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martes, 25 de septiembre de 2012

PALABRAS PRONUNCIADAS EN EL PRIMER ENCUENTRO NACIONAL DE MILITARES RETIRADOS URUGUAYOS



23 DE SETIEMBRE 2012

Al pasear la mirada por esta histórica Plaza de Minas, junto al monumento del Libertador Gral. Juan Antonio Lavalleja, nativo de estos pagos y Jefe Artiguista de renombre, se nos alegra el corazón al ver tantos y tantos Camaradas venidos de todos los Departamentos de nuestro querido País.
Acompañados por Don Juan Antonio, nos sentimos a su vez tutelados por la figura augusta del Patriarca, que nos contempla desde la cima del Cerro Ventura, desde el duro hormigón  de su gigantesca figura ecuestre, tan firme como lo fueron sus ideales forjadores de nuestro sentimiento de orientalidad.
Hoy se cumplen 162 años de su deceso en tierras guaraníes. Vayan hacia el General Artigas, nuestros primeros y más sentidos pensamientos. Decimos con orgullo que fuimos y somos los continuadores sin interrupción de aquel Ejército que nació antes que la Patria, en los Campos heroicos de Las Piedras y que en el correr de la Historia se fue transformando en las FFAA, custodias de la Nación en tierra, mar y aire.
En aquella primavera de 1850, en la calidez de la capital asunceña, la vida del Protector de los Pueblos Libres se iba extinguiendo finalmente. Lejos quedaban los ecos de sus batallas, sus recuerdos de aquella tierra allende el Río Uruguay… ¡su Patria!
Ya no recibiría visitas de asombrados personajes de la época, incrédulos de ver aún  con vida a aquel legendario guerrero, de quien habían oído hablar desde su niñez. Ya no montaría a su lado el argentino General Paz, uno de aquellos impactados visitantes, empeñado en “darle la derecha” al ilustre Anciano. “No use usted ceremonia General” le diría este, con su habitual sencillez y franqueza.
Ya los vecinos pobres de su vecindario no tendrían a su benefactor,  quien incluso educaba a sus niños en los misterios del Evangelio Cristiano, que él gustaba de inculcar a aquellos pequeños.
Aquel 23 de setiembre, desde su lecho de anciano tembloroso, el General Artigas exclamará a momentos de su muerte: “¡Tráiganme a mi caballo!
Nos gusta pensar que era un último grito de guerra, un llamado al combate del heroico viejo, que solo, sin más compañía que su moreno amigo Ansina, traicionado por algunos de sus Jefes más cercanos, aún  tenía fuerzas como para querer derramar una última, generosa gota de su sangre viril, para ofrecérsela a su Patria y librarla del enemigo Porteño Centralista o del Portugués invasor de su Provincia.
El General Artigas muere el 23 de setiembre de 1850…
El diario “El Paraguayo Independiente”, cinco días más tarde nos dice que:
“El General Artigas no amaba las ciudades; aún en su vejez quería la libertad de los campos, la espansión de los Orizontes, la vida de su juventud; en consecuencia fue acomodado en una chácara en la vecindad de esta Capital, donde ha finalizado sus días el 23 del corriente, á los treinta años cumplidos el propio día de haber entrado en la Asunción: fue dado a tierra en el cementerio general de la recoleta.
Pueden sus amigos y parientes tener el consuelo de que nada le faltó y de que sucumbió agoviado con el peso de noventa años, porque es la suerte común. Séale la tierra leve”
 Y nosotros, los Orientales del Siglo XXI sabemos hoy que nunca podremos saldar la deuda con la Nación Paraguaya, que supo, a pesar de ser considerado a su entrada un enemigo por el Dictador Francia, cobijarlo, protegerlo y finalmente honrarlo hasta el día de su muerte. ¡Nobles Paraguayos! Ellos sí, ¡Hermanos! Que supieron aliviar el sufrimiento de nuestro Padre Artigas, cuando el Hombre es más vulnerable y necesitado del afecto de sus semejantes. Nos quedamos con este testimonio: Los pobres del vecindario decían que el General era un “Caraí Guazú, un Caraí bae porá”…”Un gran señor, un señor muy bueno”…
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 Hoy, los integrantes de  nuestra Armada, de la Fuerza Aérea y del Ejército Nacional, son los eslabones actuales de la larga cadena de Servidores que inicia en aquella gesta Artiguista de Las Piedras.
