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miércoles, 1 de junio de 2011

LA FALTA DE TALENTO NOS ESTÁ MATANDO

Cosme Beccar Varela contrapicada

Por Cosme Beccar Varela

Buenos Aires, 01 de Junio del año  2011 – 1044

En la Sección "Correo del Lector" acabo de publicar un artículo de  un señor Diego Wartjes en el que sostiene que la decadencia de nuestro país  se debe a la falta de talento de los argentinos. Léalo porque es  desoladoramente convincente, aunque no creo que haya detectado los síntomas  principales de esa falencia. Enfoca el asunto de un punto de vista  excesivamente centrado en lo económico y en las ciencias naturales, cuando en  realidad la falta de talento tiene raíces más profundas.

  No es que los argentinos seamos atrasados mentales, incapaces de pensar y de  actuar con energía, eficacia y constancia. Podríamos, si quisiéramos, tener  talento y con eso cambiaría totalmente nuestra situación, tanto más que Dios  nos ha dado un país con riquezas naturales y un clima maravillosos.

  Para ayudar a corregir ese estado de abandono de nuestras posibilidades me  parece útil mostrar algunas de los síntomas del mal y la forma de combatirlo. 

  1) Nos faltan principios de fe y de buena filosofía, lo cual nos deja sin  criterios, nos hace dubitativos y poco seguros en los análisis intelectuales  y en las decisiones.

  Los principios son certezas adquiridas y actúan como los cimientos de las  casas o como el Norte de las brújulas. Sin ellos las casas se derrumban y la navegación  es imposible.

  La mayoría del pueblo argentino es católica, por eso no se trata de convencer  a esa mayoría de que los principios de la fe sean verdaderos, sino de hacer  un esfuerzo por conocerlos evitando los malos maestros del  "progresismo", porque lo que estos enseñan no es catolicismo sino  una herejía muy semejante al relativismo, al agnosticismo y en asuntos  sociales, al marxismo o sea, son engañosos y engendran fanatismo, que es lo  contrario del talento.  

  Los principios de la fe ayudan enormemente a pensar también en el plano  natural,  pero hay hombres talentosos que no son católicos porque  no yerran en la filosofía básica. Sin embargo no hay un hombre del genio de  Santo Tomás de Aquino  que no sea católico.  

  Los principios filosóficos básicos son simplísimos. Todos los saben pero  dejan que se los confundan con "filosofétidas" inventadas por el  Pensamiento Único.

  Veamos algunos de los más elementales. "Lo que es, es; lo que no es, no  es. Todo ser es idéntico a sí mismo. Si una afirmación es verdadera, su  contradictoria es falsa. La verdad es la coincidencia del pensamiento con la realidad. Las  ocurrencias puramente subjetivas, dando la espalda a la realidad o negándola,  sólo pueden ser verdaderas por casualidad pero no son principio de ningún  pensamiento serio. La lógica tiene sus reglas que si se respetan permiten  razonar de lo conocido a lo desconocido con certeza. Las opiniones pueden  estar equivocadas pero si están fundadas en una observación cuidadosa, en la  experiencia y en una reflexión intelectualmente limpia de interferencias  pasionales, pueden alcanzar un alto grado de probabilidad en la cual uno se  puede apoyar, siempre que no excluya ser corregido por quien tenga mejores  fundamentos. La ley natural, base de la moral, está escrita en el corazón de  todos los hombres. El primer principio moral es hacer el bien y evitar el  mal."  

  Estos son algunos de los principios filosóficos esenciales. Se trata de  pensar a partir de ellos. Cuando no lo hacemos nos confundimos, perdemos la  capacidad de entender y carecemos de talento.

  2) La falta de talento se ve en la facilidad con que  somos  engañados en la interpretación de los acontecimientos. Los  "opinadores" nos llevan de las narices adonde ellos quieren. La  falta de talento impide tener ideas propias y hacer una crítica razonada de  las que nos presentan. Y lo que es peor, una vez dominados por el engaño, nos  aferramos a él con tozudez de burros, sin que el fracaso resultante nos haga  dudar del disparate que han insertado en nuestra cabeza.

  Para salir de esa jaula mental, hay que analizar las opiniones corrientes y  sacar nuestras propias conclusiones en base a la buena filosofía.

  3) La mediocridad malévola de los líderes que aceptamos.  Peor aún:  sentimos un rechazo instintivo por cualquier hombre superior, como si nos  incomodara la mayor inteligencia del otro.

  Si pasamos revista a los líderes políticos actuales, por ejemplo, podemos ver  que son de una inferioridad humana y de una inmoralidad asombrosas. Pueden  ser "vivos" y dicharacheros -algunos- pero son impresentables en  cualquier nación civilizada.

  Una y otra vez han demostrado su deshonestidad, su falta de inteligencia y de  capacidad. Sin embargo, insistimos en considerarlos potenciales dirigentes de  la Nación.

  Hemos tenido muchas pruebas de que no sirven pero las desechamos con  "slogans" de analfabetos tales como "es lo que hay",  "son el mal menor" y otros semejantes, olvidando que si son malos,  harán naturalmente el mal porque la acción sigue al ser y el poco bien que se  vean forzados a hacer por conveniencia política, lo harán mal y a desgano.  Esto es de una evidencia solar pero nuestra   falta de talento y  nuestra mediocridad nos hacen sentir afines con esos asnos  "democráticos".

