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miércoles, 28 de noviembre de 2012

DESPENALIZAR LA CONCIENCIA A PROPÓSITO DE UN FUNESTO ESCRITO FEMINISTA



Por P. Miguel A. Fuentes, IVE
La periodista cubana radicada en Nicaragua, ex religiosa teresiana, María López Vigil, ha lanzado al ruedo un breve escrito dirigido principalmente a las mujeres, titulado Para despenalizar el aborto hay que despenalizar la conciencia, editado en Managua, Nicaragua (1). La presentación tuvo lugar en la “Universidad Católica”, sede Managua, de los Padres Jesuitas, en octubre de 2010 (2)
La tesis del trabajo es que para despenalizar el aborto, es necesario revisar previamente las ideas religiosas, porque estas “se convierten en un obstáculo importante para que asumamos y defendamos con convicción los derechos sexuales y reproductivos, entre ellos el derecho a interrumpir el embarazo” (p. 5). Despenalizar el aborto, quiere decir aquí, no solo lograr que no sea condenado y penado por la ley civil, sino tampoco por la conciencia personal de la que aborta.
Y como, en el pensar de la autora, son las creencias religiosas las que “troquelan” la conciencia (p. 6), no se puede lograr una verdadera despenalización sin alterar el sentido de la religión y del mismo concepto de Dios.
“Nos toca disputar la idea de Dios” (p. 6), añade, cuyo “monopolio” está en manos de “los expertos”, que “en las religiones que conocemos (…) prácticamente son todos hombres” (p. 6).
La Sra. López Vigil inspira sus consideraciones sobre Dios, en el pensamiento del ateo militante Richard Dawkins (3) cuya tesis central puede resumirse diciendo que la religión es un producto cultural, invención humana, con la que la persona intenta dar un sentido a “las cosas que nos queman el alma”: la muerte, la vida, el mundo, el más allá. La religión es, pues, el resultado de “los genes de la cultura”, llamados por Dawkins “memes”. Dios, dice Dawkins, es un “meme”, un gen cultural, un producto cultural, relacionado con nuestros miedos.
La idea de un Dios personal, misericordioso pero justo, legislador, redentor, padre pero exigente, o sea, el concepto cristiano de Dios, es, para la autora de este opúsculo, que analizamos, el gran obstáculo para la total despenalización del aborto, que solo tendrá lugar cuando ni siquiera la propia conciencia acuse a quien perpetra esta acción. Porque, reconoce López Vigil, “aun cuando las leyes despenalicen el aborto, en la conciencia de muchas mujeres, en su pensar, en su sentir, el aborto sigue penalizado. Porque es un pecado, porque si aborto merezco el infierno como castigo, porque si aborto mato, incumplo un mandamiento, porque todos los hijos los manda Dios y si aborto ofendo a Dios…” (p. 7).
Ahora bien, “Estos miedos, estas culpas, nacen de la idea, de la imagen que tenemos de Dios, de la idea y de la imagen que nos han transmitido de Dios desde pequeñas y de la que no nos atrevemos a menudo a disentir” (p. 7). Por tanto, la tarea no se sitúa ya en el plano de la acción política y legislativa, sino en la religiosa: hay que cambiar la idea de Dios. Y es legítimo cambiar la idea de Dios (insistimos: la idea cristiana de Dios) porque Dios) porque Dios no es más que un producto cultural; así como los hombres han elaborado un concepto de Dios funcional, es decir, en función de calmar nuestros miedos ante las realidades que nos abruman (muerte, más allá, enfermedad, dolor) y en función de los intereses masculinos (pues, según la autora, han sido los varones los que han monopolizado esta fabricación religiosa), del mismo modo que ya no perturbe la conciencia de quienes quieren vivir su sexualidad como les venga en gana y puedan sacarse de encima las consecuencias posibles de ese modo de vivir (los hijos).
Para esto exige un cambio en varios puntos fundamentales del concepto cristiano de Dios.

