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sábado, 26 de noviembre de 2011

¿LA TRADICIÓN Y LA MORAL “FUERA” DE LA IGLESIA CATÓLICA?




Por Emilio Nazar Kasbo

En el presente artículo, abordaré el “colapso” de la Iglesia Católica (ya que después de más de 40 años de “crisis” no puede seguir calificándose como tal). Se explica cómo se incurre en el abandono de la Tradición en los hechos, se indagan las raíces de sus causas, y la contrariedad a la Encíclica Pascendi de San Pío X. Finalmente, se descubre cómo existe la Tradición fuera de la Iglesia Católica.

¿DOS TENDENCIAS O DOS IGLESIAS?
La Iglesia Católica, al admitir lo “opinable” y lo “ambiguo” como norma de indeterminación que rige la Moral, la Tradición y la Liturgia, ha convertido en “optativo” todo su propio contenido.
No podemos, de ninguna manera, afirmar que la Iglesia Católica, o que los Sumos Pontífices haya dicho palabras ex cátedra contrarias a la Moral, la Tradición y la Liturgia. Pero en los hechos se ha dado un peso excesivo al juicio propio intraeclesialmente, que ha atentado contra la Tradición.
Es de básica experiencia que todo lo que es obligatorio y que implica un esfuerzo, al ser expuesto como optativo, se deroga de hecho, no se cumple. Si un docente dice a sus alumnos que estudien de la página 30 a la 35 del libro, y que es optativo de la página 40 a la 45, sólo quien tenga verdaderas inquietudes estudiará lo “optativo”.

DE LA CRISIS AL COLAPSO
El Concilio Vaticano II fue presentado como un momento que aparejaría una “crisis” en la Iglesia, para una final “primavera”. Mons. Luigi M. Carli, en su libro “Tradicionalistas y progresistas”, afirmaba: “La historia auténtica del Vaticano II… se encargará de medir y documentar el aporte efectivo de ambas tendencias… La historia auténtica del Concilio hará justicia con la tendencia de “fidelidad a la tradición”.” (pp. 45).
Mons. Carli describe cómo en 1970 hubo un colapso eclesial, en que conventos y seminarios fueron vaciados, sin renovación de vocaciones, y donde incluso hubo importantes apostasías. Pretendía justificar esto con el argumento de que tras cada Concilio siempre hay una crisis eclesial.
Sucede que tal crisis ha llegado hasta el año 2011, y que los sacerdotes de hoy no llegan a la gran formación que tenían a fines del Siglo XIX los importantes formadores en los Seminarios (podría decirse que muchos sacerdotes de hoy no están formados, que hay otros que directamente están deformados… y que dentro de la Iglesia pueden hasta llegar a Obispo).
¿A qué se debe esto? A la aceptación de que existen “dos tendencias” en la Iglesia: la tradicionalista y la progresista. Este argumento es completamente falso. El progresista no forma parte de la Iglesia Católica, y el “tradicionalista” que es fixista tampoco (pero a su vez cabe la pregunta: ¿existe algún “tradicionalista” que sea completamente fixista?).

¿SANA DOCTRINA?
“Vendrá un tiempo en que no sufrirán la sana doctrina; antes, deseosos de novedades, se amontonarán maestros conforme a sus pasiones y apartarán los oídos de la verdad para volverlos a las fábulas” (2 Tim. 4, 2-4).
Efectivamente, la “Nueva Teología” ha buscado “nuevos caminos de evangelización”, alegando que se trata del “verdadero cristianismo original” y que por eso la libertad debe basarse en una “religión sin dogmas, sin ritos, sin moral”, en que lo preponderante es la elección de la persona en su camino hacia Dios, en bien de la misma persona.
Precisamente, esto que se acaba de describir (y que es el sustrato teológico y filosófico de la “Nueva Teología”), es la herejía pelagiana, que también diera origen a la “libre interpretación” de Martín Lutero. Este pensamiento es el centro del colapso (que no es ya “crisis”) en la Iglesia Católica.

