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martes, 31 de mayo de 2011

¿LA SANGRE DERRAMADA, AHORA, ES NEGOCIO (ADA)?

Bonafini y Timerman firman acuerdo para ventas de viviendas en el exterior el 7 de enero de 1020

Por Claudio Cháves

Con el escándalo ocurrido con Schoklender, en la Fundación de las Madres de Plaza de Mayo, pareciera que la sangre vertida por miles de argentinos en la etapa más negra de nuestra historia podría formar parte de un formidable negocio en el que los más rápidos e intrépidos, para ser benevolente, podrían acceder al lujo de una Ferrari o de algún pequeño avión.

Ya desde hace un tiempo se habla del sobreprecio en las construcciones realizadas por la Fundación, pero nada se ha avanzado sobre el asunto. El tema es tan álgido que nadie se anima a meter las narices, no sea que termine acusado de procesista o genocida. Es hora de ir poniendo las cosas en su lugar.

El vice Ministro de Economía, Felletti ha dicho que la batalla cultural está ganada, en consecuencia, el camino está expedito para implementar políticas de neto corte populista.

¿Es correcta esta apreciación? ¿El progresismo ha ganado la batalla cultural?

A mi manera de entender son victoriosos de algunas, más no de la guerra. Pero donde sí creo que llevan una enorme ventaja es en la idea que han instalado en la sociedad, y una importante mayoría de incautos cree a pie juntillas: la de que los militantes de las organizaciones armadas de los 70´ eran portadores de ideales reivindicatorios dignos de ser ostentados sin mostrar el más mínimo arrepentimiento. Y en esto último los que hablan y los que “piensan” tienen una alta cuota de responsabilidad. No han sabido o no han querido desarmar en términos político-culturales la idea mesiánica y vanguardista de estos jóvenes que se ponían por delante del pueblo y las organizaciones sociales de masas que lo expresaban. Una política elitista en el cual la voluntad, como fuerza exterior a la historia, actúa sobre ella, llevándola en la dirección de una ideología armada para la ocasión. Un iluminismo similar al que practicaban los viejos unitarios porteños de comienzos del siglo XIX cuando soñaban un país construido a empujones, fusilamientos y crímenes para hacerle comprender a las mayorías que era lo mejor para ellas.

Las organizaciones guerrilleras se han escudado con el argumento de que su lucha primigenia era contra gobiernos fraudulentos producto de la proscripción y los golpes militares. Mal, porque los argentinos demostramos que podíamos echar abajo una dictadura sin necesidad de ellos, las puebladas de Rosario, Corrientes, Chaco y Córdoba así lo demostraron.

Volviendo al presente no hay lugar que no se toque donde no salte el pus de la corrupción y la degradación moral y política en la que hemos caído los argentinos.

Se avecinan años donde la batalla de las ideas va a constituir la pulpa de la vida política

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