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miércoles, 16 de marzo de 2011

EN LA PIRA ELECTORAL

No tiene precio

Por Juan Carlos Neves*

Queridos amigos:

En el año 1993, cuando cursaba la materia “Principles of Economics” en la Universidad Salve Regina del Estado de Rhode Island (USA), el profesor de la Maestría nos pidió a los dos cursantes extranjeros que presentáramos el programa económico de nuestros respectivos países para analizarlo a la luz de los conocimientos adquiridos. Luego de solicitar y obtener en Argentina los parámetros del Plan de Cavallo, que era quien en ese entonces conducía nuestra economía, lo expuse ante el docente y el curso. El profesor, que ostentaba el título de Phd (Philosophical Degree equivalente a Doctor), observó con detalle el hecho de que desde que se había establecido la paridad de “uno a uno” entre el peso y el dólar y antes de que el proceso inflacionario de nuestro país se estabilizara, la diferencia entre la inflación en Argentina y en USA había sido de alrededor de 50 puntos. Entiendo dijo “que ahora en su país un peso valdrá medio dólar pues eso es lo que se ha devaluado su moneda respecto de la moneda de referencia”. “No es así”, contesté. “Un peso sigue valiendo un dólar pues así está establecido por ley”. El hombre mantuvo la serenidad y con precisión académica ilustró al curso acerca de las consecuencias de mantener una moneda sobrevaluada en un programa económico en que las demás variables estaban liberadas. Habló de la pérdida de competitividad en las exportaciones, el progresivo déficit en la balanza comercial, la desocupación consecuente, el aumento de las tasas, el incremento de la deuda para mantener la disponibilidad de dólares y concluyó que para que todo eso no pasara necesariamente las dos monedas, peso y dólar, deberían modificar su paridad ya que no es la ley sino la realidad económica quien debe regular el tipo de cambio en una economía de mercado.

Como sabemos, “el uno a uno” se mantuvo durante toda la presidencia de Menem y la posterior de De la Rúa hasta el colapso final. Antes de ello hubo numerosas señales de que ese “modelo” estaba agotado pero por razones políticas no fueron atendidas.

Hoy estamos ante otro ensayo económico de corte voluntarista. El gobierno insiste en mantener un alto nivel de consumo para sostener un crecimiento del PBI que no refleja la productividad de la economía. Para ello inunda la plaza de pesos hasta un nivel que requiere producir el papel moneda en el extranjero. Pasó del superavit al déficit fiscal y genera una inflación superior al 25 por ciento anual según las consultoras privadas y las mediciones provinciales. El mismo gobierno convalida estos números otorgando a los empleados estatales aumentos de esa magnitud y observa cómo las empresas privadas pactan actualizaciones salariales de hasta el 30 por ciento. Sabe que las empresas no tienen otra alternativa que trasladar esos aumentos a los precios y que el incremento de la demanda no encontrará su correlato en un incremento de la oferta porque la capacidad industrial instalada está funcionando a pleno. Consecuentemente la inflación comienza a entrar en los niveles próximos al descontrol.

Aferrado a su “modelo”, por razones netamente eleccionarias, pero consciente del peso de la inflación ha tomado la peor de las medidas como es intervenir el Instituto de medición (INDEC) y así pretender que los valores de inflación son menores que los medidos por todas las demás organizaciones. También ha tratado de paliar el proceso inflacionario anclando el dólar en valores que no reflejan la diferencia de inflación entre el peso y la moneda de referencia (¿suena conocido?). Las consecuencias se empiezan a sentir en la balanza comercial y la solución mágica adoptada esta semana ha sido imponer trabas a las importaciones que ya han generado quejas de distintos países y cámaras comerciales que nos acusan de proteccionismo. Otra medida reciente de inconcebible ceguera ha sido imponer multas a las consultoras privadas cuyos cálculos de inflación indican valores muy diferentes a los del gobierno. Estas medidas nos alejan de la economía de mercado y van creando una red de regulaciones y sanciones que pretenden disimular lo evidente: la inflación se está comiendo a la economía en forma imparable.

Dada esta evidencia, es necesario especular acerca de cuál es la estrategia del oficialismo ante este avance inflacionario en un año electoral. Pareciera que apuesta a llegar a las elecciones de Octubre repartiendo dinero devaluado fingiendo que la inflación no es importante y así alzarse con la victoria. En caso de perder, el gobierno que asuma tendrá que enfrentar la maraña de subsidios, planes y déficit y esa será la oportunidad para echarle la culpa del “ajuste” y compararlo con la bonanza de la fiesta inflacionaria. En el medio, hay un desprecio absoluto por las penurias que se ciernen sobre los habitantes de nuestro país que son víctimas propiciatorias para ser incineradas en la pira electoral.