 Nosotros, como integrantes de esas Fuerzas en nuestra condición final de Revista, nos sentimos parte plena de esos eslabones y en orden a sus ideales hemos vivido nuestras vidas.
En esta Plaza, hoy se encuentran representantes de todas las actividades que las FFAA realizan al Servicio de su Pueblo:
Aquellos que sepan mirar más allá de lo externo de las personas, verán individuos que ejecutaron tareas de las más diversas: verán hombres y mujeres que rescataron vidas humanas por aire, mar y tierra en los escenarios más disímiles, a cual más dificultoso. Verán a quienes custodiaron las aguas de nuestros Ríos y de nuestro Mar territorial, a quienes balizaron sus canales  haciendo posible la navegación nacional, a quienes transportaron enfermos cuyo tiempo se agotaba, en misiones aéreas sin importar la meteorología adversa.
 También encontrarán a quienes llegaban con su vital cargamento a las Bases Antárticas, posibilitando la supervivencia al puñado de Orientales en aquellos inclementes parajes.
Si hablamos de misiones en el extranjero,  verán también a quienes han estado en todos los rincones del mundo, arriesgando sus vidas en misiones de la ONU, custodiando la Paz y llevando auxilio a tanta humanidad desgraciada y sufriente, que muchas veces percibe en los integrantes de nuestras FFAA su única esperanza.
También están Soldados que recorrieron palmo a palmo los campos de la Patria, patrullando incansables la campaña en misiones tan disímiles como controlar el contrabando, combatir la aftosa,  llevar auxilio a las Escuelas Rurales e incluso construirlas, evacuar personas en inundaciones, apagar incendios, levantar mediciones topográficas para el vital relevamiento cartográfico del país.
Hay entre nosotros constructores de puentes que solucionaron comunicaciones cortadas y aseguraron el tránsito de personas e insumos vitales en momentos de riesgo.
Ahí están también algunos viejos jinetes, de los últimos para los que el caballo era su principal recurso diario, herederos de aquellos centauros de la Patria Vieja.
Sin dudas verán a algunos que pasearon nuestro Pabellón por los puertos de todo el mundo, a bordo de nuestro Buque Escuela Capitán Miranda, capacitando a nuestros noveles Oficiales Navales.
O a aquellos que volaron todos los cielos, desde los pioneros como el Cap. Boisso Lanza, mártir de la Aviación en los campos de Francia, hasta los que formaron con su esfuerzo la Aviación Militar, Vanguardia de la Patria.
Verán también a los primeros paracaidistas militares de nuestro país, que inauguraron en el Ejército una especialidad militar cuya tradición continúa hasta el presente.
O a aquellos profesionales y técnicos que brindaron sus conocimientos para asegurar la salud de las tropas y sus familias, en cualquier situación.
De cualquier actividad de las nombradas y de las demás tan variadas como imposibles de reseñar que realizan nuestras FFAA, encontrará aquí el observador atento a muchos referentes de las actuales generaciones de soldados.
Y todos por igual, los aquí presentes pasamos nuestra vida preparándonos para la guerra. Esa es la esencia del Militar. Como profesionales de las Armas, nadie aprecia más la Paz que nosotros. Sabemos el sufrimiento que ocasiona el combate.  Y por eso sabemos que es el último argumento que debe emplear una Nación.
Muchos hemos sufrido en carne propia esa faceta tan terrible del Ser Humano. Algunos en aquellas misiones en el exterior de las que hablábamos antes y otros en la Guerra Interna de los años 70.
En ambas situaciones tenemos muertos que llorar y familias destruidas por la violencia
También juveniles esperanzas y proyectos que quedaron por el camino, víctimas de otras prioridades.