             I. Un Dios sin religión y sin mediadores
“A menudo las religiones son el peor obstáculo para la espiritualidad” (p. 8).
Pero estas no son necesarias, según nuestra autora, porque Dios no está arriba, ni es lejano; y por lo mismo no necesitamos “intermediarios”, es decir, “sacerdotes”, ni “lugares sagrados” (templos), ni “objetos sagrados” (cruces), ni “tiempos sagrados” (domingo, Semana Santa), ni “personas sagradas” (sacerdotes, pastores).
Y pone como modelo de este rechazo al mismo Jesús, quien desafió todo: ritos, jerarquías, normas, leyes de su religión, lugares sagrados, etc., y habría cuestionado a los sacerdotes de su tiempo afirmando que las prostitutas entrarán primero al Reino de Dios (evidentemente interpretando, la Sra. López, que entrarán en condición de prostitutas y no de convertidas y penitentes).
Propone, a cambio, una religión pagana en la que todo sea sagrado: “Creo que cuando templos, imágenes, medallas, curas, pastores, ritos, hostias, fiestas patronales, peregrinaciones… dejen de ser sagrados, todo comenzará a ser sagrado para nosotras: los árboles, las frutas, las casas, los muebles, los vestidos… y especialmente las personas. Todo lo que nos rodea será un camino para sentir que Dios está en nosotras, que somos Dios para los demás, que todo es reflejo de Dios. Saldríamos entonces del terreno de la religión para entrar en el de la espiritualidad, un terreno más ancho, más alegre, más libre” (p. 9). La autora de estas palabras nunca menciona –supongo que por razones tácticas- a qué responde este tipo de pensamiento pseudo religioso que profesa con tanta devoción; los que están familiarizados con las enseñanzas de la New Age, saben que coincide totalmente con la religión Wicca, a la que son adeptas muchas de las más fervientes militantes del ultra feminismo (4).
El creer en intermediarios (sacerdotes) es el principal obstáculo, porque de este modo se piensa que ellos son los que saben qué es pecado, que es pecado abortar y los perdonan los pecados, y “ellos –añade- son todos hombres, varones” (p. 9).
Su propuesta apunta, realmente, contra el corazón del cristianismo y contra la misma estructura jerárquica que Jesucristo dio a su Iglesia: “Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado” (Lc. 10, 16); “Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos” (Jn 20, 22-23).

II. Un Dios que no es providente
La segunda creencia que hay que cambiar es la del “providencialismo” (p. 10). Es decir, la idea de que Dios dirige nuestras vidas y nos manifiesta su voluntad a través de los acontecimientos que nos manda o permite. “Estas ideas providencialistas nos des-responsabilizan de nuestra vida y de lo que hacemos, bueno, malo. Nos desmovilizan social y políticamente. Estas ideas resultan socialmente perversas (…= Si todo es ‘voluntad de Dios’, ¿cuál es nuestro papel en la historia?” (p. 10). Y pone como modelo del combate contra esta idea a la Teología de la Liberación que las enfrentó en América Latina, aunque lamenta que fuera “destruida con una guerra ideológica de alcances enormes y lo que quedó fue tierra arrasada” (p. 11).
Esta concepción providencialista, es decir, “que todo es voluntad de Dios” empuja a la idea de que “debemos tener todos los hijos que Dios nos mande”, tremenda idea que atenta contra el derecho al aborto.
En cambio, la idea correcta, según López Vigil, es que “Dios… nos regaló… la libertad para que decidamos libremente, con libertad y responsabilidad, sobre nuestras vidas, sobre la vida” (p. 11), lo que para la autora significa decidir libremente cuándo y a quién quitar la vida, y decidir contra la ley de Dios.
Propuesta, indudablemente, contraria a la enseñanza de Jesús, que nos mandó rezar: “hágase Tu Voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6, 10), y que consideró su vida como una consagración plena a la voluntad del Padre: “Les dice Jesús: Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Jn 4, 34). Y quien, además, ha dejado la más extraordinaria enseñanza sobre la providencia divina y la confianza con que debemos abandonarnos a ella (cf. Mt 6, 26-34 (5)). Pero destruir el sentido de providencia es también negar el sentido de la paternidad divina; por eso el paganismo propuesto por las feministas del estilo de nuestra autora, dejan a los hombres huérfanos de Dios.