  Esto se corregiría simplemente con llamar "pan al pan y vino al  vino", es decir, descartando "in limine" cualquier pretensión  de esos asnos de convertirse en líderes de la Nación. Y si alegan  que tienen millones de votos no hay que inmutarse. El que vota por un burro  es otro burro. Y los burros, por más que sean millones, no dejan de ser  burros. Sólo son muchos burros. El número de nulidades no produce talento  nunca.

  4) La vida social de los argentinos es de una pobreza intelectual espantosa.  Las conversaciones inteligentes no existen. Cualquier comentario con un poco  de interés cultural cae en el vacío. Sólo se repiten los comentarios  aprendidos de los opinadores, se habla de diversiones, de plata, de chismes y  con chistes. Cualquier conversación seria, muere de inanición a los pocos  minutos de haber empezado, si es que alguien se atreve a empezarla. A lo máximo que se llega  es a resumir algún "best seller" o una vista de cine que, en  general, son monumentos a la estupidez con una abundante cuota de  pornografía.

  Hay dos maneras de salir de este circo de payasos, callarse o alejarse, sin  perjuicio de ser siempre tan amable como se pueda. Y si no se tiene más  remedio que estar, trate de observar y de analizar la mentalidad de los  presentes. Siempre se aprenderá algo sobre los efectos que causa en las  personas la renuncia al talento y eso nos ayudará a incentivar el  propio, por pequeño que sea.

  5) Horror a la individualidad y apego desmesurado por el grupo. El sentirse  realmente solo, en disonancia con todos los demás, nos parece una catástrofe.  Eso es falta de vida propia, ausencia de contemplación, falta de carácter.

  Ningún gran hombre de la Historia fue así. Colón descubrió América  enfrentando a toda su tripulación en medio del Océano inmenso y desconocido,  guiado por sus certezas y dominando su temor a errar.

  Todos los Conquistadores de América española crearon un continente nuevo en  las condiciones más adversas imaginables, desafiando la más aplastante  inferioridad de posibilidades, venciendo la hostilidad de los salvajes, de  las fieras, de los desiertos, de las selvas y las rivalidades de sus propios  compañeros. Esa era gente ruda pero de un inmenso talento.

  6) La Argentina es el  paraíso de los tontos. En ninguna parte los tontos tienen tanto éxito como  aquí. Peor aún: no hay nada más peligroso para la propia carrera que ser algo  inteligente y no tener miedo de decir lo que uno piensa. Es impresionante la  cantidad de tontos que han llegado a ocupar altas posiciones en el  empresariado, en la política, en la literatura, en la vida social. Todos  ellos son huecos, pretenciosos, petulantes y desleales. La única esperanza de  hacer carrera para alguien que tenga algún talento es fingir que es tonto. Me  estoy acordando en este momento de dos tontos de campeonato que han hecho  unas carreras empresariales fabulosas, completamente inexplicables a no ser  por la falta de talento de los argentinos. Obviamente me reservo sus nombres,  pero los tengo presentes como una ilustración y como una prueba irrefutable  "in pectore" de la veracidad de esta tesis.

  Y la prueba probatísima se llama Kirchner. Ese tonto de capirote, en vida y  después de muerto, era y es tenido por un genio de la política. ¿Cómo sería  eso posible en un pueblo con talento?

  7) La facilidad con que los argentinos nos adaptamos a las más  despreciables  condiciones políticas y sociales es otro síntoma de la falta de talento. El  hombre inteligente es también imaginativo y sensible para percibir las cosas  y sus matices. Odia la insolencia del ignorante, la prepotencia del más  fuerte, le desagrada la mala educación, le molesta la suciedad y el desorden  deliberados, no soporta al ordinario con poder, le indigna la arbitrariedad,  es decir, se siente agredido por todos los hechos públicos que chocan contra  el auténtico ser social. No se adapta voluntariamente al desorden sino que lo  sufre como una negación del ser, como una deformidad horrenda.

  Para tener talento debemos obligarnos a luchar con todas nuestras fuerzas  para que las cosas vuelvan a su verdadero cauce. Si no lo conseguimos no  debemos conformarnos nunca con la injusticia, ni con el desorden, ni con la  fealdad, sino por el contrario, sentirnos sometidos a un estado de violencia,  aunque sin desesperar, porque sabemos que Dios existe y que finalmente, en  esta o en la otra vida, se hará Justicia.

  Recordemos aquella bienaventuranza en que Nuestro Señor prometió:  "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos  serán saciados" (S. Mateo, 5, 6). Tener "hambre y sed de  justicia" es una prueba irrefutable de talento.

  8) Incapacidad de admirar la grandeza virtuosa. Sólo se admira la riqueza, la  habilidad deportiva, el éxito social y aún así, casi siempre con una  admiración acompañada por la envidia y un sentimiento de frustración  personal.

  Esta mezquindad de la multitud sin talento impide el liderazgo de los hombres  grandes de verdad y que puedan ayudar a sus contemporáneos a ser mejores.  Están incomunicados por la falta de talento generalizada y mueren aplastados  por la mediocridad que los rodea. El caso del Dr. Favaloro es característico. 

  ¿Cómo se corrige este grave defecto? Aprendiendo las razones que hacen  realmente admirables las personas y las cosas y admirando lo admirable sin  retaceos ni envidias ni comparaciones depresivas consigo mismo. Hay que  dejarse atraer por la grandeza para ser grande. Eso es tener talento. Si una  parte ponderable de los argentinos fuera así, la Argentina sería una gran  Nación en la cual reinaría la Justicia, la prosperidad y el bienestar  general.

Cosme Beccar Varela

e-mail: correo@labotellaalmar.com

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