actos, debemos indudablemente realizar el acto de repensar lo pensado. Solo mediante esta actitud es posible desprendernos de ese sentimiento de fatalidad que nos embarga”. “El sistema necesita ser reformulado pero sus sostenedores no lo admiten.” “Tiene su clero; en los políticos profesionales que toman la política como un modo de ganarse la vida y no como militancia.”.”·Es obvio que es preciso reformular el poder político hacia el futuro, para perseguir que sea operativo y dotarlo de contendido ético. Pero también es evidente que no será fácil sacudir el pasado”.

El libro escrito por Chiaramonte, nos resume el escenario a partir de 1810 así; “Al desplomarse el dominio español, en las principales ciudades americanas surgen movimientos que posteriormente se encaminaran a lograr la independencia de la vieja metrópoli, pero que en sus comienzos se limitan a afirmar un estatuto de autonomía en el marco de la monarquía castellana. En este cometido, aparecen de inmediato la alternativa que dividirá profundamente a las fuerzas políticas desatadas por este proceso y que de hecho configura el cauce fundamental de la cultura política del periodo. Por un lado, quienes entendían que las decisiones a timar debían partir del conjunto de los pueblos soberanos, los que en términos del Derecho de Gentes eran personas morales en condiciones de igualdad, independientemente de su poderío y tamaño, y sin cuyo consentimiento, según el mismo Derecho, ninguna decisión que les concerniera poseía legitimidad. Y, por otro, quienes consideraban necesario organizar de inmediato un nuevo Estado, a cuya cabecea debía figurar la “antigua capital del Reino”, en este caso Buenos Aires, y frente a la cual los demás pueblos eran subordinados.”. “Cada provincia se concentro en si misma, y no aspirando a dar a su soberanía mayores términos de los que el tiempo y la naturaleza habían fijado a las relaciones interiores de los comprovincianos, resultando tantas representaciones supremas e independientes cuantas juntas Provinciales se habían erigido. Ninguna de ellas solicito dominar a las otras, ninguna creyó menguada su representación por no haber concurrido al consentimiento de las demás y todas pudieron haber continuado legítimamente, sin unirse entre si mismas”. “La mayor parte de la historiografía rioplatense ha relatado este conflicto, y sus prolongaciones, como una lucha entre porteños y provincianos, atribuyendo además a este enfrentamiento particularista el haber sido la raíz de la división entre unitarios y federales.·. Porque el problema central que explica, la sustancia de gran parte de los conflictos del periodo, fue la cuestión de la legitimidad del nuevo poder a erigir. Esto es, el como reemplazar la legitimidad del nuevo poder a erigir.”. “La entidad provinciana adquiere poco a poco importancia y desde una situación de hecho, con un simple gobernador, se transforma en un estado institucionalmente organizado”.”El enfoque mas difundido en la historiografía supone la existencia ya en 1810, de una nación argentina de la que los provincianos habrían sido integrantes. Pero lo cierto es que los pueblos de la época se definan por su calidad de americanos, no por la aun inexistente de argentinos”. “El papel central de la ciudad en el proceso de organización política del espacio rioplatense se prolongara hasta mucho mas tarde”.

Los párrafos que anteceden son, posiblemente, un verídico resumen de la situación en aquellos albores de Argentina y, de ese conjunto, es de destacar, que aparece claramente la noción de las autonomías de las ciudades (pueblos) ante la realidad del proceso de encontrar una forma de encarar la situación. Este origen de formación, además, es el que ofrece las bases para considerar como legal, geográfica e históricamente, se alcanza la idea de formar una nación federal.

Cuando en un gesto de búsqueda de la verdad, escapábamos sincerados de las páginas del pasado de Buenos Aires y observamos a nuestro territorio, a América y al Mundo en aquella época, descubrimos que no tan solo los porteños entraban en un nuevo momento, sino que ello aparecía en muchos otros lugares. Claro esta que, la realidad muestra, que esos “focos” eran apagados por las corrientes conservadoras y, sin dudas, el proceso en la ribera del Plata, encontraba un curso propicio para su realización. Esta situación, sin dudas, es la que revaloriza la gesta porteña, no tan solo ante las ciudades interiores de nuestro territorio, sino ante el proceso general en la totalidad de las colonias españolas. Cuando se recorren los antecedentes en la tarea de la “historia comparada” se encuentran en la mayoría de los países latinoamericanos referencias claras de los ejemplos y actos originados en Buenos Aires. Quizás, la campaña del Ejército Libertador conducido por el General Don José de San Martín, es el ejemplo mas claro. Pero, también hay que observar, que la libertad lograda nunca significo la imposición de un dominio, valor que es tan valido para la formación de otras naciones, como para la preservación de la identidad de nuestras ciudades capitulares.