FUENTE DEL PRÓXIMO CISMA
Tal “Nueva Teología” (con sus derivados, ya que múltiples herejías han surgido de ella, tales como la “Teología de la Liberación”, o la visión espiritual psicologista de Anselm Grün, por ejemplo) se presenta como una de las dos “tendencias” dentro de la Iglesia Católica.
Efectivamente, una “tendencia” sostiene la “Tradición”, y es descripta como la “Iglesia conservadora”, la que considera, estudia y defiende la integridad del Depósito revelado, exigiendo precisamente la fidelidad a la Tradición.
La “Nueva Teología” se enfrenta a esa “tendencia”, y la discute, la “deconstruye”, alegando la adaptabilidad de la Iglesia a las cambiantes exigencias de las almas, en una pretendida “fidelidad al progreso”, que incluye “innovaciones” en moral, en Liturgia, y a la vez afirmando que se trata del “verdadero cristianismo primitivo” y no sólo eso, sino que el mismo Espíritu Santo los ilumina por tal vía.
He aquí que nos encontramos con la segunda herejía condenada: la Encíclica Pascendi de San Pío X esclarece que la Iglesia Católica es una, y que no pueden existir tales “tendencias” en la misma.
El progresista rechaza la Tradición, rechaza la jerarquía de la Iglesia, rechaza en su interior al Papa (aunque externamente alegue sumisión para ser considerado “dentro” de la Iglesia y poder continuar con su acción disolvente), habla de estructuras y superestructuras eclesiales, tiene una visión materialista de la Iglesia, pretende rebajar lo teológico a lo simplemente “humano”, banalizando el mensaje del Evangelio de ese modo, relativizándolo.
El progresista quiere una Iglesia Católica sin dogmas, sin moral, sin Tradición, sin Ritos ni Liturgia, e incluso sin sacerdotes ni Obispos. En una palabra: el progresita quiere destruir directamente la Iglesia Católica, aunque pretendiendo permanecer en ella. Todo esto recibe un solo nombre: Modernismo.

SOCIEDAD DE MASAS
Es importante destacar la función de los medios de comunicación no católicos, que han afectado incluso a la prensa católica y a la familia católica. Y a este punto nos dirigimos, ya que la moral en la familia ha sido deformada.
El católico se ha mundanizado, ha buscado “rescatar” al mundo en todo lo que este tiene de fuente de pecado, y lo ha asimilado como tal, tras la “nueva visión” que enseñó el “espíritu del Concilio”. El católico prefiere hoy ser parte de la “sociedad de masas”, que ser persona en la Iglesia.
Las advertencias en las Encíclicas son claras, pero al no contener anatemas, aquello que condenan no resulta evidente, y por tanto es ofrecido como materia de “debate” y de “discusión”. Las Encíclicas tienen “advertencias”, no tienen condenas explícitas que no dejen lugar a dudas sobre lo expresado en el texto.

UN SIMPLE EJEMPLO
¿Es el método “billings” un sistema anticonceptivo?
La respuesta a esta básica pregunta en la mentalidad común de los fieles de la Iglesia Católica, de los sacerdotes e incluso de Obispos, sería afirmativa. Y dirían que es un sistema “natural” y que por tal motivo es aprobado por la Iglesia. Todo eso resulta falso. Dicho método es “conceptivo”, es para concebir hijos, no para evitarlos (excepto gravísimos casos muy excepcionales, tan raros que son prácticamente inexistentes en su proporción, y que debieran incluso ser consultados con un confesor de lúcidos principios morales).
La única clara exposición sobre esta materia, hasta el momento, se halla en el libro del Dr. Alberto Caturelli, “Orden Natural y Orden Moral”, editado por Gladius. Se trata de la única expresión científica con autoridad, pero aislada.
De tal modo, efectivamente y objetivamente, el progresista se halla fuera de la Iglesia Católica. No es posible que halla un avance en el tiempo de la Iglesia en este mundo, que implique un cambio en su sustancia, porque la destruiría (algo que además es imposible según la promesa de N.S. Jesucristo).
Sometida la feligresía a semejante bombardeo durante tantas décadas, surgiendo además los sacerdotes de esa misma feligresía bombardeada, se ha configurado una nueva “mentalidad eclesial”, inexistente en casi dos mil años de Historia.

