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sábado, 5 de marzo de 2011

LA PEOR DECADENCIA

Enrique Avogadro

Por Enrique Guillermo Avogadro

“La capacidad e los padres y los alumnos de evaluar la ecuación calidad-costo de los estudios superiores desempeñará un papel determinante. … En educación, el futuro es hoy. Los valores y los conocimientos con que actualmente se formen nuestros jóvenes definirán el perfil del país en las próximas décadas”.

Daniel Filmus

Este martes, ante una Plaza de los Dos Congresos vaciada de militantes del Conurbano por la oposición de sus “barones” a la lista colectora de Sabatella, doña Cristina pareció haber descubierto que gobierna la Argentina, pero una distinta a la real.

En el medio de un marasmo de cifras, casi todas ellas falsas de falsedad absoluta, descubrió que está mal que unos ciudadanos, en pos de la reinvindicación de algunos derechos, legítimos o no, de los cuales se sienten privados, impidan a otros ciudadanos circular libremente. En un discurso anterior, ya había reclamado, sin ser oída, que las protestas se hicieran sobre las veredas, y no en las calles.

Se refirió a la inseguridad, para explicarnos que su remedio consiste en poner más policías en funciones, mientras que la Provincia de Buenos Aires, a instancias de Verbitsky y de Garré, obliga a la suya a quitar las balas de sus armas, y la Federal, también desarmada, asiste a la mayor purga de su historia.

Ha trascendido que, por temor a ser ellos mismos perseguidos por reprimir el delito, los oficiales y agentes se abstienen de intervenir en los distintos episodios de violencia urbana; los delincuentes, rápidos para percibir los cambios de humor político, han salido a robar bancos, automóviles y armas, dejando en el camino una verdadera catarata de sangre.

Se vanaglorió de haber incorporado nuevos efectivos a Gendarmería, Prefectura y Policía Federal, pero nada dijo de la desdichada frontera norte de nuestro país, desguarnecida de los gendarmes enviados a cuidar el Conurbano. Tampoco explicó qué piensa hacer, en su último año en el poder, para evitar que la Argentina se convierta, por obra y gracia del narcotráfico, en un México del sur, como bien dijo Joaquín Morales Solá el pasado domingo, en “La Nación”.

Diana Conti, vocero oficioso de la banda de “jóvenes idealistas” que ha asaltado el poder y los negocios aledaños, salió a forzar la mano de la reelección indefinida para una Cristina eterna. Sólo la desesperación del futuro post-kirchnerismo pudo empujarla a un disparate de esa magnitud, cuando el oficialismo ha dejado de contar con mayorías especiales propias en el Congreso y un nuevo “Pacto de Olivos” suena a broma y la Presidente, también rápida para esos números, tuvo que desautorizarla en público.

Hace –ya parece una eternidad- cuatro meses, refiriéndome a la muerte de don Néstor, q.e.p.d., escribí una nota, “Muchos muertos en uno” (puede verse en http://tinyurl.com/258rm29), en la que sostuve que, de los que murieron ese día, el único irremplazable sería el articulador permanente entre las alas derechas e izquierdas del Frente para la Victoria, es decir, entre la CGT de Moyano y los chicos de La Cámpora, o entre Scioli y los viejos “jóvenes idealistas”.

Hoy, la pugna entre ambos sectores está llevando la herencia de Kirchner a su tumba, ya que la Presidente ha decidido respaldar a quienes encarnan la original “transversalidad” –devaluada y con distintos personajes- en desmedro de las alas peronistas de los gremios y del territorio.

Como sostuve recientemente, esta actitud sólo puede significar una cosa: doña Cristina ha decidido no presentarse a la reelección. Como es una política avezada (mal que nos pese lo es, aunque el costo de su viveza lo pague el país presente y futuro), no puede ser que imagine un triunfo sin peronismo o, directamente, enfrentado a éste.

Lo que sucede es que, con la Argentina en estado de confusión y ebullición, tampoco puede darse el lujo de informarnos ya mismo su abstinencia, porque sus adláteres y cómplices harían lo posible para desatar un infierno que impidiera que tuvieran que vérselas con los jueces hasta ahora alquilados, amén de perder el poder que tantos años les costó conseguir.

Estos ex “jóvenes”, que llegaron a matar a cientos de uniformados y civiles para implantar un proyecto mesiánico y absolutamente trasnochado, que tantas veces se llenaron de sangre las manos para transformar a la Argentina en Cuba, ¿estarán dispuestos, ahora, a obedecer el mandato de unas urnas que los expulsara del paraíso, sabiendo que fuera de él los esperan la cárcel y la incautación de los bienes mal habidos?

