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viernes, 22 de marzo de 2013

DISIDENCIAS, ACUERDOS Y DISOLUCION NACIONAL



Por Carlos Manuel Acuña
Con el riesgo de caer en lugares comunes que tanto abundan y más en estos momentos, debemos decir que la designación del cardenal Bergoglio en el trono de Pedro, produjo y producirá consecuencias políticas en lo que para el nuevo Santo Padre es un tema menor. Sin embargo, los valores y principio que pregona y ejerce causan pánico entre los kirchneristas que, pese a todo, en su subconsciente no dejan de sopesar el contraste con sus propias conductas e ideas que quieren imponer contra viento y marea. 
El contenido de este tema fue advertido a poco de salir a luz la nueva situación y tras un breve análisis de inteligencia, en la cúpula cristinista se resolvió hacer un giro de 180 grados y pasar del ataque a la adulación del nuevo estilo y retroceder abiertamente en la estrategia confrontativa. A ello se deben las declaraciones sueltas de Cristina W., la contención que se aplicó sobre el titular de la Biblioteca  Nacional, la carta de Hebe de Bonafini al Papa - con los consiguientes mamarrachos gramaticales y de estilo para hacerla más creíble -, las expresiones de los elementos más representativos del entorno presidencial y el silencio de algunos personajes que si ponderaran a Francisco generarían risas y harían más evidente el objetivo estrictamente político de esta conducta. Hasta Horacio Verbitsky amainó sus reflexiones y todo el oficialismo se dedicó a ponderar el rumbo elegido para la Iglesia Católica.
Apenas llegó de Roma, Cristina convocó a un par de reuniones en Olivos para evaluar el resultado de su comportamiento en el Vaticano y retomar las inquietudes por las malas señales que ofrecía la economía. La disparada del dolar alarmó a la Presidente que volvió a analizar el demorado alejamiento de Mercedes Marco del Pont como titular del Banco Central, interesada en tomar distancia lo más rápido posible de lo que considera como un futuro derrumbe de nuestras finanzas. Este asunto ya lo mencionamos días atrás, así como también el nombre del eventual reemplazante, genuino miembro de la izquierda más tradicional y diputado nacional por el Frente para la Victoria, Roberto Felleti. Las reuniones fueron dos, una más amplia y otra relativamente reducida que produjo conclusiones interesantes. Una de ellas, audaz e imprudente, de contenido curioso y revelador de la incultura y criterio de los funcionarios consistió en tratar de desarrollar un activo acercamiento al Santo Padre para captar su buena voluntad en favor del oficialismo. La táctica despertó un notable interés pero también grandes divisiones internas que al ocurrir por primera vez pusieron de manifiesto un cierto resquebrajamiento de la verticalidad que rigió hasta el mismo momento del viaje a Roma.
El caso es que llevados por su entusiasmo, varios de los colaboradores de Cristina no disimularon sus coincidencias por el rumbo impuesto por Bergoglio en el cumplimiento de su misión y se ubicaron al margen de cualquier especulación política. Lo más destacable es que ese mismo entusiasmo era compartido por varios legisladores nacionales, lo que podría ser una posible fuente de discordias y ruptura de la disciplina férrea que caracteriza a los diputados y senadores nacionales. Obviamente el esquema podía repetirse en las provincias y de esta manera se complicaría el autoritario manejo político. Hasta el momento de escribir estas líneas las cosas no pasaron a mayores pero fueron lo suficientemente intensas como para que Cristina comprenda que deberá moverse con más cuidado y volcar los esfuerzos distractivos en un terreno que, cree, le dará resultados: utilizar otra vez a las Fuerzas Armadas como una moneda de cambio e intensificar los anuncios de grandes reducciones.

