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lunes, 22 de julio de 2013

LOS PIES DE HIERRO Y BARRO: LA RUPTURA POSTCONCILIAR CON EL MAGISTERIO TRADICIONAL


ESTUDIO IMPACTANTE DEL "MAGISTERIO" PONTIFICIO POST CONCILIAR QUE DEMUESTRA CLARA RUPTURA 

Por J. R. G. Cipitria (Sofronio)
Muchos son los que han querido demostrar la ruptura con la Tradición que supuso el Concilio Vaticano II y el magisterio que le siguió; unos lo intentaron desde la teología sacramental, otros desde la dogmática, menos desde el derecho canónico; todos, sin embargo, han acumulado numerosas pruebas del intento de fundar una nueva religión.
No obstante, y a pesar de la existencia de tantos hechos objetivos, ninguno ha convencido mayoritariamente a la masa de católicos de que tal ruptura, evidente, suponga un abandono de la fe católica; esta dificultad de convencer a los hermanos se debe a varios factores, de los que señalo sólo dos:
a) a la gran masa de católicos que incumplen con el deber de conocer la fe que profesan, estando sumidos en una ignorancia sobrecogedora;
b) porque esa nueva fe proclamada por la jerarquía se apoya, en parte, en una verdad siempre católica para proclamar un nuevo ‘credo’ que ya no es católico; de ahí proviene la gran dificultad de distinguir.
Ese nuevo ‘credo’ es el humanismo; “es cierto”, diremos con este nuevo ‘magisterio’, que la promoción de la dignidad humana buscada solamente en tanto y en cuanto glorifica a Dios, es finalidad de la Iglesia católica, pero buscada en sí misma (como fin simpliciter y no como finis quo, usando la terminología del Aquinate) es finalidad del orgullo humano engañado por el diablo, latrocinio de la Gloria de Dios, de la cual se muestra celoso y probablemente, la definitiva faz del Anticristo.
La modesta aportación de este escrito no pretende manifestar la evidencia de la ruptura desde sesudas disquisiciones teológicas que otros han hecho mucho mejor y menos, desde sutiles distinciones jurídicas en las que soy lego, sino desde un metodología más asequible a todos; puesto que hoy todo el mundo, o casi, sabe sumar y restar, mi humilde estudio se basará en algo objetivo e indiscutible: en las matemáticas y en una somera representación estadística en gráficos sencillos.
En efecto, este simple método lo he aplicado a las citas que cada encíclica añade, bien a pie de página, pero en general al final del documento.
¿Pero qué es una cita? Una cita es nota de ley, doctrina, autoridad o cualquier otro texto que se alega para prueba de lo que se dice o refiere, según el R.A.E; citar es, pues, ‘referir, anotar o mencionar los autores, textos o lugares que se alegan o discuten en lo que se dice o escribe’, ora nombrados a continuación de la cita, ora con un número que refiere al autor o texto citado al pie de la misma página o al final del documento; esta segunda modalidad es el objeto de este estudio. Bien, esta definición es simple y todo el mundo la entiende.
Entonces, puesto que las citas se pueden usar a modo de cimiento, aval, garantía sobre el que uno apoya su doctrina, pero también en el sentido adverso, es decir, como sentencia de alguien sobre la que el autor muestra su disconformidad, discrepa o rivaliza, será necesario, en primer lugar, saber en cuál de los dos sentidos se usan las citas en las encíclicas estudiadas.
El resultado podría ser que todas sean usadas como apoyo de lo que se dice; o también que todas se anotaron para expresar en lo que se disiente; pero podría ser, igualmente que unas lo fueran en un sentido y otras en el contrario, aun en el mismo texto.
Pues bien, no he encontrado ninguna cita que se haya escrito para ilustrar sobre una doctrina que ha sido condena o para discrepar de la misma, sino que todas las referencias tienen el objetivo de fundamentar sobre ellas el texto escrito, incluso en las notas referidas a los autores laicos, al menos en aquella parte que se trae para ilustración del lector. Es decir, tanto cuando se cita al magisterio preconciliar, como al Concilio Vaticano II, así como al magisterio de los papas postconciliares, a rabinos o agnósticos, las menciones alegadas, no otras, son utilizadas para sostén de lo afirmado en el texto de la encíclica.
