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viernes, 12 de julio de 2013

EL “CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE LA PERLA”



Por Edmundo Gelonch Villarino

Uno puede saber muchas cosas, por aquella ventaja del diablo, que “sabe por diablo, pero más sabe por viejo”. Y así no puede menos que compadecer a quienes, tras arduas investigaciones, terminan creyendo saber lo que no saben.
Lo digo por un padrecito jesuita que firma Gustavo Morello S.J., y publicó el pasado 14 de febrero, en HOY DÍA CÓRDOBA, algo titulado “La Perla y Primatesta” (http://www.hoydia.com.ar/magazine/item/18441-la-perla-y-primatesta.html). Aclaro que no defiendo a Primatesta si es que lo necesita y que nunca fui su amigo. El pobre Padre Morello declara “hace años que estudio, desde la sociología, el tema de lo religioso y la violencia política…” Lástima de tiempo malgastado. Como viví lo que él cree haber estudiado, le aportaré algunos datos testimoniales.
La Perla no fue un “campo de detención clandestino”. Durante la guerra no declarada legalmente que vivimos entre 1964 y 1989, y cuya existencia está reconocida en la Sentencia 13 de la Suprema Corte de Justicia, cuando condenó a los Comandantes en Jefe, cualquiera sabía que La Perla era un puesto en el campo de maniobras del Tercer Cuerpo de Ejército, cuyos edificios se veían desde la autopista a Carlos Paz. Los militares durante muchos años se negaron a combatir al terrorismo, permitiendo los asesinatos, las bombas y los atentados en los que morían civiles, políticos, jueces que habían encarcelado a terroristas, etc., a veces asesinados con sus hijos o familia.
Recuerdo en particular, bajo el gobierno democrático de Isabelita, el año que murió el General Perón, los asesinatos de los Profesores Jordán Bruno Genta y Carlos Alberto Sacheri, filósofos católicos. Pero los militares no querían actuar: en todo caso era “asunto policial”.
Así que cuando el Gobierno Democrático ordenó “la aniquilación de la guerrilla”, hubo que improvisar todo: el Estado no estaba preparado para enfrentar la agresión de miles de combatientes armados, adoctrinados casi siempre en las universidades estatales y católicas, dirigidos militarmente desde Cuba y espiritualmente por “capellanes” tercermundistas. Hablo de los que conocí, por ejemplo, de Milan Viscobich, Erio Vaudagna, “El Gato”Rivarola, Marcelo Sarrailh, Guillermo Mariani, Oreste Gaido y otros que no traté tan cercanamente porque yo colaboré con los de mi parroquia.
Me consta la filiación espiritual del famoso terrorista Miguel Ángel Barrionuevo, (mi ex alumno que colocó ocho bombas en el Palacio de Justicia en 1971 y murió tiroteándose en la Ruta 20), dirigido por Vaudagna y por Monseñor Angelelli.
Conociendo mis estudios de Santo Tomás, Vaudagna me contaba que él “prefería leer el Evangelio desde otra filosofía, de alemanes”, como Karl Marx. Y eso, dijo, enseñaba desde sus cátedras en el Seminario Mayor Nuestra Señora de Loreto, de la Arquidiócesis de Córdoba. Y también es cierto que no encontraba mejor representación humana del Verbo Encarnado, que el “Che” Guevara, centro del pesebre navideño parroquial. En cambio, Marcelo Sarrailh, sobre Santo Tomás de Aquino me dijo que “era un ignorante: no sabía teología bíblica”. Aún conservo un pergamino firmado en agradecimiento por las clases que me pidieron para la juventud parroquial, y que duraron dos domingos.
Así que cuando los militares no tuvieron más remedio que obedecer al Gobierno civil y enfrentar al terrorismo marxista, no estaban preparados. Morían de ambos lados en los enfrentamientos callejeros, y cuando los vecinos denunciaban talleres de armamento, cárceles “del pueblo”(cuevas o agujeros donde retenían y torturaban a las personas secuestradas, antes de asesinarlas) o depósitos de armas clandestinos, los detenidos en la acción eran llevados a instalaciones militares, porque no cabían en las policiales ni penitenciarias.
Ciertamente, fueron cientos de estudiantes universitarios, (mis compañeros a veces), hijos de familias burguesas acomodadas, los que pasaron por instalaciones militares: algunos —como mi amigo y colega Carlos Álvarez Igarzábal— fueron devueltos a su casa por comisiones mandadas por oficiales, ofreciendo disculpas a su esposa tras haber comprobado su inocencia. Otros permanecieron allí y salieron pese a su militancia en el PRT, como mi compañero Luis Reyes, (1) y otros desaparecieron.
Las instalaciones de La Perla no eran clandestinas, y estaban reguladas por las reglamentaciones legales. En Córdoba, eran las más apropiadas para concentrar detenidos, en razón de sus condiciones: aislamiento de vecindarios, tamaño, posibilidad de dar seguridad. Como los terroristas elegían blancos donde hubieran muchas víctimas, (como oficinas muy concurridas, galerías comerciales céntricas, dependencias públicas), se trataba de no poner en peligro a la población civil.
De modo que el “Centro Clandestino de Detención de La Perla” es un invento posterior, no sé si de las Madres de terroristas, de las Abuelas de hijos de terroristas, de los HIJOS de terroristas, o de los mismos terroristas sobrevivientes y gobernantes.
Y algo más sobre los “cristianos comprometidos” que alude el padrecito Morello: los que conocí no estaban “comprometidos” con las necesidades de los más necesitados: estaban “comprometidos con la violencia revolucionaria”, me consta que predicaban la lucha de clases marxista.
En cambio, en las barriadas polvorientas de casuchas miserables (a veces, en la única habitación, la familia convivía con el caballo que tiraba el carrito usado para seleccionar basuras. Y de eso comían, bajo gobiernos democráticos y “populares”. Y allí rezaban), que mi esposa, asmática, recorría bajo el sol llevando a la Virgen y anotando necesidades, y que los párrocos “comprometidos con la opción por los pobres” se negaban a incorporar a sus parroquias, se daba atención espiritual, misas y sacramentos. Pero eso lo hacían el Padre Miguel Ángel Regueiro, el Padre Roque Puyelli, el Padre Fr. Tadeo Coradazzi, el Padre Iván Rolando Luna, el Padre E. Maidana, y otros veteranos de Malvinas, porque casualmente, eran Capellanes Militares. Y fue el Padre Regueiro, con personal militar voluntario del Ejército argentino, quienes construyeron casitas a la víctimas del tornado en el pobre Barrio San Roque… ¡Qué lindo sería que la sociología del Padre Morello incorporase estos datos…!
Y una más: cuando dice que “los católicos comprometidos… nunca abandonaron la iglesia católica”, vuelve confundirse: la mayoría de los “tercermundistas” que nombra, abandonaron el ministerio sacerdotal para casarse o convivir, aceptaron lucrativos puestos gubernamentales y arrojaron la máscara católica para definirse marxistas revolucionarios, y algunos, defensores de la homosexualidad y la ideología de género. Un apóstata y rebelde contra Roma, ¿abandona o no la Iglesia?
Quiero creer que el R.P. Gustavo Morello, S.J., es hombre joven, que no vivió esos tiempos, y es víctima de la propaganda mentirosa. ¡Vea qué sociología!
Edmundo Gelonch Villarino
(1) Compañero al que debo gauchadas; una de ellas, avisarme que sería asesinado en 1973 si no dejaba de enseñar en la Escuela de Aviación. Figura como “desaparecido” (CONADEP), pero ha tenido actuación pública posterior a 1984.

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