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domingo, 13 de noviembre de 2011

¿ES LÍCITO EN LA ARGENTINA HABLAR DE LOS JUDÍOS? – CORREO DE LECTORES




Señor Director:
Permítame que le comunique un episodio reciente, que quizás tenga interés para sus numerosos lectores.
En la Argentina nos jactamos de gozar de una libertad de prensa tan amplia que, a veces, nos parece excesiva. Nos imaginamos que se puede escribir sobre todo, especialmente sobre los frailes, el Papa, la Patria y Dios. Y cuando digo escribir sobre, quiero decir escribir contra. Y si alguien nos afirmara que esa maravillosa libertad es sólo aparente, y que hay un poder oculto que ejerce la más tiránica de las censuras, sin que el público lo advierta, no faltaría quien le replicase indignado: ¡Tal poder no existe!
Y bien, yo acabo de sentir la presión de esa mano, que desde la sombra maneja alguna de nuestras libertades. Y voy a referir cómo.
Cierta importante empresa editó algunas novelas mías, y me asignó, como derechos de autor, determinado espacio en revistas de gran circulación, para anunciar mis libros.
Publicó algunos avisos de “El Kahal” y “Oro”, cuando, de pronto, un grupo de anunciadores judíos le prohibió esa propaganda, so pena de boycott. Un aviso más que publicara significaría su ruina, porque el 80% de la publicidad, base financiera de esos periódicos, proviene de empresas estrechamente solidarias y obedientes a las instrucciones del Kahal…
Ahora yo preguntaría a los hombres prudentes, que me acusan de provocar el peligro judío, con la misma ingenuidad con que el indio acusa al termómetro de provocar la fiebre, si sospechaban que el Kahal controlase hasta los avisos de nuestros periódicos.
Deseo dejar bien establecido que yo no discuto el derecho con que estos señores dan o retiran sus anuncios.
Me limito a preguntar a los escépticos y a los que suelen espantarse de cuatro frailes congregados en un convento ridículamente pobre, si no los inquieta un poco más el saber que existe en nuestro joven país, una organización secreta y extraña a la tradición argentina, verdadera peña de magnates, señores de las finanzas, y más que todo dueños de orientar o de extraviar la opinión pública, por el control que ejercitan sobre los periódicos y hasta los cinematógrafos y las agencias de noticias.
Si para cortar la publicación de un simple anuncio, este poder ejerce tan irresistible presión, qué no hará para impedir que aparezca una noticia o que se escriba un editorial, o para desencadenar una campaña de prensa que favorezca sus planes o sus negocios.
El Kahal es omnipotente por sus recursos y por la ciega disciplina de los factores humanos que maneja.
En los famosos “Protocolos de los Sabios de Sión” se dispone lo siguiente: “el que quiera atacarnos con su pluma no encontrará editor” (Sesión 12)
Los mismos que sostienen con palabras la falsedad de los “Protocolos”, cada día con hechos nos prueban su verdad.
Una violenta campaña de pasquines ruge en torno de mi nombre. Me atacan con las armas habituales: la intriga y la calumnia, y me atacarían mucho más, si no temiesen dar enorme resonancia al libro que quisieran aniquilar.
Aquí todos (sin ninguna excepción) podemos hablar de todo (con una sola excepción). Podemos hablar de los alemanes y de los españoles; de los jesuitas y de los musulmanes; podemos blasfemar de Dios y negar a la Patria, porque eso es ser librepensador.
Yo tenía delante de mí ese inmenso campo, para cubrirlo de tinta y de bilis. Y no lo hice. En cambio quise tratar en un libro, sin injurias y sólo con citas de grandes autores judíos, para que fuesen testimonio irrecusable de la peligrosa política del Kahal, y eso no es lícito. Nuestra Constitución lo permite, pero el Kahal lo prohibe.
Y aunque la inmensa mayoría del país esté conmigo, y repita en voz baja, lo que yo he dicho sin reservas, seré perseguido –según me anuncian-, hasta la quinta generación.
No me inquieta. Soy argentino y estoy en mi Patria, en esta sagrada tierra sobre la cual se fijaron hace 40 años los ojos inteligentes de Teodoro Hertzl, el gran judío, que la nzó la idea de restaurar su nación y entrevió en la nuestra la futura Palestina (L’État Juif, pág 94).
Por poderosos que sean los recursos del Kahal y hábiles sus intrigas, no temo que lleguen a hacerme extranjero en mi Patria.
Ellos tienen centenares de millones. La lluvia y el sol argentinos están en sus manos. Yo no tengo nada. He labrado materialmente la tierra; he dado a mi país trece hijos; he escrito treinta libros, traducidos a casi todos los idiomas europeos, inclusive el ruso, y me he negado a retirar el último, que ha aparecido en buena hora.
Creo haber cumplido con mi deber.
Agradezco al señor Director la atención que se ha dignado prestarme, y lo saluda atentamente

HUGO WAST
Buenos Aires, agosto de 1935.

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