III. Un Dios que no ha muerto para salvarnos
La tercera creencia que se propone combatir afecta de modo directo a la verdad central de la redención: “Dios no nos salva por el sufrimiento y el sacrificio, Jesús no murió para salvarnos, fue matado por sus ideas, por la ética que propuso” (p. 12). Esta es la “creencia que debemos cuestionar”. “Creemos, nos han enseñado a creer, que hemos sido salvadas por Jesucristo y que Jesús nos salvó sufriendo y muriendo, que nos salvó al ser crucificado” (p. 12).
La autora, como las feministas a quienes representa, se escandaliza de la verdad central de nuestra Fe, y afirma: “Jesús no vino a morir”.
La negación de la redención es fruto, a su vez, de la negación del pecado original: “Ese paraíso que no existió en ninguna parte, ese Adán y esa Eva que nunca existieron, ese pecado que nadie cometió nunca” (p. 12). De ahí, consecuentemente, es incomprensible el enojo de Dios con los hombres, y el sacrificio expiatorio de Cristo. Todo esto es, para ella, “perversa creencia” (p 13).
Y pierde sentido también el misterio del dolor y de la cruz, que la autora juzga “idea perversa” (p. 13). Especialmente el sufrimiento de la maternidad “impuesta”.
Y según ella no fue esta ni la idea ni la predicación de Jesús; por el contrario, lo que él “propuso fue una ética de relaciones humanas, donde curar, cuidar, sanar, servir, amar, era lo que le agradaba a Dios porque evitaba el sufrimiento innecesario. Jesús rechazó los sacrificios y propuso justicia, compasión, equidad. Ni siquiera ayunó, esa forma de sacrificio personal para agradar a ese falso dios que se calma cuando sufrimos. No propuso la castidad, esa forma de sacrificar el impulso sexual, de reprimirlo, de sufrir reprimiéndolo. No propuso yugos ni dolor, sino amor y libertad. Y comparó el Reino de Dios con un banquete, con una boda, con una fiesta” (p. 13). He aquí, magníficamente resumida, la antimoral pagana, o la moral antievangélica.
Afirmaciones, todas estas, profundamente antievangélicas y anticristianas. Pues, como enseña san Juan en su Evangelio: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por Él vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 14-16). Y con increíble fuerza truena san Pablo: “os transmití en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras” (1Co 15, 3-4); y San Pedro: “Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu” (1Pe 3, 18).
Lo que sucede es que también hoy, como en los tiempos apostólicos “nosotros (los apóstoles y los auténticos cristianos) predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles” (1Co 1, 23).
Y por el mismo motivo, nuestras cruces y dolores son el camino hacia el cielo: “Ya que Cristo padeció en la carne, armaos también vosotros de este mismo pensamiento: quien padece en la carne, ha roto con el pecado, para vivir ya el tiempo que le quede en la carne, no según las pasiones humanas, sino según la voluntad de Dios” (1Pe 4, 1-2). “Los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias” (Gal 5, 24).

IV. Dios es una creación cultural y no hay Revelación propiamente divina
Cuarta creencia que hay que impugnar es la identificación de Dios como varón. Y en este punto aparece quizá la única sutileza de la ideología feminista del escrito (porque el resto de las cosas que hemos expuesto son simples groserías contra la Fe). La autora juega con el sexo y el género: “Dios no tiene sexo, pero sí tiene género”. Y añade: “el sexo es una condición biológica, el género es una construcción cultural (…) Dios ha sido construido en los últimos diez mil años de la historia humana con el género masculino y desde el género masculino. Lo imaginamos como varón” (p. 14). Jesús lo llamó “Abbá”, “Papá”, por ser él, “hijo de la cultura religiosa judía (…) No lo llamó Madre”.
El texto puede parecer, a primera vista, dirigido contra una errónea atribución de sexo a Dios. Pero no está ahí el gato encerrado. López Vigil no solo niega que Dios tenga sexo, lo que es correcto teológicamente, y jamás ha sido enseñado por la Fe Católica, sino que, en realidad, afirma que Dios es un producto cultural.
Si bien no podemos decir que necesariamente niegue a Dios con estas palabras (aunque el proponer una religión pagana de sacralización de la naturaleza en general implique la negación de un Dios personal y trascendente), sin embargo, sienta la base agnóstica que hace de fondo a toda esta doctrina; en caso de que Dios exista, la vía para conocer su naturaleza no es la Revelación que Él hace de sí mismo, porque la idea que tenemos de Dios no es otra cosa que la proyección cultural que los hombres se hacen de Él: Dios es lo que los hombres elaboran, y como las culturas que han dominado en los últimos milenios han sido culturas dominadas por varones, la idea de Dios es una idea de un Dios-Varón. Explícitamente lo afirma: “La Biblia (…) es la expresión cultural de un pueblo, el pueblo de Israel, que pensó a Dios como un varón. Es la literatura de un pueblo, en donde sólo los hombres sabían escribir y eran los que escribían. Es pues, un producto esencialmente masculino” (p. 15). No es, pues, la Palabra de Dios, sino una literatura humana y, además, machista.
“La masculinización de la idea de Dios es una de las raíces más fuertes, seguramente la más profunda culturalmente, de la violencia de los hombres contra las mujeres. Porque donde dios es varón los varones se creen dioses. Esa superioridad la respiran los hombres en la atmósfera de la cultura dominante, la respiran en los libros de la Biblia, la respiran en los sermones de los curas y en las prédicas de los pastores. Recuerden: donde dios es varón los varones se creen dioses” (p. 17).
Al negar el carácter revelado de la Sagrada Escritura, la sra. López Vigil manifiesta claramente que no es católica, ni cristiana, ni siquiera judía. Es pagana.

