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sábado, 24 de diciembre de 2011

EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN Y LA NAVIDAD




Por Cosme Beccar Varela

Buenos Aires, 22 de Diciembre del año 2011 - 1079

La Encarnación de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad es el hecho más importante de toda la Historia y de toda la futura vida de los hombres sobre la tierra, hasta el fin del mundo.

Sin embargo, es el acontecimiento más olvidado en el mundo contemporáneo. Inclusive muchos que se dicen católicos, lo olvidan porque han dejado de entender lo que la Encarnación significa. Cómo es la Encarnación, no se puede saber porque es el mayor misterio de la religión, pero sí se pueden entender los términos del misterio y eso debería tenernos a todos en una actitud de constante admiración, agradecimiento y adoración.

Los términos del misterio la doctrina católica los enuncia con una maravillosa y atrayente simplicidad y creo que pueden resumirse así:

Dios es infinitamente misericordioso y en vez de abandonar a la raza humana en manos del demonio, al cual prestaron oídos nuestros primeros padres en el Paraíso Terrenal, resolvió salvarnos.

Esta es la primera parte del misterio. No se entiende cómo el Ser perfectísimo, creador de todas las cosas, infinito y eterno, que no necesita de nosotros para nada, nos quiere tanto, a pesar de nuestros pecados, que unió la naturaleza humana con Su naturaleza divina para sufrir y morir por nosotros. Ese amor totalmente gratuito e insondablemente grande, incansable, y siempre dispuesto a perdonar, es algo que nos deja estupefactos.

La Segunda Persona de la Santísima Trinidad, por Quien fueron hechas todas las cosas, es Quien se encarnó en las entrañas purísimas de María. Que Dios se haya "encarnado", o sea, hecho carne sin dejar de ser Dios pero pasando a ser Hombre verdadero y perfecto, en la unidad de la Persona divina, es incomprensible. ¿Cómo lo infinito pudo reducirse a lo finito y perecedero? ¿Puede concebirse un rebajamiento de lo divino y una elevación de la naturaleza humana más impresionantes? Este es el auge del misterio. Es el misterio de los misterios. Porque ese Hombre que vivió nueve meses en el seno de María Santísima es un hombre de verdad, que sentía y pensaba como hombre, sin dejar de ser Dios que tiene el poder de crear el Universo entero de la nada.

Leyendo el Evangelio vemos a Nuestro Señor Jesucristo en muchos momentos de Su vida. Recién nacido en Belén, en brazos de Su Madre, adorado por los pastores y los Reyes Magos. Un bebito maravillosamente lindo, muy parecido a Ella, con todos los movimientos propios de un bebito.

Lo vemos en el templo de Jerusalén interpretando las Escrituras para los doctores de la Ley cuando tenía apenas 12 años, con una sabiduría asombrosa. (Dicho sea entre paréntesis no entiendo cómo esos doctores no se dieron cuenta inmediatamente que Aquel niño era mucho más que un niño.)

Dado que San José su padre adoptivo era carpintero y Nuestro Señor vivió con Sus padres hasta los 30 años, es obvio que ayudaba a su padre en la carpintería y que su trabajo sería perfecto. Han pasado sólo 2.000 años desde esos días de manera que es muy probable que todavía exista algún mueble fabricado por Nuestro Señor. Hay objetos más antiguos que eso en los museos. Me gustaría mucho saber adonde está y verlo para admirarlo.


Más tarde, cuando empezó su vida pública apareció en medio de los judíos y desde el primer momento les habló con tanta sabiduría, tanta autoridad y tanta bondad que era muy difícil no reconocer en Él una superioridad que salía totalmente de lo común y aún de lo extraordinario. Si a eso le sumamos sus numerosos milagros, me parece casi imposible que quienes lo veían no lo reconocieran como el Hijo de Dios. Antes de cometer el horrendo pecado de la Crucifixión, los judíos que lo vieron personalmente cometieron el inmenso pecado de no reconocerlo en su divinidad. En todos sus gestos y en todas sus palabras asomaba la divinidad con una claridad impactante.

Cuando se preparaba para la Pasión, rezando en el Huerto de los Olivos, tuvo tanto miedo de los tormentos que le esperaban, que sudó sangre y pidió a Dios que aquel cáliz fuera apartado de Él pero agregó enseguida que no se hiciera Su voluntad sino la del Padre que está en los cielos (S. Marcos 14, 36). Tuvo miedo, pero lo venció como hombre perfecto, como guerrero fiel. Y marchó voluntariamente al sacrificio.

En estas escenas de la vida, pasión y muerte de Nuestro Señor hay un misterio insondable y es el de la voluntad todopoderosa y la sabiduría infinita de Dios siempre presentes en la Persona de Cristo y al mismo tiempo, como acalladas para dar paso a la inteligencia, la voluntad y los sentimientos de ese Hombre que era Él, como si fueran algo exclusivo, como si lo que era divino se hubiera retirado. ¿Cómo es eso? Es una de las parte más impresionantes del misterio de la Encarnación.

Después de la Resurrección y Ascensión al Cielo, Jesucristo Nuestro Señor se quedó con nosotros en la Sagrada Eucaristía. Esta es la culminación del misterio de la Encarnación. En cada Hostia consagrada está realmente presente Nuestro Señor Jesucristo en cuerpo, alma y divinidad. De modo que no sólo Aquel Hombre maravilloso que predicaba por la Tierra Santa es Dios sino que cada Hostia es Dios y hay miles de ellas en todos los Sagrarios del mundo, sin que eso signifique que hay miles de dioses, y nosotros tenemos la insondable gracia de poder comulgar teniendo por un instante al Creador de todas las cosas en nuestra boca..

El Dios de los católicos es Jesucristo, Dios y Hombre. Luego, no es verdad que todas las religiones "monoteístas" adoran al mismo Dios. Sólo el cristianismo adora a Jesucristo y sólo la religión católica lo adora en la plenitud de la Verdad que Él enseñó y en la Iglesia que Él fundó.

Todo esto está contenido en el misterio de la Navidad. Dios quiera que todos los hombres del mundo adoren al Niño Dios que nació en un pesebre y que los católicos, rechazando la herejía progresista, lo adoremos sin error alguno y sin silenciar nada de la Verdad.

Contemplando este misterio de la Encarnación, deseo a todos los lectores de "La botella al mar" una muy feliz Navidad.

Cosme Beccar Varela

e-mail: correo@labotellaalmar.com

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