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martes, 29 de enero de 2013

LA EQUIVOCA ACCIÓN DE DESPRESTIGIO DEL MILITAR.



Por Tcnl. José Javier de la Cuesta Avila (LMGSM 1 y CMN 73) (1)


Una ola de comentarios  que, aparentemente, busca desentrañar del pasado heroico, episodios que fueran desvió y señalan  crueldad, sin valorar las circunstancias, indican solo afán de destruir institucionalmente al militar, lo que debe alertar a la sociedad para una reacción justa que reafirme su prestigio.

             Bajo la cobertura positiva del acceso universal a los "Derechos Humanos", se ha incubado un negativo proceso de ataque artero y denigrante contra las instituciones históricas de los ejercidos y la Iglesia Católica, mostrando bajezas de militares y curas, que se alejan con sus conductas, violando los principios, que hacen de estas organizaciones castrenses el eje sano, consistente y puro de la sociedad, y, su objetivo, es el desprestigio. El tema se agrava, no tan solo por los hechos, sino por la falta de reacción, el silencio de los acusados y la aparente no respuesta orgánica, que, lógicamente, alienta a nuevos infundios, reales o supuestos, que, como un cáncer avanza y se infiltra en el cuerpo social, destruyendo sus entrañas y llevando el peligro de su subsistencia en el mañana. Ante este riesgo cierto y probable, es necesario elevar voces que, afianzadas en la verdad, restituyan la corriente a sus cauces naturales, para evitar que ella se convierta en torrente indomable con efecto desbastador y consecuencias inimaginables en la sociedad. En realidad, se trata de mostrar a aquellos que denigran, atacan o lastiman el prestigio de soldados, marinos o aviadores, por lo que hicieron o dejaron de hacer, colocándose en un extraño sitial de justiciero sobre temas y acciones que, en verdad, desconocen.

                Hace algún tiempo, al escribir lo que pensaba yo  (militar), que era "ser militar", dije que el militar arriesga su vida en la guerra y su prestigio en la paz y ante la evidente acción de "desprestigio al militar", siento la necesidad espiritual de hacer algunas reflexiones. En principio este accionar,  no es solo en nuestro medio, sino que aparece en diversos lugares, generalmente en países que han sufrido los efectos de la "guerra civil", o en temas de reivindicación sobre aquellas naciones que perdieron el conflicto. Este tema adquiere formas concretas, al trasladar los episodios del pasado a las nuevas concepciones de protección de los seres humanos que se han desarrollado últimamente. Es una manera de "escarbar" el ayer, no con fines históricos que enseñen, sino por una aparente apetencia de "justicia" que, la más de las veces, contienen algún resarcimiento económico. La cuestión es que se presentan los episodios bajo la óptica de la paz y se olvida que ellos se produjeron bajo la presión de la guerra. Los estudiosos de la Historia Militar, saben que las "postguerras" son tan importantes como la guerra en si, ya que, en ella, se cosecha el éxito del sacrificio realizado o se desperdicia el esfuerzo para ser el vencedor. El triunfador debe, necesariamente, mostrarse como tal y ejercer el poder que le da la victoria, pero sin que ello signifique denigrar o disminuir al adversario que, cuanto mejor haya sido, mas crédito tendrá el que logro vencer. El gran problema es justificar las acciones durante la paz, donde la presión del combate no impone sus leyes, pero olvidando, que tanto el sacerdote como  el soldado, para mantener su adecuada y necesaria calidad, aptitud y entrenamiento no hace diferencia entre esos momentos.

     En general, las críticas al militar, la realizan civiles, aunque en algunos pocos casos también militares (camaradas??), que normalmente no tienen la "vivencia" de lo que se es y, en el caso de los militares, buscan recrear algo en lo que no participaron o que aceptaron en su momento, sintiendo que se habían equivocado. Pero, como el tema del "desprestigio" obra sobre el "prestigio", surge intentar de definirlo ya que el mismo tiene esencia de honra, se muestra como reputación y se expresa como reconocimiento ante sus pares y, lógicamente, los terceros. Todo esto tiene tal peso anímico que el "desprestigio"  en algunas sociedades (Como en Japón) solo se atiende con la muerte.

      No hay dudas que el pasado muestra militares, que no supieron ser lo que se espera de ellos, no tan solo como varones y caballeros, sino como soldados, particularmente superiores ante sus subalternos o como vencedor ante el derrotado, pero, casi siempre, ellos han recibido la sanción de su propia institución y el olvido denigrante de sus camaradas. Sin embargo, la conciencia es el mejor y terminante juez, que no se puede eludir o acallar, pues estará siempre presente en la memoria de aquel que su accionar lo haya desprestigiado. Perder el prestigio para un militar es igual que perder todos los atributos que lo hacen soldado, el respeto de sus camaradas y la capacidad de convivencia con sus conciudadanos.