Para el presente estudio he procedido a clasificar 2.971 citas y notas de la totalidad de las encíclicas escritas desde Pablo VI a Francisco, que hacen un total de 25 – 7 de Pablo VI con 305 notas; 14 de Juan Pablo II con 2.381 notas en total; 3 de Benedicto XVI que suman 235 menciones y una firmada por Francisco con 50 referencias al pie del documento, número dispar según la lengua de traducción tomada del Vaticano, ya que algunas traducciones no están completas-. Como Juan Pablo I no llegó a publicar ninguna encíclica, no aparece en este breve análisis.
Las ediciones de las encíclicas usadas para este trabajo siempre han sido las oficiales de laLibreria Editrice Vaticana, a través de la web oficial del Vaticano.
Todas las notas se han distribuido en los siguientes rubros:
1º MAGISTERIO TRADICIONAL.
Cantidad y porcentaje que se refieren al magisterio anterior al concilio Vaticano II, bien de anteriores Concilios Ecuménicos, sean de Bulas, Cartas Apostólicas, exhortaciones, audiencias…, de Romanos Pontífices anteriores a Juan XIII.
2º MAGISTERIO MODERNO.
A. MAGISTERIO CONCILIAR
Cantidad y porcentaje que se refieren al magisterio de los textos del Vaticano II (constituciones, decretos, declaraciones y notas; discursos de apertura y clausura,…).
B. MAGISTERIO POSTCONCILIAR
Cantidad y porcentaje que se refieren al magisterio de los Romanos Pontífices a partir de la fecha de la convocatoria del citado Concilio, 25 enero 1959, y no del final del mismo; la razón de esta elección, en general 1960, es que desde el mismo discurso de su convocatoria y a medida que se iban sucediendo declaraciones sobre el evento, celebrando sesiones y aprobando constituciones, todas éstas pasaron a nutrir las fuentes del magisterio de los papas, sin que todavía se hubiera clausurado el Concilio; encontramos así varias citas al discurso de su convocatorio y al de apertura y a su espíritu de “abrir las ventanas para que penetre el aire del mundo” que ya no pertenece al magisterio tradicional.
Como el Concilio supuso, para muchos, como una carta magna que abría una especie de ‘Caja de Pandora’, me pareció interesante señalar la cantidad y porcentaje, también, del magisterio postconcliar, es decir las auto referencias de los papas al nuevo magisterio que ellos mismos iban creando o al de sus inmediatos predecesores.
C. CITAS LAICAS
Como el magisterio iba, por una parte, desdeñando las referencias preconciliares a medida que se sucedían los papas y pasaban los años y, por otra, referenciándose los papas a sí mismos o a su inmediato sucesor, fueron apareciendo nuevas citas que ya nada tenían que ver con ningún magisterio, sino con este devenir lógico del Concilio Vaticano II cuyos funestos frutos padecemos, cada vez más alejado de las fuentes de la tradición, hasta el punto que quise, también, especialmente en los dos últimos papas, señalar la cantidad y porcentaje de citas laicas, es decir, referencias a pensadores ajenos al catolicismo.
Por último debo decir que un buen porcentaje de citas son entresacadas de teólogos, Santos Padres, doctores y cómo no, también de las Sagradas Escrituras. Sin embargo no he querido clasificar ni tener en cuenta las mismas por lo siguiente: De citar, por ejemplo, a Santo Tomás, para nada se deduce que se esté de acuerdo con lo que él quiere decir con su habitual precisión escolástica porque, o bien se pudiera referir la cita a una sentencia sacada del contexto del Santo Doctor u ocultar un desacuerdo radical con la metafísica que subyace en el Aquinate; no sería ninguna garantía de tomismo referirse, por ejemplo, a alguna conclusión del Santo Doctor de la Iglesia, incluso sobre la Eucaristía y a la vez aprobar una definición herética de la Misa en el nº 7 del capítulo II del Novus Ordo Missae, como ocurrió ya; y advertido, tuvo que corregir Pablo VI, o como se dice en ‘castizo’ borrar con el codo lo que había escrito con la mano. Respecto a las citas bíblicas ídem; éstas pueden ser usadas ora para avalar un magisterio auténtico conforme a lo manifestado siempre por la Iglesia, ora para introducir ideas propias tales como el novedoso concepto de la libertad religiosa o el herético de que todas las religiones son caminos de salvación; la experiencia nos dice que toda clase de herejes hicieron decir a los textos bíblicos lo que no expresaban, desde Arrio a Lutero hasta el día de hoy, y que hasta el mismo diablo las sabe y quiere usar a su favor, como consta en el Nuevo Testamento.