DENTRO DE LA IGLESIA
¿Qué vemos entonces “dentro” de la Iglesia?
Vemos mujeres que han dejado la indumentaria propiamente femenina, que visten indecentemente, que van en bikini a exhibir sus cuerpos en el verano, que tienen una moral laxa, que no son sumisas a sus esposos, que pretenden una “libertad sexual”, que se sienten “dueñas de su cuerpo”, que consideran su realización no como madre ni como consagrada a Dios sino en un plano humano en un título universitario, en un cargo laboral o en importantes sumas de dinero.
¿Y los varones? La rebeldía de la mujer y su insumisión, convierten en cobardes a los varones, en amanerados, gente sin carácter ni decisión, que huyen de todo tipo de responsabilidades en pos de la “comodidad”.
El matrimonio entre ambos, acabará siendo la unión de sus defectos, produciendo grandes rupturas, sobre todo porque se vive en una cultura “descartable”. Niños que crecen sin la figura paterna, en el marco de un matrimonio en que ambos trabajan y la mujer no tiene tiempo de educar, formar y criar a sus propios hijos (¿hijos? Uno, con suerte dos… no vaya a ser que arruinen la vida ¿No?). Llaman “responsabilidad” y “planificación familiar” a evitar los hijos, como si fuesen un daño, una peste, un problema, una enfermedad. Eso sí, “planificación natural”, no con anticonceptivos y métodos “de barrera” o esas cosas antinaturales. Y luego acuden a la manifestación “provida”, sí, a eso no se puede faltar.
Los sacerdotes, nacidos de esa sociedad bastarda, sin padre, criados con mentalidad femenina entre mujeres que pretenden ser “amazonas”, exentas del “Pecado Original”, también gozan de tales cualidades e impulsan las ambigüedades en todo el campo de la Fe. Y eso con suerte.
Hay sacerdotes que odian confesar a los feligreses, que se quejan de que hay feligreses que “se confiesan mucho”, que odian el espíritu ascético, que quieren vivir en una “fiesta” permanente, que no les importa la Liturgia, la arquitectura propia de la iglesia, ni la moral, ni la Tradición, ni la Jerarquía eclesial… ¡Nada! ¿Qué hacen entonces, dentro de la Iglesia? Son como actores en un teatro, que fingen para tener un modo de vida cómodo, tal como los fariseos de tiempos de Jesús… ¡sólo que de éstos no hay que obedecer lo que dicen, pero tampoco seguir el ejemplo de lo que hacen!

FUERA DE LA IGLESIA
Las personalidades equilibradas están siendo formadas por muy reducidas minorías que están en adhesión al Papa, y que son cada vez menos.
La decencia en el vestir de la mujer, que conoce su importante puesto en la familia y en el futuro de la misma, casada con un esposo responsable y que tiene presencia familiar como varón, criando a los propios hijos en el hogar, sin delegarlos desde los 45 días a las guarderías o a que abuelos jubilados los cuiden, guardando de ese modo no solamente el Orden Natural sino las mismas palabras de San Pablo referidas a los cónyuges. En el marco del amor cristiano, no existe “violencia familiar” ni nada que se le pueda asemejar.
¿Cuántas chicas aceptan hoy vestirse como mujeres, sin indumentarias “unisex” ni provocativas prendas que prácticamente todo lo exhiben? ¿Cuántas chicas hoy renuncian a las playas y ambientes semejantes para no exhibir impúdicamente sus cuerpos como ocasión de pecado para todos los demás? ¿Cuántos varones hoy tienen una personalidad viril y prudente?
Precisamente, muchos testimonios de esta clase acaban viéndose en personas que no aceptan a los actuales Papas, y siempre que se trate de personas que no vivan en la hipocresía, por supuesto: entre sedevacantistas, fieles (o ex integrantes) de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, en sectas como los testigos de Jehová, o entre los judíos ortodoxos.
Dañada la naturaleza, impidiendo que los niños crezcan en una familia conforme el Orden Natural, se acabará dañando el Orden Sobrenatural. Esto es absolutamente claro, porque el Orden Sobrenatural supone e implica el Orden Natural (también creado por Dios). De lo antinatural no podrá salir nada agradable a Dios, más bien todo lo contrario. Y este es un “signo de los tiempos” que va preanunciando una próxima venida del Anticristo en estos tiempos de “globalización”.

¿OBRA DEL ESPÍRITU SANTO?
La "Nueva Teología" expulsa fuera de la Iglesia Católica a quienes sostienen la Moral, la Tradición y la Liturgia, como "fariseos", como "dogmáticos", como "integristas", con palabras dichas en sentido peyorativo... y utilizando además otros calificativos que no es bueno enumerar.
¿Pero quién es el que en verdad está fuera de la Iglesia Católica?
“Por sus frutos los conoceréis…”, dijo Jesucristo. ¿Qué frutos ha brindado el tiempo del Concilio y el “postconcilio”? Nos preguntamos:

¿Ha crecido la Fe entre la feligresía y los sacerdotes?
Definitivamente, se cambió la enseñanza del Catecismo de San Pío X, para dar paso a una nueva idea de que es suficiente saber que Dios es Amor para poder tomar la Primera Comunión, en medio del desprecio de los Sacramentos y la falta de Temor de Dios inculcada por los mismos sacerdotes.
Los sacerdotes, que antes conocían múltiples idiomas, conocían a la perfección la Filosofía Perennis y se reían de los disparates sustentados por extravagantes pensadores con ínfulas de filósofos que surgieron principalmente desde el nominalismo en adelante, hoy no saben distinguir entre ser y esencia, esencia y definición, ni entre esencia y naturaleza. Para ellos, todo es lo mismo, y lo importante es el sentimiento y el “predicar la Palabra”. Sacerdotes con una Fe poco ilustrada, transmiten precisamente eso a los feligreses.