A esa pira se ofrecen todos los sacrificios y ante ella caen todos los límites. En esta semana la señora presidente nos ofreció el espectáculo de un acto de 50.000 personas realizado en un estadio de fútbol para conmemorar la asunción del presidente Cámpora, quien gobernó pocos meses hasta que renunció para permitir la elección de Perón. ¿Quién pagó semejante acto? ¿Quién solventó los cientos de ómnibus y el traslado de miles de personas desde distintos puntos del país? La presidenta aclaró que no estaba allí como presidenta sino como militante lo que no fue obstáculo para que utilizara toda la logística que el Estado pone a su servicio para cumplir con sus deberes de funcionaria. Las organizaciones sociales, cuyos militantes poblaron el acto, no disponen de otros fondos que los que el Estado les otorga para ayudar a los más necesitados. Los gremios solo tienen los dineros aportados por sus afiliados para obras sociales y tareas afines a la protección de los mismos. Organizaciones como “la Cámpora” y otras similares que no tienen reconocimiento como partido político no deberían recibir fondos estatales. Ante nuestros ojos, un acto político de dimensiones colosales, digno de un fin de campaña, transcurre sin que se levanten millones de voces de censura. Estamos resignados, a fuerza de gritar en el vacío, a que este gobierno “hace lo que quiere”, mezclando lo público con lo privado, lo partidario y lo político.

No sorprende, en consecuencia, que la Fiscalía de Investigaciones Administrativas esté virtualmente paralizada desde el año 2009 cuando el fiscal Manuel Garrido renunció denunciando que le habían recortado sus funciones para investigar la corrupción. La consigna es fingir que todo está bien y dar demostraciones de poder haciendo gala de impunidad y de desprecio por los otros poderes constituidos. ¿O no es eso lo que se refleja cuando un juez ordena una y otra vez desalojar las viviendas usurpadas en Soldati, que estaban destinadas a liberar la ribera del Riachuelo y las fuerzas federales no ejecutan lo dispuesto? Todo esto sucede mientras los ciudadanos nos esforzamos por cuestiones tan triviales como poder regresar a nuestros hogares sin sufrir la violencia y el accionar delictivo cotidiano e implacable que no recibe atención ni solución.

El mes de Marzo tenía 23 días hábiles para estudiar y trabajar. Las clases de nivel secundario comenzaron en la segunda semana del mes en la Provincia de Buenos Aires pero lo hicieron en miércoles porque lunes y martes se decretó feriado nacional por el carnaval. Tenemos otros dos días de “fin de semana largo” por la conmemoración del día de la memoria y un feriado puente, ya que estamos. Total, que marzo nos dejó con 15 días de escuela y la pérdida de cuatro días laborales. Es cierto que se benefician el turismo y las compañías de transporte pero no se tiene en cuenta cuanto se afectan las actividades industriales, comerciales, administrativas y sobre todo la pérdida de días de clase. Eso parece no importar. El circo prevalece y la pira electoral exige mostrar a un pueblo con una mueca de alegría cualquiera sea el costo. Aunque los relevamientos internacionales conocidos esta semana nos indiquen que ninguna universidad argentina figura en la lista de las 200 mejores del mundo. O que hace años que no se alcanza el modesto objetivo de dictar 180 días de clase en años de 365 días, en la mayoría de las jurisdicciones.

Compatriotas, el mundo nos muestra en estos momentos dos modelos extremos. El de Japón que, en medio del mayor terremoto de su historia contemporánea da un ejemplo de organización, solidaridad, disciplina y confianza en sus instituciones para superar el cataclismo. El de Libia, en que el ansia de poder de un líder que se ubica por encima de las instituciones es capaz de hundir a su pueblo en un mar de sangre para mantenerse en su puesto. Tengamos en cuenta que nuestro futuro como nación depende de nuestra capacidad para sostener las instituciones de la república y que no debemos permitir que nuestros valores sean incinerados en la pira electoral para que un proyecto de cualquier signo busque el vano objetivo de eternizarse en el poder.

Un abrazo para todos.

Juan Carlos Neves, presidente de Nueva Unión Ciudadana

www.nuevaunionciudadana.org

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