LAS FUENTES EN EL MAGISTERIO DE PABLO VI
Puesto que tres de las siete encíclicas de Pablo VI fueron promulgadas antes de la clausura del Concilio Vaticano II, parecería ser lo más lógico que entre las notas y citas de sus textos sobreabundaran con mayoría aplastante las referidas al magisterio pre-conciliar. Sin embargo, ya se aprecia en él una tendencia que no hará más que ir aumentando en sus sucesores; en efecto, de casi dos milenios de magisterio pontificio sólo lo cita 49 veces, mientras que a un Concilio recién clausurado, o aun estando en la última sesión o en intercesión, ya lo refiere en 66 ocasiones; pero si a esta cantidad le sumamos las citas a sus propias encíclicas o a las de su inmediato predecesor, Juan XIII, imbuidas ya del espíritu que se manifestaría en el Concilio se alcanzan la totalidad de 92 referencias para el magisterio moderno, frente a 49 del magisterio preconciliar.
Entre el resto de notas no magisteriales, que no he querido clasificar según lo señalado más arriba, se podrán encontrar las sorprendentes referencias a Marie-Dominique Chenu, que fue apartado de la docencia tras la condena de su libro Une École de Théologie [Una Escuela de Teología] (1937), pero más tarde erigido perito del Concilio Vaticano II por Juan XXIII; a Maritainsobresaliente defensor del personalismo y de la condenada libertad religiosa; o a Henric de Lubac, que en 1950 fue apartado de la enseñanza luego de la condena del neomodernismo o nouvelle théologie, por parte de la encíclica Humani Generis de Pío XII; como todo católico debiera conocer, Pío XII imputó a la “neoteología”, uno de cuyos mayores exponentes era De Lubac después de Teilhard, los cargos de “relativismo dogmático, historicismo, indiferencia para con las esencias inmutables y abandono de la filosofía escolástica”. Mientras que para Teilhard hubo que esperar a Pablo VI y, sobre todo a Juan Pablo II, De Lubac fue rehabilitado ya por Juan XXIII, quien lo invitó al Concilio Vaticano II y lo readmitió en la docencia; y unos años más tarde Juan Pablo II canonizó su pensamiento, elevándolo a cardenal.
En resumen, se constata una inclinación a tomar como casi exclusivos de las fuentes del magisterio los textos del Concilio Vaticano II y del papa que lo convocó, si bien todavía persiste, quizá por la aun escasa producción de nuevo magisterio, una cierta referencia al magisterio preconciliar.
CUADRO I
(LAS FUENTES DEL MAGISTERIO DE PABLO VI, SEGÚN LAS NOTAS EN SUS ENCÍCLICAS)
CUADRO II
(PORCENTAJE DE LAS FUENTES DEL MAGISTERIO MODERNO Y TRADICIONAL EN PABLO VI, SEGÚN LAS NOTAS DE SUS ENCÍCLICAS)


CUADRO III
( DISTRIBUCIÓN ENTRE LAS FUENTES CONCILIARES Y MAGISTERIALES MODERNAS (DESDE EL 1960 EN PABLO VI, SEGÚN LAS NOTAS DE SUS ENCÍCLICAS)
LAS FUENTES EN EL MAGISTERIO DE JUAN PABLO II
Si con Pablo VI se manifestaba ya una tendencia a desalojar las reseñas del magisterio anterior al Concilio Vaticano II, en Juan Pablo II se confirma definitivamente esta disposición, hasta el punto de que se puede hablar ya con él de una verdadera ruptura con el magisterio anterior a 1960, dada la casi ausencia de citas a la más que milenaria enseñanza de pontífices y Concilios Ecuménicos.
Por otra parte, resulta insólito el gran número de citas referidas al nuevo magisterio postconciliar- 30 años apenas- en relación al milenario magisterio preconciliar: 578 citas y 127, respectivamente (véase cuadro IV); e incluso respecto al propio Concilio Vaticano II:578 citas y 502 respectivamente. No es irrazonable pensar que la razón se deba a la necesidad de exponer nuevas doctrinas que no están en el depósito de la Fe y que el propio Sínodo Vaticano II, sólo apuntó de una forma confusa o ambivalente; por ejemplo, toda la nueva teología de Juan Pablo II sobre la confusión entre el orden natural y la gracia, que aparece en casi todo su magisterio y, especialmente, en sus primeras tres encíclicas está referida al despliegue del embrión contenido Gaudium et Spes: «El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre»; pero está idea, aunque expresada entonces con ambigüedad programada, ya está condenada en el Concilio de Éfeso y no se encuentra en ninguna parte del magisterio de la Iglesia; dado, pues, que este concepto fue parte de la predicación de Juan Pablo II, le fue necesario referirla por doquier al magisterio postconciliar escrito por él mismo en su mayor parte y que desarrollaba esa nueva y desconocida teología conciliar.
