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sábado, 21 de mayo de 2011

LA REVOLUCION DE MAYO

cabildo 25 mayo 1810

Por: Ricardo Díaz

“Contra Napoleón con o sin el Rey”. Tal fue la consigna adoptada el 25 de Mayo y que sirvió de unión a los dos grupos en pugna: saavedristas y morenistas. Unión efímera, por otra parte, que concluyó una vez logrado el objetivo: la caída del virrey.

Las razones esgrimidas por los hombres de la revolución tenían su contraparte, la cual fue expuesta, entre otros, por el Obispo Lúe y Riega, en la extensa y tortuosa jornada del Cabildo Abierto del 22 de Mayo.

El motivo del movimiento era que, el origen del vasallaje, se encontraba en las primeras capitulaciones otorgadas por la Corona a los adelantados y capitanes de la Conquista. El pacto de fidelidad se había perfeccionado con el monarca de Castilla y solamente existiendo él o sus sucesores podía seguir la obediencia, y, además, la soberanía del Rey de España era personal, heredada y venía de Dios, no del pueblo. Por lo tanto, el receso del Soberano, en este caso Fernando VII, única autoridad sobre el nuevo mundo, por bula del Papa Alejandro VI, justificaba rescindir el pacto de obediencia. Sólo quedaba a los pueblos vasallos la alternativa de velar por sus propios intereses.

Buenos Aires había reconocido la autoridad de la Junta Central, creada para sustituir a Fernando VII durante la guerra con los franceses, pero dicho organismo fue disuelto en Cádiz violentamente y sin la anuencia de los pueblos americanos considerados “Provincias del Reino”, por lo tanto, estos pueblos quedaron con las manos libres respecto de la madre patria.

Estas razones, repito, no habían sido compartidas por el Obispo Lué, el 22 de Mayo, cuando expuso su argumento en que afirmaba que “Mientras hubiese en España un pedazo de tierra (se refería a Cádiz) mandada por españoles, ese pedazo de tierra debía mandar a las Américas”.

La integración de la nueva Junta de gobierno, formada el 24 de Mayo y presidida por Cisneros, causó gran conmoción en el pueblo que se dirigió a los cuarteles, principalmente al de las Temporalidades, donde estaban acuartelados los batallones 1 y 2 de Patricios, para pedir que marcharan sobre el Fuerte, donde se encontraba Cisneros. Enterado este de lo que sucedía en los cuarteles, propuso que si el tenía que renunciar, debía renunciar toda la Junta. Así se hizo. Ya renunciante, Saavedra se retira al cuartel de Patricios y les informa que no habrá necesidad de marchar sobre el Fuerte.

La conmoción fue tan grande que produjo un ruidoso alboroto durante toda la noche del 24, desembocando en los sucesos del 25 de Mayo. La ciudad amaneció amotinada por lo cual quedaron todos los del cabildo desconcertados: hasta la noche anterior había una Junta, ahora había una renuncia general sobre el escritorio.

El síndico Leiva, que estaba en contra de separar al virrey, convoca a los comandantes de las fuerzas y les advierte de “los males que iban a resultar, siempre que se innovase en lo resuelto”. Los presentes: Orduña, de “Artilleros”; Lecoq, de “Ingenieros”; José Ignacio de la Quintana, de “Dragones”; Romero, de 2º de “Patricios”; García, de “Montañenses”; Ocampo de “Arribeños”; Terrada, de “Granaderos”; Ruiz, de “Naturales”; Esteve y Llac, de “Artilleros de la Unión”; Merelo de “Andaluces”; Martín Rodríguez, del 1º de “Húsares”; Núñez, del 2º; Vivas, del 3º; Castex, de “Migueletes”; Ballesteros, de “Quinteros”, le contestan a Leiva, que no sólo no podían sostener al gobierno, sino que no podrían evitar los insultos que recibiría el Excmo Cabildo.

Entonces el cabildo manda a Manuel Mansilla y Tomás Manuel de Anchorena al Fuerte, a decir a la Junta, que era indispensable que Cisneros se separe del mando, sin protesta alguna para no exasperar los ánimos, y, además, se presenta un petitorio al cabildo con las firmas de todos los comandantes, la mayor parte de los oficiales y clérigos.

A las ocho de la noche del viernes 25 de Mayo de 1810, entre repique de campanas y salvas de artillería, Saavedra; Castelli; Belgrano; Azcuénaga; el Presbítero Manuel Alberti; Matheu; Larrea; Paso y Moreno, se presentan en el Fuerte a hacerse cargo de sus puestos en la Junta Provisional Gubernativa.

Fuente: José María Rosa, “Historia Argentina, Ed. Oriente, Buenos Aires, 1974.

Federico Ibarguren, “Así fue Mayo”, Ed. Tehoria, Buenos Aires, 1975.

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