V. ¿Quién es Jesús?
La quinta afirmación no deja ya lugar a dudas; la autora afirma con descaro: “Jesús NO ES Dios. Nos enseña, nos dice, cómo es Dios” (p. 14).
¿Qué otra cosa podríamos señalar al respecto sino aquellas palabras de San Juan: “¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre” (1Jn 2, 22-23).
* * *
Es indudable que ese folleto sabe bien a qué apunta: si se quiere amortiguar la conciencia, hay que desnaturalizar la idea de Dios. No solo en orden a despenalizar el aborto, como pretende la autora, sino cualquier otra acción humana desordenada. “Si Dios no existe, todo está permitido”, dice Ivan Karamazov. Y si Dios es esa idea vacía que propone el feminismo, también. Por eso la propuesta de la autora no se diferencia mucho de los procesos patológicos que se producen en la mente de ciertos enfermos mentales en quienes, por un procedimiento de perversión particular, se producen diversos mecanismos de amortiguación de la conciencia, dando por resultado o el “amoralismo”, que consiste en la carencia de sentimientos morales de culpabilidad, deber y remordimiento; o el “hipomoralismo”, que es algo semejante al amoralismo, pero en tono rebajado; hasta el “inmoralismo”, que añade al amoralismo cierto egocentrismo exacerbado que a menudo conduce a acciones delictivas e incluso al crimen (6), como se observa en violadores, pedófilos y homicidas sexuales. Es probable que algunas mujeres que acepten las ideas propuestas por este feminismo exacerbado, amortigüen el remordimiento por los abortos cometidos, aunque solo hasta cierto punto, porque la autora parece desconocer que el problema del lacerante dolor por el aborto cometido no es una cuestión circunscripta al ámbito de la conciencia moral sino que está ligada profundamente a lo que algunos psiquiatras llaman “conciencia biológica”, que es independiente de las creencias religiosas que se profesen, o de que no se profese ninguna (7). Lo demuestra con suficiencia los estudios sobre el síndrome post aborto (8).
Pero añadamos que si no consiguen amortiguar el sentido de pecaminosidad relacionado con el aborto, sí lo conseguirán respecto de todas las demás acciones desordenadas, no solo en el plano sexual, como anhela López Vigil, sino en todo plano del obrar, incluido el de la violencia, el del abuso, el del desprecio por el prójimo y sus bienes, y el del homicidio. La “despenalización de la conciencia” no solo produce personas irresponsables y sin cargos de conciencia, sino psicópatas.
Ya Juan Pablo II señaló “la amenaza de un eclipse de la conciencia, de una deformación de la conciencia, de un entorpecimiento o de una anestesia de la conciencia” (9), causada precisamente por la pérdida del sentido de Dios, es decir, por “la progresiva ofuscación de la capacidad de percibir la presencia vivificante y salvadora de Dios” (10). Pues “cuando se pierde el sentido de dios también el sentido del hombre queda amenazado y contaminado… La criatura sin el Creador desaparece… Más aun, por el olvido de dios la propia criatura queda oscurecida” (11).

* * *

Tal es la propuesta que hace la sra. López Vigil a las mujeres de nuestro tiempo.
De todos modos señalo un doble “mérito”, si así puedo expresarme, en este escrito.
Por un lado la claridad de los conceptos, que nos permiten aferrar el núcleo de las ideas feministas de modo diáfano e inmediato, sin vernos obligados a deducir estos mismos principios a través de oscuros párrafos y de tortuosas exposiciones como ocurre a menudo en otros autores que, pensando lo mismo, enturbian las aguas para no dejar tan evidencia su pensamiento. Aunque reconozcamos también que parte de la claridad se debe al público sencillo al que se dirige la publicación, y en una cuota no despreciable, a los límites filosóficos y teológicos de la escritora.
En segundo lugar, quiero destacar que la exposición resume certeramente las principales verdades que hay que destruir para pervertir la fe cristiana. La autora se denomina “cristiana” (“somos religiosamente: cristianas”: p. 9), pero indudablemente no lo es. Es pagana y gnóstica, y más todavía, anticristiana. Su propuesta de revisión religiosa no es más que un protocolo de apostasía. Quien acepta las propuestas de este escrito se queda sin nada: sin fe, sin Iglesia, sin Dios, sin Cristo. Su propuesta es, pues, anti-fe, anti-iglesia, anti-Dios y anticristo. La religión que propone la sra. López es la que san Pablo y san Juan ponen en los labios y en las obras del Anticristo que ha de manifestarse en los últimos tiempos.
Qué bien le cuadran los anatemas paulinos, que el apóstol de los gentiles apostrofa a los superficiales gálatas: “Me maravillo de que abandonando al que os llamó por la gracia de Cristo, os paséis tan pronto a otro evangelio –no que hay otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren deformar el Evangelio de Cristo-. Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema! Como lo tenemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema!” (Gal 1, 6- 9).

