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jueves, 11 de agosto de 2011

"AMAR LA JUSTICIA Y ODIAR LA INIQUIDAD" (PS.44, 8) O SER UN CANALLA, ESA ES LA CUESTIÓN



Por Cosme Beccar Varela
e-mail: correo@labotellaalmar.com

Buenos Aires, 11 de Agosto del año 2011 - 1054
 (Reflexiones tras una visita al campo de concentración de Marcos Paz).

"Memoria", es una palabra de la que abusa la tiranía para expresar su odio ideológico contra la Argentina tradicional y todas sus instituciones, en especial contra las FFAA que ya ha destruido pero que se proponen aniquilar y sustituir por otras fuerzas irregulares dispuestas a todo.

La quiero usar ahora para incitar a los argentinos de bien que todavía queden en el país a no olvidar el crimen horrendo que se está cometiendo todos los días contra los militares, policías y civiles secuestrados en los campos de concentración del régimen.

Ese crimen es contemporáneo con los que se cometen, también todos los días,  contra la Justicia, contra la Patria, contra la ley natural, contra las jerarquías legítimas, contra los pobres, contra la educación verdadera, contra la propiedad privada, contra los fondos públicos que se recaudan para el servicio del bien común pero que ellos se roban descaradamente y contra todo lo que hay de bueno sobre la faz de la tierra.

* * *

Ayer visité nuevamente el campo de concentración de Marcos Paz y estuve con varios de los secuestrados que allí son encerrados por jueces a las órdenes del régimen tiránico con el cual comparten la misma ideología y el mismo odio contra la Argentina tradicional y contra las FFAA. Es tan evidente la parcialidad de esos prevaricadores que no hay ninguna duda de que eso que llaman "juicios" no son otra cosa que una farsa, una parodia, que insulta la más elemental noción de Justicia.

Para colmo, el presidente de la Corte Suprema, Lorenzetti, tan celoso defensor de la "presunción de inocencia" en el aberrante caso de su colega Zaffaroni, se comprometió a perseguir los militares secuestrados según la política de derechos humanos de la tiranía (ver cita en el. nro. 1029, del 23/2/2011 de este periódico). Es decir, que la prevaricación atraviesa todas las instancias del Poder Judicial sin que haya esperanza alguna, en las actuales circunstancias, de que se haga Justicia. 

He visto hombres de mucha edad detrás de sólidas rejas y alambradas de púas como si fueran peligrosas fieras, en violación flagrante de la ley que les otorga el derecho a la prisión domiciliaria cuando son mayores de 70 años, aún en el caso de que hubiera derecho a retenerlos.
He visto al Gral. Bignone, de 84 años de edad, cuya esposa está postrada en cama y su hijo, inválido, sin que haya otro miembro inmediato de su perseguida familia que pueda ayudar a cuidarlos. Me ha partido el corazón verlo en esas condiciones, con ropa inadecuada para su dignidad de General de la Nación y ex-Presidente y sin embargo, valiente y amable.

He visto al Padre von Wernich, de 73 años, que está secuestrado desde hace más de seis años sin que haya ni una sola prueba en su contra, sólo porque el odio contra la Iglesia de sus raptores así lo exige. Él está merced del "juez" Rosansky del tribunal federal de La Plata que lo tortura psicológicamente todo lo que puede, y puede todo, porque finge falsamente ser "juez" siendo, como es, un partisano descarado que no se arredra ante la injusticia que sea.

También está bajo la pata de esta parodia de "juez" el Comisario Etchecolatz, de más de 80 años, vejado por la jauría izquierdista durante las "audiencias" de la farsa judicial de que fue víctima, con su casa incendiada por esos mismos canallas, dejando a su familia angustiada y en la pobreza. Él está, además, gravemente enfermo y confundido por la brutalidad con que lo tratan y por la indiferencia de sus camaradas.

Vi a unos humildes suboficiales de la Policía del Chaco traídos desde esa Provincia a esta mazmorra de Marcos Paz, lejos de sus familias, que son pobres y no pueden viajar a visitarlos ni mandarles plata para poder comprar lo necesario (que los verdugos de la cárcel no les dan) en la cantina que es un negocio paralelo de la cárcel.  Vi a dos de ellos y me impresionó su resignación, su buena educación, su entereza.