Los actos, los gestos y las resultantes de aquellos años de epopeya despertaron y fortalecieron las identidades de las ciudades y ello se expresa en el accionar de los gobernantes ocasionales de cada “pueblo” que la historia califica como “caudillos”. José Luis Romero, en su libro “Las ideas políticas en Argentina” se refiere a ellos y nos dice: “Los caudillos fueron los conductores de las masas populares en las provincias. Ajenos, en general, a todas las sutilezas que suponía el ejercicio del poder dentro de la concepción de los grupos ilustrados, poseían algunos caracteres que evidenciaban su inequívoca aptitud para polarizar las simpatías y excitar la admiración. Por eso fueron jefes populares, que, si llegaban al poder por la violencia y no poseían titulo jurídico para ejercerlo, tenían en cambio una tacita adhesión de ciertos núcleos que los respaldaban y los sostenían. El secreto de esa adhesión residía en la afinidad entre el caudillo y las masas populares”.”Esa autoridad se basaba no solo en las virtudes personales de hombre de combate y hombre de campo, se apoyaba asimismo en cierta premeditada actitud mediante las cuales las masas rurales llegaban a considerar a su caudillo dotado de poderes insólitos”.”Lo que originaba esta fidelidad era la convicción, fundada o no, de que el caudillo defendía los intereses de la colectividad regional”. “Sin duda, los caudillos perpetuaron, a su manera, el sentimiento republicano”. “Tenia razón Estrada cuando decía: “las muchedumbres argentinas han exaltado la barbarie para exaltar la democracia, y por amor a la libertad han soportado a los tiranos””. “Caudillos de este tipo – aun cuando con sensibles variantes locales – fueron los que organizarán las provincias después de la degradación del Estado nacional en 1820”. “Ninguno, sin embargo, negó de modo explicito que la disgregación nacional fuera otra cosa que una situación pasajera, y se vislumbraba en el fondo de su conducta política la perduración de la conciencia de la nacionalidad. Esta conciencia salvo al `país y permitió que, andando el tiempo, se intentara de nuevo la organización de la nación como unidad!. “Para los caudillos, el federalismo era una consigna, una palabra mágica que, si entrañaba un sentimiento de autonomía, significaba con mayor claridad todavía un régimen autocrático sostenido, en su beneficio, sobre la base de la fuerza”. “También era, a sus ojos, el camino mas indicado para estimular la cultura, la población y la riqueza del país, pero, sobre todo, el que mejor aseguraba el primado de la libertad”. Parece interesante destacar en los caudillos que eran los reales “representantes” de sus comunidades, no tan solo por ser parte real y genuina de ellas, sino por que en su accionar las defendían ante los terceros. Sin dudas, esta es la base de afirmación de la idea de lo que esperaban los “pueblos” de sus representantes en el pasado y, posiblemente, la no concreción de este vínculo actual es la razón del divorcio entre los políticos en su función de gobernantes y la población que “institucionalmente” esta “obligada” a elegirlos.

Mas adelante Romero, señala como consecuencia, lo siguiente: “Desde el instante mismo en que se inicia la guerra sin cuartel entre unitarios y federales – dos conceptos de la vida mas que dos doctrinas políticas – comienza a germinar en algunos espíritus esclarecidos y refractarios a los perjuicios dogmáticos la certidumbre de que es necesario replantear el problema político y social que agobia al país. Aunque es innegable que tuvo precursores, corresponde a la joven generación de 1837 el merito de haber descubierto el camino de salvación, gracias a su actitud inicial de dirigir la mirada escrutadora hacia la realidad y la experiencia allí encontraría los datos para una interpretación mas justa y desapasionada del problema argentino, y de ella recogería las inspiraciones para postular una política renovadora y vivificante”- “El partido federal significaba , a los ojos de la juventud ilustrada, no solo la concreción del localismo, sino, ya bien la perduración de las formas coloniales de vida”.”