Por otra parte, siendo todos ellos integrantes de la misma asociación ilícita, ¿estarán dispuestos a permitir que su nueva jefa espiritual y su mejor “cuadro” político huyera dejándolos a la intemperie?

Por ello, nuestra ilustre Presidente no puede anunciar hoy su decisión; deberá esperar hasta último momento, sobre todo para recibir la información que le permita domesticar a todos los testaferros en negocios cuyos datos don Néstor se habrá llevado al cementerio. Incluso para doña Cristina, vivir hoy cuesta caro, sobre todo en el extranjero, y no puede darse el lujo de dejar que esos bienes queden en propiedad de sus titulares ficticios.

En estos días, Marcelo López Masía, ese periodista de lujo originario de Santa Cruz, publicó la lista de causas que cada uno de los miembros de la banda que nos gobierna tiene abiertas en los Tribunales federales. Hoy, como todos sabemos, están en manos de jueces remolones o con pasado prostibulario; cuando termine el contrato de alquiler que han firmado esos magistrados con el poder de turno, seguramente los nuevos locatarios exigirán mayor celeridad en las investigaciones y aquellas que no hayan prescripto para entonces llevarán a la celda a más de uno de los actuales.

El otoño y, sobre todo, el invierno prometen una intensa actividad política y mafiosa. Deseo, fervientemente, equivocarme en el pronóstico, aunque me parece difícil.

Pero vayamos ahora al título de esta nota, un tema que, por lo esencial, debiera estar en la agenda permanente de los candidatos de todo orden, más allá de la Justicia o la inseguridad, más allá de la economía o la inflación.

Me refiero a la educación. Alieto Guadagni, miembro de la Academia Nacional del rubro y una de las personas más brillantes de la Argentina de hoy, insiste en que corramos la venda que nubla nuestra visión al respecto.

Hoy mismo ha sido publicada en “El Cronista Comercial” una nota suya, titulada “Una universidad para el siglo XXI” que contiene datos asombrosos y aterradores. Recomiendo efusivamente su lectura, y la pongo a disposición de quien lo solicite.

¿Sabe el ciudadano medio que la Ley Federal de Educación prohíbe que se divulguen los resultados de la evaluación de la enseñanza impartida en cada colegio de la Argentina?

¿Sabe el ciudadano común, que –en general- sigue estando a favor del ingreso irrestricto a la universidad, cuántos de los que se incorporan a ella se gradúan en Argentina?

¿Sabe el ciudadano común, tan amante de la libertad de elección, cuáles son las carreras que más profesionales ponen en la calle cada año?

¿Sabe el ciudadano común que muchas industrias no se radican en nuestro país porque no tenemos suficientes graduados en ciencias duras?

Brasil, Chile, Uruguay, para no hablar de Europa o de América del Norte, hacen pasar todos los años a los alumnos que terminan el secundario por un fino tamiz evaluativo en materia de lenguaje, matemáticas, ciencias naturales y sociales. Aprobar ese examen es el único pasaporte viable para ingresar a la universidad, y los sistemas educativos cuentan con becas importantes, en calidad y en cantidad, para los buenos estudiantes de bajos recursos.

Brasil y Chile gradúan 60% de los ingresantes a la universidad, mientras que Argentina sólo lo hace con 22%. En proporción a la población total, el primero nos supera en 75% y el segundo en 50% de graduados.

La preocupación generalizada de los jóvenes por obtener mejores empleos, y mejores ingresos, hace que en los países vecinos sean ellos mismos quienes exijan saber cuál es el mejor colegio secundario y cuál la mejor universidad en cada carrera. Aquí, reitero, prohibimos la difusión de esos datos.

Hace muchísimo tiempo, y esto va para mis detractores, realicé una propuesta para la universidad, que puede verse en http://tinyurl.com/4jqupmm, que fue publicada, por separado, en una revista de entonces. Cuando fue difundida, recibió enormes críticas por sectaria o por liberal; algunos de esos opositores, hoy me han manifestado su acuerdo con ella.

Soy consciente de que se trata de un trabajo cuyos resultados podrán comprobarse dentro de, al menos, una generación. Pero sólo podremos andar ese camino dando un primer paso: transformar a la educación argentina en una verdadera política de Estado, no sujeta a los vaivenes cotidianos o a los delirios de los funcionarios de turno.

Si lo conseguimos hacer, Argentina tendrá futuro. Si no, dejaremos de existir.

Bs.As., 4 Mar 11

Enrique Guillermo Avogadro

Abogado

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