Es ésa, quizá, la razón de que Juan Pablo II sea, de entre todos los papas, el que más se cita a sí mismo; y eso de forma tan abrumadora, que a falta de un estudio psicológico sobre tan reiterada y fea actitud, parece que la causa más probable sea su demostrada persistencia en afianzar doctrinas novedosas.
Respecto a las citas no magisteriales, se encuentran entre ellas varias curiosidades liberales; por ejemplo, las reseñas a la Declaración de los Derechos Humanos; pero también insólitas ausencias que nos dejan perplejos; v.g., mientras que abundan citas de las Sagradas Escrituras en la mayor parte de su magisterio, como notas al pie de los documentos, disminuyen drásticamente en las encíclicas que abordan aspectos novedosos, hasta llegar a la inexistencia de citas bíblicas al pie en el texto de ‘Ut Unum Sint’; de seguro, cabe pensar, porque nada en las Escrituras Sagradas sostenía su tesis de fondo ecumenista: pues ningún texto bíblico da apoyo a esta moderna doctrina de empeño ecuménico; si bien, en honor de la verdad, existen citas de las Escrituras Sagradas dentro de ese escrito suyo.
Para los que, a pesar de la ínfima representación del magisterio tradicional en sus documentos, no aprecien la absoluta tendencia a la ruptura con las fuentes tradicionales(CUADRO VII), siempre según las citas, han de saber que en las poquísimas menciones a la tradición, casi siempre se añaden a las mismas algunas más modernas; por ejemplo, si se cita a Pío XII, en la misma nota se añaden una o varias referencias al C. V. II o a otras encíclicas modernas, razón por la cual se puede decir, que aun ni las pocas referencias a la Tradición son puras.
CUADRO IV
(LAS FUENTES DEL MAGISTERIO DE JUAN PABLO II, SEGÚN LAS NOTAS DE SUS ENCÍCLICAS)


CUADRO V
(PORCENTAJE DE LAS FUENTES DEL MAGISTERIO MODERNO Y TRADICIONAL EN JUAN PABLO II, SEGÚN LAS NOTAS DE SUS ENCÍCLICAS)
CUADRO VI
(DISTRIBUCIÓN ENTRE LAS FUENTES CONCILIARES Y MAGISTERIALES MODERNAS (DESDE EL 1960) EN JUAN PABLO II, SEGÚN SUS NOTAS DE SUS ENCÍCLICAS)
CUADRO VII
(EVOLUCIÓN DE TENDENCIAS EN LAS NOTAS DE SUS ENCÍCLICAS)
Apréciese la prácticamente desaparición de citas de la Tradición con Juan pablo II
LAS FUENTES EN EL MAGISTERIO DE BENDICTO XVI
La ruptura en las citas del magisterio tradicional, formalizada en las encíclicas de Juan Pablo II, se profundiza aún más con Benedicto XVI, alcanzando sólo un insignificante 3% del conjunto de las citas de papas y concilios antes de 1960.