Sin dudas, como bien lo señala Romero, todo este proceso encuentra su respuesta en la Constitución Nacional de 1853. Ella “En general, el anteproyecto de la constitución – redactada en gran parte por el diputado Gorostiaga - correspondía al esquema formulado por Alberdi en sus “Bases”. “Constituían la parte primera las “declaraciones, derechos y garantías” , conjunto de prescripciones que establecían la orientación general de la estructura política. Allí aparecen, categóricamente formuladas, las ideas fundamentales elaboradas por la generación de 1837, la forma de gobierno republicana, representativa y federal, el sistema rentístico, las relaciones entre el poder federal y los podres provinciales, los derecho civiles y políticos de los habitantes y los ciudadanos, el régimen de las personas y de la propiedad, la política inmigratoria, el libre transito de los ríos interiores y mas cuestiones que habían sido debatidas con extensión en libros y artículos periodísticos.”.

Argentina del 1900 tenía un problema clave que resolver y era poblarse ya que su amplio territorio era realmente un desierto. Romero nos dice: “Para salvar los peligros que entrañaba el desierto, se considero indispensable atraer la inmigración europea y distribuirla por las regiones agrícolas del país, que necesitaba brazos. Esta consigna pareció la formula suprema entre todas las que debían guiar la acción del gobierno, el cual creyó medir la eficacia de su gestión administrativa por el número de inmigrantes llegados”. Los efectos sociopolíticos de la inmigración se describen así: “El primer signo de esta era que se inicia en campo político social, un nuevo divorcio entre las masas y las minorías. Las masas han cambiado estructura y su fisonomía y, por reflejo, las minorías han cambiado de significación y de actitud frente a ellas y frente a los problemas del país. Las consecuencias de este hecho fueron inmensas y perduran aun hoy en el panorama argentino”.”El ciclo de la Argentina aluvial esta aun inconcluso y no ofrece sino interrogaciones y enigmas, pero ya es mucho para el diagnostico de una época el saber a ciencia cierta cuales son los elementos encontrados que luchan en su seno.”-“Del resultado de esta contienda dependerá el curso histórico que siga la republica su futuro próximo y su destino lejano, promesas y amenazas a un tiempo”-

Debido a la importancia que tiene el ultimo pensamiento de Romero, se estima que es conveniente su nueva transcripción, recordando que el mismo se refiere al efecto que ha producido en nuestro país la llegada masiva de inmigrantes que no tan solo aportaron su trabajo, sino que trajeron ideas, situaciones o aspiraciones de tipo político que se diferenciaban de las tendencias que se habían aceptado como básicas en el país. El texto referido que se repite es el siguiente:”Del resultado de esta contienda dependerá el curso histórico que siga la republica, su futuro próximo y su destino lejano, promesas y amenazas a un tiempo”.

Romero continua así:“Desde 1880 se acentúa el “aluvión” de doblamiento del país. Las evidentes posibilidades de Argentina, las guerras y las dificultades en Europa, movilizan hacia la esperanza- Este “doblamiento” no se ajustó a un método dado y no fue seguido por una “asimilación” inmediata, pero muestras la tendencia a radicarse en la costa del litoral y las grandes ciudades. Allí, se comienza a acentuar una muy particular división demográfica que tiene relativamente poca presencia en el interior donde los inmigrantes forman nuevas familias y muestran el no regreso a sus orígenes. La presencia de extranjeros llega a igualar, cuando no a superar, la cantidad de “nativos”, particularmente sobre el río de la Plata y, en algunos casos, se observa un cierto grado de aislamiento cuando forman hogares de la misma nacionalidad. El proceso de adaptación no fue fácil, por ello, los gobernantes crearon legislaciones para motivarlo y concretarlo. Las leyes “obligatorias”, como son la del servicio militar, la educación y electoral, al margen de su objetivo especifico, buscaban contribuir a despertar en los inmigrantes su compromiso con el país que les daba una nueva posibilidad de vida. La presencia de los inmigrantes, su lugar de radicación y las ideas que traían de sus orígenes, si bien fueron un aporte importante “poblacional”, despertaron situaciones sociales y culturales que eran nuevas para los viejos pobladoras”.