En aquellos días tan lejanos de la Guerra Antisubversiva, supimos cumplir con nuestro deber y desempeñarnos en un combate novedoso para el cual nuestra doctrina no nos había preparado,  mandatados por los gobernantes legítimos de la época. Nuestra victoria, muy costosa, fue entonces, ganada para la Patria  y su gente.
Siguió un período en el que, los que lo vivimos, lo hicimos convencidos que estábamos trabajando en la reconstrucción del País, en silencio como siempre cumplimos los Soldados.
Una vez decidido por los Mandos la entrega del Poder Político a los representantes del Pueblo, a través de elecciones generales con la participación de todos los Partidos Políticos, nosotros nos retiramos a nuestros Cuarteles y una vez más en silencio, seguimos nuestra vida de Servicio, por largos años. En el esfuerzo diario de quien sabe que su preparación será vital para enfrentar todas las situaciones en que la Sociedad demande la utilización de sus FFAA. Como así se hizo en incontables oportunidades desde entonces.
Nuestros Mandos tuvieron  una actitud que se dio en llamar “silencio austero”, por el hecho de no responder agravios, tergiversaciones de lo que había ocurrido en la guerra  o aquellas historias contadas únicamente con la visión de los que habían atacado a la Democracia y que se presentaban a sí mismos como jóvenes idealistas y románticos.
Todo este silencio se hizo; así lo creemos; con el ánimo de permitir encausar la vida nacional sin que nadie pudiera alegar el más mínimo tropiezo desde el lado de las FFAA.
Seguramente nuestros Mandos habrán confiado en la visión que de todo aquello tenía el Pueblo, que había sufrido en carne propia los desmanes de aquellos años.
Y efectivamente, al promulgarse las dos leyes de amnistía (así las sintió la ciudadanía), una para aquellos que habían actuado en la Subversión y otra para las Fuerzas Militares que habían defendido la Legalidad, se pensó que se miraba hacia el futuro, dentro de las más caras tradiciones nacionales, dando vuelta una página de nuestra historia, ingrata, sufrida y lamentable en las consecuencias para las familias involucradas.
Así fue hasta que se intentó rebatir la Ley de amnistía que se llamó “de Caducidad” y para ello se forzó la consulta popular en un plebiscito para derogarla.
El Pueblo votó claramente a favor del mantenimiento de la Ley, dando así razón a aquel famoso “silencio austero”
Pasaron muchos años y otra vez, se apeló al Pueblo para tratar de derogar aquella Ley de Caducidad.
Se dijo por los impulsores de esta iniciativa,  que la ciudadanía que había votado anteriormente, lo había hecho condicionada por la cercanía de los acontecimientos que se juzgaban.
Pero el Pueblo nuevamente, otra generación distinta, dijo lo mismo que la primera vez: Mantener la Ley, dar vuelta de una vez la página y mirar definitivamente hacia el futuro. Otra vez, la razón del Silencio Austero: la confianza en nuestro Pueblo, se vio confirmada.
Nosotros, los integrantes de las FFAA, provenimos de todos los sectores de la Sociedad. Generalmente, de su parte media y de la más humilde. No nos equivocamos al esperar lo que nuestros conciudadanos dijeran al respecto: Como nos enseñaron aquellas clases de Educación Cívica, la Soberanía radica en la Nación. Y como dijo nuestro Primer Jefe, la autoridad emanada del Pueblo, que ejerce el gobernante, cesa ante la presencia soberana de ese mismo Pueblo.
Pero no fue así. Hoy, a más de 40 años de aquellos sucesos, el tema sigue debatiéndose en la arena política y no sabemos qué deparará el futuro para aquellos viejos servidores que aún sobreviven de aquella época, muchos de ellos privados hoy de su libertad y cuya situación nos estruja el corazón.
Las permanentes acusaciones de reducidos sectores que parecerían basar sus mezquinas existencias en la notoriedad que logran con su accionar, no contribuyen para nada al clima de concordia necesario entre Orientales.
Hoy aquí en esta Plaza, afirmando una vez más nuestra unión, también queremos rendir un emocionado homenaje a todos aquellos Servidores de las FFAA que han caído en el cumplimiento del deber, en todas las épocas, sin distingos. Hemos elegido esta fecha para unirlos a todos ellos en el tránsito hacia la eternidad del General Artigas.