Es de destacar que, de la suma de citas del magisterio moderno sólo 13 se refieren al Concilio Vaticano II, mientras que 169 reseñan el magisterio postconciliar, sobre todo el de su inmediato predecesor, Juan Pablo II; pareciera, a la vista de este hecho, que aquella constitución, casi ‘superdogma’ –el Vaticano II- que fijara los principios de una revolución sin precedentes en la Iglesia, fuese ya insuficiente para el pleno desarrollo de una nueva doctrina desplegada, teológica y canónicamente por Juan Pablo II e inaugurada litúrgicamente por Pablo VI. Como para un ecumenismo condenado no había textos en la Tradición ni en las Sagradas Escrituras que sirvieran de aval, tal vez por eso, no se citan las Sagradas Escrituras en las notas al pie de sus encíclicas, si bien existen en los textos mismos, aunque escasas-v.g., sólo 36 para una larga encíclica estructurada en 6 capítulos y una conclusión, sobre un tema donde abundan los textos bíblicos: el amor y la verdad, en ‘Caritas in Veritate’- ; para proclamar la vigencia de la Antigua Alianza con los judíos que rechazan a Cristo, mucho menos se encuentra magisterio ni textos bíblicos y para una salvación universal, ni rastro de tal barbaridad existe. Ahora bien, como los textos del Vaticano II fueron de una ambigüedad premeditada, según el testimonio del modernista radical Edward Schillebeeckxperito conciliar y consejero del cardenal Alfrin e inspirador del herético Catecismo Holandés, no es iluso pensar que a Benedicto XVI le fuera necesario acudir a un magisterio más descarriado: el de su inmediato predecesor Juan pablo II; otras razones se pueden sumar a este hecho, sin contradecirlo, la necesidad psicológica de contentar a toda una muchedumbre de‘juanpablistas’ tocando poder y necesitados, algunos, de contener los escándalos que, como una bomba de relojería dejada por su inmediato predecesor, iban a estallar a su tiempo, para así no decepcionarlos y evitar sentir en su piel la furia de su rechazo; inquina que, posiblemente, no pudo vencer al fin, según varias interpretaciones de ‘vaticanistas’ sobre la causa cierta de su dimisión. 
Si bien ya con Juan Pablo II se nota un despertar a citar autores laicos, es con Benedicto XVI cuando toman verdadera ‘carta de ciudanía’. Debería dejar perplejo a cualquier católico consciente de su fe, ver como Benedicto XVI introduce, no un en acto como doctor privado, profesor…, sino en el magisterio auténtico citas del ‘El Banquete’ de Platón; del historiador Salustio; de Juliano el Apóstata († 363) tomadas de Ep. 83: J. Bidez, L’Empereur Julien. Œuvres complètes, París 19602, I, 2a, p. 145; del luterano H. Köster: ThWNT, compañero de estudios de  Rudolf Bultmann; del novelista Jean Giono; de Bacón; de Kant; de la obra ‘Negative Dialektik’ deAdorno; de Georgias de Leontini ((485 a. C.-380 a. C.) y hasta un fragmento del filósofoHeráclito.
Debido a esta última observación, hemos confeccionado el grafico sobre las fuentes modernas de manera distinta a la anterior, añadiendo a las del Concilio Vaticano II y a las postconciliares las fuentes laicas. La suma de las 3 sería con este nuevo método el 100%, sobre el cual representamos cada una de las partes en que dividimos el llamado magisterio moderno en este estudio. Siempre dejamos fuera de la contabilidad las citas antiguas y bíblicas por la razón comentada al comienzo de este breve análisis. Igualmente procederemos con las citas del Papa Francisco, dado que entre ellas y en continuidad con Benedicto XI, se introducen citas de fuentes mundanas. 
CUADRO VIII
(LAS FUENTES DEL MAGISTERIO DE BENEDICTO XVI, SEGÚN LAS NOTAS DE SUS ENCÍCLICAS)


CUADRO IX
(PORCENTAJE DE LAS FUENTES DEL MAGISTERIO MODERNO Y TRADICIONAL
EN BENDICTO XVI , SEGÚN LAS NOTAS DE SUS ENCÍCLICAS)


Impresionante reducción de citas preconciliares en un Papa que era considerado favorable a la Tradición
CUADRO X
(DISTRIBUCIÓN ENTRE LAS FUENTES CONCILIARES, MAGISTERIALES MODERNAS Y LAICAS EN BENEDICTO XVI, SEGÚN SUS NOTAS

DE SUS ENCÍCLICAS)




LAS FUENTES EN EL MAGISTERIO DE FRANCISCO
Todavía es pronto para acopiar datos sobre las citas de las encíclicas de Francisco, porque sólo ha firmado una – ‘firmar’ es un verbo distinto que ‘escribir’ y por eso no supone que quien escribe un texto sea el mismo que lo firma-, aunque a través de ella y sus pocas referencias –un total de 50-, se puede observar la continuidad en el desprecio de las citas al magisterio pre-conciliar, salvo para fundamentar su autoridad; es como si no hubiera habido casi ningún pronunciamiento de los más de 200 Romanos Pontífices desde el año 66-67 –fechas entre las que se estiman escritas las Cartas de San Pedro- hasta 1962; como si lo que cientos de Papas sentenciaron y dos decenas de Concilios Ecuménicos definieron, amén de unas cuantas docenas de concilios particulares cuyas definiciones hicieron suyas y aprobaron los papas, fueran de tan exiguo valor que justificara el más absoluto olvido de sus textos.