Mas adelante nos señala que: “El resultado del “aluvión migratorio” no fue la asimilación de los extranjeros a la cultura local. El proceso implico un virtual movimiento tendiente a atemperar lo nativo y motivar un diferente sentir en la sociedad. El caso de la incorporación del “tango” es un ejemplo claro y evidente. Pero, quizás sin que ello se perciba, los inmigrantes no “sentían” lo mismo que los nativos pues tenían “pasados” diferentes a los que difícilmente querían renunciar. A lo largo del Siglo XX, esta nueva conformación de la sociedad, llevo a una especial dimisión de ella que, de alguna manera, retrotrae a los temas del siglo anterior. Ya no son “porteños contra provincianos” o “unitarios ante federales” sino las concentraciones urbanazas ribereñas contra la dispersa geográfica del interior”

Luego dice:“Esta nueva conformación “geopolítica” poblacional ha conducido a lo que se denomina “crisis argentina” que es planteada desde el punto de vista social o económico, pero no desde sus raíces antropológico con una evidente repercusión en lo político. A este proceso, casi diríamos natural, se suma la “industrialización” y la “urbanización” que despuebla el interior y concentra en las grandes ciudades. El “nuevo ciudadano” incorpora derechos generales que asoman en el mundo y, lógicamente, olvida los “compromisos” anteriores de los “viejos ciudadanos”. La valorización individual de la “persona” ante los pactos y acuerdos de grupo, socava lo actuado en el pasado, lo desfigura y, consecuentemente, actúa para reemplazarlo.”.

Es importante detenernos en este tan particular momento de la evolución de nuestra Argentina ya que el mismo no es tratado a profundidad, soslayado o traducido conforme a su justificación, sin que se lo analice a fondo. La sociedad argentina del Siglo XX concibió su vida de una manera diferente a la que habían pactado en el anterior. Dado que la ley, en esencia la Constitución Nacional, había sido estructurada con un criterio especifico y la realidad del país marchaba en uno diferente, aparece la forma de burlar aquella sin mostrarlo materialmente. Este velado proceso de “cambio” se realiza mediante la “institucionalización”, es decir la creación de instituciones que en apariencias son constitucionales pero que en los hechos actúan de una manera diferente. Para “mostrar” legalidad se hasta modifica parcialmente la Constitución Nacional llegándose a las reformas del año 1994 que, en sus disposiciones para elegir el Presidente de la Nación, modifican el espíritu político de ella. Concretamente, una Argentina “federal” constitucionalmente ha dado origen a una “unitaria” institucionalmente por la “centralización” del poder. Los argentinos, en realidad, nos encontramos ante la misma situación que vivieran nuestros antecesores durante la primer mitad del Siglo XIX que, lamentablemente, no percibimos con claridad ya que ella esta oculta por los dirigentes políticos que saben lo que pasa pero perciben que ello no arrojara las ventajas que se supone. Los momentos descriptos son mas incomprensibles cuando se observan que son alentados o apoyados por “provincianos” que renuncian derechos fundamentales de sus pueblos, bajo los supuestos de avances o mejoras ideologías o corporativas, sin tener en cuenta que están fraccionando la sociedad argentina privilegiando la masa concentrada contra las minorías dispersas, justamente el peligro que veían los “caudillos”, que corrigieron los constitucionalistas de 1853 , que “funciono exitosamente” a fines del siglo XIX pero que fue arteramente destruida a lo largo del siguiente.

Este tema tan sensible en la realidad, para evitar su exposición, ha llevado a un proceso de ocultamiento que es conocido como “fraude electoral”. El Dr. Horacio M. Lynch, nos dice: “Mi conclusión es que la democracia en la Argentina es algo muy imperfecto (mas que en otros lugares). Pero lo preocupante es que no hay reclamos sinceros para perfeccionarla. La aparición de nuevas prácticas seguramente es un imán para nuestros políticos, como siempre ha ocurrido, cuando pueden utilizarlas en su beneficio o los malos ejemplos cuando no tienen castigo ejemplar, aparecen repetidamente (Fraude político electoral en la Argentina – 1910-2010). El fraude político-electoral esta materializado en nuestro país como casi una constante, debido a que permanente repetición de los actos electorales que , de alguna manera, ponen en consideración la acción de los gobernantes. Esta periodicidad corta hace, además, que toda la actividad se trate coyunturalmente ya que lo estructural demandara mas de un periodo. Los políticos en función de gobierno, por lo tanto, aquellos temas “calientes”, “complejos” o “pesados” los “tapan ocultándolos” para que afloren en aquellos que serán sus sucesores. El hecho de la posibilidad de la “reelección” hace, a su vez, que se vuelque la preocupación en los lugares de mayor concentración poblacional (numero de votantes) creando una negativa división en la sociedad como un todo. Podemos tomar como ejemplo el subsidio a los transportes en la zona del gran Buenos Aires que hace que se lo pague quitando posibilidades al interior. Este problema adquiere visos de extrema gravedad cuando nos referimos a los “representantes” (diputados y senadores) que actúan conforme lo dispone el partido político al que pertenecen y no velando las necesidades de aquellos que han sido sus electores. El ejemplo clásico para los argentinos fue el tema de las “retenciones” para el campo en el cual los algunos legisladores votaron lo que su “partido disponía” y no lo que sus pueblos reclamaban.