El ejemplo del Prócer señala nuestro camino: Él hubo de soportar a lo largo de su vida infamias y calumnias de todo tipo. Aún en su apogeo, no faltaron los “malos europeos y peores americanos” que vertieron toda clase de intrigas en su contra. Finalmente, acorralado por tres ejércitos, defendiendo como siempre la integridad de sus conceptos, la derrota lo sepultó en el ostracismo y el olvido, lejos de su Patria.
Muchos años pasarían antes de su reivindicación. Pero la verdad se impuso y los Orientales reconocimos al fin a quien hoy veneramos como al fundador de nuestra Nacionalidad. Los Argentinos, recién ahora están empezando a reconocerlo como al único protagonista de la Revolución de Mayo que representó auténticamente al Pueblo.
La Historia y el Tiempo, ponen siempre las cosas en su lugar. Sabemos que también en los sucesos más actuales, será indefectiblemente así.
Parecería que empiezan a situarse poco a poco las cosas en su lugar: los recientes fallos y disposiciones de la Justicia, favorables a nuestros Camaradas privados de su libertad, así parecen demostrarlo.
Los días venideros, darán la real medida de estos acontecimientos y nos dirán si son el reconocimiento final de las injusticias cometidas hasta el presente. O apenas un paréntesis en el acorralamiento  a los viejos y victoriosos combatientes contra la asonada Castro-Comunista que asoló la América hispana, alentada y dirigida, según él mismo lo manifestara públicamente, por el Dictador Caribeño.
Camaradas: Cerraremos este acto colocando una ofrenda floral a Nuestro General José Artigas. Se la dejaremos al pie del Monumento a su Teniente, a quien mandó los últimos patacones de su Ejército a la prisión portuguesa frente a Río de Janeiro, al cruzar al Paraguay, a través del Chasque inmortal, el Sgto. Francisco De los Santos.
En nuestro nombre, imaginamos al General Lavalleja presentándosela a su Jefe en el lugar eterno en que éste sigue comandando el Ejército Oriental por siempre.
Escucharemos el Toque de Silencio, deseando que haya paz en la Tumba de nuestros Camaradas caídos
Y entonaremos en Honor al Prócer, su canción: “A Don José”
Finalmente, saludamos muy cordialmente a todos los Retirados Militares de todo el País que no han podido concurrir hoy a nuestra ciudad pero que sabemos nos acompañan espiritualmente.
Tenemos un recuerdo muy especial y un saludo fraterno y cargado de esperanzas hacia nuestros Camaradas privados de su libertad dentro y fuera del País.
El recuerdo es para decirles que están todos dentro de nuestros corazones. Que tenemos como propio el sentimiento de ausencia entre ellos y sus familias.
La esperanza es que todos ellos sin excepción, estén presentes en ocasión del 2do.Encuentro Nacional de Retirados Militares, que seguramente se hará el año próximo en algún lugar del Interior de nuestro querido País.
Finalizo esta alocución expresando el ferviente deseo de que de una vez por todas cerremos las heridas del pasado. Los que aquí se encuentran reunidos y todos los que en su misma condición viven a todo lo largo y ancho de la Patria, jamás pondremos trabas para lograr una convivencia pacífica entre todos los uruguayos. Como no lo hicimos en el pasado.
La Patria es una sola. En ella se cobijan los Orientales, tantas veces enfrentados unos a otros. Seamos dignos de nuestros antepasados y hagámosla, en lo que nos corresponde, cada día más grande, más noble, dadora de posibilidades para todos. Si así lo hiciéramos, aún hay tiempo para que nuestros hijos y nietos vivan una vida mejor, más plena y segura cada día.
Y en lo que nos toca, habremos sabido cumplir con las enseñanzas y el legado de aquel ilustre Viejo Protector, que en su lecho de muerte aún tenía fuerzas para llamar a su morito, para una última, definitiva patriada,  Que así sea.

Minas, 23 de setiembre de 2012
Asociación de Oficiales Retirados de las FFAA “General Juan Antonio Lavalleja”

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