¿Ha crecido la Caridad?
Mundanizado el criterio de la acción propia del católico, la Caridad se ha enfriado. Las mismas organizaciones católicas que tenían por carisma la Caridad, han dejado de practicarla. Y esto tiene una explicación: fue sustituida la Caridad por la “solidaridad”, por el altruismo y la filantropía, que nada tienen que ver con Cristo y la Iglesia Católica. La “solidaridad” expresada en el marco de la Doctrina Social de la Iglesia, no puede ser entendida más que como Caridad; pero hoy se entiende la solidaridad como una “acción social”, como entrega de bienes materiales al necesitado de bienes materiales… e incluso a lo “políticamente correcto” de participar en los plantes anticatólicos y antivida promovidos desde las Naciones Unidas (I Cor. 13, 3).

¿Se ha conservado la Tradición?
Como puede observarse, la Tradición es relativizada en los mismos Seminarios. Equiparada filosóficamente la Verdad con idéntica consideración otorgada a los errores filosóficos en los Seminarios, la Tradición corre la misma suerte: el relativismo impera en donde “todo es opinable”, porque el juicio propio campea como criterio para determinar la “acción del Espíritu Santo” cuando nada hay más falso que tal afirmación. No existe identidad entre la acción del Espíritu Santo con el juicio propio, y más bien existe una contradicción, ya que este último es un grave pecado. El Espíritu Santo no enseña ni impulsa los abusos litúrgicos, ni la desobediencia al Papa (ni las desobediencias del mismo Papa), ni los desvíos del Dogma, del Magisterio, de la Moral ni de la Tradición. Y si no es el Espíritu Santo… ¿quién inspira todo eso?

¿Hay más vocaciones y se ha crecido en evangelización?
He dejado para el final la pregunta central del modernismo, de la “Nueva Teología”. Y es central, porque alegando la existencia de “pocas vocaciones” en tiempos del Concilio Vaticano II, han sometido a la Iglesia con sus ideas prácticamente al vaciamiento de los seminarios, noviciados, aspirantados, e incluso de los fieles.
Y no es que fuese el Concilio en sí, sino la manipulación del mismo hecha por quienes ni siquiera lo han leído e interpretado. Y si el Concilio es objeto de manipulación, tal manipulación se cortaría si se solucionara el problema de raíz.
Lamentablemente, jamás se produjo la “primavera de la Iglesia”, sino que se ingresó a un “crudo invierno” que lleva más de 40 años. Es más, las voces que señalan esto son consideradas como “agoreras”… cuando no se hace más que ver el balance hacia el pasado de los resultados. Sería “agorero” si se hablara del futuro, pero se habla del pasado y del presente…
Católicos inseguros, de poca Fe, débiles, que cantan en Misa: “más allá de mis miedos, más allá de mi inseguridad”, mientras ofrecen a Dios la misma ofrenda que Caín. Personas que adoran a Dios porque así se sienten bien, sin darse cuenta que se están adorando a sí mismos, que realizan tales acciones para “sentirse bien” y no para en verdad adorar a Dios, que es Persona.
La Iglesia no ha crecido en número, mientras que el número que permanece fiel se ha dividido en quienes tienen la espiritualidad “berreta” de la “Nueva Teología” (y sus derivados), y los tradicionales que son cada vez menos. Tal división, inadmisible en la Iglesia, lleva a la conclusión de que quienes no son tradicionales, no están en plena unión con la Iglesia Católica, ya sea por desconocimiento o por perversión interna. Es decir: hay personas que se dicen católicos, que creen serlo, pero que no lo son. Tienen los criterios del mundo, impulsados por el mundo como fuente de pecado, e identifican eso con la Iglesia Católica.
No nos queda más que rezar, para que esta situación acabe. Y hay dos formas de que acabe: o una conversión de todos los católicos “berretas” (incluyendo a los integrantes de la Jerarquía de la Iglesia), o la pronta llegada del Apocalipsis, que anuncia la persecución a muerte de los católicos tradicionales casi hasta su extinción.

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