NOTAS:
1. Sin editorial ni fecha de publicación. María López Vigil es una periodista cubana, radicada en Nicaragua. Ha estado embarcada en la teología de la liberación. Fue religiosa teresiana, hermana de José Ignacio López Vigil, ex sacerdote jesuita. Juntos hicieron al final de los años setenta una obra titulada Un tal Jesús, que es una serie de 33 casetes con 144 episodios grabados de la vida de Jesús en clave marxista, “anticlerical y soez”, en el decir del entonces obispo de San José de Costa Rica, “irreverente” según el cardenal López Trujillo.
2. La presentación tuvo lugar el 27 de octubre de 2012, en el Auditorio Xabier Gorostiaga, S.J., siendo los auspiciantes el Programa Interdisciplinario de Estudios de Género (PIEG-UCA) de la Facultad de Humanidades y Comunicación, y Católicas por el Derecho a Decidir por Nicaragua.
3. Puede verse sobre este autor el libro de Alister McGrath y Joanna Collicutt McGrath, The Dawkins Delusion?: Atheist Fundamentalism and the Denial of the Divine, Canadá (2007)
4. El Documento del Consejo Pontificio de la Cultura y del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, Jesucristo portador del agua viva, sobre la New Age, dice: “Wicca: antiguo término inglés para designar a las brujas, aplicado a un resurgir neopagano de algunos elementos de la magia ritual. Acuñado en 1939 por Gerhard Gardner en Inglaterra: se basaba en algunos textos eruditos, según los cuales la brujería europea medieval era una antigua religión natural perseguida por los cristianos. Con el nombre “the Craft”, se extendió rápidamente en Estados Unidos durante los años 1960, donde se vinculó con la “espiritualidad de las mujeres”. La religión Wicca es un retorno al paganismo y sus adherentes se enorgullecen de ello. Entre sus miembros hay mujeres que profesan ser brujas o wicca. Reclaman que el cristianismo ha dado un mal nombre al paganismo y buscan reivindicarlo… Abundan en sus sitios de Internet las invitaciones a consultas psíquicas (adivinación), encantaciones (ofrecen encantaciones para todo: amor, dinero, salud, protección, suerte…), el voodoo y la magia… Proponen sus enseñanzas y prácticas como una alternativa más eficaz que el cristianismo para resolver los problemas de la vida.
5. Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosecha, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal” (Mt 6, 26-34)
6. Cf. Roldan, Alejandro, S.J. La conciencia moral, Razón y Fe, Madrid 1966, 240-241.
7. Cito el testimonio del psiquiatra Karl Stern: “No pocas veces vemos que en los casos en que una mujer comete un aborto artificial, digamos en el tercer mes de la gestación, este acto parece no tener consecuencias psicológicas. Sin embargo, seis meses después, precisamente cuando el bebé habría debido venir al mundo, el sujeto cae víctima de grave depresión o incluso de psicosis. Ahora bien, acerca de esto se observan dos circunstancias curiosas. La depresión se produce aun sin que la mujer se dé cuenta conscientemente de que ‘ahora es el momento en que habría debido nacer mi bebé’. Además, la filosofía de la paciente no es necesariamente tal que ella desapruebe el acto de interrupción del embarazo. Sin embargo, su profunda reacción de pérdida (que no va necesariamente unida con una preocupación consciente por el parto fallido) coincide con el tiempo en que éste hubiera tenido lugar… La mujer, en su íntimo ser, está profundamente vinculada el bios, a la naturaleza misma” (Citado por Häring, Shalom: Paz, Herder, Barcelona 1975, 213).
8. Cf. AA.VV., Myriam… ¿por qué lloras?, Barcelona (2004).
9. Juan Pablo II, Reconciliatio et Paenitentia, 18
10. Juan Pablo II, Evangelium vitae, 21.
11. Juan Pablo II, Evangelium vitae, 22; cita al Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 36.
FUENTE: Cursos de cultura Católica del I.V.E. 2011 en San Rafael, Mendoza, Argentina (EDIVE, San Rafael, Mendoza, Argentina – año 2012)

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