     Lo que duele, lastima y enoja, es la acción de desprestigio que construyen algunos con fines inconfesables, lejos de la realidad de los hechos y bajo el manto de los predicadores falsos, que no buscan  aparente justicia, sino un momento de equivoco brillo que dura solo el tiempo de la mentira y, por ello, no tiene la consistencias perdurable de la verdad. Ante el ataque al prestigio individual, dentro de una institución militar, ella muestra el equívoco mediante su accionar, dando respuesta cumpliendo prolija y exactamente las normas que reglamentan acciones y conductas en el servicio. De alguna manera el militar se asemeja a los "monjes de clausura", que ajustan su vida a las "reglas" de la orden de la que son parte. Estas reglas, tanto militares como conventuales, tienen mucho no escrito y que subyace en el pasado, con la misma fuerza que las normas y constituyen el legado histórico de acciones y conductas que se consideran modelo o ejemplo. Es así que los militares argentinos se identifican con el General San Martín y, por ejemplo, los jesuitas, lo hacen con San Ignacio de Loyola. Entender esta valoración, clásica de los soldados, es comprender en cuanto ello tiene importancia el saberse respetado, aceptado y considerado por lo que hace para cumplir con fidelidad el rol y misión que le es asignada. (2)

   En los tiempos de paz, el desprestigio toma una modalidad social que se vincula a como es considerado el militar dentro de su comunidad. En tal caso, será siempre importante recordar que las fuerzas armadas "son el brazo armado de la Patria", es decir parte del cuerpo social y, por lo tanto, dan cabida a las mismas virtudes o vicios que lo caractericen. En tales casos, se quiere que el militar haga o realice lo que sus conciudadanos no lo hacen o realizan, sin tener en cuenta que el hacerlo despertara el rechazo cuando no la acusación pues se aleja del conjunto social que concretamente integra. Casi siempre, con sus muy honradas excepciones, el origen del "desprestigio" viene de "arriba" es decir de lo que se conoce como la "superioridad", que por acción propia u omisión de actuar, no toma las "medidas correctivas" en tiempo y forma oportunamente. Ello tiene la lógica de la escala, ya que un subalterno siempre será dirigido y controlado, en cambio, aquel que es superior, deberá tener un "autocontrol" propio y absoluto que solo el espíritu y el deber lo materializara.

   El problema para el militar para poder defender personalmente su prestigio, en el caso el mismo sea amenazado, son las normas castrenses, ya que, paradójicamente, ellas inhiben hacerlo, por el hecho que lo individual se transforma en la óptica de la sociedad en algo colectivo. Esta situación puede ser corregida, cuando los ejercidos tienen como parte de su reglamentación un "Código de Honor", que va más allá de las disposiciones de tipo judicial, ya que afectan al individuo, no como profesional de las armas, sino como soldado al servicio de la Patria.

   Es verdad que hay militares (y curas) que quedan atraídos al accionar que desdice o contradice el espíritu que les da vigencia como tales, pero también es cierto que hay muchos más que nacen y viven dentro de la vocación que los hace soldados (y sacerdotes) y que rechazan lo no correcto y cumplen con abnegación lo que tienen impuesto, lo que si bien no los beneficia, si llena de satisfacción por el "deber cumplido". De esta suerte, obran mal aquellos que por los más diversos fines, se dedican a exhibir la "carroña" y solazarse de sus pútridos olores, quizás pensando que con ello hacen bien y sin evaluar las reales consecuencias. Sepan aquellos investigadores que los militares (curas) son seres humanos, igual a cualquiera de ellos, que por vocación han elegido "servir" a sus semejantes con deificación (algunas veces con sacrificio) y que si en su seno aparecen desviados o delincuentes deben ser acusados como personas y no englobados en su profesión. Sepan aquellos detractores de las Fuerzas Armadas y de la Iglesia Católica que ellas existen porque hay Patria y Dios y que en ellas están seres humanos exactamente igual a sus prójimos, con virtudes y defectos, pero iluminados por su vocación.

    Aquel que levanta su voz para señalar conductas dirigido a una persona que sirve a la sociedad como militar,  está acusando no a un ser individual, sino a alguien que es parte de la orgánica de los ejercidos y que, en última instancia, a  una institución base en la conformación de la sociedad de la que se es parte, lo que impone seriedad, prudencia y racionalidad para que la lógica de los resultados sean positiva. Aquel que ínsita a la rebelión o al motín de un soldado, no sabe lo peligroso que es una invitación a la violación de las reglas y las normas que en la forma de la disciplina da coherencia a los ejércitos como organización de guerra y, a la vez, sustento y garantía de la paz.

Notas:
(1) Este mensaje se escribe como una contribución más con el deseo que ella tenga algún grado de esclarecimiento para aquellos que critican, señalan o califican, la conducta y accionar de militares ante situaciones en las cuales solo son subalternos y están subordinados disciplinariamente a determinados superiores que no asumen la responsabilidad que su cargo y jerarquía les impone.
(2) Es de recordar lo que dijo el Dr Carlos Pellegrini el 16 de junio de 1906, al referirse al "Honor Militar" del que señalamos el párrafo siguiente: "...y toda esta autoridad y todo este privilegio, se lo damos bajo una sola garantía, bajo la garantía del honor y de su palabra".

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