Vi al Tcnl Romero Pavón, traído desde el Noreste también, creo que de Corrientes, con la misma carga insostenible para su familia que no puede visitarlo con la frecuencia que quisieran. Al Tcnel. lo conocía por sus cartas a "La botella al mar" hace algunos años en las que mostraba sus inquietudes por la triste suerte de nuestra Patria. Hace más de un año que está secuestrado y no sabe por qué.

Ví a un Coronel que a pesar de su propio sufrimiento, con encomiable generosidad sufría más por un pobre veterinario del regimiento que nunca en su vida participó de la lucha contra el terrorismo (por lo que no puede haber ni sombra de sospecha contra él), pero que aún así está secuestrado también allí desde hace no sé cuanto tiempo.

El Gral Riveros, un digno oficial, valiente como el que más, ha resuelto no salir de su celda como protesta hasta que le sea reconocido su derecho a la prisión domiciliaria. ¿Quién se entera de ese sacrificio adicional a los dolores que ya sufre a sus 86 años de edad dentro de esos hierros?

* * *

En resumen, vi el horror de esa injusticia atroz y no dejaba de acordarme con angustia de aquel salmo de David que cita San Pablo en su Carta a los Hebreos (1,9) referido a Nuestro Señor Jesucristo: "Amaste la justicia y odiaste la iniquidad..."

Esta visita actualizó en mi espíritu la dolorosa identificación que siento con esa sentencia de las Sagradas Escrituras. No importa que alguno de ellos fuera culpable de algún crimen pues debe presumirse su inocencia mientras no se pruebe lo contrario y como en ninguna de esas farsas judiciales, nulas de nulidad absoluta, se ha probado cosa alguna, aún esos están injustamente secuestrados. Peor aún si esos tales tuvieran más de 70 años puesto que se les niega indebidamente el derecho a la prisión domiciliaria:

Sin embargo, sospecho que la mayoría de los que allí están son inocentes de las acusaciones que se les hacen, sin que los esbirros de la tiranía se hayan tomado siquiera la molestia de montar una de sus farsas judiciales respecto de ellos.

Por puro despotismo, la tiranía los mantiene entre rejas desde hace  más de tres años, algunos hasta más de ocho, bajo la figura de la "prisión preventiva" cuando la ley no la autoriza por más de dos, prorrogables por un año mediante resolución fundada (ley 24.390, siempre y cuando haya peligro si se deja en libertad al imputado contra el cual se tengan pruebas suficientes. Pero ese no es ni remotamente el caso de estos ancianos militares.

¿Qué diferencia hay entre estas arbitrariedades mortíferas y el régimen nazi o el régimen comunista? Ninguna.

* * *

Sin embargo, los "buenos patriotas" y, por supuesto, la masa ignara del país, ni se acuerda o no quiere saber que esas víctimas existen. Y éstas van muriendo poco a poco, víctimas de verdaderos homicidios. Ya murieron 144, privadas de todo "derecho humano" sin que a nadie le importe un bledo, excepto a sus familias y a los pocos que conservan amor a la Justicia.

Ante ese cuadro pavoroso y ante las demás injusticias que cometen a diario esta tiranía y su secuaces, no cabe la neutralidad, ni la politiquería, ni el pacifismo sino que, movidos por el amor a la justicia y el odio a la iniquidad, es necesario actuar con la más activa militancia.

El amor a la Justicia, cuando se vive en un tiempo en que se la viola gravemente, no puede existir sin el correlativo odio a la iniquidad. Y ese amor y ese odio no existen sin una voluntad decidida de actuar para que triunfe la primera y sea destruida la segunda. Puede ser que se carezca de medios para lograrlo, pero nunca debe dejarse de sentir una ardiente indignación por ese estado de cosas y de tener una voluntad firme de hacer todo lo posible para hacerlo cesar.

Si vemos que alguien no es así, debemos saber que estamos frente a un canalla, cómplice de la iniquidad por omisión, aunque esporádicamente se queje platónicamente de la situación. Y si casi todo el pueblo fuera así, deberíamos sentirnos como exilados en nuestra propia tierra.

San Gregorio VII, el gran Papa del siglo XI que luchó contra los inicuos de su tiempo, entre los cuales estaba el propio emperador Enrique IV, fue expulsado de Roma y murió fuera de ella al año siguiente. Sus últimas palabras fueron precisamente esas del Salmo 44: "Amé la justicia y odié la iniquidad, por eso muero en el destierro".

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