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jueves, 4 de agosto de 2011

MÁS NACIMIENTOS, MAS POBLACIÓN


Por CEMBLP 
(Centro de Estudios Manuel Belgrano de La Plata)
                       Un reconocido demógrafo francés, el profesor emérito de ’La Sorbona’ PIERRE CHAUNU, experto en investigaciones relacionadas con los índices de la población mundial, termina de alertarnos acerca de la manipulación informática que se realiza partiendo de la base de que en el planeta existen más de seis mil millones de seres humanos.
                     Es más, en ciertos continentes subdesarrollados, por ejemplo África, y en países como Nigeria se sabe que existen censos adulterados por las propias autoridades, al extremo que el llamado continente negro tendría cien millones de almas menos que la que denuncian las cifras oficiales de la ONU (cf. AICA, del 24/11/99).
                     En China, el país más poblado de la tierra, hoy no es posible sustituir a las generaciones habida cuenta de la estrictez del programa gubernamental que sólo permite un hijo por matrimonio, condenando con penas de multas elevadas y cárceles a quienes tengan dos vástagos, o más.
                   En Europa, mientras tanto, se vive el drama de que no existe ningún país en que exista saldo positivo en su crecimiento demográfico, mientras que alrededor de 15 países, entre ellos Italia, existen más muertes que nacimientos.
                   La tasa es de 0.8 hijos por mujer, lo que preanuncia una verdadera catástrofe propiciada, quien lo duda, por la tremenda campaña publicitaria para imponer el control de la natalidad, sea por medios persuasivos o bien directamente por leyes y decretos. En Alemania, las cifras permanecen estables gracias a la inmigración de los países del Este.
                 Hasta en América Latina, en modo especial en el Brasil, la población dejó de crecer. En Rusia, hasta el desmembramiento de la Unión Soviética la población aumentó de manera constante, por impulso de los planes quinquenales pero ello se compensó con la muerte en los gulags de entre 40 y 50 millones de personas, sin contar los 20 millones que murieron durante la Segunda Guerra Mundial.
                 El interrogante, es cuáles son las razones por las cuales con la complicidad de muchos gobiernos se ’inflan’ las cifras. La razón es simple: se trata de justificar los planes de control de natalidad, que en forma por demás autoritaria se implantó en muchos puntos del planeta, en especial sobre los países menos desarrollados.
                  Como es natural, esta situación que se viene advirtiendo desde hace por lo menos 25 años atrás, es decir, el paso de la explosión demográfica a la implosión, provocará que aproximadamente a partir del 2020, en el conjunto del universo las generaciones no podrán ser sustituidas.
                   Tampoco debemos olvidar que los crecimientos que se registran en muchos países desarrollados no son por el aumento del índice de natalidad sino por los avances de la ciencia que permite la sobrevida y que aumente el índice de mortalidad hasta los 75 años promedio.  
                    Cabe preguntarse qué razones impulsan a los sostenedores de los programas limitativos en materia de natalidad a continuar con su prédica antinaturalista.
                     La primera es de índole moral: existe miedo a la invasión y la asfixia por parte de los ciudadanos del llamado tercer mundo respecto de los del primero. Como se sabe, en varias partes de Europa vienen proliferando movimientos políticos que intentan neutralizar la llegada de los inmigrantes apelando a viejas consignas que resultan totalmente inaplicables en este tiempo.
                      Quienes vienen en busca de mejores horizontes a los países del primer mundo, lo hacen a consecuencia del notorio desequilibrio mundial que gráficamente se ha expresado como el norte opulento y poderoso y el sur empobrecido y colonizado. La otra razón es de índole filosófica-cultural: en los países protestantes que hoy por hoy dominan al mundo, la vieja concepción luterana, con el triunfo de lo individual sobre lo colectivo, o el advenimiento del yo, que diría el mejor JACQUES MARITAIN (conf. Tres Reformadores, pág. l07), se termina por endiosar a la criatura humana al extremo de hacerlo caer en formas de vida epicureístas, donde predomina el egoísmo sobre cualquier otra forma de solidaridad y por ende, de manera inconsciente, se acentúa con ese proceder la división entre pobres y ricos, tan contraria a la doctrina católica.
                         Ante esta perspectiva, no está demás repasar qué papel debe jugar nuestra Patria, en el extremo del Cono Sur y con tan grande y hoy por hoy casi inmanejable territorio continental, insular y antártico.
                         En primer término, debemos recordar los preceptos de nuestra Constitución Nacional cuando desde el Preámbulo nos señala que se propone asegurar ’los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra prosperidad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino’.
                         Como puede advertirse una declaración de principios que no deja lugar a dudas y que expresa el sentimiento de los constituyentes que se traduce en el pensamiento “alberdiano” con aquella feliz definición de ’gobernar es poblar’.
                         Queda entendido entonces que la Constitución de 1853, invita a todos los hombres libres del planeta a incorporarse a nuestro suelo en calidad de ciudadanos. Tal afirmación queda luego patentizada en el art. 20 del plexo constitucional, que indica que los extranjeros gozan de todos los derechos civiles del ciudadano argentino, obteniendo nacionalización con solo dos años de permanencia.
                          A su turno, el art. 25 expresa que el gobierno federal deberá promover la inmigración europea. Por su parte, los constituyentes de l994, en forma unánime incorporaron en el art. 75, inc. l7 entre las atribuciones del Congreso, las de reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas en suelo argentino.
                          Como puede advertirse, la ley suprema de la Nación tiene respecto de la población del país una filosofía definida: respeto por el extranjero, cualquiera sea su condición, especial predicamento para incorporar europeos a nuestro suelo, preservación de los pueblos y colectividades indígenas preexistentes a la unión nacional.  
                           Es importante precisar estos conceptos en épocas donde la falsa moral, el egoísmo colectivo, alentado por los medios de información y la poca o ninguna solidaridad que existe en el universo, están tratando de hacer tabla rasa con postulados de orden filosófico que están directamente imbricados con lo que llamamos el ser nacional.
                            Dios nos ha otorgado uno de los sitios más deseables de la tierra, inmensas pampas fértiles, grandes yacimientos de minerales de la más diversa especie, enormes atractivos para la vista y la recreación, depósitos de agua dulce auténticas reservas mundiales, riquezas ictícolas de singular valía, etcétera, sin mencionar el todavía inexplotado subcontinente antártico.
                             Por ende, es suicida para un país en pleno desarrollo como el nuestro, hacer de furgón de cola aceptando iniciativas que tienden en definitiva a limitar los nacimientos, una manera indirecta de someternos a los designios de los poderosos de la tierra.  
                             Contrariamente a ello, nosotros debemos propiciar el aumento constante de la población y si es posible el fomento de la inmigración, con los debidos recaudos -cuyo análisis exceden el marco de este artículo- pero siempre inspirados en la directivas de nuestra Constitución Nacional.

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