De todos modos, la cuestión registra una tendencia que se remonta hasta la presidencia de Raúl Alfonsín cuando se puso en marcha una política persecutoria que se hizo imparable. Después de la Operación Dignidad que culminó con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, en determinados sectores militares y en especial del Ejército, comenzó a cundir la preocupación por las presiones externas e ideologizadas tendientes a erosionar la capacidad defensiva del país. Diálogo Intermericano y otras organizaciones iniciaron una sostenida presión política que poco a poco modificó un escenario que había ingresado en la etapa de la pacificación, hasta que se sancionaó la supresión de las leyes mencionadas pese a la inconstitucionalidad de la medida. Así y con total arbitrariedad se puso en marcha la organización de juicios contra quienes vencieron a las guerrillas. Verbitsky fue uno de los ideólogos de este proceso y consecuentemente aparecieron falsos testigos, se excluyó a los combatientes guerrilleros y apareció el negocio de los Derechos Humanos que permitió instrumentar pagos cuyo monto es ocultado sistemáticamente pero que supera la bonita suma de cuatro mil millones de dólares. El escándalo ya está en la superficie pero la reacción por lo ocurrido está demorada.

En el interin ocurrió otro pronunciamiento militar bajo la conducción del coronel Mohamed Alí Seineldín, cuyo Estado Mayor advirtió que avanzaba el proyecto de transformar al aparato militar desnaturalizando sus funciones y alterando su razón de ser. No todos lo entendieron pese a que cada uno de los contenidos de la "desmilitarización" de la Argentina culminan hoy con la concreta y cuasi desaparición de la Armada y de la Fuerza Aérea y una sensible reducción de las capacidades de todas las armas del Ejército. Los buques se hunden amarrados en  los puertos, los aviones se estrellan o directamente no pueden volar por falta de mantenimiento, únicamente el treinta por ciento de los blindados está en condiciones operables, la moral de oficiales y suboficiales es sistemáticamente agredida a partir del ejemplo que ofrecen los jueces prevaricadores que condenan a inocentes convertidos hoy en presos políticos, los ordenamientos legales limitan la tarea de las Fuerzas de Seguridad y de las Policías, las leyes "garantistas" protegen a los delincuentes y contribuyen a la inseguridad que hoy constituye uno de los principales problemas políticos que afigen a la sociedad, se persigue a quienes opinen lo contrario y el escenario permite hablar de manera creciente de un alarmante ingreso en la anarquía. Se sabe que entre las ideas que se manejan está la de suprimir la voluntad soberana para alcanzar objetivos políticos propios y crear unidades expedicionarias sólo para desplegarse en escenarios lejanos y ajenos al interés nacional, otras dedicadas a intervenir en el flagelo del narcotráfico y finalmente grupos para intervenir en conflictos internos, pero únicamente con sentido ideológico y en segunda instancia si se diera el caso de que sean superadas las Fuerzas de Seguridad y las Policías. Obviamente, el país quedaría incapacitado para autoabastecerse y la industria correspondiente dejaría de existir o simplemente no prosperaría. A la inversa de lo que sucede en otros países de la región, la República quedaría atada a esquemas alejados del propio interés y esta temática se extendería a otros tópicos sobre los que volveremos próximamente. Por ejemplo, desaparecerían especialidades, se unificarían oficinas y centros de conducción, también los servicios de asistencia social y contrariamente a lo que ocurre con nuestros vecinos, la Argentina no podría contar con reservas propias. A título de ejemplo, todavía hoy el total de nuestros efectivos ronda en unos setenta mil hombres, una cifra casi igual a la que posee Chile, pero en caso de conflicto, en pocos días los chilenos podrían movilizar unos trescientos mil hombres - los brasileños un  millón - pero nosotros ninguno. Puede pensarse que el intento de suprimir los Liceos Militares - formadores de reservistas además de impartir una educación de excelencia - apuntó a controlar este asunto en una de sus bases sustantivas y originarias, aunque al respecto debemos subrayar que como expresión de rebeldía a esta concepción que responde a los ministerios de Defensa y de Seguridad, el gobierno de Misiones declaró de interés provincial al Liceo almirante Storni, lo que podría ser una primera señal alentadora. En síntesis, del disparate de querer involucrar al Vaticano en nuestros problemas políticos y electorales hasta la indefensión con todos sus peligros, indican la medida del descalabro, la incapacidad, la improvización y el gran interrogante que gira alrededor de la derrota electoral que podría infligirle al gobierno un Frente multisectorial que está en formación. Evitar la disolución nacional, sería uno de sus objetivos.

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