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domingo, 10 de julio de 2011

UNA NUEVA Y GLORIOSA NACIÓN


Fuente: http://www.criticarevisionista.blogspot.com/

Depuesto Alvear, el Cabildo convocó al pueblo de Buenos Aires para decidir su forma de gobierno, designar autoridades transitorias, y elegir una “Junta de Organización”, que dictaría el Estatuto destinado a regular el funcionamiento institucional. Mientras tanto, dispuso graves sanciones contra los alvearistas en desgracia, haciendo fusilar Paillardell y desterrándolo a Monteagudo, Agrelo, Rodríguez Peña, Alvarez Jonte y otros. Ignacio Alvarez Thomas asumió interinamente el cargo de “Director de Estado”.
La Junta de Observación cumplió rápidamente su cometido, redactando el Estatuto Provisional cuya confección se le encomendara. Era este una suerte de Constitución, inspirada en la de Cádiz, que disponía sobre múltiples materias. Solo lo aceptaron Buenos Aires y Tucumán. Cuyo, Salta y Córdoba se redujeron a acatar la convocatoria, contenida en el mismo, para un Congreso General.
Alvarez Thomas derogó las sucesivas condenas fulminadas contra Artigas, ordenando quemar en la plaza publica los documentos que las contenían.
Rondeau siguió al mando del ejército del Perú, gravemente desorganizado. Pese a ello, inició un avance en Febrero del 15, con suerte diversa: fue vencido en El Tejar, venció en Puesto del Marques, y volvió a caer derrotado en Venta y Media (allí recibió José Maria Paz la herida cuyas consecuencias determinarían que se lo llamara “el manco”). Por fin en Sipe – Sipe, las tropas patriotas sufrieron un tremendo descalabro a manos de Pezuela, el 29 de noviembre de 1815. Se perdieron en la batalla 2000 hombres, entre muertos, heridos y prisioneros; todos los cañones y 1.500 fusiles.
Guemes se apoderó del gobierno en Salta, mediante una revolución.
El 24 de marzo de 1816 quedo inaugurado, en Tucumán, el Congreso que proclamaría nuestra independencia. Lo presidía el porteño Pedro Medrano. Como la presidencia era rotativa, luego lo hicieron José Maria Serrano, diputado por Charcas; el canónigo Pedro Ignacio Castro Barros, diputado por la Rioja; Teodoro Sánchez de Bustamante, diputado por Jujuy; Francisco Narciso Laprida, diputado por San Juan, y el canónigo José Ignacio Thames, diputado por Tucumán.
A fines de mayo el Congreso aprobó un plan, al cual se ajustaría para tratar las distintas materias sobre las que tendría que resolver. Sin embargo, dejándolo de lado, a principios de mayo se decidió tratar el tema de la independencia.
Solamente los diputados por Tucumán y Jujuy contaban con instrucciones para declararla. Pero la intención de hacerlo flotaba en el aire, pues ya hacia tiempo que los argentinos se sentían argentinos. San Martín, Belgrano, Guemes, y Artigas presionaban a favor de ella. Durante la sesión del día 9 de julio el asunto fue sometido a consideración de los congresales. Propuesta la formula del voto, “puestos en pie los señores diputados en sala plena aclamaron la independencia de las provincias unidas de América del Sud de la dominación de los reyes de España y su metrópoli, resonando en la barra la voz de un aplauso universal con repetidas vivas y felicitaciones al Soberano Congreso”. El acta respectiva fue firmada por Francisco Narciso Laprida, presidente, y Mariano Boedo, vicepresidente, siendo refrendada por los secretarios en funciones.
Días después, a instancias del diputado Medrano, quedó aprobado que la independencia declarada no lo seria tan solo “de los reyes de España y su metrópoli”, sino también “de toda otra dominación extranjera”.
Tal como lo afirmaban las estrofas de la canción patriótica, compuesta por Vicente Lopez y Planes, se levantaba “a la faz de la tierra una nueva y gloriosa Nación”.
            Inmediatamente después de proclamada la independencia, el congreso se abocó a resolver otra ardua cuestión: cual seria la forma de gobierno para las provincias unidas.
Prácticamente la totalidad de los diputados se inclinó por una monarquía constitucional. Y, dentro de esa abrumadora mayoría, la opinión mas extendida consistió en que se ungiera rey a un descendiente de los incas. Solamente se pronunciaron a favor de la forma republicana el diputado por Buenos Aires, Tomas Manuel de Anchorena, y el diputado mendocino Godoy Cruz. Los diarios porteños ridiculizaron la idea, denominando al futuro monarca como “El rey patas sucias”.
Sin embargo, el debate sobre la forma de gobierno pasó pronto a segundo plano pues, el 23 de julio, los congresales recibieron noticias de la Junta de Observación, respecto a que se consideraba inminente una invasión portuguesa. Tan grave amenaza vino a transformarse en la mayor preocupación del congreso, que envió instrucciones para encarar la situación.
En noviembre de 1816 aprobó un Reglamento Provisorio que, en líneas generales, se pareció al de 1815. El 17 de enero de 1817 tuvo lugar la ultima sesión en Tucumán, trasladándose luego su sede a Buenos Aires.
Juan Luis Gallardo
Cronica de cinco siglos

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