Se observa, igualmente, que aquella tendencia, iniciada por su inmediato predecesor, de incluir en el magisterio citas laicas, ajenas a la Iglesia, se consolida y aumenta hasta proporciones muy difíciles de justificar en la encíclica de Francisco. Así encontramos en su texto, desde una definición del existencialista judío Martin Buber, tomada del Rabino de Kock, hasta una referencia a la obra de Rousseau, ‘Emile’, pasando por una aceptable de Romano Guardini y, también una nota, inaceptable, de la obra de la segunda época de G. H. von Wright; periodo en que sus escritos caen bajo la influencia de Habermas y la escuela de Franfurk,; esta cita, por ejemplo, está sacada del libro ‘cultura y valor’, escrito por el filósofo del círculo de Viena Ludwig Wittgenstein. Lo mismo sorprende que en lugar de tomar las citas místicas de los contemplativos ortodoxos españoles o alemanes u otros santos de la Iglesia, se traigan referencias a poetas, como T. S. Eliot. Este sesgo de erudición sobre el pensamiento no católico, confirma la sospecha de que el firmante no es la misma persona que el escribiente.
CUADRO XI
(LAS FUENTES DEL MAGISTERIO DE FRANCISCO XVI, SEGÚN LAS NOTAS DE SUS ENCÍCLICAS)


CUADRO XII
(PORCENTAJE DE LAS FUENTES DEL MAGISTERIO MODERNO Y TRADICIONAL
DE FRANCISCO , SEGÚN LAS NOTAS DE SUS ENCÍCLICAS)
CUADRO XIII
(DISTRIBUCIÓN ENTRE LAS FUENTES CONCILIARES, MAGISTERIALES MODERNAS Y LAICAS EN FRANCISCO, SEGÚN SUS NOTAS DE SUS ENCÍCLICAS)


CONCLUSIÓN
Hasta aquí los números que, s.e.u.o, son incuestionables. Cualquiera, con tiempo y paciencia, llegará a los mismos resultados si sabe sumar y restar, porque la fuente es pública. Quien los negara manifestaría odio a la verdad, rechazo de la luz e irracionabilidad.
De estos resultados se infiere, sin forzar la razón, que cuanto menos hay en las encíclica,s que son objeto de este modesto estudio, un menosprecio o poca estimación e indiferencia y un despego casi total del Magisterio Tradicional; puesto que a lo que se ama se nombra, así como hace el esposo hablando de su amada a sus amigos, con lo que se desprecia se muestra indiferencia con el silencio, por aquella sentencia popular que dice:’no hay mejor desprecio que no hacer aprecio’.
Pero acallar o reducir a la ínfima expresión 1893 años de magisterio (si tomamos como fuente de magisterio el Denzinger, encontramos que el primer documento del Romano Pontífice que en él aparece data de entre los años 67 a 79; desde estos años hasta 1960 nos da un periodo, aproximado, de 1893 años), que contiene el objeto material de la fe católica, sólo puede tener un fin: la proclamación de una nueva fe ¿De qué fe se trataría? Como el lector habrá supuesto, no me he limitado a ‘contar’, sino que durante unos años he tratado de meditar en los brutales cambios habidos desde el Concilio Vaticano II. Esas innegables revoluciones plasmadas en la Misa, sacramentos, Oficio Divino, catecismo, mística, ascética, derecho, monacato, devaluación de la vida contemplativa, exacerbación de la voluntad y la emoción…, cuyos podridos frutos padecemos, esconden una nueva fe, un nuevo Símbolo cuyo caldo de cultivo aún se está formando ¿Podríamos formular, al menos, parte de ese nuevo ‘símbolo’ o ‘credo’ surgido del ‘magisterio’ moderno, distinto del católico Tradicional? Creo que sí, con la ayuda de otros estudiosos, pero eso será objeto de otro trabajo, si Dios lo quiere. Sin embargo, algunos elementos de esa moderna ‘fe’, que ya no es católica, los podemos resumir en estas breves sentencias:
I.-La proclamación de un humanismo integral ‘católico’; donde ‘católico’ es un adjetivo más. (Dios creo por el hombre, GS,39único al que Dios ha amado por sí mismo. GS, 24). Este humanismo hurta la Gloria de Dios; porque quien se propone un bien como fin en sí mismo, está hallando en ese bien su propia perfección, de donde se sigue que, si Dios se propusiera su gloria extrínseca como fin en sí, y no su propia e intrínseca  bondad, implicaría que para Dios la creación sería una perfección agregada que lo haría mejor, cosa absurda y herética; el magisterio moderno dixit: [...] Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferidle siquiera este mérito y reconoced nuestro nuevo humanismo: también nosotros y más que nadie somos promotores del hombre, Discurso de clausura del Concilio Vaticano II.