En la Argentina del presente hasta han dejado de tener vigencia los partidos políticos y, por lo tanto, no se presentan programas de gobierno consistentes. Hoy solo estén candidatos individuales. Ello se debe a que en la última década se destruyo sistemáticamente a los partidos tradicionales. Los actuales políticos no son no son los representantes de los espacios o lugares (territorial) y han dejado de serlo en relación a las “ideologías” , sino expresión de una imagen que cada uno arma y configura y, desde la cual, se sale en búsqueda de acompañantes.

A todo lo descripto “La actual tendencia en nuestro país al “centralismo”, cuyos modelos clásicos han sido las dictaduras de derecha o izquierda, montado para repartir arbitrariamente los aportes provenientes de la generalidad a llegado a una magnitud sin precedentes”- (Juan J. Llach . La Nación- 30 dic 2010)

La política argentina ha construido un proyecto centralista que en sus efectos lleva a sentir que la democracia se ha transformado en una dictadura. El Dr. Antonio María Hernández, se refiere a ello así: ”En reciente informe… han coincido en su diagnostico sobre los grandes problemas de desigualdad, injusticia, inseguridad y desintegración, ocasionados, entre otras causas, en la extrema centralización del país”. ”Para nosotros resulta claro que el federalismo como forma de Estado en la Constitución Nacional de 1853 y 1860 fue una decisión correcta para solucionar los grandes problemas políticos, económicos y sociales de un país tan extenso que necesitaba de una efectiva descentralización del poder.” .”Es paradójico que mientras el mundo mas desarrollado se aferra a la descentralización, en particular, el federalismo, como lo propone la nueva Constitución de Europa, en nuestro país se pretenda imponer una solución contraria pese a su fracaso demostrado”.

Como vemos de una razón histórica real de nuestro país, a lo largo de los tiempos y, en particular, el Siglo XX, se ha producido una deformación nociva y negativa de lo que se esperaba en los orígenes. Este desmadre puede ser atribuido a muchas causas y, de alguna manera, hasta justificarse, conforme la posición que adquiere cada observador, pero, sin dudas, los resultados son negativos. La Argentina pujante de principios del Siglo XX se transformo en un país lleno de problemas de los más variados tipos que son criticados claramente en los más variados foros, pero que esas críticas no llegan a los oídos del “poder”. Cuando vemos que los gobernantes provincianos han dejado de ser los “caudillos” del pasado, que el poder de la Nación perfora las autonomías para decidir en los niveles comunales, que la riqueza del país se reparte conforme la voluntad electoral, que los políticos hablan de las coyunturas y olvidan por que no les conviene los temas de estructura, que se sabe que se esta “violando” lo acordado y pactado y que bajo un manto de “institucionalización” se justifican los desvíos, que el equilibrio de los poderes que es sustancia de la republica desaparece y comienza a asomar por la violencia desenfrenada la posibilidad de destrucción del “poder”, la conciencia tiene necesariamente que salir del letargo en el que se encuentra.

Argentina aun no tiene reales problemas económicos, culturales o religiosos de envergadura, si padece de desvíos que se producen por las variables de sus actos y la falta de continuidad de sus objetivos, pero, aparentemente, la estructura fundamental esta firme, deteriorada y opaca, pero existente y esperanzada. Somos un gigante que ha sido cubierto con la pelambre de un diminuto personaje que, al, ser irreal, nos ahoga, traba, anula y desencanta, pero aun existimos y, si somos conscientes del mal que vivimos y tenemos la voluntad de alcanzar lo que siempre hemos podido, nos espera el futuro esplendente que soñaron para nosotros nuestros antecesores y que nosotros estamos negando alcanzarlo para nuestro hijos.

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