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miércoles, 14 de marzo de 2012

PADRE LEONARDO CASTELLANI, UN PENSADOR POLÉMICO

 
Por: Carlos Sforza
Castellani brilló con luz propia desde muy joven. Estudió en nuestro país y se perfeccionó en Europa, donde fue discípulo de Joseph Marechal, el recordado autor de El punto de partida de la Metafísica. Aprovechó su estada en Francia para asistir en la Ecole d’Antropologie de París a las clases del P. Marcel Jousse, especialista en psicología lingüística aplicada a la crítica bíblica, que Castellani utilizó e hizo conocer a muchos, en el estudio introductorio a su libro El Evangelio de Jesucristo (1958) donde comenta los evangelios de los domingos y que, con su estilo personalísimo, introduce mucha luz en la interpretación de los mismos.
En Francia, asistió a las famosas reuniones de Meudon, organizadas por los esposos Jacques y Räissa Maritain y en las que alternó con Jean Cocteau, Gustave Thibon, Stanislas Fumet, Jacques Madaule y muchos otros destacados intelectuales que eran habitués a esos encuentros.
En 1929, estando en el Vaticano, estuvo con Gilbert K. Chesterton a quien hizo conocer estudios de nuestro país incluidos en su libro Crítica Literaria (1945) en el que también descubre para muchos lectores argentinos a Paul Claudel.
Fue ordenado sacerdote el 31 de julio de 1930 en la iglesia romana de San Ignacio por el cardenal Marchetti-Selvaggiani. Al recordar ese momento, Castellani escribió: “Me emocioné mucho. Estuve llorando todo el tiempo”.

TÍTULOS ACADÉMICOS.
El P. Leonardo Castellani obtuvo diversos títulos académicos en su larga y azarosa vida. Así fue doctor en Teología por la Gregoriana y en Filosofía por la Sorbona. Asistió a cursos de los grandes maestros de teología, filosofía y psicología en su estada europea. Discípulo de Santo Tomás a través de la exégesis que del aquinatense hizo Joseph Marechal, fue asimismo lector de Rosmini. El filósofo y amigo Alberto Caturelli escribió que Leonardo Castellani ha mostrado “un pensar escatológico, doloroso y místico. Por él pasa la Argentina contradictoria, la lucha con los hermanos, el dolor de la creación y, sobre todo, por él pasa la evidencia de la Existencia como radicalmente re-ligada”. Otro filósofo amigo, que en más de una ocasión pasó por Victoria (Entre Ríos), Luis Farré, escribió que Castellani “profesa un escolasticismo crítico, mesurado, no solamente conocido, sino profundamente vivido… Su alerta contra el intelectualismo plasmó luego en una transfiguración por el dolor, que convierte a un hombre en signo. En el dolor del hombre religioso está la existencia del gran salto, en una intuición que lo aproxima a Kierkegaard”.
Diría que Leonardo Castellani recibió una verdadera impronta de San Agustín, como filósofo de la existencia. De allí el estudio, conocimiento y valoración que el autor hizo, entre otros, del danés Soren Kierkegaard.
Fue docente, crítico, escritor, periodista, pensador y, esencialmente hombre religioso y comprometido con el dolor de una Argentina que amaba y a la que, como el tábano de Sócrates, permanentemente la picaba para mantenerla despierta.

SUS LIBROS.
La bibliografía de Castellani no sólo es amplia en cuanto a libros publicados sino lo es en cuanto a los géneros y materias que abarcaban. Desde la teología, pasando por la filosofía, la psicología, la crítica literaria, la novela, las fábulas, los cuentos policiales, nuestro autor abordó los más diversos géneros en sus muchos libros.
Entre nosotros en 1944 comenzó a traducir y anotar la Suma Teológica de Santo Tomás en una edición que se publicó en veinte volúmenes y que luego continuó el P. Ismael Quiles, otro gran filósofo especializado en las filosofías orientales.
Quiero rescatar lo que Castellani escribió en el anteprólogo de esta monumental obra que se editó en nuestro país, sobre el filosofar: “La discusión es absolutamente necesaria en filosofía, cuando menos como método didáctico. Nadie puede enseñar la filosofía, se puede enseñar a filosofar. Filosofar es ejercitar la propia razón sobre los primeros principios hacia las últimas razones de las cosas”.
En 1946 se publicó el libro Lugones en el que analiza la obra poética y en prosa de ese autor y rescata la figura de gran poeta nacional y, al referirse al suicidio del escritor en una casa del Delta, concluye que estaba animado por una actitud: la de sentir la Argentina.
Anteriormente había publicado un libro en el que muestra las líneas esenciales de su Psicología. Se trata de Conversación y crítica filosófica (1941). También, con anterioridad, había reunido una serie de ensayos sobre la educación que publicó en 1939 bajo el título de La reforma de la enseñanza.
Como autor de cuentos policiales, Leonardo Castellani es uno de los nombres insoslayables en cualquier enumeración referida al género en nuestro país. Fue el creador del P. Metri, sacerdote detective, una versión criolla del P. Brown de Chesterton, que el autor, conforme lo ha dicho él mismo, tomó de un personaje real del norte del chaco santafesino.
En El nuevo Gobierno de Sancho, campea el humor a la par que penetra en profundidad en diversos estratos y dolorosas llagas de la vida argentina. No puedo dejar de mencionar la labor de fabulista criollo de Castellani, reunidos sus trabajos en Camperas donde se sirve de los elementos de la flora y la fauna y de los hombres de nuestros país, para relatar hermosas fábulas que lo colocan entre los grandes fabulistas argentinos.
La novela Su Majestad Dulcinea (1956) es una obra que cala hondo en el ser nacional. Gaspar Pío del Corro la llamó en su momento una novela teológico-nacional. Leerla es encontrarse con las heridas profundas de nuestros males y, a la vez, transitar por una obra profunda y que a la postre, hace pensar.
A esta novela siguió Juan XXIII (XXIV). Una fantasía que es una obra original, fuera de serie, con un personaje también fuera de serie como es el Papa Don Pío Ducadelia, a través de quien, también algunas ideas fuera de serie del autor, son llevadas a la Cátedra de Pedro por el Papa argentino.
Libros donde campea la teología y la exégesis bíblica son El Evangelio de Jesucristo (1958), Las Parábolas de Cristo (1959), Doce parábolas cimarronas (1959). A esta labor, el P. Castellani añade una traducción e interpretación del libro de la Revelación, como lo llama, bajo el título El Apocalipsis de San Juan (1963) y La Iglesia Patrística y la Parusía (1962).

COLOFÓN.
Podría seguir con el análisis de otros libros y artículos de Leonardo Castellani. Pero creo que como necesario recuerdo a su figura quizá hoy ignorada por cierta seudo inteligencia argentina, con lo dicho basta. Y, a la vez, como homenaje a quien nos honró con su amistad y nutrió con sus escritos.
Leonardo Castellani había nacido en Reconquista (Santa Fe) el 16 de noviembre de 1899. 
  

1 comentario:

  1. Gracias por compartirnos del P. Castellani, me pregunto que les diría a los ineptos jueces que han fallado a favor de la cultura de muerte... ojalá en las escuelas se hicieran leer sus escritos, podríamos sacar hombres mas justos y rectos.
    Saludos en Cristo Jesús.
    Laura

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