II.- La confusión entre naturaleza y gracia; para el ‘magisterio’ moderno la gracia humaniza a hombre con el fin de llevar al hombre a ser hombre, por lo que la gracia se subordina a la naturaleza. El magisterio auténtico, sin embargo, confiesa algo contrario: la gracia perfecciona a la naturaleza para llevar al hombre a ser hijo adoptivo de Dios, por lo cual la naturaleza se subordina a la gracia. Huelga poner citas sobre este error moderno, ya que todo el magisterio de Juan Pablo II está plagado de estos textos más propios de Prometeo que de la fe católica. Tal error tiene consecuencias sobre la doctrina católica relativas a la perfección del intelecto por el magisterio para adecuarlo a la Revelación e, incluso, sobre la caridad cristiana.
III.- Las notas de la nueva iglesia y sus conceptos erróneos: 1)El Reino de Dios incoado en la tierra se identifica con la Humanidad; 2) El Reino de Dios se extiende más allá de la Iglesia visible a las almas de buena voluntad, en razón de la dignidad humana de toda persona, incorporadasquodammodo a Cristo Encarnado; 3) De allí que no sea necesario ni obligatorio ingresar a la Iglesia, que es Sacramento universal de salvación, porque el testimonio de vida de la sociedad eclesiástica es una eficaz ayuda a la humanización de los hombres; 4) La Iglesia visible continúa la presencia y acción de Cristo en orden al crecimiento del Reino-Humanidad, a manera de signo e instrumento, porque Ella misma es Sacramento. La consecuencia es, no estarían todos llamados a pertenecer a la Iglesia de Cristo. He aquí como resume gráficamente este punto el EL R.P. ALVARO CALDERÓN F.S.S.P.X., en su obra ‘Prometeo’, subtitulada ‘La religión del hombre’ que pueden leer en español aquí, la que recomiendo leer.
IV.- El nacimiento de una nueva religión. Siguiendo al Padre Rafael Arizaga, cuya obra hemos citado en el párrafo anterior, tomamos un gráfico suyo para entenderlo mejor:
V.- La gravísima sensación que deja el magisterio conciliar y el que le sigue de que Jesucristo es imperfecto Dios: “Si un pagano acudiera a los textos del Concilio Vaticano II para hacerse una idea de quién es Jesucristo para los católicos, nos parece cierto que no vería que creemos que es Dios, sino una cierta entidad inferior. Se omite la profesión simple y clara de esta verdad fundamental, y las expresiones de uso constante hacen pensar, por una parte, en una distinción de sujetos de atribución entre Jesucristo y Dios -lo que pertenece a la herejía nestoriana- y, por otra, que el Hijo no es simpliciter Dios -lo que pertenece a la herejía arriana-. Y esta penosísima impresión no es despejada sino acentuada en el magisterio posterior al Concilio” (Prometeo, P. Rafael Harizaga).
Termino, pues, este modesto estudio escrito bajo un título que hace referencia a una de las visiones del Profeta Daniel –quien lea entienda-, con el humilde propósito de alertar a los lectores católicos sencillos y animarlos a defender la fe de siempre con San Pablo:
“Os exhorto, hermanos, que observéis a los que están causando las disensiones y los escándalos, contrarios a la enseñanza que habéis aprendido, y que os apartéis de ellos; porque los tales no sirven a nuestro Señor Cristo, sino al propio vientre, y con palabras melosas y bendiciones embaucan los corazones de los sencillos”. Rom. XVI, 17-18.
“Jamás se vence el error con el sacrificio de un derecho cualquiera de la Verdad” (San Atanasio)
16 de julio, Conmemoración de la Virgen del Carmen.
J. R. G. Cipitria

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