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martes, 1 de febrero de 2011

EL CLUB DE PARIS Y LA DEUDA ARGENTINA

a con deuda-sin deuda

Por Silvio H. Coppola

El Club de París no es un club de fútbol de Francia, como cree gran parte de la opinión pública argentina.

Como esta está suficientemente anestesiada y cuando le hablan de eso o de miles de millones de dólares, no puede comprender siquiera de qué se trata, es un lugar apropiado para que el gobierno presente claudicaciones como triunfos, derrotas como éxitos. Como en el presente caso. Aquél organismo informal, es un club o asociación de acreedores, cuya función es coordinar formas de pago y renegociaciones de la deuda externa de los países deudores, con los que forman esta unión. O sea actuar de consuno, para tener más fuerza y más poder de coacción, aunque los créditos provengan de los más dispares orígenes.

Algo que no se les permite a los acreedores y cualquier intento en este último sentido, invariablemente fue dejado de lado, después de las presiones de los países más poderosos del mundo.

Como la solidaridad es total entre los acreedores, el deudor queda obligado a tener un tratamiento igual con cada uno de ellos. “La unión fait la force” y así está en la posición obligada de tratar con todos o con ninguno.

Y en consecuencia ser coaccionado sin ningún pudor y sin ninguna consideración. Como está pasando en este momento con la Argentina, cuyo gobierno claudicante, con tal de poder volver al mercado internacional de capitales, donde se podrían obtener según cree nuevos préstamos a intereses más bajos y a más largos plazos, acepta ya desde el vamos las condiciones que presuntivamente se le impondrán y de las que da cuenta la prensa con suma liberalidad.

O sea, las gallinas viajarán a la cueva de las comadrejas y desde ya, aceptan lo que el destino les depare, destino que fijarán las comadrejas.

En definitiva, la misión argentina no discutiría en absoluto el monto que se le impondrá y que desde ya se estima en unos 9.000 millones de dólares, por la deuda existente con estos países a contar del default de 2001 y que incluye intereses y punitorios, lo que de hecho le ha agregado un 50% más de numerario desde entonces.

A la cabeza de los acreedores van Alemania y Japón, pero están otros como Italia, España y Suiza.

Estos no quieren aceptar ningún tipo de quita, ni llevar los plazos de pago más allá de dieciocho meses y el sólo propósito argentino, sería lograr por lo menos un plazo de varios años para hacerlo y obtener como se señalara nuevos préstamos y de paso presentar cualquier logro en la extensión del plazo, como un gran triunfo del gobierno.

Cabe acotar que en el 2008 por un DNU se dispuso que se usarían fondos del Banco Central para el pago de esta supuesta deuda, cuyo origen se remonta al gobierno usurpado por el régimen de 1976 o sea, en consecuencia perfectamente objetable, no sólo por su origen espurio, sino también porque las sumas resultantes no han sido usadas en beneficio de la población del país. Pero de esto no se dice nada y también se ha olvidado un tanto aquella disposición, que seguramente se hará efectiva, en caso de que no se logren los términos buscados.

Como corolario, se podría agregar que los créditos ahora reclamados, no revisten el carácter de privilegiados en detrimento de otros acreedores y por consiguiente, tendrían que haber sido incluidos en el acuerdo de Dubai de 2005, donde deberían haber sido justificados, afectados por la quita que se efectuara y en consecuencia, ser vigentes a su respecto los términos aceptados.

O sea aplicar de manera efectivo normas de derecho interno que hacen al concurso de acreedores y a la quiebra, como hubiera sido esta verificación y en consecuencia la suspensión de intereses desde la fecha de la cesación de pagos. Cosa que ni se intentó hacer. Y más teniendo el caso de que a los organismos internacionales de crédito, sin ser tampoco privilegiados, se les aceptó el pago de la totalidad de sus acreencias, en claro perjuicio con relación a los demás acreedores.

En definitiva, la misión argentina solamente dirá que sí y no negociará nada. Las cartas ya están echadas.

LA PLATA, febrero primero de 2011.

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