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martes, 8 de noviembre de 2011

BATALLA DE SUIPACHA: 7 DE NOVIEMBRE DE 1810

LA VICTORIA DE LA
BATALLA DE SUIPACHA

La batalla de Suipacha fue la primera
victoria que los soldados argentinos
ofrecieron a la Patria.


          El 13 de junio de 1810, desde el campamento de Luján partieron hacia el Norte 1150 hombres; integraban los cuerpos de Patricios, Arribeños, Pardos y Morenos. No contaban con adecuados bagajes; apenas unas cabezas de ganado en arreo y pólvora para los fusiles a chispa. También cada uno llevaba debajo la chaqueta o ajustado en la espalda con la faja del chiripá, el facón que tanto servía para comer una lonja de carne como para despenar a un maturrango. Pero todos llevaban en sus pechos el fuego sagrado de la libertad y en sus mochilas el sueño de una Patria grande.
         Después de cinco meses de marcha, el Coronel Antonio González Balcarce, al mando de las fuerzas y luego del encuentro de Cotagaita, se repliega hasta el río Suipacha. El altiplano, el soroche, el sol y  la sed nada pudieron contra aquellos soldados harapientos pero de mirada dura, de brazo fuerte y corazón caliente. Allí se agregaron dos piezas de artillería venidas Jujuy, y doscientos gauchos de Güemes, con sus chuzas y sus guardamontes.
         El 7 de Noviembre González Balcarce decide enfrentar a los realistas. Simula efectuar una retirada y cuando el enemigo intenta cruzar el río, los ataca con furia. La batalla es corta y la victoria decisiva. Fue tal el ardor criollo que a los realistas les costó 40 muertos, 150 heridos, 180 prisioneros, “toda la artillería, armas livianas, municiones y equipo”. Es la primera gran victoria, con ella se abría el camino hacia el Alto Perú, se fortalecía el espíritu del ejército y las cuatro intendencias pertenecientes al virreinato del Río de la Plata, se declararon a favor de la revolución de Mayo. El ejército realista se desarticuló y sus jefes fueron capturados. Lamentablemente, los errores de Castelli, Comisario político del ejército “que más que la ineptitud e inexperiencia deberían atribuirse a la soberbia” no permitieron explotar suficientemente  esta gran gesta de las armas de la Patria.
        Así el pueblo argentino y su Ejército fueron sembrando los sentimientos de libertad. Con hidalguía, valor, fidelidad y patriotismo; sin otro interés que la Patria, dejando jirones de carne y de sueños forjaron la Nación. Nos la dejaron como herencia y desde el olvidado silencio de sus tumbas nos mandan sostenerla y engrandecerla. 
¡Cumplámoslo!

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